
Hay muchas buenas causas por las cuales luchar en Israel, y los judíos de la Diáspora no deberían quedarse fuera. Manifestación contra el racismo, en la que participaron israelíes "blancos" junto a los judíos etíopes.
Ante el clima enrarecido en Israel, las comunidades judías deberían liderar un nuevo paradigma: la distinción entre el derecho a la existencia de Israel como estado judío por un lado, y la posibilidad de criticar -desde la diáspora y en público- al gobierno israelí de turno por el otro. Su monolitismo de opinión es lo que está alejando a los jóvenes, no sólo de su identidad sionista, sino de todo marco comunitario judío.
El ministro de Inteligencia, Dan Meridor (Likud) fue el único ministro que votó ayer domingo en contra de la ley que extiende la Ley de Ciudadanía, que prohíbe la reunificación familiar entre árabes israelíes y palestinos de la Margen Occidental y de la Franja de Gaza. La ley fue extendida en un año más debido al «aumento del peligro a la seguridad».
«Tomen el caso de una persona de Kiriat Arba (en Cisjordania) que se enamora de una persona en Haifa. Si ambas personas son judías, podrán vivir en Haifa. Si son árabes, no podrán hacerlo. Es algo con lo que no puedo conciliar. Sé que la Corte Suprema falló que es una ley constitucional, pero eso no significa que tengamos que sancionarla. Es una ley discriminatoria que no aporta un ápice a la seguridad del estado, sino sólo afecta a los árabes». Palabras de Dan Meridor.
El hecho de que las voces de la derecha democrática israelí todavía se animen a hacerse oír, es una buena noticia. Gente como Benny Beguin, Meridor y el propio Netanyahu cuando no lo aprietan por derecha, deberían gritar más fuerte. En una coyuntura donde se proponen leyes antidemocráticas como si los enemigos de la democracia israelí hubieran sido dotados de una metralla de matonerismo político, la protesta se hace urgente.
La lista de propuestas de ley que descansan sobre los escritorios de los parlamentarios -todavía no aprobadas pero en proceso activo- es preocupante:
* Ley para acallar los llamados a la plegaria musulmana porque «molestan al medio ambiente».
* Ley de calumnias, ya sancionada: un político podrá demandar por centenas de miles de shekels a un periodista si se siente calumniado.
* Ley de la Naqba: un ciudadano que conmemore o siquiera mencione públicamente a la Naqba (la evacuación en masa de árabes en la Guerra de Independencia, que marcó el inicio del problema de los refugiados palestinos), será arrestado.
* Quien niegue la existencia del Estado de Israel como estado judío y democrático, será arrestado.
* Ley de las ONG, apuntada a poner bajo la lupa a organizaciones de derechos humanos israelíes, según la cual toda ONG que recibe financiación del exterior deberá reportarlo al Registro de Partidos Políticos.
La lista sigue, pero valga la muestra. Las leyes fueron propuestas por diputados como David Rotem, Anastasia Mijaeli, Zevulún Orlev, todos de partidos a la derecha del Likud: Israel Beiteinu, Ijud Leumí, Habait Haiehudí.
El actual gobierno tiene una línea roja: la exclusión de mujeres. En este asunto, Netanyahu ha sido claro en la necesidad de combatir el fenómeno y de no permitir ninguna violación a la ley en este contexto. El gobierno también ha condenado el racismo callejero, lumpen, contra los judíos etíopes, aunque no haya tomado aún medidas concretas. En el resto, Bibi deja a sus adláteres continuar con esta danza diabólica a su gusto y piacere.
Los judíos fuera de Israel observan este espectáculo con perplejidad. Ellos se debaten entre su fidelidad al Estado de Israel como expresión del derecho de autodeterminación del pueblo judío, y sus valores universales. Las actitudes que han adoptado en el mundo anglosajón son dos: apoyar a ONGs israelíes que luchan por el perfil democrático y liberal de Israel, incluso llegando a formar asociaciones que apoyan la solución política -ya aceptada incluso por el Likud, aunque todavía no implementada- de dos estados para dos pueblos. Los ejemplos son J-Street en Estados Unidos, o las israelíes Keren Yerushalaim, la Asociación por los Derechos Civiles y similares.
El espíritu de este apoyo es absolutamente sionista, tal como lo expresó una joven judía australiana: «Es nuestra manera de apoyar a nuestros hermanos judíos en Israel». Pero si se votan leyes dracónicas que cuestionen este apoyo como «antiisraelí», los israelíes que acepten sus donaciones estarán violando la ley, y los judíos de la diáspora, con todo su amor sionista, estarán actuando como cómplices de delito.
La otra actitud que se adopta en la diáspora, en especial en la generación joven, es el abandono total de Israel. Dicho con todas las letras, es un país del que se avergüenzan. El problema para las comunidades es más grave aún, sobre todo en aquellos lugares donde Israel ocupa un lugar central en la identidad judía: los jóvenes no sólo se despegan de Israel, sino que se alejan por ello de todo marco comunitario judío pues, dicen: «La comunidad está llena de fachos».
En las comunidades latinoamericanas, la opción de permanecer en la identificación con Israel pero defendiendo sus valores progresistas, humanistas y democráticos, enfrentando a los sectores derechistas tanto de su comunidad como de Israel, no ha prendido aún. Por lo tanto, lo que viene primando es la segunda actitud, es decir, la del alejamiento total de toda cosa que huela a judío o, en el mejor de los casos, a sionista, pues los jóvenes han «comprado» la resignificación del vocablo como insulto.
Si este es el caso, los jóvenes judíos participan de marcos judíos donde Israel queda fuera, porque es un tema incómodo. El judaísmo pasa a ser un tema individual, que hay que combinar con valores ligados a la globalización. Se hacen talleres artísticos, muestras de fotografía y festivales de cine judío. Se habla mucho de la defensa del medio ambiente desde la perspectiva de la visión profética de «tikún olam», la reparación del mundo. ¿E Israel? Bien, gracias, si Netanyahu y sus amigos saben tan bien lo que hacen, que se las arreglen sin nosotros. Les deseamos suerte, pero no nos llamen más.
Las comunidades judías deberían hacer un esfuerzo al que no están acostumbradas: distinguir su apoyo a la existencia del Estado de Israel como expresión de la autodeterminación judía, cosa que es posible y nuevamente urgente apoyar, primero y principal desde una posición de izquierda bien entendida, y su apoyo a las políticas del gobierno de turno.
Deberían abrir el debate y los espacios de participación para que los derechistas y los izquierdistas puedan criticar al gobierno de turno del Estado judío, tanto dentro como fuera de las «paredes» de la comunidad, sin por ello sentirse parias de la comunidad. Deberían llamar a sus jóvenes a no abandonar la arena del debate, entendiendo que el monolitismo de opinión, tanto en este como en otros temas, es lo que está vaciando a las comunidades de sus jóvenes.
Israel es demasiado importante como para dejarlo en manos de un solo sector de su espectro político. Sería una lástima que el país se aleje de los valores que le dieron origen debido a la prepotencia y el autoritarismo de un gobierno que todavía puede ser reemplazado. Demasiados judíos en el mundo podrían abandonarlo y entonces sí, la «empresa sionista» toda podría bajar la persiana.
En general estoy de acuerdo (salvo en el eufemismo ‘evacuación’ por la Naqba, es discutible como mínimo). Pero tu llamado llega un poco tarde. Desde 1995 el monolitismo se apropió de las comunidades en la diáspora. Cualquiera de nosotros que hizo algún tipo de crítica no se alejó: fue echado, desterrado de la comunidad.
Era imposible criticar NADA de lo que hiciera el Estado israelí. No se pudo estar en contra de Plomo Fundido, no se pudo discutir el asunto de la Flotilla (por mencionar hechos relativamente recientes) no se pudo estar en contra de nada de lo que mencionás arriba. No hubo una mínima instancia de debate en los términos que lo estás planteando en prácticamente ninguna comunidad latinoamericana (ojo, no conozco a todas) ¿Cómo vamos a volver?
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Hola Lejbl, y gracias por el comentario. En realidad mi llamado es repetición de lo que venimos diciendo desde siempre, yo personalmente desde 1987, desde mi trabajo en el periódico Nueva Sión de Buenos Aires. Se trata de un tema viejo y doloroso. En mis conferencias explico una y otra vez la necesidad de esta apertura, así como la imposibilidad de «lavar los trapitos sucios en casa», dado que hoy, en la era de Internet y la globalización, las paredes de esa casa son transparentes. Lo de la Naqba lo dije a propósito, no fue un desliz, sino la expresión más neutra posible para un evento que es tan complejo, que cualquier palabra que queramos usar tanto la derecha como la izquierda, será un «eufemismo». Pero dejá, lo discutimos algún día café en mano. Lo más importante de tu commentario, me parece, es el cómo volver. Y mi respuesta la puse también en el artículo: armando proyectos propios, que desafíen a la comunidad, que cambien el discurso. Pero para eso se tienen que juntar todos aquellos «echados» y empezar un juego nuevo. Ahí está el desafío.
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me parece importante una voz que llame nuevamente a los judios a participar en los ambitos comunitarios..pero el tema tiene que pasar mas alla de si el llamado viene de la izquierda o de la derecha..no somos tantos como para plantear de entrada esta division para muchos fundamental pero que no hace a la problematica del sionismo hoy dia..tambien esta el tema que los judios tienen que volver pero esta la dirigencia dispuesta a aceptarlos y ofrecerles el ambito de actuacion que se pretende..? estas serian las dos partes interesadas que son las que tienen que aprender nuevamente a intercambiar..
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Hola Gaby, tenés razón en que si las dos partes están interesadas deberán hacer un re-aprendizaje. El tema a esta altura es que no sé cuán interesadas están las estructuras comunitarias más allá del discurso. Los jóvenes no se los puede llamar «parte interesada» porque están perdidos y desarticulados. Ya casi no son «parte», y es una lástima. Donde sí participan, están generando cosas alucinantes, que corren por vías tangenciales a los marcos del establishment comunitario, y así tendrá que ser, parece. En cuanto a si el llamado viene de la izquierda o de la derecha, por supuesto que hay que superar esa dicotomía, pero no la estoy planteando yo. El problema es que los jóvenes se sienten echados por derecha, entonces será la derecha la que tendrá que cambiar si quiere que algo cambie. Otro problema relacionado que surge de tu comentario (y que en Buenos Aires es especialmente agudo, no lo vi en prácticamente ninguna otra comunidad latina) es que muchas veces las cosas caen por esta cuestión del «quién convoca». Todo el tiempo se están peleando por eso y boicoteando unos las actividades de otros en lugar de avanzar. Y en la parálisis se pierde toda una generación de gente joven y riquísima.
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Te volviste crazy, Marce. Justamente me parece que los jóvenes judíos de la diáspora se están alejando del marco comunitario por su dirigencia bienpensante, políticamente correcta y culturalmente izquierdista que no llama las cosas por su nombre (no hay institución comunitaria que no esté dominada por la izquierda, al menos en Argentina). La defensa de Israel en la diáspora no es lo que era siquiera hace cinco años atrás. Conozco muchos madrijim que están podridos de que en Hacoaj siempre inviten a dar una conferencia a un negro, un travesti, un chino o un zurdo pero nunca un judío orgulloso de su identidad. POR ESO mucha gente se está alejando de los marcos comunitarios, justamente lo contrario a lo que decis. La falta de lealtad con Israel es lo que llevó a jóvenes como yo y muchos otros que conozco a rechazar ese marco comunitario y activar por Israel individualmente. ¿Y VOS LA QUERES HACER MAS ANTISIONISTA? En un mundo cada vez más proclive a demonizar al único Estado judío del mundo, precisamente lo que tiene que garantizar una colectividad en la diáspora es proporcionar un marco a sus jóvenes para defender a Israel, identificarse con él y entender que su destino está ligado inevitablemente a ese pequeño país.
Tampoco puedo entender tu oposición respecto a la ley contra la reunificación familiar. Las prohibiciones sobre “reunificación familiar” fueron introducidas, en primera instancia, por el Ministerio del Interior el 1 de abril del 2002 a raíz de un atentado suicida en el restaurante en Haifa en el que fueron asesinados 16 israelíes y más de 40 resultaron heridos. El conductor del coche-bomba era un terrorista de Hamás, casado con una israelí y portaba una credencial de identidad israelí azul (existen docenas de casos como ese).
Desde la era de Oslo (1994-2002), alrededor de 130.000 palestinos ejercieron su derecho a adquirir la residencia o la ciudadanía israelí a través de la reunificación familiar, es decir, en ese período más palestinos que judíos hicieron «Aliá» a Israel. Por lo que veo, no solamente es un problema de seguridad, sino demográfico. Es decir, amenaza seriamente la mayoría judía de Israel y con eso el carácter mismo de Israel como Estado judío. Incluso en tiempos de paz, la jurisprudencia occidental apoya, fuertemente, el derecho de los legisladores de decidir, sin interferencia judicial, quienes pueden (y quienes no) ingresar al país y quienes puedan ser deportados. Te doy ejemplos varios:
En el caso Fiallo v. Bell, por ejemplo, la Corte Suprema de EEUU apoyó el derecho del Congreso de negar la ciudadanía al padre de un niño ilegítimo de la ciudadanía estadounidense, mientras la reconocía para la madre, bajo la suposición de que los lazos con la madre eran más fuertes.
Nueva Zelanda prohíbe la migración de esposas de ciudadanos extranjeros si no aprueban el test de índice de masa corporal, bajo la presunción que los inmigrantes obesos significan una carga para los servicios de salud.
Holanda prohíbe la migración familiar de personas que no hablan holandés o que no aceptan la cultura holandesa.
En Dinamarca, el matrimonio auspiciado por la migración es posible solo si ambos esposos son mayores de 24 años, y se encuentran por fuera de los matrimonios forzados.
Muchos países occidentales no reconocen el derecho de sus ciudadanos a establecer una familia con cualquiera que hayan elegido.
Hay países como Polonia que directamente prohíbe a los extranjeros comprar propiedades en la frontera.
Y nadie hace mucho quilombo…
Me parece que hacer quilombo porque Israel no se comporta mejor que Polonia o Dinamarca con unos tipos que son sus jurados enemigos y son maestros del terrorismo, es como pedir que Israel sea más papista que el papa. Me conformo con que los palestinos tengan su Estado y hagan lo que quieran allí. Israel no es su país.
Israel rodeado, como está, por enemigos, debe incluso ser más vigilante respecto a las políticas inmigratorias. Y esto es especialmente verdadero considerando el hecho que Israel fue creado para ser hogar nacional del pueblo judío, una pequeña minoría en una región dominada por Estados musulmanes. Israel lucha por integrar a los árabes israelíes (que totalizan el 20 % de la población), muchos de los cuales no se identifican con los principales objetivos de Israel como estado judío y democrático. Israel enfrenta el desafío que presenta una cantidad creciente de trabajadores extranjeros- legales e ilegales- que asciende a alrededor de 250.000 y la firme corriente de inmigrantes y refugiados (desde Sudán y Eritrea) que continúan llegando a Israel a través de Sinaí en una tasa de 2000 por mes.
Bajo las circunstancias, el Estado de Israel no puede permitirse tomar el riesgo de absorber a una población potencialmente peligrosa que, en el mejor de los casos, es indiferente a los objetivos del sionismo y, en muchas instancias, es absolutamente hostil a ellos. En lugar de ser atacados por discriminación racial o peor, la Corte Suprema debería ser elogiada por tomar una dura, aunque necesaria, decisión que encuentra un adecuado equilibrio entre el reconocimiento de la libertad personal y el mantenimiento de la integridad, la existencia y la seguridad del único Estado judío en el mundo.
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Andy querido, gracias. No cabe duda que los dilemas son estos y muchos más, no te voy a responder desde ningún dogma porque estás señalando cosas que no admiten comparaciones con realidades de otros países. Pero por eso mismo soy menos amigo de la tendencia a ultranza de atemperar la crítica porque «otros son peores» o hacen lo mismo. Por ejemplo, es cierto que en Israel existe una potencialidad de peligro, pero en la mayoría de los casos se trata de simples familias, entonces la solución tiene que pasar por otros lados. En lo demográfico tiendo a estar de acuerdo con vos, y por eso a esto le cabe el calificativo de verdadero dilema: ¿cómo hacer para mantener la mayoría judía sin caer en actitudes no democráticas? El límite no es tan claro, y no tengo una respuesta cerrada (a veces envidio tu claridad con vos mismo, pero ya he aprendido a convivir con mi propia complejidad y no cerrar los puntos, me parece más rico).
En cuanto a la comunidad argentina sé menos, por ejemplo, no sabía que se invitaban a exponentes de minorías no judías (travestis y negros? me parecen excelentes noticias!) a conferenciar en las instituciones judías. Coincido con vos en que entre esas «minorías» deberían haber judíos ultraortodoxos, derechistas pro-territorios, izquierdistas a ultranza, como las actividades que suelo organizar en Israel, donde a todo eso le agrego palestinos, incluidos terroristas arrepentidos. Habría que hacer estudios de qué espanta más a los jóvenes judíos en Buenos Aires…
Lo que no puedo aceptar es que a todo lo que no es derechista como vos lo llames antisionista. Si eso es así, yo te debo parecer un hereje total. Yo por mi parte me alegro que este post haya suscitado respuestas y críticas tanto por derecha como izquierda. Como dice un colega mío, eso significa que voy por buen camino…
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Marcelo, entiendo lo que planteas, y tenes razón. Pero acá hay un punto que me parece que no podemos dejar pasar: el creciente antisionismo/antiisrelismo, en el cual detrás de dichas manifestaciones hay prácticamente antisemitismo.
Digo esto, porque creo que los 80 y 90 con las plaza Rabin llena de manifestantes por la paz ya en parte es cosa del pasado. Luego de la segunda intifada, en estos últimos 12 años Israel es fruto de boycotts, protestas, discursos que cuestionan su derecho real a existir en, universidades, ámbitos políticos y medios de comunicación. Y esto se nota en varios casos, por ejemplo que en el mundo y en Argentina tambien, cada vez que hay un c conflicto con Israel hay como 20 «escraches» frente a su embajada, en comparación con otras de otros países en conflictos mucho mas graves.
Estoy de acuerdo con lo que decis,. Yo militaba en una tnua de centroizquierda en los 90 y quería como ahora la paz. Luego comencé la facultad tiempo después de la segunda intifada y tuve que estar en aulas con afiches igualando la estrella de David con la Svastica.
Y eso antes no pasaba Marcelo..No justifico lo que hacen parte de la diligencia comunitaria, pero la deslegitimación y el antiisraelismo que hay hoy en día es impresionante. Y las instituciones comunitarias en la diaspora van a salir primero a tratar de justificar la existencia misma de Israel, antes de mostrar sus diferencias con respecto sus gobernantes de derecha.
Lo que planteo es: si la dirigencia comunitaria no planteaba el disenso sobre Israel en los 80 y 90, menos lo espero (SOLO EN PARTE comprensible) que lo hagan ahora.
Saludos.
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Bruno, gracias!
Estás planteando el tema desde una arista que no siempre tenemos en cuenta: la actitud defensiva a ultranza producto del miedo del ataque externo. Yo desde lejos, porque no estoy allá, digo: no porque haya que defender la mera existencia de Israel como resultado de una revolución popular cuyo solo pecado fue tener éxito, me tengo que privar de criticar sus taras. Pero supongo que eso exige una capacidad de abstracción y complejización que los liderazgos se ven en dificultades para transmitir, y quizás mucho menos para articular un mensaje de ese tenor al resto de la sociedad sin provocar confusión y más ataques.
Coincido con vos en que la crítica a todo lo que hace Israel es rayana en criticarlo no por lo que hace sino por lo que es, o sea que se ataca su mera existencia, y por lo tanto es la última reencarnación del antisemitismo disfrazado de politically correct. El dilema sigue siendo, cómo hacer para que por lo menos la juventud judía tenga clara esa distinción.
Mi mensaje sigue siendo abrir los espacios, tanto hacia afuera como hacia adentro, porque el mensaje actual -y muy claro- de la comunidad sigue siendo que no se puede distinguir, y el que critica al gobierno de Israel es automáticamente tildado de antisionista, y entonces en esa bolsa caemos vos y yo también. Yo creo que sí es posible un mensaje al resto de la sociedad donde se clarifique la complejidad, el derecho a la existencia de Israel, las dificultades para la paz que vienen desde el fundamentalismo islámico, la disposición de la mayoría de los israelíes a dos estados para dos pueblos, etc. En mi experiencia, los públicos no judíos son en su mayoría receptivos, abiertos y complejizantes también. Me da la sensación que la comunidad se asusta demasiado de aquellos que no lo son. No todos son Quebracho o carteles en la universidad. Hay que ampliar el ángulo de visión y trabajar con más públicos no judíos, no quedarse solos. Cuando las comunidades se animan, se logran muchas cosas buenas.
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