Guilad Shalit y un dilema perverso*

Israel es una democracia de valores, y en torno a esos valores discute la gente. Como periodista no conozco una sociedad en la que el debate público sea más encendido, a veces virulento, pero siempre apasionado. Porque a la gente le importa. Y porque el espacio de lo público se toca, a veces se abraza, con el espacio de lo privado. Lo que el israelí ve por televisión, mañana le puede tocar a él.

El tema de Guilad Shalit no es la excepción. Aviva y Noam Shalit, un matrimonio común, como el suyo y como el mío, cría un hijo, lo manda al colegio, le enseña a querer a su país, y que a los 18 años tendrá que ir al ejército. Le cuentan que uno de los valores de ese ejército es el no dejar heridos en el campo de batalla. Cuando estés bajo bandera, estarás en las buenas manos de tus comandantes, le dicen con orgullo. Si caes herido te rescatarán. Si caes prisionero te rescatarán. Israel lo ha hecho innumerables veces, y cuando el rescate no prosperó, quedó inscripto como trauma nacional.

El valor de la defensa de la vida, de cada vida, el valor de la solidaridad y de la camaradería de armas en la defensa de lo que es de todos, es lo que guía al israelí a la hora de enrolarse en el ejército. Si ese valor se resquebraja, dicen los israelíes, la predisposición de enrolamiento decrecerá. Esto no es un dato menor: el sociólogo Max Weber enseñaba que el grado de predisposición al enrolamiento militar es lo que mantiene la cohesión de un país. Si ese valor se resquebraja, sobre todo en un país en estado de guerra, todo el país se tambalea.

Así se lo hicieron saber Aviva y Noam, padres del soldado Guilad Shalit, al gobierno israelí. Para este cuarto aniversario de su cautiverio a manos de la organización terrorista fundamentalista Hamas, organizaron una marcha de cientos de kilómetros y varios días, desde el norte del país hasta Jerusalén. A nuestro hijo lo entregamos para que lo cuiden. A nuestro hijo lo queremos de regreso. La cuestión del precio, dijeron estos padres nobles, dolidos, no es nuestra cuestión.

Según encuestas, un 69% de la sociedad israelí apoya el trato bajo las condiciones del Hamás. Esta organización pide la liberación de 1.000 palestinos presos en cárceles israelíes por graves delitos de terrorismo contra civiles indefensos. Pero los israelíes no se ponen de acuerdo, tampoco en esto. Un 22% se opone a este acuerdo de uno a cambio de mil. Son, entre otros, los sobrevivientes y familiares de víctimas de atentados terroristas. Porque el valor de la vida tiene otra expresión y es el de la defensa de las vidas de los ciudadanos por el ejército. Éste, dicen, fue creado para defender ante todo a los civiles, y sólo después a los propios soldados. Y Guilad, de 20 años de edad cuando lo capturaron, era joven, era tierno y amaba a su madre. Pero era un soldado, no un civil.

No deja de ser un argumento de peso. No deja de encarnar un dilema. Dilema, por definición, es un problema, ninguna de cuyas soluciones es deseable.

Pero se trata de un dilema perverso, en el que Hamás ha logrado enfrentar a víctima contra víctima. Pues los isralíes discuten al punto de olvidarse de quién es el victimario, y de a quién deben dirigirse los dardos de la crítica y la condena unánime, tanto en Israel como en el mundo. Guilad fue secuestrado por Hamas. Hamas debe rendir cuentas, Hamas debe garantizar condiciones humanitarias a su prisionero, de acuerdo con las normas del derecho internacional que todos defendemos, Hamas debe cesar su sistemática violación a los derechos humanos de propios y ajenos, tender a la paz, abandonar el terrorismo, y liberar a Guilad Shalit.

*Por Marcelo Kisilevski. Discurso pronunciado en el acto por la liberaciòn de Guilad Shalit a cuatro años de su secuestro, en la Sala Bicameral del Congreso de Paraguay el 21.7.10, organizado por la asociaciòn evangèlica Am Israel.

El nuevo Shopping del Hamás

En la Franja de Gaza han inaugurado su nuevo shoppin-center, mall, centro comercial, como lo quieran llamar. Es muy lindo, tiene varios pisos, mucha luz, negocios, aire acondicionado. Se llama Gaza Mall, abrió el último sábado, y es el primero en su tipo en la Franja. De verdad, felicidades.

Tiene dos pisos de 900 m2 cada uno, y entre sus locales están las principales marcas internacionales, como en todo shopping que se precie en cualquier parte del mundo. Los palestinos vinieron en masa a ver, muchos por curiosidad, más que por comprar. Pero el director del consejo del mall palestino, Salah Adín Abu Abdu, dijo al sitio israelí Ynet que los asistentes sólo aumentan día a día.

Es una buena noticia que los palestinos en la fundamentalizada Franja de Gaza bajo el férreo gobierno islámico jihadista del Hamás puedan gozar de la cultura de consumo a la occidental, sin que se les produzca una disonancia cognitiva irresoluble. Se podrían trazar más ironías y piecitas de despreciable humor negro, como la esperanza de que en los negocios del mall no se anuncien «ofertas explosivas».

Pero no lo vamos a hacer. Es mejor desearles felices compras a los sufridos gazeños, y formularnos preguntas, acerca de la manipulación del «bloqueo». El mismo ya se ha levantado en su casi totalidad, incluyendo la introducción de materiales de construcción, para la reconstrucción de la Franja, a pesar de que parte de ellos puedan ser canalizados para la construcción de más túneles de contrabando y mafia hamásica. Lo único que continúa bloqueado es el ingreso de armas, el paso de personas y el comercio exterior. Es una situación totalmente diferente, ligada sólo a consideraciones de seguridad, por más que Hamás se empeñe hasta la histeria en seguir gritando desgañitado por el levantamiento del «bloqueo».

Ynos queda también hacer votos por la cura de la insania fundamentalista de sus gobernantes, y por que empiecen a rescatar a sus pobladores -que los votaron- del abismo en los que los han sumido. Si es a través de poder comprar en Zara y comer en McDonalds, no estaremos tan mal después de todo.

La sucursal sudaca de Hezbollah

Marcha de Hezbollah. Por ahora, esto no se verá en Méjico.

El diario Israel Hayom informa hoy, citando a un diario kuwaití, que las autoridades mejicanas han arrestado a diez ciudadanos de origen libanés chiítas, acusados de formar una célula de Hezbollah en Méjico, que sería la primera de una serie, destinadas a actuar en ese país y en otros de América Latina. Su intención: atentados contra blancos judíos, israelíes y norteamericanos en el continente.

Según el diario «A-Sieisa», que citó a su vez a altos jerarcas de Hezbollah, la organización fundamentalista pro-iraní reclutó por lo menos a diez ciudadanos mejicanos y de otros países latinoamericanos, inmigrantes de Líbano, para que activen células terroristas en EE.UU. y países de Sudamérica, en especial en aquellos en los que se encuentra una concentración crítica de inmigrantes de origen musulmán chiíta.

El arresto fue posible gracias al seguimiento de la policía meijcana de Djamil Nasser, habitante de Tijuana, en el límite con Estados Unidos. Según las sospechas, gracias a información suministrada por las autoridades paraguayas, Nasser se habría encontrado con miembros de Hezbollah y de la Guardia Revolucionaria iraní, y trabajaba en la formación de la sucursal latina de Hezbollah.

Luego de lograr el reclutamiento de varios activistas islámicos-chiítas en Paraguay, Nasser recibió órdenes de sus contactos iraníes y de Hezbollah de formar una infraestructura parecida en Méjico. Al parecer, Nasser solía viajar periódicamente al Líbano, donde recibía equipamiento e instrucciones de sus jefes de Hezbollah.

Netanyahu, la plataforma doble y el offside

Bibi, entre la mano dura y un horizonte de paz

En muchos ámbitos he explicado la «Ley de la Plataforma Doble» que rige en Israel. El principio indica que ningún líder puede ganar los comicios en este país si no se maneja en base a dos lineamientos electorales y gubernativos paralelos: por un lado, mano dura sin concesiones contra el terrorismo palestino; por otro, un horizonte de paz negociada.

El descubridor de este principio, que en los últimos 15 años, desde los Acuerdos de Oslo, parece haber funcionado como la ley de la gravedad de Newton, no es otro que el actual premier, Biniamín Netanyahu. Con genialidad política, triunfó en las elecciones de 1996, contra Shimon Peres, candidato laborista post magnicidio de Rabin, con su famoso lema: «Osim Shalom Batúaj», «Hacemos una Paz Segura». «Haremos la paz», decía, «pero no al precio de arriesgar la seguridad de nuestros ciudadanos.

Así, Peres perdió por apuntar a un solo término de la ecuación, cuando tanto él como Rabin antes de su asesinato, llamaban a las víctimas del terrorismo «víctimas de la paz». La gente dejó de «comprar», en especial ante la ola de atentados suicidas de 1996, y le pasaron la batuta a quien lo había captado, Biniamín Netanyahu. Ariel Sharón, el emblemático «archi-derechista», ganó las elecciones en 2001 mirando a la cara de la gente y anunciándole que habría «concesiones dolorosas» (el término de la mano dura en la ecuación no necesitaba explicitarlo: él la encarnaba).

Pero Sharón comenzó a caer en popularidad cuando aplicó sólo la mano dura en su gobierno, intensificando la política de las «liquidaciones selectivas», dando muerte, entre otros, al líder espiritual del Hamás, el jeque Ahmad Yassin, y a su lugarteniente, Abed El Aziz Rantisi, una semana después. Por aquel entonces, se había lanzado el «Acuerdo de Ginebra», un pacto virtual sin validez, de políticos de segunda línea israelíes y palestinos. Esto -y otros factores, como los casos por corrupción que pendían sobre su cabeza- dejó a Sharón en offside y fue cuando decidió recordar a la gente lo de «concesiones dolorosas», y lanzar el «Plan de Desconexión», concretado en 2005. Su popularidad volvió a estabilizarse.

Pero la Desconexión había sido el puntal de la plataforma de su adversario en esos mismos comicios, el olvidable y olvidado Amram Mitzna, del Laborismo. Él había prometido explícitamente: retirada unilateral de la Franja de Gaza en el lapso de un año y construcción de una Cerca Separadora. Pero Mitzna perdió miserablemente, porque fue percibido como demasiado blando al faltarle el otro plato en la balanza: mano dura contra el terrorismo palestino.

Netanyahu volvió a vencer en 2009 con otro soundbyte doble: «Si dan, recibirán; si no dan, no recibirán». Y así sucesivamente, la «Plataforma doble» debe ser manejada con virtuosismo por el político israelí si quiere gobernar una sociedad israelí que se debate en el dilema mesoriental, que quiere seguridad, pero que también entiende que la paz por medio de un pacto con sus enemigos es la única salida, aunque parezca imposible, y están dispuestos a pagar el precio.

El desafío de Abu Mazen

Con vistas al encuentro entre el premier israelí Biniamín Netanyahu y el presidente norteamericano Barack Obama esta semana, el titular de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Mahmud Abbas (Abu Mazen) presentó al enviado norteamericano al Oriente Medio, George Mitchell, su propuesta de paz con Israel, que no se diferencia mucho del viejo Plan Clinton, pero sí, quizás, presenta un tono más apaciguado, buscando probablemente hacerse más potable para la opinión pública israelí.

Abu Mazen propone la creación de un estado palestino según las fronteras de 1967, con modificaciones. Y pone el acento en la aceptación de los reclamos israelíes: renuncia a los bloques de asentamientos: Gush Etzion, Pisgat Zeev, Maalé Adumim, Ariel. Reclamo de un 2,7% de territorios a cambio, a ubicarse en el sur del Monte Hebrón, es decir, al sur de Cisjordania, además del Paso Seguro entre Cisjordania y la Franja de Gaza. En Jerusalem se repite el Esquema de Clinton: Jerusalem Oriental fuera de la Ciudad Vieja, será la capital palestina. En la Ciudad Vieja: el Barrio Cristiano y el Musulmán serán palestinos, el Barrio Armenio y el Barrio Judío serán israelíes. La Explanada del Muro y el Muro mismo, serán israelíes (novedad, porque hasta ahora los palestinos lo consideraban parte de la Explanada del Monte de Al Aqsa), y habrá libertad de culto para todas las religiones en todos los lugares santos. Esto debería ser también una obviedad, pero los palestinos jamás lo habían mencionado y, además, es significativo como gesto, teniendo en cuenta que, en realidad, no habría lugares santos del judaísmo bajo su jurisdicción en Jerusalem, aunque sí cristianos.

En cuanto a la seguridad, Abu Mazen suena revolucionario: fuerzas no palestinas, sino de la OTAN, serán responsables últimos por la paz en la zona; Israel se retirará totalmente, poniendo fin a la ocupación. «Nosotros obtendremos soberanía, Israel obtendrá seguridad», dijo. Recuerda con ello la solución que destrabó las negociaciones con Egipto por el Sinaí: desarme de la península por un lado, soberanía egipcia, con honor y banderas, por el otro.

Hace una semana, Abu Mazen había dado un paso previo al reunirse con seis cronistas políticos de diversos medios israelíes para decirles estas cosas, apuntando al corazón de los israelíes, y reclamaba a Israel que, en el marco de  conversaciones directas, las negociaciones se reanudaran desde el punto en que se habían interrumpido con el gobierno anterior de Ehud Olmert. Según Abu Mazen, todos estos puntos habían ya sido acordados entre ambos líderes si bien no se había firmado papel alguno, y no es razonable, dijo, que con cada cambio de gobierno en Israel haya que retornar a fojas cero. No queda claro cuánto de estos y otros detalles no conocidos habían sido aceptados por Olmert, y sus allegados ya se apuraron a aclarar que habían quedado muchos puntos de desacuerdo.

Como quiera que sea, el marketing pacificador agresivo de Abu Mazen pone a Netanyahu ante un nuevo desafío. Por un lado, sus acciones han puesto de relieve el lado duro de la ecuación por él descubierta y lo han colocado, como antes a Sharón, en offside ante la opinión pública israelí, por no hablar de la internacional. Por otro, su reducido margen de maniobra coalicionaria le impide por el momento lanzar su propia propuesta de paz, y se ve obligado a actuar por reflejo y por reacción. La reducción del bloqueo a Gaza es el efecto colateral de la «Flotilla de la Libertad». La reanudación de las conversaciones de paz también lo serán. De la Flotilla y de la iniciativa de Abu Mazen.

Quizás está bien que así sea, como ya hemos dicho antes. La paz con la ANP versión Cisjordania -para aislar a Hamás en Gaza- es un interés israelí, y a Netanyahu no se le escapa. Si hay presiones, podrá decir a Avigdor Liberman y sus demás amigos a su derecha, lo que ya les dijo antes: «No quedó más alternativa». Lo hizo con el retiro del bloqueo, y con su declaración de Bar Ilán, de aceptación de la fórmula de «dos estados para dos pueblos».

La oportunidad es tentadora: el «conflicto árabe-israelí» que, de un tiempo a esta parte, se va convirtiendo en «conflicto palestino-israelí» (faltaría hablar con la Liga Árabe de su propuesta de 2002, y luego la paz con Siria), podría reducirse aun más, a un «conflicto Gaza-israelí».

Para ello, sin embargo, Bibi deberá cruzar una línea roja, la de una eventual concesión en Jerusalem, y Abu Mazen se cuidó por ahora de no mencionar el tema del derecho al retorno de los refugiados. Por un lado, no le hace falta su ala derecha para poner el freno: el propio Netanyahu no acepta modificaciones en el status de Jerusalem. Pero por otro, Kadima y otros partidos ya le han prometido un colchón de seguridad, para que no se caiga de su sillón si las presiones se vuelven insoportables.

Para Bibi, la realidad le va cerrando las pinzas, y le va llegando la hora de volver a reeditar la «Plataforma doble», que tantas satisfacciones le ha dado en el pasado.