
Miri Reguev y Naftali Bennet. Netanyahu tendrá que decidir en qué momento dejar de jugar con ellos a quién es más derechista, poner bozales a los Rottweiler en su coalición, y preservar la democracia israelí.
¿No están ocurriendo demasiado seguido estos intentos de la derecha por acallar lo izquierdista, lo liberal, lo distinto, en Israel?
Uno podía entender que Miri Reguev, ministra de Cultura, vociferara en la apertura del Festival Israel contra el financiamiento estatal de piezas teatrales que muestran desnudos en vivo en escena. Después de todo, es Miri Reguev. Uno puede denunciar, advertir, oponerse, pero no escandalizarse: ya pasamos el umbral de sorpresa e histeria.
El problema es cuando el ministro de Educación, Naftali Bennet, le pide al Prof. Assa Kasher redactar un «código ético» para los titulares de cátedra universitarios israelíes, que les prohíba pronunciarse políticamente en sus clases y en sus investigaciones. El informe que redactó Kasher también llama a nombrar un «comité regulador» que revise los dichos de los docentes y «atienda las denuncias de los estudiantes». Es decir, un cuerpo inquisitorial.
Existe un problema en las universidades. La ideología dominante es de izquierda, lo cual no sería problema en sí mismo. El problema reside en que han escuchado voces que indican que quien no responda al tono izquierdo del discurso académico hegemónico, sufre actitudes de marginación, cuando no de persecución política. Eso está mal.
Pero de ahí a prohibir a un docente expresarse políticamente, cuando tantas áreas académicas están ligadas a lo político y, en general, no existe lo no político cuando se trata de lo universitario, hay un trecho. Se ha argumentado: «¿Por qué un profesor de biología tiene que decir que se opone a la ocupación de los territorios?» Respuesta: es improcedente, porque hace perder tiempo a los alumnos respecto del contenido de la materia; dependiendo el contexto, puede ser incluso poco profesional; pero no hay violación a la ética, ni a la moral, ni a la ley, y no puede estar fiscalizado por un «comité de sabios», so pena de sanciones. ¿Y dónde estará el límite? ¿Quién se arrogará el derecho de fijarlo?
¿Los profesores deberán ir a clase con grabadores y con abogados? ¿Y qué dirán Kasher y Bennet cuando empiecen a llegar denuncias contra profesores que defiendan a los colonos o combatan al BDS desde sus claustros?
¿Qué dirá a todo esto el premier Netanyahu? Como republicano de derechas, pero republicano al fin, uno esperaría que acortara las riendas de sus Rottweiler. Hasta ahora, cada vez que Bennet intentó ganarle por derecha, Bibi se vio «obligado» a superarlo, por su obsesión de no se escapen votos hacia su adversario dentro de la coalición. Ocurrió en el caso del soldado Elor Azaria y otros. ¿También aquí huirá hacia adelante?
Es cierto: como en tantos otros casos, no es un hecho consumado, aún el Consejo de Educación Superior lo debe aprobar, etc. Por ahora se trata de cacareos sin dientes. Pero la pregunta que me irrita la mañana es: ¿no están ocurriendo demasiado seguido estos episodios cacareantes y preocupantes en Israel?
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