Reflexión seria (?) sobre el Gran Hermano israelí

Shai, el yuppie canchero, y Einav, la marroqui temperamental.

Shai, el yuppie canchero, y Einav, la marroquí temperamental.

Haáj Hagadól, el Gran Hermano, ese formato de reality sobre el que todos se preguntan cómo es que tiene éxito, barre con todo también en Israel. Todos entendemos que es una estupidez, una burla a la inteligencia, pero todos sabemos quién es Asher, el religioso que hoy fue eliminado de la competencia, todos conocemos también a Yossi Búblil y a su hija Einav, los otros dos candidateados a la eliminación, y todos hablamos en los pasillos de Ranín, Léon (así, acentuado en la é), Shai, Tzabar, Shifra e Itai.

No tengo idea qué pasa en otros países, pero el Gran Hermano israelí refleja la sociedad de una manera antropológicamente interesante. Como un claro truco de raiting y sin intenciones científicas, los productores colocaron en un chalet a varios jóvenes israelíes del mainstream yuppie ashkenazí; a algún par de inmigrantes rusos, a un homosexual, a un religioso nacional (de kipá tejida) pero sefardí, dos marroquíes tradicionalistas, que son además padre e hija, una princesa árabe israelí que habla medio en hebreo y medio en inglés, con un sensual desvío en un ojo que me recuerda a Raquel Welch, una ex ultraortodoxa (de los llamados «jozrim besheilá») y espero no estar olvidándome de nadie.

El análisis intelectual no puede ir demasiado lejos, claro, pero sólo quiero señalar el punto interesante que se da en la dinámica entre los participantes. Las reglas de juego determinan que los participantes votan quiénes son los candidatos a ser eliminados, entre 3 y 4 participantes, y luego el público, con los redituables mensajes SMS votan a quién dejar en el chalet. Quien reciba menos votos, es eliminado sumariamente.

Lo interesante del caso israelí es que los participantes parecen votar al revés que el público. Los marroquíes considerados «ársim» (vulgares), Yossi, su hija Einav y el religioso Asher, están en franca antagonía con la mayoría ashkenazí, que siempre los candidatea, en especial a los dos primeros. Pero si un ashkenazí es postulado junto con ellos, llámense Boris, Miki, Erán o Keren, éstos serán (y ya fueron) eliminados por el público, y los «ársim» serán salvados.

Es decir, los representantes de las minorías en la sociedad israelí tienen un colchón de respaldo frente a los televisores en casa. Creo que si el homosexual Léon o Ranín, la árabe de Nevé Shalom, fueran candidateados junto a participantes más mainstream, ocurriría lo mismo. Pero por ahora, nadie se anima a votarles en contra: aparte de que son buena gente, (pero no todos en la casa piensan así de Ranín) no sería políticamente correcto.

Y esto es lo que pasa en Israel: el viejo establishment «tzabra», que era definido como el judío nacido en Israel, pero que en los hechos configuraba a un tipo muy claro de israelí: blanco, ashkenazí, laico, izquierdoso, combatiente en el ejército y, agreguemos, heterosexual, ha perdido su conciencia de grupo, se ha vuelto una manifestación del posmodernismo y la globalización nihilistas. Los que se manifiestan con conciencia de clase son las minorías -salvo la rusa, parece, que no atina a votar étnicamente, tampoco en las elecciones nacionales, y cuyo representante Boris fue el primer eliminado del programa-.

Hoy voló Ásher, sefardí y religioso nacional, una mezcla relativamente novedosa, (a la que también pertenece, Igal Amir, asesino de Rabin, aunque eso no quiere decir absolutamente nada), pero sólo porque no hubo ashkenazim entre los nominados.

¿Qué dice todo esto de los rumbos que va tomando la sociedad israelí? ¿Nos dirigimos hacia la atomización o hacia el multiculturalismo? ¿Eh?

4 pensamientos en “Reflexión seria (?) sobre el Gran Hermano israelí

  1. hola a todos!
    grata es mi sorpresa al leer acerca del analisis del gran hermano en israel , en argentina estamos realizando el casting del 8º y casi todos con mucho exito, algunos de tantos integrantes siendo exitosos artistas de la movida de buenos aires, llegan en busca de fama o de probar que pueden algo que ni ellos conocen…
    felicito al autor de la nota el analisis de vuestra realidad es claro profundo y marca vuestra tendencia de esto pueden estar seguros!
    un cordial saludo desde la kehila de buenos aires
    patricia

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  2. Creo que la sociedad israeli se refleja en una frase: La fuerza de la union en la diversidad. Y creo que uno de los factores por los cuales la heterogenea y compleja sociedad israeli ha estado unida, a pesar de sus diferencias internas, durante toda su historia ha sido el conflicto y el peligro arabe externo. De cualquier manera, se puede ser multicultural sin dejar de mantener la identidad nacional firmemente. Pues digan lo que digan, los ashkenazim, sefaradim, laicos, religiosos, derechistas, izquierdistas, cultura oriental, cultura occidental, blancos, negros… no son una nacionalidad. La nacion es el pueblo judio y, a pesar de que los siglos de exilio nos han diferenciado unos a otros, no debemos perder nuestra conciencia nacional, de que somos hermanos, de que estamos en la misma y de que somos parte integral de la unica patria que tuvimos, Israel. Mientras se mantenga esa conciencia e igualdad de condiciones en el seno de nuestro pueblo en Israel, la multiculturalidad sera algo positivo… pero en caso de que, en nombre de esa multiculturalidad, perdamos nuestras tradiciones, nos olvidemos de quienes somos, cambiemos nuestras raices hebreas y nos dividamos por razones banales (como esta sucediendo con los pueblos europeos), me temo que el multiculturalismo se convertira en un peligro para el Estado judio, antes que en una bendicion de su democracia.

    Mi lema seria: multiculturalismo SI, suicidio NO

    Felicitaciones Marcelo por el complejo analisis que hiciste. Por fin pudimos extraer de Gran Hermano algo inteligente. Recibe un cordial saludo.

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  3. Ranín es muy rica. Yo también votaría por ella. Su ojito que se pierde es la quintaesencia de la «sublime imperfeción»…. Que Valeria no me pille escribiendo esto si no me reta. Ja. Saludos

    Jorge Z.

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  4. Se agradece aquí la oportunidad que nos da el autor de la nota para hablar –»análisis antropólogico», por supuesto- del programa, ahorrándonos el papelón de confesar que lo vemos.
    Coincido con las conclusiones generales (el programa como reflejo de la sociedad israelí, el dilema entre atomización y multiculturalismo, etc.), pero permítaseme disentir con algunos planteos y ofrecer otros:
    1. Parece que el autor cae en la trampa del «demonio racial» que le tiende Einav, al mejor estilo Shaul Mofaz. Marcelo querido, el juego (en el chalet y en la calle) no es entre sefaradíes y ashkenazíes. Tampoco entre representantes de una minoría y representantes de la mayoría. El conflicto es entre «frejim» (vulgares) y «correctos». Los «vulgares», que ven en el comportamiento ordinario y violento un motivo de orgullo, y que intentan excusar cualquier diferencia como originada en una injusta discriminación (kipuaj adati), se benefician más del enfrentamiento si lo presentan como un ensañamiento con base racista, o clasista. Pero es sólo táctica.
    2. Siguiendo esa línea, dentro del chalet los «frejim» son candidateados por su prepotencia, su ‘juego sucio» y porque no es grato estar en su compañía. Además, como son personajes interesantes, amenazan a los menos pintorescos.
    3. El público no castiga a los representantes del mainstream. Es cierto que los mensajes SMS salvan a los vulgares, pero de nuevo, no porque la mayoría del pueblo los admire. Los espectadores eliminan primero a los participantes «parve» y elijen seguir disfrutando de los que proporcionan acción en la pantalla. De todos modos sugiero tener en cuenta que no todos los que ven el programa participan de la votación. Los que votan también son un grupo social, aunque la frase «los que se manifiestan con conciencia de clase son las minorías» es discutible, por lo que dije antes.
    4. ¡No te me enamores de la princesita llorona!

    Larry ‘Buzaglo’ S.

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