Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU. Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.
Si en el post anterior hablábamos de la posibilidad o no de criticar las políticas de Israel desde una postura pro-israelí, tres iniciativas que son una, tocan esa posibilidad con por medio de la acción. Empezó J-Street (http://jstreet.org/), un grupo de lobbistas judíos norteamericanos que decidieron impulsar la política oficial de la Casa Blanca de impulsar la solución pacífica del conflicto palestino-israelí basada en «dos estados para dos pueblos». Lo hacen como saben los estadounidenses, con mucho fundraising, con imagen, nivel intelectual y contactos en las altas esferas. Fue fundada por Jeremy Ben-Ami, ex asesor político de Bill Clinton, en abril de 2008.
Les siguió una iniciativa llamada J-Call (
http://www.jcall.eu/?lang=es), que comenzó como un petitorio internético titulado «Un llamado judío europeo a la razón», y fue lanzado como agrupación este 3 de mayo en el Parlamento Europeo en Bruselas, autoproclamándose como la versión europea de J-Street.
Por último, despacio, los latinoamericanos han decidido promover «J-Llamada» (
http://www.petition.fm/petitions/jllamado), un petitorio titulado: «Un llamado a la razón: judíos lationamericanos por la paz en el Medio Oriente». Lo impulsa Darío Teitelbaum, miembro de la dirigencia del movimiento Hashomer Hatzair Mundial, y la idea es también tender a convertirlo en movimiento. Los principios y el texto del petitorio son los mismos que en la versión europea:
Llamamiento a la razón
Ciudadanos de países Latinoamericanos, judíos, estamos implicados en la vida política y social de nuestros respectivos países. Cualesquiera sean nuestros itinerarios personales, el vínculo al Estado de Israel forma parte de nuestra identidad. El futuro y la seguridad de este Estado al que estamos indefectiblemente ligados nos preocupan.
Sin embargo, vemos que la existencia de Israel está de nuevo en peligro. Lejos de subestimar la amenaza de sus enemigos exteriores, sabemos que este peligro se encuentra también en la ocupación y la implantación ininterrumpida de los asentamientos en Cisjordania y en los barrios árabes de Jerusalén Este, lo que constituye un error político y una falta moral. Y esto alimenta, además un proceso de deslegitimación inaceptable de Israel como Estado.
Por estos motivos hemos decidido movilizarnos en torno a los siguientes principios :
El futuro de Israel pasa necesariamente por el establecimiento de una paz con el pueblo palestino según el principio de “dos Pueblos, dos Estados”. Lo sabemos todos, es urgente.
Pronto Israel deberá enfrentarse a una alternativa desastrosa: o convertirse en un Estado donde los judíos serían minoritarios en su propio país o establecer un régimen que deshonre a Israel y lo transforme en un campo de guerra civil. Si bien la última palabra pertenece al pueblo soberano de Israel, la solidaridad de los judíos de la Diáspora les obliga a actuar para que esta decisión sea la correcta. La alineación sistemática en favor a las políticas del gobierno israelí es peligrosa ya que va en contra de los intereses verdaderos del Estado de Israel.
Queremos crear un movimiento latinoamericano capaz de hacer oír la voz de la razón a todos. Este movimiento se sitúa más allá de desacuerdos partidistas. Ambiciona trabajar por la supervivencia de Israel como Estado judío y democrático y dicha supervivencia se ve condicionada por la creación de un Estado palestino soberano y viable.
Más allá del escándalo que pueda producir su contenido pro-estado palestino, la novedad de estas tres iniciativas, que son en realidad una sola, no es esa. En efecto, la idea de «dos estados para dos pueblos» ya había sido instituida en los avatares del proceso de paz desde la Hoja de Ruta, el primer documento -elaborado por la Administración Bush (hijo)- que explicitó las palabras «estado palestino» como estación terminal de las negociaciones. El documento, recordemos, fue firmado por el entonces primer ministro israelí Ariel Sharón y refrendado por el gabinete israelí. La última expresión oficial fue el pronunciamiento del actual premier, Biniamín Netanyahu, en su discurso de Bar Ilán, en favor de la fórmula de dos estados. La verdad es que, con su llamado a la paz y a dos estados, estos judíos de la Diáspora no están haciendo más que dar un espaldarazo a lo que ya es política oficial del Estado de Israel.
Por eso, no es ésa la innovación de J-Street y sus vástagos. A decir verdad, se trata por ahora de llamados a la paz bastante generales y, si bien se lee, simplistas: paz en el Medio Oriente, dos estados, no a la construcción en los territorios, incluido Jerusalem, hasta que se decida qué pasará allí. Eso es todo. La idea, lo declaran ellos mismos, es ser abarcativos, tratar de superar las diferencias partidistas, anteponiendo la preocupación por la letigimidad y la seguridad de Israel como estado judío.
La novedad, en cambio, es que se trata de judíos de la Diáspora que intentan romper un tabú: el de que «nuestros desacuerdos los ventilamos sólo puertas adentro», pues «críticas de judíos son utilizadas por los antisionistas para deslegitimar a Israel».
Ya he dado mi posición al respecto en más de un lugar y ocasión: este argumento se ha utilizado para censurar a las izquierdas comunitarias, más que lo que ha servido a la hasbará de Israel o a la lucha contra el antisionismo. En la era de Internet, no se puede plantear como real que, por ejemplo, la prensa crítica israelí se acalle. Se ha llegado a asegurar que el escritor israelí «Amós Oz y muchos como él son los peores enemigos de Israel». ¿De verdad se pretende que Amós Oz, Premio Israel y Premio Príncipe de Asturias, entre otros premios, deje de escribir lo que piensa y que sus artículos no sean traducidos al inglés y al español? ¿De verdad piensan que el silencio de Amós Oz sería «bueno para los judíos»? Al contrario, Amós Oz debe seguir escribiendo, y a él se le deben sumar voces judías pro-israelíes en la Diáspora.
El mentado tabú está basado en ciertos supuestos erróneos o irrealistas:
– Como está dicho, «los antisionistas se basan en opiniones judías para atacar a Israel». Vean, si no, el ejemplo de Noam Chomsky. Respuesta: el problema es que los judíos pro-israelíes no habían hecho hasta ahora oír su voz. Noam Chomsky es un judío judeófobo, enfermo de auto-odio. Aquí hablamos de voces judías sionistas que se atreven a disentir desde el amor a Israel, desde el denominador común entre izquierda sionista y derecha sionista, de la defensa del derecho de autodeterminación del pueblo judío. A partir de ahí, el judío diaspórico no debe estar obligado a defender toda política del gobierno israelí de turno. Esa censura interna es la que ha terminado por alejar a masas de judíos de los ámbitos comunitarios institucionalizados. Lo que faltaba no era una voz judía crítica, sino una voz judeo-sionista crítica.
-«Los antisemitas no deben ver nuestras divisiones; debemos mostrar una imagen de fuerte unión, y sólo así los disuadiremos de atacar nuestra legitimidad». Como se diría en inglés: yeah, right. Los ataques, lejos de disminuir debido a la supuesta unión, aumentan, con o sin ayuda de los Amós Oz del mundo. Yo prefiero otra estrategia: no dirigirnos a los antisemitas deslegitimadores, sino a la gran mayoría que desea entender la complejidad del conflicto desde el derecho de todos los pueblos a su autodeterminación, incluido el judío. A esa gran mayoría, yo quiero contarle de nuestra pluralidad, nuestra disidencia interna, nuestra política de inclusión de todas las opiniones, cuyo denominador común son el sincero deseo de paz.
-«El gobierno israelí necesita ‘silencio de radio’ en la calle judía, un alineamiento incondicional con el estado israelí». Nuevamente, este supuesto confunde entre estado y gobierno. Las comunidades están unidas incondicionalmente con Israel como estado judío, pues es un componente central -aunque no el único- de su identidad como pueblo. Pero eso no significa que deban apoyar sus políticas coyunturales.
Más aun: el gobierno de turno no quiere «silencio de radio», sino apoyo a sus políticas gritado a los cuatro vientos. Lo busca con fruición Biniamín Netanyahu cuando habla ante AIPAC, y cuando recluta a Elie Wiesel para que haga hasbará «pro-israelí», que es en realidad pro-gobierno de derecha israelí.
Tengo noticias para ustedes: yo estoy de acuerdo con Bibi, aunque ahora mis amigos de la izquierda frunzan la nariz. Me parece absolutamente legítimo que Netanyahu busque apoyo donde le dé la gana. Que lo haga en AIPAC, que lo haga en Francia con Elie Wiesel, y que mande a Avigdor Liberman a buscar el apoyo de la AMIA a su gobierno, aunque la institución judeo-argentina esté dirigida por el Laborismo; allá ellos y sus incoherencias. Estoy incluso de acuerdo con que el Likud israelí recaude fondos en USA para sus campañas electorales.
Con lo que no puedo estar de acuerdo es con la hipocresía de estimular voces judías diaspóricas cuando están a favor de su gobierno, pero censurar las voces judías diaspóricas que le están en contra. Si se abre el juego a las voces judías diaspóricas, que se abra para todas ellas.
Pero tengo mejores noticias aun: el gobierno israelí no es hipócrita porque no censura ni puede censurar nada, sino que la autocensura viene de adentro. La verdad es que a Israel le importan bien poco, lamentablemente, las repercusiones de sus políticas en las comunidades judías del exterior. Y por eso es peligroso, no solamente para Israel sino también para las propias comunidades, alinearse con todas las medidas, políticas y acciones del gobierno de Israel de turno. Parafraseando a Clemenceau, la identidad judía es demasiado importante para los judíos de la Diáspora, como para dejarla en manos de Israel y, mucho menos, de los antisionistas.
Es hora de otra mirada judeo-diaspórica sobre Israel. Una mirada de militancia por reafirmar el derecho del pueblo judío a su propio estado, pues esa es la línea roja, y es innegociable. Una mirada, también, que no se alinee automáticamente con todo lo que hace Israel en tal o cual situación. Una mirada que sirva también a sus hermanos en Israel para obtener otra perspectiva: ni mejor ni peor, sencillamente con otro ángulo. Una mirada que sirva de posibilidad a los judíos de relacionarse de otra manera con el Israel que en el fondo aman. Una mirada que le sirva al judío diaspórico preocupado para hacer la defensa de Israel desde una postura que no violente sus principios en pos de la paz.
Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU. Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.
Israel también se puede beneficiar la nueva voz del judío diaspórico, al ganar a un amigo que le sea sincero, que le diga de verdad, y sin obsecuencia, lo que espera de él.
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