Recuerdo dónde estaba yo el 13 de septiembre de 1993. Hacía un año nomás que vivía en Israel, vivía en un departamento con «shutafim» co-inquilinos, en Ramot Eshkol, un barrio de Jerusalem que después dejó de ser buen albergue para estudiantes universitarios, y se convirtió en otro barrio de religiosos.
Nos sentamos todos, Rami, Malke, yo y amigos sin tele, para ver la transmisión en vivo del apretón de manos histórico entre Itzjak Rabin y Yasser Arafat. Bill Clinton dio un pasito para atrás, y extendió sus manos empujando tácitamente a los dos líderes por la espalda para que se dieran la mano. Rabin titubeó ante la mano del palestino, después se la estrechó. Nosotros lloramos.
Por entonces escribí en el periódico judeo-argentino y de izquierda Nueva Sión algo así como: «El proceso de Oslo que se inicia hoy puede ser visto como la confirmación de lo justo de un camino. Pero el camino es largo, y en el camino habrá minas explosivas. Algunas de ellas habrán de estallar». Palabra más, palabra menos.
Desde entonces, muchos vieron en las minas que estallaron la confirmación de su profecía contraria, a saber, de que Oslo fracasaría. Razones no les faltan, desde la Intifada de Al Aqsa hasta los Qassam, pasando por el terrorismo suicida, el golpe del Hamás y tanto más. De nada sirvieron las concesiones israelíes ni la mismísima Desconexión.
Pero allí está hoy el primer ministro Biniamín Netanyahu, del Likud, negociando la paz con Mahmud Abbas. Con Clinton, pero diferente; con el líder palestino, pero otro. Con la bandera israelí de fondo, pero también con la palestina. El mismo Netanyahu que frenó supuestamente el proceso, en su primer mandato de 1996, debido al terrorismo suicida desbocado, lo continúa hoy -desde esta lectura- a pesar de los atentados de los últimos tres días, que tienen por objeto, precisamente, que Netanyahu vuelva a frenar el proceso. Netanyahu, adalid de la derecha israelí, opuesto antiguamente a toda concesión de territorios a cambio de paz, brillante orador de la intransigencia, negocia hoy no sólo bajo esa fórmula, sino la más extrema desde su punto de vista: dos estados para dos pueblos. Un estado palestino al lado de Israel. Ya no se negocia el «si» condicional, sino el «cómo». ¿La izquierda israelí ha desaparecido? No. Tan sólo ha triunfado.
Aunque todavía queden minas en el largo camino por delante, aunque algunas de ellas todavía estallen, aunque la izquierda con forma de partidos, (a saber, Meretz, por ejemplo) estén en franca vía de extinsión; aunque la aceptación del estado palestino por parte de la sociedad israelí se deba al hartazgo respecto del conflicto y no de un resurgido amor por el prójimo palestino; aunque la mansedad del consenso israelí se deba también a un cese del terrorismo palestino en la Margen Occidental que, a la luz de los últimos tres días no sabemos si ha sido coyuntural y si ha llegado a su fin, lo cierto es que, a largo plazo, en términos de proceso, las banderas de la izquierda israelí ligadas a «territorios a cambio de paz» y «dos estados para dos pueblos» han conquistado la calle y casi todos los bastiones del espectro político, plantando bandera, al menos desde lo discursivo, incluso en la cúpula del Likud.
Aunque de Washington no salga el humo blanco, aunque Netanyahu podría estar sólo fingiendo (¿tal vez sí, para alegría de sus socios coalicionarios? ¿y tal vez no?), aunque a este tren le falten todavía varias estaciones por recorrer, aunque todavía muchas vidas se vayan a perder, no es poco. En absoluto.
Si el proceso de paz no arroja resultado, si no se llega a un acuerdo y se acaba con el conflicto, el cambio en lo discursivo por grande que sea, sí que es bien poco. Yo también compartía esa visión determinista, incluso usando la misma metáfora de un tren con muchas estaciones que se puede demorar, pero una vez que ha partido tarde lo que tarde llegará a su destino. Hoy ya no tengo esa fe cuasi-religiosa en esa especie de mesías laico al que llamamos Paz. Igaul que el mesías confiamos en que tendrá que venir sí o sí, aunque nunca se aparece.
Ojalá que sí lleguemos a destino, todo gobierno israelí está obligado a intentarlo, pero ahora desconfío de toda visión determinista, no sé si son obstáculos o abismos insalvables. El camino tiene muchas estaciones, tantas que parece que el tren da vueltas a la redonda. Con todo parece haber avances, al menos del lado israelí, la predisposición a las concesiones territoriales. Pero las hay del lado palestinos? Mientras Netanyahu habla de concesiones dolorosas y toma medidas sin precedentes como el congelamiento de la construcción, mientras Barak habla de repartir Jerusalén, Abbas sigue hablando de los refugiados del ´48, parece que no se han movido ni un centímetro. En otras cosas parece que han dado marcha atrás, donde gobierna un Hamás más intransigente y sanguinario que el propio Arafat.
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Cada uno quiere la paz, pero cada uno quiere la paz a su manera. También los sectores de extrema derecha israelíes y del mundo árabe, dicen que quieren la paz, todos dicen que quieren la paz, el tema es en que condiciones. Estados Unidos, claramente, mantiene su apoyo incondicional al Estado de Israel y esto fue ratificado por Obama en este último tiempo, sin cambiar mucho la política que podía tener, en el pasado, Bush. Y para los dirigentes árabes de hoy, la causa del nacionalismo árabe ya prácticamente no existe más, están vinculados, o quieren tener mayor vínculo, con Estados Unidos, buscan llegar a un acuerdo; no porque les interese tanto la cuestión Palestina, sino porque entienden que hay una situación explosiva que puede pegarles de rebote, situación explosiva que Israel exacerba para obligar a los dirigentes árabes, a negociar con él. Hace ya varios años en que hay “una guerra” donde las victimas son en su casi totalidad civiles palestinos, principalmente porque Israel juega a la política de “tendrán que tratarme con guantes de ceda, porque, si quiero, estalla todo”.
La paz que quiere el gobierno de Netanyahu es inviable. Pero es el mas fuerte, el único que puede poner condiciones.
Los palestinos en cambio tienen posturas ambivalentes. Hamas representa la línea dura, pero es un movimiento político, dirigido por cabezas políticas y en más de una oportunidad, han sido pragmáticos: (decían que había que boicotear las elecciones de la Autoridad Nacional Palestina, y después se presentaron a votar). Y ahora tienen bajo su responsabilidad el destino de millones de palestinos… aceptaran lo que se negocie, aún en términos que no le son favorables…
Si Israel no exigiera que dejaran de reconocer que lo que ahora es Israel, fue parte de la Palestina histórica y el hogar de millones de refugiados, que hoy andan o mañana podrían andar, perdidos por el mundo, si Israel no exigiera que quemaran sus propios libros de historia, porque les recordarían cada vez que los lean que lo que ahora es Israel antes era Palestina…
De lo contrario serian siempre dos vecinos reales, no dos identidades milenarias, vecinos reales con conflictos territoriales irresueltos, como tantos otros en el mundo.
Pero Israel agrega al siglo XXI la historia de otra ”guerra”, igualmente identitaria: la del estado alemán contra “el problema judío”. Exige que los palestinos deberían probar eternamente, que la amenaza del uso de la fuerza, que es normal durante la negociación de cualquier conflicto territorial, no es antisemita, no es “en serio”, que ellos son “pacíficos”, y que un estado palestino también lo es, que siempre lo será…
Habria paz si Israel exigiera algo menos que una paz eterna, con garantías absolutamente imposibles de satisfacer, porque son identitarias.
Cabe la pregunta de que quien no se conforma con menos que eso, no ha ha cambiado el gueto de Varsovia por el de Jerusalén.
«El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas»
Pedro Brieger, (Sociólogo, UBA), (Ed. Capital Intelectual)
Como siempre selección y agregados de Victor Murkies.
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Con la calidad periodistica de siempre, tu articulo me impacta… pero como lo relacionarias con noticias como esta, mi querido amigo?
http://www.news-israel.net/Article.asp?Code=22486
Intimamente pienso que se sigue pidiendo demasiado de Israel, en momentos en que el «socio» (partner conforme la terminologia politica sobre el concepto) no tiene el minimo de «afectio societatis» (deseo de ser socio, un concepto imprescindible para que en derecho o en izquierda´-chiste- exista una sociedad)…
Lamentablemente pienso que Israel debe aceptar y prepararse para ver sin vendas una realidad que todos vemos: Israel no es querida y existe primero por el teson del Pueblo Judio y segundo porque sus enemigos no logran destruirla, asi como existe el Pueblo de Israel pese a que no se lo quiere (el aceptar que uno no solo que no es querido, sino directamente que es odiado por mas que se autoflagele y se eche las culpas de todo lo malo, podria ser un pensamiento realista…
No es lo que mas me gusta, pero mi gusto y la realidad caminan por senddas diferentes…
Un abrazo enorme a mi queridisimo amigo y shana tova. Lipi (jorge l.lipschitz)Buenos Aires
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Jorge querido, yo no apoyo el estado palestino por amor a los palestinos ni a su intento de reescribir la historia, sino porque la actual es una situación insostenible para la continuidad de Israel, que es en definitiva lo que a mí me interesa. Tener territorios con un status jurídico de «en disputa», que no es ni chicha ni limonada, es decir: ni los anexa ni se los da a otro poder para que exista allí alguna soberanía, ha conducido a un estado de cosas de graves consecuencias. Entre otras, ha ayudado a generar, sin ir más lejos, al pueblo palestino, que antes de la conquista de esos territorios era más bien débil. Hoy ese pueblo existe, no es milenario, ni tuvieron jamás esos territorios, pero se ha configurado como pueblo por efecto espejo con el pueblo judeo-israelí. Israel debió definir la situación, y no mantener a esa población y a sí mismo en un limbo de indefinición. La realidad hoy por hoy es que existe un pueblo palestino y que Israel reconoce su derecho a un estado. Terminemos esa mano, barajemos y veamos qué naipes recibimos en la próxima, con un estado palestino constituido. Los discursos negadores de los derechos judíos sobre Israel, y el terrorismo, no van a cesar, tanto si les damos el estado, como si no se lo damos. El estado palestino viene a resolver otro problema, no ese. Un gran abrazo, amigo.
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recien lei un articulo tuyo en clarin: http://www.clarin.com/mundo/medio_oriente/Avanza-polemica-obtener-ciudadania-israeli_0_351564879.html
por tu apellido parecieras judio, pero solo por eso…sos el tipico contrera
solo mostras las voces en contra de la ley…que es eso de poner en negrita que esa ley limita con el fascismo
vos tenes que pensar quien lee la nota
uno de los tantos judios resentidos que tenemos y ovbiamente trabaja en clarin…
que poco que nos representas querido
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Fefe, lamento que pienses así. Estoy muy lejos de ser resentido, ni te imaginás cuánto, pero tenés razón: a vos y a muchos como vos, que esgrimen un pensamiento monolítico, anacrónico y perimido de lo que un judío puede decir, de lo que debe escribir y de lo que debe pensar, seguramente no los represento. Como periodista hago periodismo y cubro la noticia con honestidad periodística, reflejando todas las voces, no sólo las de un lado, y mucho menos sólo las que te gustan a vos. Mis pensamientos los dejo para este blog. Que seguramente tampoco te gusta. Saludos, querido.
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yo no digo que no podes pensar de esa forma, cada uno piensa como quiere
pero como periodista judio tenes cierta responsabilidad me parece…, vos tenes que ver como leen las noticias el mundo goy, y si encima ven que el periodista que las escribe es judio…, es tanto el odio que nos tienen que no hace falta acrecentarlo
cual es el sentido de la nota? porque no lo entiendo. Por que no hablas de las otra cosas?queres que todavia miren peor a israel?
y lo peor de todo que es en clarin, que fue totalmente anti israel durante las ultimas guerras
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