¿Hacia una conversión laica?
Muy interesante el artículo «Los otros», de Dina Markon, publicado en la revista Eretz Ajeret, que me mandó el Dr. Efraim Zadoff, sobre la liberalización de las prácticas judías como el casamiento en Israel, y de eso hemos hablado en el post anterior sobre el tema. Pero es la primera vez que escucho (o leo) hablar también del tema de la conversión. El artículo reseña un encuentro realizado en Ramat Efal a fines de julio.
Empieza contando que a una mujer, después de 15 años de convertida, un tribunal rabínico le anuló la conversión en retrospectiva. ¿Y todo por qué? «Por incumplimiento de las mitzvot». En realidad, explica el artículo, el motivo fue el hecho de que la conversión la había hecho el rabino Drukman, que se había ganado una buena cantidad de enemigos en el mentado tribunal rabínico. Drukman es religioso sionista, igualmente ortodoxo, pero enfrentado con el sector ultraortodoxo no sionista, que puebla en general los rabinatos y sus tribunales. Agrega la autora: «Ésas son las guerras de los judíos».
Explica Dina Markon que hay cerca de 300.000 israelíes no judíos, la mayoría porque sus padres lo son pero no sus madres, que quieren pertenecer al pueblo judío por medio de la conversión, incluso halájica. El problema es la definición de «halájica». Y cita a Eli Zarjin, titular de la Asociación por los Hijos de los Olim: «La conversión según el Talmud comprende tres componentes: Brit Milá (circuncisión), baño ritual y brajá (bendición). Todo lo demás es puro invento local».
El proceso de conversión actual en Israel conlleva «sufrimiento y humillación; hay que posibilitarle a la gente convertise de modo digno», dice Markon. «Y es importante que sean reconocidos, para el caso, también las conversiones conservadoras, reformistas, o incluso la incoroporación al pueblo judío por la vía laica».
El artículo es más profundo de lo que puedo reflejar aquí. Habla de la identidad, de la alienación que sienten los inmigrantes y sus hijos, aun después de convertidos, y de los absurdos producidos por el poder, el dinero y la política. Al decir del recordado rabino Ishaiahu Leibovich, la religión debe ser separada del estado, pero por el bien de la religión.
Efraim Zadoff, que hizo aliá de la Argentina en los años ’60, es miembro de Tmurá, organización que representa en Israel a la Federación Mundial de Judaísmo Laico y Humanista, es citado en el artículo llamano a una revuelta civil. Dado que los políticos laicos ceden ante las presiones, y que éstas en general vienen de los partidos religiosos, y dado que éstos no van a renunciar así como así a sus posiciones de poder político, «la sociedad debe presionar a los políticos». ¿Cómo? Por ejemplo, si también miles de parejas de judíos halájicos deciden casarse en el exterior (y hoy ya hay cientos de ellos), el establishment no tendrá más alternativa que reconocer la institución del casamiento por registro civil.
Para Zadoff, la identidad y la pertenencia son el verdadero problema. O, como lo dice, «la pertenencia de aquellos olim a la sociedad judeo-israelí, tanto desde el punto de vista de su propia sensación, como de su aceptación por dicha sociedad». ¿Y la solución? «Cada uno resolverá el problema de la identidad según su propio sentir», dice Zadoff. «Quien quiera ser aceptado por la sociedad judía -y no hay un solo público sino públicos judíos- buscará su marco de identificación según la concepción que le sea más cercana. Se debe permitir a la gente el acercamiento al judaísmo por medio del estudio, las festividades y las ceremonias vitales».
El movimiento Tmurá está por lanzar un curso de conversión propio, cuyos egresados hallarán su lugar en la comunidad judeo-israelí no religiosa.
¿Qué tal esa?
Aclaro yo: La conversión, o el casamiento, o el entierro laicos en Israel no están reconocidos por el rabinato ni por la ley. Judíos convertidos secularmente no podrán casarse por el rabinato, y sus hijos no serán considerados judíos para ningún propósito. De eso se trata la disputa. La conversión laica puede no resolver el problema político-legal en Israel, pero definitivamente agregaría un fuerte condimento a la disputa intrajudía en torno a la pregunta: ¿Quién guarda los portales de entrada al pueblo judío?
PD: Quien quiera leer el artículo (está sólo en hebreo), me lo pueden pedir escribiendo a marcelokisi@gmail.com