«Muerte o unga-unga» a la Netanyahu

¿Todos los caminos conducen a más asentamientos?

¿Todos los caminos conducen a más asentamientos?

El Congelamiento de la construcción en los territorios

Ya en la escuela primaria contábamos el chiste: un explorador es atrapado por una tribu salvaje en África, cuyo jefe le da a elegir: «Muerte o unga-unga». Obviamente, el  hombre blanco elige unga-unga. Lo meten en una choza y cinco hombres morenos y grandotes lo violan durante toda la noche. Al día siguiente lo visita el jefe de la tribu: «Muerte o unga-unga». El explorador no quiere saber más nada: «¡Muerte!». «Está bien», replica el africano. «Pero antes, un poquitito de unga-unga».

El primer ministro israelí Biniamín Netanyahu decidió congelar por seis meses la construcción en los territorios, la gran piedra israelí de choque frente a los palestinos. Pero antes, anunció de modo resonante, será autorizada la construcción de cientos viviendas en Judea y Samaria, la Margen Occidental, que se sumarán a las 2.500 que ya están siendo construidas allí. Y dicho congelamiento será efectuado sólo a condición de que los países árabes tomen medidas tendientes a la normalización de relaciones con Israel.

Debe entenderse bien. La construcción de asentamientos judíos en los territorios es la espina israelí clavada en el costado de los palestinos, así como el terrorismo es la piedra que duele en el zapato de los israelíes. La derecha puede repetir hasta el cansancio que «no se puede comparar la matanza indiscriminada de gente con la construcción de casas». Es, dicho en buen criollo, hacerse el sota. Esa construcción es, cuanto menos, un acto de matonerismo, con características mafiosas. Sus mismas motivaciones, las de hacer más difícil eventuales entregas de territorios, y sus características, las de una superior calidad de vida, una ubicación que entorpece la futura continuidad territorial de un estado palestino cuya existencia futura ya ha sido reconocida hasta por Biniamín Netanyahu, y las características violentas, profundamente fundamentalistas y antidemocráticas de sus habitantes más activos, la convierten en un acto de violencia política de escala nacional.

Israel viene reclamando con razón el fin del terrorismo como modo de dirimir su conflicto con los palestinos. Esperando no estar abriéndole la boca al diablo, como se dice en Israel, 2009 ha sido un año prácticamente sin terrorismo, sea por los motivos que fuere: la Cerca Separadora o «Muro», el aumento de la calidad de vida palestina en Cisjordania, o por la habilidad gubernativa –y silenciosa- de Abu Mazen.

El operativo Plomo Fundido también puede haber aportado. Una vez terminado, Hamás siguió lanzando algunos Kassam para el protocolo, y después paró. Se dedicó a instaurar un régimen de terror fundamentalista hacia su propia sociedad, por frustración o por dictado iraní. Pero también a abrir un proceso de reconciliación con el Fatah de Abu Mazen y a negociar la liberación de cientos de palestinos presos en Israel a cambio de su único naipe fuerte, el soldado Guilad Shalit.

Por ahora, como quiera que sea, el terrorismo ha pasado a segundo plano también en ese frente. Nótese, también para el protocolo, que el operativo Plomo Fundido en Gaza no desató, como hubiera sido obvio muy pocos meses antes, una Tercera Intifada en la Margen Occidental. Esto solo debiera haber encendido varias «luces verdes» del lado israelí: la fractura interna palestina entorpece la paz, pero también puede ser visto como una oportunidad para avanzar.

El renacimiento de la Hoja de Ruta

El cese del terrorismo de facto, es también el cumplimiento, aunque no de jure ni en el plazo acordado, de la Hoja de Ruta, que también fuera adoptado por el actual gobierno como «pacto preexistente» a ser cumplido a pie juntillas. Es interesante cómo se dan algunos procesos en el Medio Oriente. Muchos documentos se rechazan, y se termina luego actuando de acuerdo con ellos. Ocurrió con el legendario Plan Alón para asentar provisoriamente los territorios recién conquistados en 1967. El plan se rechazó oficialmente, pero se llevó a la práctica con variantes por los  propios gobiernos laboristas, para ser intensificado con entusiasmo por los gobiernos del Likud. Ya había ocurrido antes con la doctrina del Muro de Hierro del nacionalista Zeev Jabotinsky, rechazado por el hegemónico partido de Ben Gurión. Éste, no obstante, fue quien convirtió a Israel en la potencia regional invencible tan soñada por «Jabo».

Es lo que parece ocurrir ahora, de a poco, con la Hoja de Ruta, el plan de George W. Bush hijo. El primer aporte de dicho plan es el mismo que en su momento hiciera el propio Biniamín Netanyahu: la reciprocidad. Ya en su primer párrafo, el plan estipula el desmantelamiento de las organizaciones militares paralelas del lado palestino. Desde entonces la realidad cambió, y la fuerza armada del Hamás es indesmantelable, por ser gobierno en Gaza, y sólo es cooptable, por medio de la refusión política. Sin embargo, el terrorismo ha entrado en un impasse que no es recomendable desperdiciar.

A cambio, Israel debía cesar toda construcción en los territorios, incluida la generada por el crecimiento vegetativo, y desmantelar todos los «outposts» (asentamientos ilegales aun desde la óptica israelí) montados desde marzo de 2001. Este gobierno, cuyo canciller Avigdor Liberman se llenara la boca con la Hoja de Ruta en su primer día en funciones, parece no haber leído la segunda parte del primer apartado del plan de Bush.

La empresa colonizadora en su conjunto es el acto más irracional y absurdo de Israel. Obsérvese, si no, la actual conducta del gobierno, la de autorizar la construcción de viviendas para luego anunciar el congelamiento de la construcción, que tiene el fin de destrabar negociaciones que podrían llevar, eventualmente, a evacuar dichas construcciones. ¿Para qué seguir destinando fondos del contribuyente israelí a seguir alimentando un peligro que, a su vez, se traducirá en nuevos y cuantiosos gastos militares? Como me lo preguntaba, presa de la impotencia, una estudiante de América Latina recién llegada al embrollo mesoriental: «¿Por qué no hacen de una vez lo que todos saben que debe ser hecho?»

Bibi, el obediente

La respuesta, sin embargo, no es del todo desalentadora, por lo menos en opinión de quien firma estas líneas. Al fin y al cabo, Bibi Netanyahu está haciendo –siempre a regañadientes, pero siempre obediente- lo que sabe que debe ser hecho. Desde su asunción, no se han vendido más terrenos, ni se habían otorgado hasta ahora más permisos de construcción. Las mentadas 2.500 viviendas habían sido autorizadas por el gobierno anterior, de Ehud Olmert, líder de Kadima.

Ahora, Netanyahu está congelando la construcción en los territorios, pero la está frenando como frenan los vehículos: con una distancia de freno. En un coche, frenar de golpe pone en peligro de muerte a los pasajeros. Si Netanyahu congelara de modo súbito, como lo quiere Obama, el ala derecha de su gobierno se retiraría y su coalición se desmembraría, con todo el retraso que ello significa. Ningún miembro de la actual coalición quiere retirarse, y no lo harán por un congelamiento en los territorios que no es fatal ni sella destinos de nada. Pero sus «constituencies«, sus votantes, no lo podrán digerir, y vomitarán a sus líderes. Y sólo si el coche de Bibi sigue viajando, podrá seguir haciendo lo que, según lo muestra la historia, sólo los coches de la derecha israelí parecen ser capaces de efectuar.

Sea por la razón que fuere, lo que resulta es un gobierno que actúa como la tribu africana del chiste. «Elijan: o paran con el terrorismo (que es la «muerte» del gran naipe de la causa palestina que, admitamos, los ha llevado a sus grandes logros), o habrán más operativos tipo Plomo Fundido y más asentamientos (unga-unga)».

Sin ser del todo categóricos, los palestinos por una vez parecen haber aprendido la lección de la fuerza israelí: «Está bien, basta, no podemos más: paramos con el terrorismo». Y el gobierno israelí, que necesita demostrar que es macho que nadie le va a venir a él, justo a él, con dictados e imposiciones, parece responderles: «Muy bien, pero antes, un poquito más de asentamientos».

(Publicado primero por Nueva Sión, N° 949, septiembre 2009)

4 pensamientos en “«Muerte o unga-unga» a la Netanyahu

  1. Siguiendo con tu analogía, hay otra forma de «muerte» además de la violencia terrorista, la insistencia en el derecho al retorno de los refugiados palestinos, es una forma más sutil de acabar con el estado judío, de hacer inaplicable la división del territorio en dos estados para dos pueblos. De la misma manera que Netanyahu y la derecha israelí buscan entorpecer las posibilidades de división inundando los territorios palestinos de colonos judíos, Abu Mazen y Fatah insisten en impedir la división inundando Israel de refugiados palestinos.

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  2. «el terrorismo (que es la “muerte” del gran naipe de la causa palestina que, admitamos, los ha llevado a sus grandes logros»

    ¿Qué? el terrorismo palestino no ha logrado más que miseria y pérdidas para los palestinos, especialmente con el terrosimo masivo de tipo genocida de la última Intifada. Decir lo contrario, Marcelo, me parece que es negar una realidad histórica. Lo que Clinton y Barak le ofrecieron en bandeja de plata a Arafat en el 2000 ni en pedo se volverá a ofrecer ahora.

    Por otra parte, las últimas construcciones en los territorios están dentro de los grandes bloques de asentamientos, es decir, en el 8% del territorio cisjordano que contiene a más del 80% de los colonos israelíes que invevitablemente pasarán a formar parte del territorio soberano israelí que será anexado en un acuerdo de paz. De manera que no me parece en absoluto criticable que Bibi se asegure de dejarle en claro a Abbas que «todos saben lo que hay que hacer» de manera clara, pública y no habrá manera de que Ariel, Maale Adumim, Gush Etzion, Emanuel o Jerusalem formen parte del Estado palestino, y eso no le quitará continuidad territorial al Estado palestino en lo más mínimo, ya que para colmo son grandes bloques donde prácticamente no viven árabes y están pegados a la Línea Verde. Todos saben lo que hay que hacer, aunque no se diga.

    Con respecto a la disminución del terrorismo, estoy de acuerdo solo de forma parcial. Según el Shabak, en el último mes de septiembre-octubre, la violencia palestina ha resurgido más que nunca (con más de 100 incidentes o intentos de ataques) y desde la dirigencia política palestina la cosa no está mucho mejor… todos en estos últimos días llamaron a «defender Al-Aqsa de los intentos de judeizarla», prueba fáctica de ello son los últimos incidentes en el Monte del Templo con muchos heridos, alentados por los líderes musulmanes a lo largo y ancho del país. Por el momento, Israel se está conteniendo como puede y evita cualquier provocación hacia los musulmanes en sus lugares sagrados, aunque eso no detiene la ola de violencia.

    En conclusión, puede que haya una leve disminución del terrorismo, pero como se vio en estos últimos días, no se puede confiar en que cuando lo crean oportunos, los dirigentes en la Autoridad Palestina no renovarán «bajo ninguna circunstancia» el llamado a la violencia y la incitación al odio. Lo siento Marce, pero seis décadas de intentos y engaños árabes para echar a los judíos al mar, junto con los últimos diez años de Intifada, me parece que dieron más que suficientes razones a los israelíes para desconfiar de los palestinos.

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  3. Otra cosa que no me gustó de tu artículo, Marcelo, es la comparación de «muerte o unga-unga» con «terrorismo-asentamientos» de parte de los palestinos. Antes de estallar la última Intifada, los palestinos no tenían la opción de «terrorismo-unga unga», sino terrorismo o un Estado palestino en el 97% de Cisjordania, toda la Franja de Gaza, mitad de Jerusalem, parte de territorio israelí y una compensación millonaria por los refugiados (quienes por cierto podrían tranquilamente inmigrar dentro de las fronteras del Estado palestino). Sin embargo, eligieron el terrorismo (el de la peor calaña). Lo mismo que la retirada de Gaza.

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