La crítica a Israel: aclarando los tantos

Mi último post armó una pequeña bataola que no ha hecho más que alimentar mi ego. Los apoyos y las críticas han venido de todos los costados, como si se tratara de una especie de manifiesto político. Yo en realidad lo escribí como un post más, tomando café en Aroma y mirando gente pasar, como si nadie fuera a leerlo. Me tendré que hacer cargo, y aclarar varios puntos:

1) No fue una diatriba contra los dirigentes comunitarios. En cambio, fue una propuesta para mejorar. La calidad o no de los dirigentes queda a juicio de cada comunidad (tampoco hablé de ninguna en particular sino de tendencias generales), pero para entenderme a mí hay que leer posts anteriores. Pues ya lo he dicho y repetido: creo que los dirigentes son personas que activan con el alma, con su tiempo y con su dinero. Mientras podrían estar veraneando en Montecarlo (algunos) o rompiéndose el alma de sol a sol porque el sueldo no alcanza (otros) ellos van a la comunidad a deshoras para que los marcos funcionen. Todo lo que quieren a cambio es reconocimiento, que los aplaudan. O sea, quieren que los amen por cosas buenas que hacen. No es un precio muy alto el que exigen, y además, ¿no es acaso lo que queremos todos?

Muchos hacen un excelente trabajo, otro menos, muchos estudian y se profesionalizan. Sí, ya sé que hay casos de corrupción, como lo hay en todo, pero también hay que entender que se trata de una arena política, con sus propias reglas de juego, y no se puede tildar a todos de corruptos. A la larga, sin que se les agradezca demasiado, los dirigentes comunitarios voluntarios, esa raza incomprendida, son los que mantienen la comunidad funcionando. (Sí, ya, ahora los profesionales de las comunidades se me echarán encima. Todo bien.) Pero todo esto no implica que sean incriticables.

2) Crítica a Israel I: ¿cuál fue entonces la «propuesta para mejorar»? Que se separe el contenido, de la política de gobierno comunitaria. Descalificar a un judío progresista como antisionista ante cualquier crítica a Israel puede estar bien para un debate de café, incluso de salón. Pero como política a seguir no es muy afortunado, ni moral ni tácticamente, en especial si se quiere atraer a los jóvenes. La propuesta es sencilla: abrir los espacios para que, sin descalificar a nadie, se digan unos a otros lo que quieran. Eso también incluye presupuestos y estructuras. No hay atajos. No alcanza con decirles «escriban un blog».

3) «No se permite el disenso»: Me dicen que no es cierto una de las razones del alejamiento de los jóvenes de la comunidad sea el monolitismo de opinión. Me dicen que el tema es más complejo. Debe ser. Pero yo no me lo inventé, lo juro. Lo escucho de jóvenes que pasaron por mis charlas y seminarios, y de antiguos janijim de años, que han atestiguado un proceso de vaciamiento y/o que ellos mismos se han sentido excluidos.  También otros colegas en las comunidades han coincidido conmigo. Pero quien quiera aportarme diagnósticos más diversos en cada país, estaré profundamente agradecido.

4) Crítica a Israel II: Hacia adentro y también hacia afuera. Un viejo caballito de batalla desde el establishment comunitario es: «podemos criticar a Israel, pero puertas adentro, en casa, porque si se critica afuera, eso le da pasto a los leones antisionistas-antisemitas». Pues bien: eso se acabó. A quienes siguen sosteniendo el argumento les tengo noticias: en la era de la globalización, internet y facebook, las paredes de la «casa» son transparentes.  Y además, los antisionistas-antisemitas no necesitan de nuestro pasto, se las apañan bien solos. La solución no es acallar las voces críticas «porque se las escucha afuera» sino salir también afuera y contestar. Ello, con dos condiciones, desde mi punto de vista: que se critique para mejorar, y que sea con una sólida base informativa. Veamos.

5) Crítica a Israel III: Desde el amor. Suena cursi, lo sé, pero criticar a Israel desde el amor, y no desde la deslegitimación, son mis líneas rojas, la cancha dentro la cual yo juego este juego. Cito por enésima vez al rabino Marshal Meyer Z»L: «Se critica lo que se ama». Yo critico las políticas del gobierno de turno de Israel (y no a «Israel» como si fuera un ser uniforme con conciencia única) porque quiero que Israel sea mejor, no para que desaparezca.

Israel puede estar gobernado por personas que pueden equivocarse, pero es ante todo la expresión de una revolución popular en el más izquierdista, derechista y centrista sentido de la palabra. Y el hecho de que sea un país espectacular -que lo es- no debe ser una traba para querer mejorarlo.

En cambio, atacar a Israel por todo lo que hace, sin señalar logros, comprando el argumento de que es un país «ocupante y opresor» por esencia, es de mala leche. Es buscar siempre por dónde se lo puede atacar… a pesar de todo.

Pequeño ejemplo: no muchos se han percatado de que hace varios años, por lo menos desde 2004 (fallecimiento de Arafat), ya no se habla más de los sufrientes «palestinos» sino de la sufriente «Gaza». Eso se debe a que la Autoridad Palestina en Cisjordania bajo Mahmud Abbas ha emprendido un camino diferente: está gobernando para su gente, desarrollando la economía, el trabajo, la educación. El conflicto violento con la ANP gobernada por el Fatah se puede dar por concluido por ahora, abriendo la histórica oportunidad de cerrar trato, dejando aislada a la Gaza del fundamentalista (y reaccionario) partido Hamás. Si yo hago mi crítica porque el proceso de paz está frenado, lo hago hacia ambos liderazgos, el de Netanyahu y el de Abbas, pero se trata de una crítica coyuntural.

Quiero decir: si Israel es el mismo «opresor de palestinos» tanto hacia el este como hacia el oeste, pues no puede ser un monstruo de dos cabezas, ¿por qué trata diferente a Cisjordania que a Gaza? La diferencia son los palestinos mismos, no Israel. En Cisjordania bajo el partido Fatah existe un proyecto de construir un estado palestino, y en Gaza existe otro proyecto, el de destruir a Israel. Es contra los misiles y el terrorismo que llegan desde Gaza que Israel se defiende, no contra el pueblo palestino, con el que Israel no tiene problema alguno. Pero el hecho de que haya un bloqueo en Gaza, que hoy se reduce a armas y personas, ya alcanza para atacar a «la entidad sionista» como un todo.

La crítica a Israel es antisemita cuando, de todos los conflictos que hay en el mundo, en todos los cuales hay fuertes y débiles, el único en el que se propone como solución que una de las partes desaparezca es el que mantiene el estado judío, hoy en día sólo con Gaza. Cuando el Hamás siente cabeza y este conflicto también desaparezca, se llamará a la destrucción de Israel por matar vacas para hacer bifes. Algo habrá que encontrar…

6) Criticar a Israel IV: Desde el conocimiento. Lamentablemente, mucha gente que en otras áreas critica de modo conciente, en el tema de Israel lo hacen desde una pasión «derecho-humanista» pero ignorante. Y esto, lamentablemente, incluye a muchos jóvenes judíos que se ven a sí mismos como progresistas.

Ejemplo, más breve que el anterior: ¿cómo se puede ser progresista y apoyar a los movimientos fundamentalistas como si fueran «luchadores contra el imperialismo yanqui y por la justicia social»? Esto es ideológicamente aberrante, por no decir imbécil. El resultado es que la ideología que se ve a sí misma como la más progresista y de avanzada del mundo, blanquea y se alía con la ideología que, dicho en los términos marxistas más ortodoxos, es la más reaccionaria, la más violadora de los derechos humanos, la más feudal y la más retardataria de la historia. Pero para entenderlo, hay que estudiar islam y jihadismo, y eso, parece, ya da mucho trabajo. El islam fundamentalista es demasiado peligroso para dejarle el combate sólo a la derecha. Ese es el principal pecado de la izquierda actual. Pero no se preocupen: no vamos a llamar a su destrucción…

El problema es dinámico y no estoy repartiendo culpas: si los jóvenes judíos no encuentran su lugar en la comunidad, por las razones diversas que sean, mal se les puede exigir que les guste el tema Medio Oriente y que lo investiguen. Es un tema tan complejo que abarca incluso el sexo. Como se lo dijo un universitario judío a un educador israelí -y de izquierda- especialista en Medio Oriente: «Tienes que entender: si yo hablo bien de Israel en mi universidad, no me encamo más». Entre nos, los puedo entender, pero el resultado de este «antisionismo sexual» es que los jóvenes judíos se pliegan a una corriente que legitima la ignorancia y se autoconvencen de criticar a Israel como «brazo del imperialismo yanqui» para no verse excluidos también allí.

En resumen, se les puede pedir a los jóvenes que se informen, y también se puede esperar que las comunidades abran espacios formativos donde el disenso tenga cabida junto con el aumento del caudal informativo. El proceso ya ha comenzado:  existen seminarios de los que soy parte, organizados por CLAM (Confederación Latinoamericana Macabi) en sociedad con todas las comunidades iberoamericanas, por ejemplo, en los que buscamos complejizar, debatir, y en especial informar mucho.

El desafío sigue siendo llegar a los jóvenes alejados, que en muchos casos quizás ni se enteran de estos seminarios, y volver a despertar en ellos un interés apagado por algo que, a la larga, les toca y les pertenece.

 

Entre el sionismo y los valores universales

Hay muchas buenas causas por las cuales luchar en Israel, y los judíos de la Diáspora no deberían quedarse fuera. Manifestación contra el racismo, en la que participaron israelíes "blancos" junto a los judíos etíopes.

Ante el clima enrarecido en Israel, las comunidades judías deberían liderar un nuevo paradigma: la distinción entre el derecho a la existencia de Israel como estado judío por un lado, y la posibilidad de criticar -desde la diáspora y en público- al gobierno israelí de turno por el otro. Su monolitismo de opinión es lo que está alejando a los jóvenes, no sólo de su identidad sionista, sino de todo marco comunitario judío. 

El ministro de Inteligencia, Dan Meridor (Likud) fue el único ministro que votó ayer domingo en contra de la ley que extiende la Ley de Ciudadanía, que prohíbe la reunificación familiar entre árabes israelíes y palestinos de la Margen Occidental y de la Franja de Gaza. La ley fue extendida en un año más debido al «aumento del peligro a la seguridad».

«Tomen el caso de una persona de Kiriat Arba (en Cisjordania) que se enamora de una persona en Haifa. Si ambas personas son judías, podrán vivir en Haifa. Si son árabes, no podrán hacerlo. Es algo con lo que no puedo conciliar. Sé que la Corte Suprema falló que es una ley constitucional, pero eso no significa que tengamos que sancionarla. Es una ley discriminatoria que no aporta un ápice a la seguridad del estado, sino sólo afecta a los árabes». Palabras de Dan Meridor.

El hecho de que las voces de la derecha democrática israelí todavía se animen a hacerse oír, es una buena noticia. Gente como Benny Beguin, Meridor y el propio Netanyahu cuando no lo aprietan por derecha, deberían gritar más fuerte. En una coyuntura donde se proponen leyes antidemocráticas como si los enemigos de la democracia israelí hubieran sido dotados de una metralla de matonerismo político, la protesta se hace urgente.

La lista de propuestas de ley que descansan sobre los escritorios de los parlamentarios -todavía no aprobadas pero en proceso activo- es preocupante:

* Ley para acallar los llamados a la plegaria musulmana porque «molestan al medio ambiente».

* Ley de calumnias, ya sancionada: un político podrá demandar por centenas de miles de shekels a un periodista si se siente calumniado.

* Ley de la Naqba: un ciudadano que conmemore o siquiera mencione públicamente a la Naqba (la evacuación en masa de árabes en la Guerra de Independencia, que marcó el inicio del problema de los refugiados palestinos), será arrestado.

* Quien niegue la existencia del Estado de Israel como estado judío y democrático, será arrestado.

* Ley de las ONG, apuntada a poner bajo la lupa a organizaciones de derechos humanos israelíes, según la cual toda ONG que recibe financiación del exterior deberá reportarlo al Registro de Partidos Políticos.

La lista sigue, pero valga la muestra. Las leyes fueron propuestas por diputados como David Rotem, Anastasia Mijaeli, Zevulún Orlev, todos de partidos a la derecha del Likud: Israel Beiteinu, Ijud Leumí, Habait Haiehudí.

El actual gobierno tiene una línea roja: la exclusión de mujeres. En este asunto, Netanyahu ha sido claro en la necesidad de combatir el fenómeno y de no permitir ninguna violación a la ley en este contexto. El gobierno también ha condenado el racismo callejero, lumpen, contra los judíos etíopes, aunque no haya tomado aún medidas concretas. En el resto, Bibi deja a sus adláteres continuar con esta danza diabólica a su gusto y piacere.

Los judíos fuera de Israel observan este espectáculo con perplejidad. Ellos se debaten entre su fidelidad al Estado de Israel como expresión del derecho de autodeterminación del pueblo judío, y sus valores universales. Las actitudes que han adoptado en el mundo anglosajón son dos: apoyar a ONGs israelíes que luchan por el perfil democrático y liberal de Israel, incluso llegando a formar asociaciones que apoyan la solución política -ya aceptada incluso por el Likud, aunque todavía no implementada- de dos estados para dos pueblos. Los ejemplos son J-Street en Estados Unidos, o las israelíes Keren Yerushalaim, la Asociación por los Derechos Civiles y similares.

El espíritu de este apoyo es absolutamente sionista, tal como lo expresó una joven judía australiana: «Es nuestra manera de apoyar a nuestros hermanos judíos en Israel». Pero si se votan leyes dracónicas que cuestionen este apoyo como «antiisraelí», los israelíes que acepten sus donaciones estarán violando la ley, y los judíos de la diáspora, con todo su amor sionista, estarán actuando como cómplices de delito.

La otra actitud que se adopta en la diáspora, en especial en la generación joven, es el abandono total de Israel. Dicho con todas las letras, es un país del que se avergüenzan. El problema para las comunidades es más grave aún, sobre todo en aquellos lugares donde Israel ocupa un lugar central en la identidad judía: los jóvenes no sólo se despegan de Israel, sino que se alejan por ello de todo marco comunitario judío pues, dicen: «La comunidad está llena de fachos».

En las comunidades latinoamericanas, la opción de permanecer en la identificación con Israel pero defendiendo sus valores progresistas, humanistas y democráticos, enfrentando a los sectores derechistas tanto de su comunidad como de Israel, no ha prendido aún. Por lo tanto, lo que viene primando es la segunda actitud, es decir, la del alejamiento total de toda cosa que huela a judío o, en el mejor de los casos, a sionista, pues los jóvenes han «comprado» la resignificación del vocablo como insulto.

Si este es el caso, los jóvenes judíos participan de marcos judíos donde Israel queda fuera, porque es un tema incómodo. El judaísmo pasa a ser un tema individual, que hay que combinar con valores ligados a la globalización. Se hacen talleres artísticos, muestras de fotografía y festivales de cine judío. Se habla mucho de la defensa del medio ambiente desde la perspectiva de la visión profética de «tikún olam», la reparación del mundo. ¿E Israel? Bien, gracias, si Netanyahu y sus amigos saben tan bien lo que hacen, que se las arreglen sin nosotros. Les deseamos suerte, pero no nos llamen más.

Las comunidades judías deberían hacer un esfuerzo al que no están acostumbradas: distinguir su apoyo a la existencia del Estado de Israel como expresión de la autodeterminación judía, cosa que es posible y nuevamente urgente apoyar, primero y principal desde una posición de izquierda bien entendida, y su apoyo a las políticas del gobierno de turno.

Deberían abrir el debate y los espacios de participación para que los derechistas y los izquierdistas puedan criticar al gobierno de turno del Estado judío, tanto dentro como fuera de las «paredes» de la comunidad, sin por ello sentirse parias de la comunidad. Deberían llamar a sus jóvenes a no abandonar la arena del debate, entendiendo que el monolitismo de opinión, tanto en este como en otros temas, es lo que está vaciando a las comunidades de sus jóvenes.

Israel es demasiado importante como para dejarlo en manos de un solo sector de su espectro político. Sería una lástima que el país se aleje de los valores que le dieron origen debido a la prepotencia y el autoritarismo de un gobierno que todavía puede ser reemplazado. Demasiados judíos en el mundo podrían abandonarlo y entonces sí, la «empresa sionista» toda podría bajar la persiana.

Exclusión de mujeres… ahora en la ginecología

"Devolver a las mujeres a las publicidades callejeras". Mujeres se preparan para salir a manifestar.

Genial. Los organizadores de la Convención sobre «Innovaciones en la ginecología  y la Halajá (ley religiosa judía)» han anunciado que las mujeres no podrán participar. Las ginecólogas y las investigadoras en el área que debían exponer, deberán enviar hombres a hacerlo por ellas. Para las mujeres se anuncia una convención en fecha separada. Deberían agradecer.

Las preguntas son muchas. ¿Cuál es el miedo de los ginecólogos religiosos? ¿Estar sentados cerca de mujeres en la platea de la Convención? ¿O en realidad no hay ginecólogos religiosos y los temerosos son los organizadores, que temen por las tentaciones que sufrirán los participantes masculinos durante el evento? ¿Quién fue el imbécil que se olvidó que la ginecología es la medicina femenina?

La imbecilidad, ya lo vemos, no es exclusiva de ningún pueblo ni sector social. Una columnista en la prensa israelí (Tzefi Saar, Haaretz) propone sumarse y aportar más propuestas para enriquecer el espíritu de la época:

– Prohibir la entrada a los jardines de infantes a personas entre 2 y 6 años de edad.

– Emitir órdenes judiciales de alejamiento a abogados de los tribunales.

– Prohibir la postulación de políticos de mente estrecha, nacionalistas y racistas en la lista del Likud a la Knesset.

– Se prohibirá el estudio de la Torá a estudiantes de ieshivot.

– Los jazanim no podrán entrar en las sinagogas.

Y así sucesivamente. Podemos seguir nosotros: los actores serán excluidos de los teatros, los periodistas de las redacciones, los revoltosos estudiantes tendrán prohibido ir a clases.

Y la vuelta puede seguir: los ladrones no podrán ir a la cárcel, los enfermos no podrán entrar en los hospitales, los asesinos no podrán ingresar en la sala de ejecución (en USA y otros lugares), los drogadictos tendrán prohibida la entrada a instituciones de rehabilitación, los negros no podrán entrar en lugares de blancos, los habitantes de viviendas no podrán ingresar en ellas. O sea, ¿para qué limitarse?

Podemos también ponernos serios y analizar. ¿A qué se debe esta fiebre de la condenable práctica religiosa de «exclusión de mujeres»? En efecto, en los últimos dos años se acumularon los ámbitos de exclusión.

A la tradicional «Ezrat Nashim», la costumbre más antigua de separar a las mujeres de los hombres en las sinagogas ortodoxas, se le sumaron ahora: separación en algunos autobuses de pasajeros, prohibición rabínica a los soldados religiosos -contra órdenes de sus comandantes- de presenciar actos militares donde cantan chicas, separación de las veredas: de un lado caminan los hombres, enfrente las mujeres. En algunos hogares ultraortodoxos se ha comenzado a ver mesas separadas para las comidas: mamá y las chicas por aquí, papá y los muchachos por allá.

Los incidentes se multiplican. Una inmigrante rusa se niega a pasar a la parte trasera del autobús generando el escándalo. A una nena de 8 años que va al colegio, un jaredí (ultraortodoxo) le escupe en la cara por caminar en la vereda equivocada en Beit Shemesh, una ciudad con predominancia religiosa, pero no ultra. Empresas privadas se autocensuran, absteniéndose de colocar imágenes femeninas en las publicidades en la vía pública, para que los jaredim no las arranquen. Manifestaciones, debate público.

Las teorías que he recolectado en este ambiente enrarecido son dos. Una es buena noticia: las mujeres están protagonizando una revolución silenciosa contra su condición. En los últimos años han surgido ONGs de mujeres religiosas, que se quejan por el hecho de que no sólo deben criar a numerosos hijos, sino que son las que mantienen económicamente el hogar, mientras los hombres tienen exención para estudiar en las ieshivot, so pena de ser convocados a las filas del ejército, y para cuidar «el alma del pueblo judío».

Son ellas las que se están formando, se profesionalizan, son las que estudian matemática y computación, se modernizan, y empiezan a abrir los ojos. Por fin, han comenzado a sentir que «algo huele mal en Meah Shearim», y que a las mujeres «les vieron la cara».

La fiebre excluidora, entonces, sería una reacción masculina contra la revolución femenina. ¿Se pronuncian? ¿Se expresan? ¿Salen a la calle? ¿Cantan?? El mensaje de Hadarat Nashim es: aquí todavía mandamos nosotros.

La otra teoría, que no es contradictoria, preanuncia batallas por venir. Dice que los cambios en la sociedad ultraortodoxa (jaredit) no provienen sólo de un despertar de la conciencia femenina, sino que los hombres también están saliendo de la égida de los rabinos, en múltiples marcos de trabajo para jaredim, ejército para jaredim, educación superior para jaredim, mujeres que se profesionalizan y se expresan, etc.

Por eso, los «askanim», activistas colaboradores de los rabinos y de los partidos políticos jaredim, se están quedando «sin trabajo» una especie de «mano de obra desocupada a la jaredí», y han hallado solución a su inactividad: la militancia de imponer en la calle ultraortodoxa prácticas absolutamente novedosas -y perniciosas- en la tradición judía.

En efecto, no existe una verdadera tradición de exclusión de mujeres en el judaísmo tradicional, fuera de las sinagogas. Es más: no hay ni siquiera hoy un solo «psak halajá» (fallo halájico) que lo ordene o la avale. Alguien lo está inventando, contradiciendo todo espíritu judaico. Y debe ser detenido.

Nace un político «sabra»

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Yair Lapid, periodista israelí estrella, acaba de dar el salto a la política. No fue el primero ni será el último, pero en su familia ya es tradición. Su padre, el ya fallecido Yossef «Tomy» Lapid, lo había hecho con bastante éxito cuando dejó la pantalla chica para resucitar al partido Shinui con el que llegó a obtener 15 escaños, de los 120 que tiene la Knesset. Hoy por hoy, esa es la cifra que las encuestas le dan a también a Yair. Casualmente es lo mismo, escaño más o menos, que se lleva otra ex colega, Sheli Iajimovich, que se hizo con el liderazgo del Partido Laborista. Parece que 15 fuera el techo de los periodistas que pegan el salto prohibido.

Lapid, hasta ayer conductor del principal semanario de noticias en la tele, «Ulpán Shishí» («Estudio de los Viernes»), y columnista estrella en el vespertino Yediot Ajaronot, es un buen tipo. Israelí clásico, encarna la ya mitológica figura del «sabra»: ashkenazí, guapo, fuerte (practicó kickboxing amateur, fue soldado combatiente), solidario, carismático pero con pudor, con bondad, sin arrollar. Es segunda generación del Holocausto, por si le faltaban títulos, y escribió la biografía de su padre Tomy, sobreviviente de Hungría, en primera persona. Cuando lo invitó a un programa de entrevistas que conducía hace unos años, le preguntó: «¿Qué es lo israelí para vos?» Tomy le contestó a su hijo: «Vos».

El establishment político actual, en efecto, intentó impedir la entrada de Lapid a la política, aunque el hombre, de ideología centrista y liberal, no tiene todavía partido. Para eso, le hicieron otro honor: aprobaron una ley en la Knesset por la cual un comunicador deberá pasar un año de «congelamiento» antes de entrar a la política. Es decir, no aparecer en los medios, porque eso ya sería hacer campaña. La apodaron: «Ley Lapid».

Quizás sea el último intento de devolver al «sabra» al centro de la israelidad, antes que ésta desaparezca en una jungla de tribus multicolor cada vez más irreconciliables. Mainstream a muerte, Lapid intenta gustarles a todos, y quizás esa sea su principal debilidad, en una profesión que, aquí y en todo el mundo, se come vivos a sus hijos.

Sí al nombramiento de ex terroristas en la ANP; sí a las liquidaciones selectivas por Israel

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha nombrado al general Mahmud Damra, como su nuevo asesor, según informa hoy el diario Israel Haiom. Damra fue condenado en 2006 por estar involucrado en atentados terroristas en los que fueron asesinados civiles israelíes, y fue liberado de la prisión israelí en el marco del acuerdo por la liberación de Guilad Shalit de manos del Hamás.

La prensa israelí, en especial un diario como Israel Haiom, que es prácticamente un vocero del premier derechista Biniamín Netanyahu, se escandaliza por el apoyo y nombramiento de personajes que Israel ve como terroristas en cargos oficiales en la Autoridad Palestina, pues se trata a las claras de ver a los terroristas como héroes nacionales, y de dar al terrorismo premios por sus actos criminales.

Pero el blanqueo de terroristas no es nuevo. Israel mismo ha hecho las pases con el archi terrorista Yasser Arafat en los Acuerdos de Oslo. Del lado israelí, durante el Mandato Británico, milicias clandestinas judías mataron civiles, tanto ingleses como árabes, y no sólo el Etzel y el Leji. Algunos de sus líderes, como Menajem Beguin e Itzjak Shamir, llegaron a ser respetables primeros ministros del estado judío.

Es hora de que tanto israelíes como palestinos se deshagan de su pose de ingenuidad y de su careta de hipocresía si quieren llegar a la paz algún día. El terrorismo, esa plaga de muerte que ha asolado el siglo 20, y al parecer nos acompañará por un buen par de siglos más, ha dado buenos resultados, históricamente, como táctica de guerra. Ha obtenido logros significativos y los gobiernos han debido negociar con él. El caso de Guilad Shalit es una sola prueba entre muchas.

Pero si esto es así, lo mismo cabe advertir a los palestinos y a todo pueblo que haga de sus terroristas, héroes de guerra. Pues si ellos no se autodefinen como terroristas, sino como «guerreros de la libertad», entonces las reglas de juego que están imponiendo son las de matar y morir. Si ellos convierten a un autobús lleno de israelíes civiles en su campo de batalla, su casa y su barrio en Gaza, en los que se ocultan luego, también lo son.

Una de las respuestas de Israel al terrorismo es el encarcelamiento, cuando ello es posible. Lo atestiguan los 10.000 presos palestinos que aún permanecen en cárceles israelíes. Pero en otras circunstancias también lo es la tan debatida «liquidación selectiva». Algunos lo llaman «asesinato selectivo», cargando el concepto negativamente. Pero si son viles asesinatos selectivos o ejecuciones sumarias, entonces los actos terroristas no son «ataques», sino también viles homicidios en serie y en masa, que deben ser igualmente condenados. Vaya eso a mis colegas en los medios de comunicación.

Las liquidaciones selectivas tienen como fin limitar la matanza. Intenta matar al combatiente palestino, que está en guerra, y a cuantos menos personas a su alrededor mejor. Al ocultarse en su casa, el «guerrero de la libertad» está convirtiendo a su casa y su barrio en campo de batalla, y está poniendo en peligro a quienes lo rodean. Los está tomando de rehenes. Si él está en guerra, Israel también, con todo lo que ello implica.

Pues no puede ser que se juzgue a los palestinos según el criterio de «estado de guerra», en la que todo les está permitido, y a los israelíes según el criterio de «estado de paz», donde todo procedimiento que no sea arrestar y buscar evidencias como si se tratara de un caso para CSI, les estuviera prohibido.

Si los palestinos eligen esa táctica, ese campo de batalla -un autobús, una escuela- y esos blancos, y son luego convertidos en héroes de guerra y en altos dignatarios, todo bien. Esa es su percepción de la guerra que están librando. Pero a no reclamar cuando Israel, precisamente respetando la percepción palestina, se maneje también como en la guerra que es.

ImagenEl Presidente de la Autoridad Nacional palestina, Mahmud Abbas, reunido con Amana Muna, responsable de seducir a un adolescente israelí de 14 años, Ofir Rajum en un chat de Internet. Quedaron en un encuentro, y el chico fue asesinado por los terroristas cómplices de Muna, que fue convertida así en «heroína de la resistencia palestina». (Imagen tomada de la televisión palestina).