Una visita a Caracas

Un pasaje del Hatillo, el sector típico de Caracas.

Acabo de volver de Caracas, donde participé como docente en el novelísimo proyecto de Diplomacia Pública Israelí, que ya está haciendo olas en América Latina, conocido como «La otra cara». Se trata de impartir seminarios en distintos ámbitos comunitarios sobre actualidad israelí, y sobre «Hasbará», la exposición clara y complejizante de la posición israelí, ante lo que se interpreta como opiniones deslegitimizantes del derecho de autodeterminación del pueblo judío en Israel.

Tengo mis opiniones personales acerca de este fenómeno. No soy conocido como un portavoz del Israel oficial, y creo que es bueno hacer escuchar voces críticas en proyectos de Hasbará. Creo que le agrega una imagen de pluralismo saludable, tanto a la sociedad israelí como a toda comunidad judía en las diversas diásporas. Creo en la posibilidad de una hasbará crítica basada en los siguientes principios:

1) El pueblo judío tiene derecho a su estado, e Israel es probablemente el logro más inmenso de la historia judía.

2) Negar este derecho desde círculos que, a renglón seguido, defienden el derecho de autodeterminación de todos los demás pueblos menos el de éste que nos ocupa, huele a judeofobia, aun desde una postura de izquierda israelí. Esa debe ser una línea roja, tanto para el sionismo de izquierda como el de derecha, y de todos los no judíos que dicen defender el derecho de autodeterminación de los pueblos.

3) A partir de esa línea roja, tengo derecho a la crítica, tanto dentro como fuera de Israel. Se critica lo que se ama, como lo dijera el fundador del judaísmo conservador en América Latina, el Rabino Marshall Meyer. Como amante de Israel, desde esa base de defensa del derecho a la existencia de Israel como estado del pueblo judío, tengo derecho a criticarlo, para que sea mejor. Es más, como lo digo a mis amigos en todas las comunidades, éstas no tienen por qué defender toda política de todo gobierno israelí. Porque Israel, además del derecho a existir, tiene derecho a la imperfección. Y a veces, como lo sabe todo progenitor, un buen tirón de orejas (bueno, hoy es un buen diálogo constructivo, o «cinco minutos solo en el cuarto para pensar», el chas chas en la cola ha quedado hasta nuevo aviso fuera de la corrección política…) también es una muestra de amor. A veces, desde lejos se ven las cosas con una perspectiva diferente, no necesariamente mejor, pero sí distinta.

4) Los llamados a no criticar por parte de las dirigencias comunitarias, que temen «dar pasto a los leones antisionistas» son legítimos y comprensibles, porque el temor es comprensible. Pero a veces esta discusión conlleva el intento de censurar a la oposición dentro de las comunidades, que también tienen su interna. Los antisionistas -aquellos que critican a Israel no desde un intento de mejorarlo sino desde el de deslegitimar su derecho a la existencia- no necesitan del pasto de nadie para ser antisionistas-judeófobos. O, en todo caso, siempre lo habrán de encontrar. Ante tal realidad, perdido por perdido, yo estoy por la sinceridad, puertas adentro y puertas afuera.

5) Desde el otro rincón, creo que la izquierda sionista ha dejado el campo de la Hasbará demasiado en manos de los «hasbaristas clásicos» con visiones más conservadoras, cuando hay temas en los que izquierdistas judíos de buena voluntad deberían hacerse preguntas como: ¿Qué tiene que hacer Israel en la agenda de agrupaciones como Quebracho?? ¿No nos debieran molestar las críticas que pretenden socavar las bases de Israel como expresión de la autodeterminación judía? Las respuestas y las acciones para con estos fenómenos extraños -pero ya no sorpresivos- no debieran venir sólo de la derecha comunitaria.

El proyecto «La otra cara» es una buena noticia, porque deja lugar a todas estas y otras opiniones y modelos en Hasbará, desde la Hasbará clásica, pasando por la Diplomacia Pública, más dialogal, hasta el último grito de la moda, el Branding, la construcción de Israel como marca (ver post al respecto). Se plantea la formación a largo plazo de judíos y no judíos en lo que realmente ocurre en el Medio Oriente, con una visión pluralista, desmitificadora y complejizante. Está dirigido por mi amigo y colega Gabriel Ben Tasgal, un periodista y docente de intensa trayectoria en Hasbará, Educación y Medios, que lo concibió bajo el modelo de un arte marcial, con «Dargot» o «Niveles» que hay que ir atravesando en el camino del conocimiento. El racional es promesa de continuidad, que es el problema de muchas iniciativas en el área.

En Caracas dimos dos seminarios, uno para dirigentes comunitarios y otro para jóvenes en edad universitaria, con diverso grado de participación y liderazgo en marcos diversos. El guante del proyecto lo levantó la Unión Mundial Macabi y CLAM, la Confederación Latinoamericana Macabi, con la intención de llevar estos seminarios a todo el continente, a nivel local y con seminarios regionales. Heroína si las hay del proyecto es Anabella Jaroslavsky, directora ejecutiva de CLAM y Hebraica de Caracas, que supo verlo como propio.

Estuvimos también con periodistas locales, y dimos conferencias en varias universidades caraqueñas. Descubrimos que las posturas antiisraelíes están muy lejos de haberse hecho carne en todo claustro o pasillo universitario, ni en todo medio de comunicación en el convulsionado país. A veces, muy por el contrario.

Pero la comunidad judía venezolana está atribulada por razones conocidas. Muchas veces, hablarles y aclararles los tantos acerca de Israel es trabajar acerca de su identidad judía. Por momentos, es terapia de grupo, con todo y catarsis. Porque Israel está en el centro de su identidad y de su afecto, ya sea por ellos mismos o porque se los recuerdan los críticos deslegitimadores. Y si el afuera no hace diferencia, es mejor saber de qué se los acusa y cuál es el caso de la defensa.

Nos fuimos de Caracas contentos, cargados de «chuches», después de varias sesiones de arepas, paseos por el Monte Ávila y el Hatillo, y de charlas sobre lo que vendrá. Yo me fui encantado con la hospitalidad venezolana, el carácter cordial y el sentido de profesionalismo. Muchos venezolanos me pusieron cara de «pobre idiiota, no tienes idea», cuando se los digo como observador desde afuera, que anduvo por allí apenas una semana, pasando horas en sus simpáticos embotellamientos urbanos. Pero yo les insisto:  es cierto, y no tengo un pelo de tonto (como reza una publicidad local): ustedes pierden muchas horas hombre por día, tienen muchos problemas políticos y socio-económicos, pero eso no niega que tienen mucho sobre lo que construir.

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