“El Estado Islámico sobrevive porque tiene apoyo político”

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Abdel Hay Azab, rector de la Universidad egipcia de Al Azhar, la institución más importante del mundo en el tema del Islam. Foto: Massimiliano Minocri

Abdel Hay El Azab, experto en islam radical en la universidad Al Azhar, pone los puntos sobre las íes en cuanto a la necesidad de diferenciar entre la religión musulmana, una religión de paz como todas, y el islam radical. Seguir tolerando a este último, una ideología nefasta surgida recién en el siglo 20, en nombre del multiculturalismo, es el gran error de Occidente, que está signando este nuevo siglo. Que El País de España lo publique, en un país donde no todos hilan fino, es una buena noticia.

Por Patricia R. Blanco, El País (España)

Abdel Hay el Azab es consciente de la responsabilidad que recae sobre él. Rector de la Universidad Al Azhar, la institución más prestigiosa del mundo en el estudio del islam suní —fue fundada en El Cairo en el año 975—, pronuncia con cuidado milimétrico cada una de sus palabras y llega a repetir una frase si cree que un verbo es más preciso que otro. Tal es su celo para evitar malentendidos que no aceptó a ningún intérprete en su participación el pasado jueves en las jornadas sobre Diálogo Intercultural e Interreligioso, organizadas por el Ministerio de Exteriores en Barcelona. Solo admite como traductor a su ayudante personal —exclusivamente en francés— si el interlocutor no habla árabe.

Pregunta. El Estado Islámico (EI) dice que sus actos responden al cumplimiento de los preceptos del Islam. ¿Usted que cree?

Respuesta. Es necesario que la sociedad, musulmana y occidental, sepa diferenciar entre religión y grupos terroristas. El islam promueve el respeto hacia el otro, el principio de no agresión y la coexistencia pacífica. Los terroristas solo promueven el terror. Por eso, los musulmanes, pero también Europa, tienen la responsabilidad de corregir la visión errónea que existe sobre el islam y que difunden algunos medios.

P. ¿A qué atribuye la expansión del EI?

R. El EI [El Azab alude siempre al Estado Islámico con su acrónimo en árabe, daesh, para evitar concederle carácter estatal] no es producto de la religión, sino que es una fabricación política. ¿Puede un grupo, por sí mismo, destruir un Estado? Está claro que no. El EI sobrevive porque tiene apoyo político.

P. ¿Quiénes lo apoyan?

R. Verdaderamente tenemos que preguntarnos quiénes están sosteniendo al EI y de dónde sale el dinero para su financiación. Y yo les digo a las escuelas y a los países que están apoyando a estos terroristas que son injustos con su pueblo, que están promoviendo el terrorismo y que los injustos tendrán su sitio en el infierno.

P. ¿Cómo combatir al EI?

R. Contra el terrorismo, en la Universidad de Al Azhar proponemos el Corán, el islam verdadero, para difundir la paz.

P. En diciembre de 2013, el Gobierno egipcio designó oficialmente a los Hermanos Musulmanes como terroristas. ¿Usted los considera terroristas?

R. Creo que todo aquel que comete crímenes y actúa en contra de la ley es igual al EI. ¿Acaso los Hermanos Musulmanes han denunciado los crímenes cometidos por grupos terroristas? No, no lo han hecho. Son una organización que instiga a actuar en contra de la población.

P. Expulsó a miembros de los Hermanos Musulmanes de la universidad.

R. Expulsé para siempre a aquellos que habían cometido crímenes o habían incitado a la violencia, no por el hecho de ser de los Hermanos Musulmanes. Pero ahora hemos logrado que impere la ley y la independencia de la justicia. Se ha liberado Egipto de grupos extremistas y es mi responsabilidad contribuir a la estabilidad.

P. ¿Tras el golpe de Estado?

R. El 30 de junio de 2013 hubo una revolución heroica que trajo a Egipto seguridad, estabilidad y libertad. Se aprobó una Constitución y se celebraron elecciones.

¿Qué preocupa a Israel del acuerdo EEUU-Irán?

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Zarif sellan el acuerdo.

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Yavad Zarif sellan el acuerdo.

Por Marcelo Kisilevski

El acuerdo firmado entre EEUU e Irán en torno al plan de desarrollo nuclear bélico de los ayatollahs no debería disparar reacciones automáticas a favor ni en contra, ni siquiera en Israel.

Los méritos del acuerdo pueden ser pocos, pero significativos, aunque probablemente se inscriben en un plano de largo plazo, un poco abstracto para aquellos que viven en casas dentro del rango de tiro de los misiles Shihab persas, capaces potencialmente de portar ojivas nucleares.

Pero después de treinta y cinco años de enemistad total entre el “Gran Satán” e Irán se ha abierto un canal de diálogo entre este país y el Occidente al que tanto dice odiar. No es poca cosa para un país de corte islámico chiíta, que se ve como portaestandarte de una minoría milenariamente perseguida, largamente colocada entre la espada y la pared. A partir del acuerdo, Irán se puede sentir menos acorralado, más escuchado, menos necesitado de afilar las zarpas.

Irán, además, tiene ahora lo que perder si no cumple su acuerdo. Especialmente en lo que refiere a su economía: 150 mil millones de dólares fluirán directamente a sus alicaídas arcas, y servirán, no solo para seguir bancando sus guerras extranjeras sino para que la angustiada calle iraní pueda dejar de consumir únicamente productos chinos. En el plano interno, fueron las sanciones y sus efectos en el consenso a favor de la Revolución Islámica lo que trajeron a Irán a la mesa de negociaciones.

En un plano geopolítico, Occidente le acaba de decir a Irán que tiene voz e importancia en los procesos mesorientales y mundiales. Eso también es un activo para un país que busca tanto la hegemonía en Medio Oriente como la relevancia y la atención mundiales. Si lo analizáramos psicológicamente como a una persona, llamémosla Imán Alí Jamenei, verdadero mandatario de Irán, deberíamos decir también, el afecto mundial. El perseguido líder no querrá perder tampoco eso.

¿Conteniendo la nueva Guerra Fría?

En el mismo plano, en un contexto en el que se predibuja una nueva proto guerra fría, el acuerdo le coloca paños fríos, al menos por el momento. En efecto, en los últimos años parece perfilarse un nuevo dibujamiento bipolar de las relaciones internacionales. De un lado EEUU y Europa, Israel, todos los países árabes sunitas. Del otro, Rusia, Irán, la Siria todavía bajo la elite alawita, China oteando desde la lejanía económica, algunos países latinoamericanos.

Este dibujamiento tendría dos atenuantes. Por un lado, a Rusia no le dan todavía los números para volver por sus fueros como super potencia, luego de la debacle económica de la Guerra Fría, de la que todavía no se ha recuperado. No puede aún, pero quiere. Sus intervenciones en Georgia y Ucrania, sus amenazas a quienes osen coquetear con el bloque europeo, su exitosa intervención contra un ataque norteamericano en Siria que era inminente, son solo algunos de los pasos dados en esa dirección.

Como segundo atenuante, no se trataría de bloques impermeables, no hay aquí -siempre hasta nuevo aviso- una “cortina de hierro”. Rusia ha firmado últimamente acuerdos para la venta de armas a países árabes, supuestamente en el bando norteamericano. Y EEUU “se habla” con Irán.

Si no queremos volver a una realidad que en varios think tanks de Occidente comienza a ser vista como la “Segunda Guerra Fría”, el acuerdo EEUU-Irán pareciera neutralizar las hostilidades en ciernes. Esto a su vez tiene su reparo: una de las razones para el acuerdo es poder despejar energías para la hostilidad que ambos países comparten contra lo que ya parece ser un tercer polo, indomable tanto para Occidente como para el bloque “pro ruso”: ISIS y sus símiles.

EEUU detesta a ISIS por islamistas radicales desprendidos de Al Qaeda, que infrigiera a los norteamericanos el peor atentado terrorista de su historia. Irán los odia por sunitas. De modo surrealista, allí, en los desiertos de Siria e Irak, ambos pueden formar un frente común.

Además, tanto para EEUU como para Rusia, el nuevo paradigma que instala ISIS es el de pequeños ejércitos que desmembran o ponen en jaque a países establecidos y reconocidos que son parte de la ONU, y es un desafío al que tendrán que dar respuesta. ISIS controla un territorio con diez millones de personas a las que gobierna efectivamente: servicios, impuestos, leyes y comercio internacional, en especial de petróleo en el mercado negro. El Califato, si bien sus fronteras no están fijadas definitivamente, es una realidad, y tanto el bloque norteamericano como el ruso tendrán que rascarse mucho la cabeza para decidir qué política seguir frente a ella. Si la realidad dicta que Siria e Irak ya no existen como los conocíamos, ¿deberá el mundo reconocer al nuevo país? ¿O deberán salir a una guerra total, regidos por el principio de defender a países miembros de la ONU de su desaparición, como lo hizo EEUU frente a la desaparición de Kuwait en 1991?

En este contexto, el acuerdo entre EEUU e Irán busca neutralizar al menos uno de los frentes, reduciendo los decibeles de la inestabilidad mundial, aunque más no sea en el estado de ánimo de la Casa Blanca.

Los reparos de Israel

Si todo esto es así, ¿qué coloca a todo Israel al borde de un ataque de nervios?

Lo primero que llamó la atención en el plano interno israelí fue que, en lugar de condenar la arrogancia de su primer ministro y su negativa a alinearse con el acuerdo, puesto que es una realidad e Israel debiera confiar un poco más en su principal aliado y reparar la confianza casi destruida entre él y Obama, tanto la oposición encabezada por el centro-izquierdista Itzjak Herzog, como los principales medios de comunicación, que tradicionalmente exhiben posiciones de izquierda, esta vez corrieron a Netanyahu “por derecha”.

Herzog incluso se ofreció para iniciar una gira por EEUU para clarificar sobre los peligros de este acuerdo ya firmado, mientras puertas adentro condena el “colosal fracaso” de Netanyahu a la hora de evitarlo.

Yair Lapid, líder del partido Iesh Atid, que actuara como ministro de Economía en el gobierno anterior, embistió contra el juego solitario de Netanyahu: “Nunca dejó que el gabinete en pleno tratara el tema, quiso llevarse todo el crédito. Ahora que fracasó rotundamente, que se lleve toda la responsabilidad”, ataca furibundo en todos los medios posibles.

Los principales analistas de prensa también condenaron la gestión del premier, que no hizo más que crear antagonismos allí donde el sonriente mandatario iraní, Hassan Rohani, ganaba empatía. Pero sobre todo, cargaron las tintas contra el acuerdo en sí.

Pues bien. La preocupación israelí a raíz de este acuerdo se inscribe en dos planos: la capacidad nuclear iraní en sí, y su renovado apoyo al terrorismo internacional.

En el primer plano, el acuerdo convierte a Irán en un “país umbral”, con capacidad para dar un salto a potencia nuclear, con un año de anticipación como máximo, en el momento que decida, ya sea porque quiera violar el acuerdo, ya porque crea que éste no es más relevante, porque considere que Occidente lo ha violado antes, o porque sencillamente caduque al cabo de los años estipulados.

Además, durante los quince años que dure el acuerdo, Irán se convertirá en la niña mimada de los mercados internacionales y será difícil, por no decir imposible, restituir el régimen de sanciones que, de por sí, amenazaba con colapsar. Ya ahora se están firmando preacuerdos entre Irán y numerosos países necesitados del crudo iraní y de su gran mercado, y será muy difícil echarse atrás del acuerdo, por ejemplo en caso de que el mismo no sea aprobado por el Congreso en Washington.

A Israel le preocupa también el hecho de que, más allá de la inspección prevista en el marco del acuerdo, nada se dice de la vigilancia a posibles desarrollos secretos que pueda realizar el régimen iraní. Es decir, ¿qué pasa si Irán viola el acuerdo? Ya en el pasado, incluso el mismo presidente Hassan Rohani se había jactado de cómo “enroscó la víbora” a Occidente en diversas instancias negociadoras. Ante ello, el Mossad israelí, encabezado por su entonces director, Meir Dagán, había sabido tejer alianzas con la CIA, el MI-6 inglés y el BND alemán para investigar y sabotear el programa nuclear iraní a diversos niveles, para cuanto menos ganar tiempo. La sensación en la comunidad de inteligencia es que, con el acuerdo, Israel ha sido dejado solo en ese campo, como también en el de un eventual ataque militar llegado el caso.

Los «agujeros» del acuerdo:

Según lo resume el periodista Ron Ben Ishai en Ynet:

1) Irán no cesa: Irán podrá continuar desarrollando centrífugas avanzadas, con lo cual el lapso de enriquecimiento de uranio se reduce signficativamente.

2) La inspección en instalaciones desconocidas debiera ser «en todo momento y en todo lugar». En los hechos, las potencias y la Agencia de Energía Atómica deberán avisar a Irán de sus visitas y entregar a Irán pruebas de sus sospechas, es decir: información de inteligencia.

3) Desgaste: el aparato de arbitraje ante cada denuncia de violación es demasiado complejo, y puede llevar meses o años.

4) La central de Fordo continuará funcionando, con sus centrífugas girando en falso hasta que se decida en contrario. Está entre montañas, muy difícil de bombardear.

5) Misiles: Irán podrá seguir desarrollando misiles navegables con un alcance de miles de kilómetros.

6) Después del acuerdo: no queda claro qué impedirá a Irán reiniciar a toda velocidad su carrera hacia la bomba al cabo de los 15 años como máximo que dure el acuerdo.

Irán redoblará su principal exportación: el terrorismo

El segundo plano preocupa todavía más a Israel. El acuerdo comienza por el descongelamiento automático de 150 mil millones de dólares de fondos iraníes que habían sido congelados en bancos del exterior. Ahora, Irán recibirá una inyección colosal de fondos, parte de los cuales serán canalizados hacia la financiación del terrorismo.

Irán ya ha declarado que el acuerdo se refiere solamente al área nuclear, y que, por lo tanto, todo el resto de su política exterior permanece intacto. Y ello incluye la financiación de los grupos terroristas que atenazan a Israel, Hezbollah desde el Líbano y Hamás en Gaza. Ya durante el régimen de sanciones Irán se las había apañado para armar con decenas de miles de cohetes, pertrechos bélicos y entrenamiento profesional a lo que llaman la “resistencia” contra Israel. El Estado hebreo se ha visto en serias dificultades para detener, con todo y bloqueo en Gaza, con todo e incursiones en la frontera sirio-libanesa o en el desierto sudanés, el contrabando de misiles iraníes. Ahora, dicen en Israel, con un Irán vuelto a enriquecer, será una misión imposible.

Irán ya ha puesto sus garras sobre cuatro países del Medio Oriente: Irak, Siria, Líbano y, últimamente, Yemen. No solo Israel manifiesta su nerviosismo frente al acuerdo sino, especialmente aunque sin hacer olas, los países árabes, comenzando por Arabia Saudita, que está interviniendo en Yemen contra las fuerzas chiítas apadrinadas por Irán, y Egipto, que recela de la influencia iraní en Gaza y, por extensión, en la Península del Sinaí.

Lo que viene

El gobierno israelí ve las gestiones de esclarecimiento contra el acuerdo iraní como un intento de “reducir daños”. Entre otros puntos, intentará que la opción militar contra Irán por parte de todo Occidente siga sobre la mesa, como forma de acicate a ese país para que no se le ocurra incumplir el acuerdo.

Estados Unidos por su parte, intenta desesperadamente tranquilizar a Israel, y ya esta semana ha comenzado un verdadero desfile de altos funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la Secretaría de Defensa por Jerusalén. Entre bambalinas se negocia un paquete “consuelo” de ayuda militar, venta de aviones que antes habían sido negados, y la estrella del momento: bombas perfora-bunkers capaces de cavar más de 60 metros antes de estallar. Es decir, EEUU sabe que Israel tiene más de una hipótesis de ataque a Irán.

Pero por el momento, Netanyahu se niega rotundamente a negociar por el paquete de ayuda compensatoria, e incluso prohíbe a su Ministerio de Defensa y a su ejército presentar su “lista de compras” al Pentágono. Dar siquiera una apariencia de negociación podría significar una disposición israelí a resignarse al acuerdo.

En el marco de dos meses, el Congreso podría votar contra el acuerdo, lo cual estaría seguido por el veto de Obama, que sería más difícil, por no decir imposible de anular en el Capitolio. Durante estos dos meses, los esfuerzos israelíes por influir en la política norteamericana estarán a full. También Herzog y Lapid estarán allí.

Cuando el periodista de Yediot Ajaronot Najum Barnea le preguntó a un ministro israelí involucrado en la lucha contra el acuerdo, qué ocurrirá si los esfuerzos tienen éxito y el mismo es anulado, el funcionario hizo una pausa, como quien piensa en ello por primera vez.

“No está claro”, dijo el ministro, “quizás el parlamento iraní decida rechazar el acuerdo y correr hacia la bomba. Podría ocurrir que los iraníes decidan, como represalia, violar el acuerdo, pero solo en sus márgenes. El mundo levantará las sanciones, EEUU continuará con ellas. Será un enorme lío”.

Este lío, ¿será bueno para Israel?, insistió Barnea. El ministro no supo responder. “Una lástima”, concluyó el analista. “porque esta pregunta cumplirá un rol central en la lucha por la aprobación del acuerdo”.

Los congresistas norteamericanos querrán saber qué ocurrirá, qué hará Irán, qué hará la Administración y qué harán Israel, Rusia, China, Europa, cómo influirá el rechazo del acuerdo en la guerra en Siria, y si ello no arrastrará a EEUU a otra guerra en el Medio Oriente.

¿Y si la lucha termina en derrota para Netanyahu? ¿El generoso paquete que ahora Obama está dispuesto a ofrecer a Israel en ayuda militar, que le garantiza la superioridad militar en la región, no se reducirá? ¿Israel no arriesga demasiado en una guerra prácticamente perdida contra un presidente en ejercicio?

Fuentes norteamericanas creen ver que Netanyahu mira más allá de la gestión de Obama, que termina dentro de un año y medio, pues está convencido de que el próximo presidente será republicano y mucho más simpatizante con Israel. “Entonces, Bibi será recibido en la Casa Blanca como un héroe y todos sus pedidos serán satisfechos”.

Mientras tanto, el juego en torno al acuerdo EEUU-Irán consistirá en muchos entrevistados israelíes en los medios norteamericanos, un juego de “palo y zanahoria” de Obama a Bibi y, en la política israelí, el intento de la oposición de capitalizar el fracaso de Netanyahu en frustrar el acuerdo. Herzog ya ha desmentido enérgicamente los rumores de que ingresaría en la coalición bajo un gobierno de unidad nacional, y ha llamado a “reemplazar a este gobierno”.

Dos noticias que dividen

Por Marcelo Kisilevski

Las corrientes palomas contra el antisemitismo palestino. El gobierno israelí contra ultraortodoxos antirreformistas… que son parte del mismo gobierno. 

Alguien me dijo en un diálogo de pasillo: «Todo el mundo se está volviendo hacia los extremos». Tal vez el problema sea que no solo se está volviendo hacia los extremos, sino que no tiene problemas en expresarlo. La vergüenza es lo que está desapareciendo, y se agarra de los pelos con el concepto de «politically correct».

En Chile se encuentra la comunidad palestina más grande del mundo fuera del Medio Oriente, con 350.000 miembros. Hace pocos días, el embajador de la Autoridad Palestina en ese país,  Imad Nabil Djada, emprendió un ataque de neto corte antisemita cuando dijo que «en 1896 se reunió un grupo de intelectuales y asesores financieros para crear el Movimiento Sionista, con un justificativo: crear una patria para el pueblo judío. La verdad es que este objetivo tenía por fin proteger los planes de los judíos de dominar la vida de todo el mundo».

Se trata de una cita directa de los Protocolos de los Sabios de Sión, el panfleto apócrifo del siglo 19, que constituyó entonces la vía por la cual el antisemitismo pudo reencarnar cuando Occidente abandonó los mitos judeófobos medievales a raíz del Iluminismo, que los volvía obsoletos. De la judeofobia política a la darwiniana que trajeron los nazis hubo unos pocos pasos.

La organización estadounidense «Americanos por Paz Ahora», que apoyan a Paz Ahora en Israel, llamaron al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, a despedir a su embajador en Chile. «Expresiones de esa clase estimulan el odio y confieren legitimación a las mentiras antisemitas», dijeron en un comunicado.

Cuando una organización paloma como Paz Ahora tiene que salir al cruce de expresiones proferidas por el bando con el cual buscan el acercamiento, ese bando debe decidir para qué lado empujan sus velas. O bien llamarse a la reflexión -«el embajador no nos representa»- o bien sincerarse: «Sí, en realidad eso pensamos». Puede que no hagan ni lo uno ni lo otro. Será un signo de los tiempos.

Por estas playas israelíes las cosas no están mejores. El Ministro de Cultos, David Azulai dijo este fin de semana en una entrevista: «No quiero ser la primera persona en la historia del pueblo judío en reconocer a los reformistas. Los reformistas son una catástrofe para el pueblo judío».

El propio primer ministro Biniamín Netanyahu debió emitir una «reprimenda» contra el ministro de Cultos: «He dialogado con el ministro Azulai y le he recordado que Israel es el hogar de todo el pueblo judío».

Azulai intentó reducir daños: «Quiero referirme a mis palabras que fueron sacadas de contexto por factores de interés para provocar una fractura en el pueblo. Por supuesto que todos los judíos, aunque pequen, son judíos. Vemos con gran dolor el daño de la reforma en el judaísmo, que trajo el mayor peligro para el pueblo judío, que es la asimilación».

Las declaraciones de Azulai -que, recordemos, no es un rabino de barrio sino el Ministro de Cultos-, así como su «aclaración», provocaron la ira del Movimiento Reformista. El rabino de esa corriente, Guilad Kariv, dijo que «el hecho de que el ministro no retiró sus palabras es clara muestra de que el primer ministro no puede contentarse con condenar sus dichos. Esperamos que el premier ponga claro que no tolerará expresiones que deterioran las relaciones entre Israel y el judaísmo del resto del mundo».

El domingo último, 5.7.15, el gabinete votó a favor de anular la reforma a la conversión al judaísmo, que confería la potestad de la conversión también a las autoridades rabínicas municipales, ya no solo al Rabinato Central. Ello abría las puertas a conversiones no ortodoxas. Una de las condiciones para la reentrada de partidos ortodoxos a la coalición era esta anulación, a la cual Netanyahu tuvo que acceder para arañar los 61 escaños con que cuenta su gobierno en la Knesset.

 

Este es un gobierno de derecha, coaligado con la ultraortodoxia. Es lo que podía hacer Netanyahu si quería formar coalición. Ya hemos dicho que es un gobierno vulnerable, que navegará como una cáscara de nuez en un océano tormentoso, en las manos no solamente de los partidos menores en su coalición, sino de cada uno de sus diputados en la Knesset. Cada ministro y cada diputado tiene al premier tomado de sus partes pudendas, puede expresar lo que se le antoje y elevar las propuestas que se le ocurran.

Tengo malas noticias para el Movimiento Reformista: si quieren que algo cambie, en lugar de exigir al premier, en declaraciones sacarinadas, que «no tolere» los atropellos ultraortodoxos, deberán venir a Israel y dar batalla política. Mientras tanto, Israel se continuará manejando en el aspecto religioso -conversión, matrimonio, entierro- por la vía ultraortodoxa, y los ministros se seguirán expresando como los dueños de casa que son. Porque aquí no hay otros. Solo si los no ortodoxos atinan alguna vez a organizarse, esas serán buenas noticias.

Porque el mundo, si lo dejan, va hacia los extremos. Es un signo de los tiempos.