Ben Dror Yemini, mi casi siempre columnista de cabecera, apoya este año que se haya evitado la entrada de los miembros palestinos del movimiento de coexistencia «Combatientes por la Paz» para una ceremonia conjunta israelí-palestina del Día de Recordación. ¿Por qué?
Años anteriores estaba bien dejarlos entrar, porque «CxP» son ex soldados israelíes y ex terroristas palestinos que entendieron que la vía de la violencia no lleva a nada, y que podemos reconciliarnos con el diálogo en la mutua comprensión. También la Corte Suprema lo entendió así.
Pero este año algo cambió. Hace 6 meses «CxP» publicó un video de propaganda en favor del llamado «Derecho al retorno de los refugiados palestinos». No existe tal derecho. Decenas de millones de personas perdieron sus hogares durante el siglo 20.
Fue como resultado de un proceso de derrumbe de los imperios, intercambios de poblaciones y creación de los estados nación. Luego de pocos años, todos dejaron de ser refugiados. Ninguno de todos esos millones, todos echados con lo puesto, tuvo «derecho al retorno».
Eso incluyó a 800.000 judíos expulsados de los países árabes (el mismo número que los refugiados palestinos originales) en venganza por la creación de Israel. Por no hablar de los millones de masacrados en la Shoá y las centenas de miles de judíos sobrevivientes, desplazados que no pudieron «retornar» luego a sus casas en toda Europa.
Dos millones de alemanes fueron expulsados de Polonia. 7 millones de musulmanes fueron expulsados de la India, otros 7 millones de hindúes lo fueron de Pakistán. 2 millones fueron masacrados en el camino. Nadie habla hoy de refugiados hindúes, o pakistaníes, o judíos o alemanes.
Desde que se creó el problema de los refugiados, éste no tuvo como objeto alcanzar la paz sino destruir a Israel como país con mayoría judía. Lo dijo, en 1949, el canciller egipcio, Muhamad Salah-A-Din: «La demanda de retorno de los refugiados es la demanda de destruir Israel».
Nasser, pte. egipcio, 1960: «Si los refugiados vuelven a Israel, será el fin de Israel». Yasser Arafat, 1998 (5 años después de los Acuerdos de Oslo!): «El tema de los refugiados palestinos es nuestra carta ganadora en pos de la destrucción de Israel».
Durante las décadas que pasaron desde Oslo, los palestinos rechazaron todass las propuestas israelíes de un Estado en 95% de Cisjordania, 100% de Gaza y compensación territorial. El problema no eran los asentamientos sino el tema de los refugiados.
Como lo dijo Farouk Kadumi (alto funcionario y negociador palestino) en 2002: «El retorno de los refugiados a Haifa y Acco (dentro de Israel) es más importante que obtener un Estado».
Así, el rechazo palestino a la fórmula de «2 Estados para 2 pueblos» se origina en que ello implicaría el fin -explícito o tácito- de la demanda de retorno masivo de los refugiados a territorio israelí.
La izquierda sionista israelí, dice Yemini, debería no solamente presionar al gobierno de la derecha israelí con el fin de los asentamientos, sino poner en claro a la parte palestina que su reclamo de «derecho al retorno» es una demanda de suicidio nacional para Israel.
Ello no ocurrirá. Pero cuando una organización como «Combatientes por la Paz» adopta la postura del «Frente del Rechazo» árabe y palestino, impulsando el derecho al retorno, no está impulsando ninguna paz, sino la continuación del rechazo.
«CxP», al adoptar la lucha por el «derecho al retorno», está adoptando la postura de aquellos que se levantaron para asesinar, que no luchan contra el «fin de la ocupación en Cisjordania y Gaza», sino contra la mismísima existencia del Estado de Israel.
El progresismo israelí apoya la solución de 2 Estados étnicos, uno palestino y uno judío, que vivan en paz, seguridad y buena vecindad uno al lado del otro, pero no por medio del «derecho al retorno». Incluso Meretz se opone a tal derecho.
Desde el momento en que «CxP», responsable por la organización de la ceremonia conjunta del Día de Recordación, adopta el «derecho al retorno» como bandera, destinado a poner fin a la existencia de Israel, ha cruzado las líneas.
Por eso, la Corte Suprema y los izquierdistas israelíes de buena fe, no debieran apoyar esta ceremonia conjunta, que se ha convertido en una estafa intelectual y política.