BALANCE INCOMPLETO 5775: ISRAEL, O… LOS PARANOICOS QUE ISIS E IRÁN PERSIGUEN

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota de Herzog a manos de Netanyahu.

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota del líder de Majané Tzioní (laboristas) a manos de Netanyahu.

Por Marcelo Kisilevski

¿Cuáles son, en Israel y el Medio Oriente, los eventos centrales del año 5775 que termina?

El evento central en Israel del año hebreo que termina es, sin duda, la reelección de Biniamín Netanyahu como primer ministro. Los analistas se esfuerzan por descifrar el secreto de este político, al que no todos quieren, pero que nadie sabe por quién ni cómo reemplazar. En el propio Likud es quizás uno de los más aborrecidos, pero ganó las internas precisamente por no hallar dentro del partido de gobierno un reemplazo apropiado que pudiera ganar en las nacionales.

Finalmente ganó el miedo, una sensación de seguridad que Itzjak Buyi Herzog no pudo ofrecer al ciudadano común. No fue solo la frase de Bibi en Youtube, «los árabes corren masivamente hacia las urnas», ni los lapsus de los izquierdistas ashkenazíes que acusaron a los «besadores de amuletos», los religiosos y sefardíes. Estas fueron frases desafortunadas, que revelan que todavía los cortes y las adversidades dentro de la sociedad israelí todavía están vivos.

Pero las amenazas externas, fuertes y rotundas, ayudaron más aún al reelecto premier. Frente a las amenazas de Hamás, desnudadas más que nunca por el fenómeno ISIS, vale la frase inmortal de Woody Allen: «Que uno sea paranoico no significa que no lo estén persiguiendo». Herzog, además de oponer una alternativa cuerda y de hablar de seguridad y no sólo de economía, deberá todavía trabajar mucho sobre su imagen… si es que sobrevive a las próximas internas laboristas. Muchos votantes dijeron: «Solo Bibi me da una sensación de seguridad». Otros, tradicionales votantes del Likud, casi se disculpaban: «¿Y a quién otro quieres que vote?» Suena como votar por el mal menor, sobre todo teniendo en cuenta que muchos votantes de Bibi pertenecen a las capas más pobres de la población, que seguirán siéndo pobres gracias a su política. Para Netanyahu, no obstante, fue suficiente.

El gran éxito de las elecciones se lo llevó, sin embargo, la bancada árabe de Ayman Uda, por haber logrado unificar a políticos que van desde la devoción musulmana, a veces rayana en el apoyo al islam radical, pasando por un polígamo, hasta otros diputados árabes que apoyan los derechos de los homosexuales. Se trata de una obra de ingeniería política nada desdeñable, en la que políticos tan dispares entendieron que la unión puede valer la pena para convertirse en la tercera bancada del parlamento israelí.

No podemos olvidar que este es también el año del odio, en el que un jaredí (judío ultraortodoxo) acabó con la vida de Shira Banki, una adolescente de 16 años que participó en una Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén, y en que extremistas judíos de ultraderecha religiosa incendiaron la casa de la familia palestina Dawabsha en la aldea Duma, acabando con la vida de Ali, un bebé de un año y medio, y sus padres. Meir Etinguer, sospechoso de pertenecer a una célula terrorista judía presuntamente relacionada con el ataque, dijo desde su lugar de arresto que su grupo seguirá luchando por «crear el Estado de Judea», un Estado halájico que regrese a las fuentes de la época del rey David.

El año en la región

En el Medio Oriente, las diez guerras ya se han cobrado más de medio millón de vidas y producido cerca de diez millones de refugiados. Cuatro de esos millones, los sirios, tocan hoy a las puertas de Europa, y el cadáver de un niño de dos años tirado en la playa les cuenta a los europeos que el problema ahora es de ellos. En Siria el problema tiene nombre y apellido: Bashar El Assad, al que Rusia e Irán corren esta semana a ayudar abiertamente con armas y tropas. El bloque occidental, liderado por EEUU, deberá responder también a esta realidad.

No es fácil decidir apoyos y leer alianzas. Los rusos y los iraníes buscan la estabilidad de Assad en contra de ISIS, que también es enemigo de EEUU y de todo Occidente. Si «gana» Assad, Irán seguirá a las puertas de Israel. Si gana ISIS, en negociación para aliarse con el Frente Nusra, el Al Qaeda sirio, es el islam radical sunita el que amenazará las fronteras de Israel.

No es solamente ISIS, pero esta organización se terminó de revelar este año como el nuevo reino de la brutalidad a escala mundial. La organización adscribe a la ideología de Rashid Bagdadi, ya muerto, que opinaba que cuanto mayor fuera la crueldad, cuantas más cabezas rodaran, literalmente hablando, más pura se volvería el alma del creyente.

Entre otros males, la institución de la esclavitud ha renacido en todo su esplendor en el universo ISIS. Miles de habitantes del Medio Oriente, en su mayoría otros musulmanes pero también cristianos, son vendidos y comprados en los mercados de Irak y Siria. Y la discusión teológica hoy gira en torno a si le está permitido al hombre musulmán mantener relaciones sexuales con la esclava de su esposa. Y las opiniones en este crucial debate están divididas entre los «sabios» de ISIS…

La organización terrorista ya es no solo la más cruel sino también la más rica del mundo, pues maneja un país de más de diez millones de habitantes, en un territorio que ocupa casi medio Irak y un tercio de Siria, cobrando impuestos y comerciando con petróleo en el mercado negro internacional. La frontera entre ambos países ha desaparecido, y Occidente tendrá que decidir qué actitud tomará ante el nacimiento de un país nuevo autobautizado «El Califato», que en el camino amenaza con borrar otros dos países miembros de la ONU: Irak y Siria. ISIS ya ha anunciado que su agenda de conquistas incluye Libia, Egipto, Israel-Palestina, Líbano, Jordania y Arabia Saudita. Según la teología de Dar El Islam, aquel espacio imperial árabe que abarcaba las conquistas de Mahoma, los Cuatro Califas Rectos y la Dinastía Omeya, es solo el comienzo. Lo cierto, para el que quiera pensar con lógica, es que ISIS no se detendrá solo, y Occidente tendrá que decidir, aquí también, cuál será su actitud.

Este es también el año del acuerdo entre las potencias occidentales e Irán por el plan nuclear del país de los ayatollas. La discusión sobre el desempeño del premier Netanyahu es una discusión entre políticos israelíes. Queda claro, al final del día, que se trata de un acuerdo sumamente problemático que, como mucho, posterga la adquisición por Irán de armamento nuclear. Los países árabes se oponen tanto o más que Israel al acuerdo, solo lo manifiestan con menos ruido que el premier israelí. Cuando se termine de sellar el acuerdo, las relaciones entre EEUU e Israel se revelarán como vivas, coleando y más fructíferas que nunca para Israel en el plano militar, pues la Casa Blanca y, especialmente, el Pentágono, querrán mimar a Israel en compensación. Mientras Obama sueña con neutralizar la hostilidad de Irán al convertirlo en «un actor relevante para la estabilidad del Medio Oriente», el líder espiritual iraní, el ayatolla Alí Khamenei, ya anunció que su país seguiría luchando junto a sus aliados para exterminar a Israel, prometiendo que el Estado hebreo dejará de existir «en el lapso de 25 años».

En todo ese contexto, en medio de un tsunami de islam radical, el gobierno de Netanyahu anuncia que está dispuesto al diálogo sin condiciones previas con la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas. Se trataría de un paso inteligente, que acompañaría los esfuerzos de Turquía por mediar en emprendimientos económicos, la tan mentada «Pax económica», entre ambas partes en conflicto.

Economía y cultura

A nivel socio-económico en Israel, ni las medidas del anterior ministro de Economía, Yair Lapid, ni las elecciones, en las que Bibi prometía en vano hacer descender el precio de la vivienda, parecen lograr reducir el costo de vida, y la brecha entre ricos y pobres aumenta. Doscientas mil familias necesitarán en estas fiestas asistencia de las numerosas ONGs que reparten canastas de comida para la cena de Rosh Hashaná, un aumento significativo respecto del año pasado. Muchos matrimonios jóvenes que viven con sus padres, abren la ventana y miran a otros países donde logren hacer que su salario alcance. El país que más se escucha nombrar como destino migratorio, igual que para muchos sirios, es Alemania.

Sin embargo, Israel sigue siendo meta migratoria para muchos otros grupos, entre ellos, aquellos judíos que ven crecer el antisemitismo en sus países. Uno de ellos, es Francia, pero cada vez aumentan los lugares en el mundo donde circular por la vía pública con kipá puede resultar en una experiencia llena de tensión, por decirlo delicadamente. La «aliá» a Israel motivada en el malestar espiritual más que en el económico, ha crecido en el año que termina. En lo económico, Israel no es un país fácil, pero esto está medido en términos del primer mundo.

Como párrafo cultural, la noticia de este año es el nombramiento de Miri Reguev como ministra de Cultura. Reguev se había hecho famosa como portavoz del ejército israelí durante la Desconexión de Gaza y en la Segunda Guerra del Líbano. A su retiro, se incorporó sin dudarlo al Likud. Desde el principio se manifestó como un «patito feo» de la política israelí, a veces provocativa, siempre polémica. El ministerio de Cultura estaba claramente fuera de su zona de confort. Hoy enarbola con ruido de petardos la bandera de la cultura periférica no ashkenazí, con una agenda declarada de poner a la periferia israelí, tanto social como geográfica, en el mapa de la cultura, aún al punto de recortar significativamente los presupuestos de la cultura hegemónica mainstream, ashkenazí, occidentalizante, de Israel. No es una visión descartable persé. La pregunta que muchos se hacen es entonces por el estilo: ¿hace falta pelearse, para tan noble fin, con la actriz símbolo de la alta cultura israelí, la enorme actriz Guila Almagor y con todos los hacedores de la cultura «telavivense»? ¿Hace falta amenazar con negar presupuestos a producciones artísticas que según su visión política «deslegitiman a Israel», produciendo titulares y atrayendo fuego innecesario?

Para 5776, cabe esperar un año hebreo con menos enfrentamientos, donde la norma sea la convivencia, la solidaridad y la paz. Que esta no sea una frase de circunstancia. Shaná Tová.

Ali Saad Dawabsha z»l. No al terrorismo judío

AliSaadDawabsha

Por Marcelo Kisilevski

Así como desde este lugar nos esforzamos por denunciar el terrorismo islámico como el gran obstáculo para la paz y el gran desafío que enfrenta el mundo en este siglo, hoy tenemos que denunciar el terrorismo judío.

Es cierto que los casos se cuentan con las manos y, que cuando ocurre, el gobierno y las fuerzas armadas israelíes atrapan a los culpables y la sociedad israelí los repudia con toda la fuerza posible, a diferencia de lo que ocurre con sociedades o gobiernos vecinos. El presidente palestino Mahmud Abbas otorga subsidios a familias de terroristas y bautiza calles en su nombre como si fueran grandes héroes. Eso no podría ocurrir del lado israelí.

Pero todo eso no me importa hoy. No puedo aceptar el terrorismo judío. Tampoco puedo aceptar que se intente desviar el punto de lo «judío» como si no fuera políticamente correcto, porque entonces no podríamos decir tampoco «terrorismo islámico».

Entendámonos: los terroristas incendiaron la casa del bebé Ali Saad Dawabsha, de la aldea Duma, desde «lo judío», y desde su forma deforme y pervertida de entender su religión y su identidad de pueblo. Mataron a un bebé palestino e intentaron liquidar a toda su familia, que lucha ahora por su vida, por el solo hecho de ser palestinos. ¿Cuál fue el crimen de Ali?

Como judíos y como israelíes estamos contra el terrorismo judío, que existe. Hace un año fue el adolescente Muhamad Abu Jdir, quemado vivo en los bosques de Jerusalem. Hoy es Ali Saad Dawabsha. Puede que no refleje una realidad masiva, pero hoy, para la familia Dawabsha, es terrorismo total. Para nosotros también.

Es terrorismo fundamentalista judío, y pretende arrogarse la representación de lo judío. Pues no: no me representa. No nos representa. Y no va a desaparecer solo. Si la repetición cíclica de actos terroristas ocurren en el supuesto nombre de Israel, Israel tiene un problema y lo debe enfrentar.

Mientras esperamos que la policía y el ejército atrapen a los terroristas (por suerte y por lo menos, en general es lo que ocurre), y el premier Netanyahu condena y promete hacer justicia como corresponde, hagamos votos por que este execrable crimen nacionalista no dispare una nueva escalada de violencia en una situacion contenida a duras penas.

Me quedo con las lúcidas palabras del presidente del Estado, Reuvén Rivlin, a los medios de comunicación árabes y palestinos: «Nos hemos levantado esta mañana a un día triste. El asesinato de Ali Dawabsha, un bebé que dormía en su cuna, y la herida grave a su familia, su hermano, su papá y su mamá, que lucha por su vida, hirieron el corazón de todos nosotros. Más que vergüenza, siento dolor. Dolor por el asesinato de un pequeño bebé. Dolor porque miembros de mi pueblo eligieron el camino del terrorismo y perdieron forma humana. Su camino no es mi camino. Su camino no es nuestro camino. Su camino no es el camino del Estado de Israel y no es el camino del pueblo judío.

«Lamentablemente, hasta ahora,  creo que hemos enfrentado el fenómeno del terrorismo judío con debilidad. No hemos internalizado todavía que estamos ante un grupo ideológico, decidido y peligroso, que se ha puesto como objetivo destruir los delicados puentes que construimos con tanto trabajo. Creo que, en la medida que entendamos que enfrentamos un peligro esencial para el Estado de Israel, seremos más firmes para enfrentarlo y arrancarlo de raíz».

Dos noticias que dividen

Por Marcelo Kisilevski

Las corrientes palomas contra el antisemitismo palestino. El gobierno israelí contra ultraortodoxos antirreformistas… que son parte del mismo gobierno. 

Alguien me dijo en un diálogo de pasillo: «Todo el mundo se está volviendo hacia los extremos». Tal vez el problema sea que no solo se está volviendo hacia los extremos, sino que no tiene problemas en expresarlo. La vergüenza es lo que está desapareciendo, y se agarra de los pelos con el concepto de «politically correct».

En Chile se encuentra la comunidad palestina más grande del mundo fuera del Medio Oriente, con 350.000 miembros. Hace pocos días, el embajador de la Autoridad Palestina en ese país,  Imad Nabil Djada, emprendió un ataque de neto corte antisemita cuando dijo que «en 1896 se reunió un grupo de intelectuales y asesores financieros para crear el Movimiento Sionista, con un justificativo: crear una patria para el pueblo judío. La verdad es que este objetivo tenía por fin proteger los planes de los judíos de dominar la vida de todo el mundo».

Se trata de una cita directa de los Protocolos de los Sabios de Sión, el panfleto apócrifo del siglo 19, que constituyó entonces la vía por la cual el antisemitismo pudo reencarnar cuando Occidente abandonó los mitos judeófobos medievales a raíz del Iluminismo, que los volvía obsoletos. De la judeofobia política a la darwiniana que trajeron los nazis hubo unos pocos pasos.

La organización estadounidense «Americanos por Paz Ahora», que apoyan a Paz Ahora en Israel, llamaron al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, a despedir a su embajador en Chile. «Expresiones de esa clase estimulan el odio y confieren legitimación a las mentiras antisemitas», dijeron en un comunicado.

Cuando una organización paloma como Paz Ahora tiene que salir al cruce de expresiones proferidas por el bando con el cual buscan el acercamiento, ese bando debe decidir para qué lado empujan sus velas. O bien llamarse a la reflexión -«el embajador no nos representa»- o bien sincerarse: «Sí, en realidad eso pensamos». Puede que no hagan ni lo uno ni lo otro. Será un signo de los tiempos.

Por estas playas israelíes las cosas no están mejores. El Ministro de Cultos, David Azulai dijo este fin de semana en una entrevista: «No quiero ser la primera persona en la historia del pueblo judío en reconocer a los reformistas. Los reformistas son una catástrofe para el pueblo judío».

El propio primer ministro Biniamín Netanyahu debió emitir una «reprimenda» contra el ministro de Cultos: «He dialogado con el ministro Azulai y le he recordado que Israel es el hogar de todo el pueblo judío».

Azulai intentó reducir daños: «Quiero referirme a mis palabras que fueron sacadas de contexto por factores de interés para provocar una fractura en el pueblo. Por supuesto que todos los judíos, aunque pequen, son judíos. Vemos con gran dolor el daño de la reforma en el judaísmo, que trajo el mayor peligro para el pueblo judío, que es la asimilación».

Las declaraciones de Azulai -que, recordemos, no es un rabino de barrio sino el Ministro de Cultos-, así como su «aclaración», provocaron la ira del Movimiento Reformista. El rabino de esa corriente, Guilad Kariv, dijo que «el hecho de que el ministro no retiró sus palabras es clara muestra de que el primer ministro no puede contentarse con condenar sus dichos. Esperamos que el premier ponga claro que no tolerará expresiones que deterioran las relaciones entre Israel y el judaísmo del resto del mundo».

El domingo último, 5.7.15, el gabinete votó a favor de anular la reforma a la conversión al judaísmo, que confería la potestad de la conversión también a las autoridades rabínicas municipales, ya no solo al Rabinato Central. Ello abría las puertas a conversiones no ortodoxas. Una de las condiciones para la reentrada de partidos ortodoxos a la coalición era esta anulación, a la cual Netanyahu tuvo que acceder para arañar los 61 escaños con que cuenta su gobierno en la Knesset.

 

Este es un gobierno de derecha, coaligado con la ultraortodoxia. Es lo que podía hacer Netanyahu si quería formar coalición. Ya hemos dicho que es un gobierno vulnerable, que navegará como una cáscara de nuez en un océano tormentoso, en las manos no solamente de los partidos menores en su coalición, sino de cada uno de sus diputados en la Knesset. Cada ministro y cada diputado tiene al premier tomado de sus partes pudendas, puede expresar lo que se le antoje y elevar las propuestas que se le ocurran.

Tengo malas noticias para el Movimiento Reformista: si quieren que algo cambie, en lugar de exigir al premier, en declaraciones sacarinadas, que «no tolere» los atropellos ultraortodoxos, deberán venir a Israel y dar batalla política. Mientras tanto, Israel se continuará manejando en el aspecto religioso -conversión, matrimonio, entierro- por la vía ultraortodoxa, y los ministros se seguirán expresando como los dueños de casa que son. Porque aquí no hay otros. Solo si los no ortodoxos atinan alguna vez a organizarse, esas serán buenas noticias.

Porque el mundo, si lo dejan, va hacia los extremos. Es un signo de los tiempos.

 

Renace la nación aramea, y ocurre en Israel

"Gracias Israel por reconocer a las minorías arameas cristianas. Occidente, paren con la política de doble rasero hacia las comunidades no islámicas". Arameos cristianos israelíes manifiestan en abril pasado.

«Gracias Israel por reconocer a las minorías arameas cristianas. Occidente, paren con la política de doble rasero hacia las naciones no islámicas». Arameos cristianos israelíes manifiestan, en abril pasado.

Por Marcelo Kisilevski

Hace tiempo venimos explicando la persecución que sufren los cristianos a manos de los musulmanes en el Medio Oriente. Las pruebas más contundentes han venido de la mano de la siniestra organización Estado Islámico con sus crucifixiones, decapitaciones, conversiones forzadas, ejecuciones masivas y expulsiones de cristianos en Irak y Siria.

En Israel hace años ya, la comunidad árabe cristiana intenta separarse de su identidad árabe y abrazar la identidad israelí, por entender que muy bien no les ha ido con su histórica alianza con el panarabismo del siglo pasado, y con la nación árabe en general. Comenzó con un movimiento por el reclutamiento obligatorio de los cristianos al ejército israelí, un derecho-obligación que también solicitaron y se les concedió en su momento a los drusos israelíes.

Ahora el siguiente paso: el ministerio del Interior israelí ha concedido el pedido de los cristianos israelíes de que en sus cédulas de identidad, donde figura el apartado «Etnia» (en hebreo dice Leóm, Nación), en lugar de «Árabe» se lea «Arameo/a». Se trata de una lucha de años, y ayer el ministro del Interior, Gideon Sáar, supo tomar la decisión correcta.

«No somos árabes, sino cristianos que sólo hablamos árabe», explican, pero que hasta la conquista árabe en el siglo 7, hablaban arameo, el idioma más extendido en Palestina-Eretz Israel por siglos. En ese idioma se hablaba en Canaán y en la Península Arábiga premahometana, lo hablaron los hebreos, parte del Talmud y muchas plegarias están escritas en ese idioma. En arameo, probablemente habló Jesús. Hasta hoy en día el arameo es la «Lengua Sagrada» de las iglesias orientales.

El intento de ser parte

En los años ’50 del siglo pasado, cristianos como el sirio Michel Aflaq, uno de los ideólogos del Panarabismo y uno de los pensadores fundantes del partido Baath en ese país, intentaron con esta doctrina superar la barrera religiosa que los separaba de los musulmanes y elevar la identidad nacional como una instancia superadora del paradigma religioso, lo cual configuró su mejor intento de integrar el mainstream, e incluso el establishment mesoriental.

Pero el experimento salió mal a medida que el paradigma islamista se hacía carne, y en muchos lugares, el Medio Oriente se retrotrae hoy 1.400 años. No solamente en Irak o en Siria. Belén, la ciudad más importante de toda la grey cristiana en el mundo, ha sido vaciada prácticamente de cristianos en los últimos veinte años. Hoy es una ciudad musulmana, con un magro 1.5% de cristianos.

Israel, en cambio, es el único país en el Medio Oriente donde la comunidad cristiana crece. Lo ha hecho en un 1.000% desde 1948. Sin embargo, quizás con menos violencia, también son hostigados por sus supuestos conacionales, los árabes musulmanes israelíes. Ayer, los cristianos lograron oficialmente el divorcio.

El titular de la Asociación Aramea-Cristiana y capitán del ejército israelí, Shaadi Jalul, se emocionó y felicitó la decisión del ministro Sáar. «Es una decisión histórica y un viraje histórico en las relaciones entre cristianos y judíos en el Estado de Israel».

Dijo más: «Es quitarles la carta de la mano a todos los antisemitas, que calumnian al pueblo judío y al Estado de Israel. Es la prueba de que Israel cuida a sus ciudadanos y las identidades de las minorías que viven en ella, a diferencia de todos los países árabes en nuestro derredor».

Ahora se podrá hablar de tres iglesias o ramas cristianas israelíes: la Iglesia Aramea-Maronita (cuya mayoría se encuentra en el Líbano), la Iglesia Aramea-Católica, y la Iglesia Aramea-Ortodoxa. En Israel, en total, se trata de una comunidad de unos 133.000 arameos. Su reconocimiento como etnia separada de los árabes puede tener implicancias importantes, como la posibilidad de una red educativa separada de la árabe: hasta ahora, en las escuelas árabes sólo se estudia la heredad árabe, e islam.

Desde ahora, todo cristiano en Israel podrá optar por colocar «Arameo/a» en su cédula de identidad. La nación aramea ha renacido, y lo hace nada menos que en Israel. ¡Salud!

Israel, Gaza y el Mundo: Cuando Todo Aumenta

Por Marcelo Kisilevski

El islam radical aumenta la apuesta. El cinismo de Hamás a trepado a nuevos picos. El antisemitismo se ha quitado la máscara. La superficialidad en el análisis no conoció límites. La guerra de los números (de muertos) adquiere ribetes macabros. Crónica de un mundo que «va por más». 

En muchas manifestaciones, los motivos antisemitas directos se entremezclaron en los clásicos llamados a "parar la masacre". Los medios y los gobiernos no pueden quedar indiferentes al aumento del antisemitismo abierto.

En muchas manifestaciones, los motivos antisemitas directos se entremezclaron en los clásicos llamados a «parar la masacre». Los medios y los gobiernos no pueden quedar indiferentes al aumento del antisemitismo abierto.

Durante esta guerra se exacerbó todo. Los cohetes de Hamás llegaron más lejos. Más israelíes quedaron dentro del rango de tiro y millones debieron correr a los refugios. Hamás aumentó su apuesta casi hasta el final, y así aumentó también la reacción israelí.

El islam fundamentalista también fue más. La contienda no fue solamente contra Hamás: los políticos, los países árabes, los analistas, miran hacia el noreste, donde ISIS sólo ha comenzado su carnicería, y su marcha implacable hacia Siria, Líbano Jordania, Israel y también hacia Europa. Las banderas de ISIS ya han llegado al Viejo Continente. No por nada los países árabes no se pronunciaron esta vez, como era su costumbre, condenando a Israel por el ataque en Gaza. El contexto internacional se ha modificado, se ha amplificado.

Durante el último Ramadán, que terminó hace pocos días, organizaciones como ISIS en Irak, Jabat El Nusra en Siria, Boko Haram en Nigeria, mataron a 15.500 personas. En 2013 habían sido 8.000. Este fin de semana, ISIS conquistó una aldea de la etnia yazidi en Irak, y les dio dos opciones: conversión al islam o muerte. Al final fusilaron a sangre fría a 80 varones y secuestraron a 100 mujeres. Los muertos en Siria ya rozan los 200.000, entre ellos 1.800 palestinos de campos de refugiados. Sin embargo, sólo la muerte de 1.867 palestinos en Gaza a manos de Israel, fue calificada de «genocidio» por gente muy respetada en Occidente. El relativismo moral también alcanzó niveles de exuberancia.

Periodistas «apretados» y amenazados

Creció también la sofisticación de la táctica de Hamás de utilización de civiles en la contienda. Una vez que los corresponsales extranjeros salieron de la Franja, comenzaron a relatar lo que verdaderamente había ocurrido. Fueron publicadas las órdenes de Hamás a sus combatientes de mantener a la población en sus hogares: «El ejército israelí limita su fuego contra concentraciones de población civil», se lee en el documento de instrucciones a los cuadros. «Recomendamos utilizarlas con fines ofensivos. Disparar desde viviendas civiles es interés de Hamás puesto que potencia el odio contra Israel».

Los periodistas fueron «apretados» para que den una sola versión de los hechos, a saber: «Israel dispara deliberadamente contra civiles». Cuando un periodista de la India filmó desde su cuarto de hotel a una célula de Hamás disparando misiles de entre las casas, lo hizo murmurando: sabía que estaba arriesgando la vida. Muchos periodistas saben que no podrán entrar más en Gaza por estas revelaciones.

Medios respetados y no precisamente pro-israelíes, como New York Times, la mismísima Al Jezeera y la BBC de Londres, comenzaron a poner en duda las estadísticas hamásicas y a hacer las preguntas correctas, si bien sólo después de la retirada israelí de Gaza, cuando el daño en la opinión pública mundial ya estaba hecho.

El NYTimes analizó las cifras y las edades de los muertos de la lista entregada por «fuentes médicas en Gaza» pero controlada por Hamás con mano de hierro, y descubrieron que los hombres de 20 a 29 años (varones en edad de combatir), que son el 9% de la población general, constituían un tercio de los muertos. Ello implicó, por ejemplo, quitarles los uniformes a los cuerpos de los combatientes caídos y hacerlos pasar por civiles. En cambio, las mujeres y los niños menores de 15 años -menos propensos a empuñar un rifle- y que representan juntos el 71% de la población general, representan un tercio de los muertos. Es decir, con todo el dolor por la muerte de civiles no involucrados, no se puede llamar a eso «matanza indiscriminada». Algo bien diferente sucedió allí.

En el islam radical, la posibilidad de «ocultar la verdad en la defensa del islam» se llama «taqiyya», que es difinido como «disimulación, o dispensa legal, por la cual un creyente puede negar su fe o cometer otros actos ilegales o blasfemos, al verse en peligro significativo de persecución». En otras palabras, el islam prevé el uso de la mentira, pero sólo ante el peligro para la propia vida. El islam radical, con Hamás a la cabeza, ha llevado ese concepto a altísimos y macabros niveles de sofisticación.*

Cuando los «sionistas» eran los «judíos»

La cobertura de ciertos medios de comunicación también fue exacerbadamente militante. Un «poeta» palestino fue entrevistado por una radio sudamericana diciendo que los soldados caminaban entre la multitud palestina «buscando mujeres y niños», y cuando los encontraban «les disparaban en la cabeza». Los periodistas de la radio lo dejaron hablar sin siquiera repreguntar.

Es que la superficialidad del análisis también fue la estrella de este período. La lectura se redujo a un pensamiento moralmente escandaloso: «Murieron más palestinos. Ergo, Hamás tiene razón». Ese pensamiento, llevado a sus últimas consecuencias, daría la razón a Hitler: en los bombardeos de los aliados sobre Alemania murieron entre 400.000 y 600.000 alemanes civiles. Por los cohetes nazis sobre Londres, murieron 10 veces menos: 60.000.

También ha crecido el antisemitismo en el mundo, o por lo menos, ha aumentado el desembozo. A partir de la Segunda Guerra Mundial y la Shoá, el antisemitismo había quedado colocado en el freezer: ya no era políticamente correcto decir «yo soy antisemita», o «yo odio a los judíos» a excepción de los neonazis, por décadas alejados del mainstream occidental. No es que el odio hubiera desaparecido, sino que había quedado sublimado, recanalizado hacia «el judío entre los estados», Israel. De ello hemos tratado en un post anterior.

Pues bien: el «recreo» de siete décadas ha finalizado, y los antisemitas ya no tienen problema en identificar al odiado sionismo con los judíos. En Alemania se escuchaban gritos de «judíos (ya no ‘sionistas’) a las cámaras de gas». En Berlín, un hombre fue golpeado por usar kipá en la calle, y el embajador israelí en Alemania denunció que «están atacando judíos en la calle como si fuera 1938». En México se gritó «Fuera judíos de México», en París una sinagoga fue atacada por una horda neonazi y repelida por la juventud judía. En Toulouse, un hombre fue arrestado por lanzar bombas incendiarias contra un centro judío, periodistas mezclaron la palabra «judío» como sinónimo del demoníaco «sionista». En las manifestaciones en Londres, Hitler fue convocado y bendecido.

Es que también ha aumentado la claridad, el sinceramiento de todas las pasiones. El antisemitismo no había desaparecido, sólo estaba camuflado. Ahora ha recibido certificado de buena conducta, ha quedado en libertad, y se ha sincerado. La mayor parte de la humanidad, que en general se mantiene imparcial, cuando no indiferente, deberá ser advertida de que de eso se trataba, y deberán cuidarse de aquellos que llaman a la destrucción de Israel: estaban hablando de los judíos. Ahora queda más claro.

 

* Para leer un informe completo de USNews traducido al español: http://hatzadhasheni.com/las-mentiras-del-hamas-sobre-los-muertos-y-los-medios-de-comunicacion-que-les-creen-por-oren-kessler/ 

Reconocer al antisemita, para esquivar el odio

La acusación de "Israel = Nazis", además de justificar el Holocausto en retrospectiva, tiene un solo corolario: la destrucción de Israel.

La acusación de «Israel = Nazis», además de justificar el Holocausto en retrospectiva, tiene un solo corolario: la destrucción de Israel.

Claves para distinguir una crítica legítima a Israel de aquella con trasfondo antisemita: algunos lectores de este blog como «case study», y guía práctica.

Por Marcelo Kisilevski

Están pasando cosas terribles en Gaza, el operativo se convierte en guerra, Hamás viola su quinta tregua, llevando a la continuación de la guerra con sus decenas de muertos palestinos diarios, un soldado israelí ha sido secuestrado por esa organización, los países se alinean y realinean y hay mucho que explicar y entender.

Pero el blog de este cronista se ha poblado con algunos lectores a los que todo esto no interesa, pues están hace ya días obsesionados, ocupados febrilmente en «Israel mata civiles y le encanta hacerlo», y en «cómo podemos agarrar al judío en una mentira». Por eso, se trata de una buena oportunidad para dotar a nuestros lectores de herramientas para distinguir las críticas de corte antisemita, de aquellas opiniones legítimas, con las que podemos entablar un diálogo.

Carlos, Salva y Diego, que así se hacen llamar estos lectores, han emprendido una campaña en este blog, escribiendo todos los días lo que para ellos es una prueba contundente del carácter «nazi» de Israel: «Israel dispara, niños mueren». En sus diatribas, utilizan medias verdades, descontextualizaciones, manipulaciones e insultos, como «sionista» (en su sentido insultante), «mentiroso» y «nazi», contra mi persona y otros lectores del blog. En algunos países, el antisemitismo es una figura penal. Eso solo basta para cerrarles el micrófono.

 

Una técnica interesante consiste en señalar una inexactitud informativa vertida en alguna nota del blog y cargar las tintas contra ello, presentándolo una y otra vez como una mentira deliberada, lo cual supuestamente probaría que la información que estamos presentando diariamente es en su totalidad una construcción falsa: en realidad, quieren demostrar, Israel mata adrede a civiles palestinos, y el hecho de que para ocultarlo se recurra a «mentiras», así lo demuestra.

Pues la pregunta no es si el judío miente en su blog, sino: ¿cuál es la agenda del que lo denuncia con tanto fervor durante días y días?*

En algún momento, al señalar la maligna astucia de Israel de «decretar  una tregua para que, cuando los palestinos vayan al mercado los bombardeen en plena compra», dijo el antisemita de nombre Salva: «Ahora entiendo por qué los judíos ganan tantos premios Nobel».

Él responderá de ninguna manera es antisemita, que le importa defender a los palestinos y no atacar a los judíos y, por supuesto, que tiene amigos judíos. Además, dirá que lo estamos acusando de antisemita «como siempre lo hacen los judíos, para justificar la matanza». Pero sabemos que hemos llegado a la verdad: los palestinos no les importan, sino solamente cuando Israel, el país de los judíos, está ahí para echarle la culpa.

Denunciar una supuesta «práctica de matar adrede y por placer», y no contextualizarlo en un trasfondo geopolítico mayor, o en la agresión del oponente, a saber Hamás, es el intento de presentar a Israel como una fuerza maligna, que disfruta de poder matar palestinos por el solo hecho de serlo. Si esto es así, la única manera de parar la matanza es destruyendo al matador.

Empezando por el principio

¿Se puede criticar a Israel sin ser declarado antisemita? ¡Por supuesto que se puede! Este cronista ha mantenido decenas de intercambios en estas semanas con críticos de Israel, muchos bastante duros y buenos oponentes, y ha sido un verdadero intercambio de ideas. Los mentados lectores, en cambio, no debaten, sólo atacan, como matoncitos de barrio, esperando que salga el gordito de anteojos, que esta vez es judío, a la salida del colegio para ponerle el pie y hacer que se caiga. Sinceramente les importan un bledo los palestinos, incluso les importa un bledo un dato mal puesto en una crónica. Lo que los hace temblar de placer hasta el orgasmo es «tener a Israel agarrado por sus genitales: hemos pescado al judío entre los países matando gente»; y al judío de turno: «lo hemos pescado en una mentira», lo que prueba que los judíos no sólo son diabólicos asesinos que matan sin explicaciones y sin ofrecerlas: también manipulan la realidad para ocultarlo.

Que ellos hagan lo mismo que dicen denunciar, poco importa. Por ejemplo, a la luz de los kilómetros y más kilómetros de túneles revestidos en cemento, construidos para atacar en suelo israelí, tanto a soldados como a civiles, el antisemita llamado Salva me insta a contestar, confiado en tener acorralado a este autor: ¿por qué se niega Israel a dejar a entrar en la Franja de Gaza «algo tan inocente como materiales de construcción»?

Es que no solamente los palestinos los tienen muy sin cuidado, sino que lo que también les importa bien poco es la verdad. Hasta el cansancio se les puede señalar, como lo hemos hecho en los informes, algunas verdades incontrastables: que Hamás utilizó cantidades colosales de cemento llegado a Gaza para revestir kilómetros y más kilómetros de túneles, en lugar de construir casas y otras cosas positivas, tan necesarias y de verdad inocentes. Todo eso no importa: ellos seguirán machacando que Hamás reclama «algo tan inocente como material de construcción». Es decir, con tal de dejar mal a Israel, están dispuestos a ver en Hamás a la Madre Teresa de Calcuta. Pero para ellos el que manipula es el judío, que además se arroga «superioridad moral», acusan, como si ellos se condujeran como humildes monjes tibetanos (su tono, además de sus dichos, pueden ser apreciados en los comentarios a los posts anteriores).

Podemos mostrar una y otra vez que no hay operativos semejantes en Cisjordania, pero sí en Gaza, y eso solo tiene que llamar a la reflexión. Y si la razón parece misteriosa y genera curiosidad podemos explicarla. Al contrario que en Cisjordania, donde gobierna una Autoridad Nacional Palestina con la que se puede tratar, y se ha logrado un «modus vivendi» con altibajos por las buenas durante años, en Gaza gobierna Hamás, una organización embanderada con el islam radical, la ideología más reaccionaria y nefasta del siglo 20 y 21 después del nazismo, y que la practica matando, no sólo judíos sino a su propia población o, como ellos mismos lo dicen «no llevamos a nuestro pueblo a la destrucción; lo llevamos hacia la muerte». Para ello, han convertido a toda la Franja de Gaza en un gigantesco bunker y campamento militar, con la característica de tener mucha gente civil circulando dentro. Por suerte pueden acusar al enemigo externo de «encerrarnos en un gigantesco campo de concentración», y la analogía atraerá al Hamás tantos idiotas útiles como los antisemitas Carlos, Salva y Diego, que ya pueden cantar victoria festejando por medio de «algo tan inocente» como sus tradicionales y tiernos disparos al aire.

Sólo cuando se puede culpar a Israel

A ellos, decíamos, les importan un bledo los palestinos. Fingen que les importan sólo cuando pueden acusar a Israel de infligirles cualquier sufrimiento. Kuwait expulsó 300.000 palestinos de su territorio en 1991 cuando Arafat abrazó a Saddam Hussein luego de que éste se tragara a aquél de un bocado. Pero los «pro-palestinos» ni siquiera se deben haber enterado porque Israel no estaba allí para ser culpado.

Cuando lo colgaron a Saddam en 2003, los chiítas que habían sufrido su puño de hierro salieron a la calle a matar palestinos por ser sunitas, y por haber sido los protegidos del dictador. 400 palestinos murieron por el solo hecho de serlo. Ahora, Bashar Assad mató a 1.800 palestinos entre todos los civiles sirios. ¿Se metieron nuestros héroes de la verdad a buscar camorra en los blogs de todos los defensores del país «nazi» Kuwait, de los chiítas «nazis» iraquíes, del dictador «nazi» Assad? No, porque para ellos el único país «nazi» es Israel, y el hecho de las imágenes de niños palestinos muertos, lejos de provocarles empatía con el sufrimiento palestino, los hace gozar hasta  el orgasmo, y vuelven todos los días por ese placer sexual al blog de «Marcelino el sionista», o el judío, (a quién le importa a esta altura diferenciar) para probar de una vez «por qué los judíos tienen tantos Premios Nobel», como dijo el antisemita llamado Salva con profunda sinceridad y honestidad intelectual. No son los palestinos el asunto, ni siquiera lo es Israel: el asunto son los judíos.

Por supuesto que se puede criticar al gobierno de turno de Israel. Yo mismo lo hago, pero porque quiero un Israel mejor, no porque quiero que desaparezca. Esa es la primera señal para reconocer una crítica de corte antisemita. Cuando el trasfondo es: «dado tal o cual acto, y dados los refugiados palestinos, Israel es un estado forajido que debe desaparecer», estamos en presencia de judeofobia, de antisemitismo en estado puro.

El tema del derecho a la existencia

En uno de sus ataques de odio confesó el antisemita llamado Diego su verdadera agenda:

«En cuanto a motivaciones históricas, si alguien viene a mi casa, y me dice que se queda el cuarto de baño, un dormitorio y medio salón, yo también le mando a tomar por culo, que es lo que hicieron los palestinos en el 48. Que Israel haya ganado todas las guerras posteriores, no reconvierte el expolio que fue la fundación de Israel.»

Es decir, de la discusión de si Israel es criminal al matar civiles, pasamos a la mismísima fundación de Israel. Los antisemitas siempre terminan llegando allí: la fundación de Israel fue un expolio, y por lo tanto ilegal. ¿Y por qué es esto antisemitismo del más bajo?

No solamente porque Israel fue uno de los pocos países en el mundo creado en una base tan sólida de acuerdo con la ley internacional. Casi se diría que fue la ley internacional personificada la que creó a Israel.

Es antisemita, porque el razonamiento le niega el derecho de autodeterminación de los pueblos a un solo pueblo: el judío. No importa que ese pueblo ya haya reconocido el derecho de autodeterminación del vecino palestino, y que lo único que se le exige para concretarlo es dejar de intentar matar a sus civiles. El judío, que se debe ir de su país de origen, porque era «extraño», se debe ir también de Israel, porque es un estado ilegítimo. Ergo, lo que es ilegítimo para el antisemita es que el judío viva.

Pero el argumento del «pecado original de 1948» es antisemita, además, porque de la acusación de que Israel provocó el tema de los refugiados y les robó sus tierras, (cosa que habría que discutir, y lo solemos hacer, pero aquí no hace al punto), se desprendería un principio general, a saber:

«Todo país que en su proceso de nacimiento y desarrollo le hizo daño a otro colectivo humano –expulsión, despojo o matanza-, debería desaparecer».

Si fuéramos intelectualmente honestos y no desproporcionados, como ellos reclaman a Israel, esa debe la gran lección que nos deja el caso de los refugiados palestinos.

Si ese esa es la regla, pensemos en algunos otros ejemplos de países a los que a Carlos, Salva y Diego les encantaría ver desaparecer, según el principio general que ellos mismos están estableciendo.

Debería desaparecer España, por haber despojado a sus judíos y a sus árabes de todas sus propiedades en 1492, expulsándolos luego sin más ni más. Debería desaparecer una segunda vez, por quemar luego a los «judaizantes» en la hoguera de la Inquisición, y una tercera vez, por matar nada menos que a 500 millones de aborígenes en el continente americano durante los siguientes cinco siglos.

Debería desaparecer mi país, la Argentina, pues ha perpetrado el genocidio de los indios de la Patagonia en la famosa Campaña al Desierto, para «pacificar» y ampliar «las fronteras de la patria». Y una segunda vez por el terrorismo de estado con los desaparecidos.

Debería desaparecer Francia, por el Terror de Robespierre y por Argelia.

Alemania también, por provocar la Segunda Guerra Mundial. Y por el Holocausto.

Estados Unidos, por los Sioux y los Apaches, también por Irak, Afganistán, Nicaragua, la Operación Cóndor, el bloqueo a Cuba, y la lista es larga.

Rusia debería desaparecer muchísimas veces: por los gulags, por las purgas de Stalin, por aplastar a Checoslovaquia, por los chechenios, los tártaros, los georgianos y los ucranianos.

China por Tibet, Xinjiang, la Revolución Cultural, los Falon Gong y la violación a todas las libertades fundamentales de todos quienes no adscriben al PCC.

Pakistán y la India deberían desaparecer, porque en 1948, el mismo año de los refugiados palestinos, cada uno expulsó a millones de un país al otro, siendo mutuamente masacrados cientos de miles de cada bando en el camino.

Egipto debería ser desmantelado, por las matanzas de Hermanos Musulmanes y otros opositores. Otra vez Egipto, por las matanzas de éstos contra los cristianos coptos. Irak, por invadir Kuwait. Kuwait, por expulsar a los 300.000 palestinos. Sudán debería desaparecer por Darfur.

Creo que el punto queda claro: prácticamente no hay país moderno que no haya «nacido en pecado». Cada lector puede colocar en los comentarios por qué debería desaparecer su propio país, según el principio general fijado por los antisemitas a partir del caso de Israel.

Es extraño verificar cómo la historia recuerda a algunos, y olvida totalmente a otros. Pero es fácil de comprender cuando se verifica que lo que importa es el victimario, no la víctima.

El mundo ciertamente ha denunciado todas esas masacres y crímenes en masa. Muchos países, como Estados Unidos, son criticados duramente, es casi el país más odiado del mundo. Sin embargo, nadie dice que Estados Unidos deba por ello desaparecer ni ningún otro país. Del único que se dice que, por haberle hecho algo a otros (y de nuevo, sin discutir lo que realmente pasó allí) debería desaparecer, es el estado de los judíos, el judío entre los estados.

Los niños, el agua, el expansionismo

La crítica a Israel es antisemita también cuando, en el plano de los contenidos, se subliman en ese país los viejos mitos antisemitas o judeófobos. Dado que a partir del Holocausto dejó de ser políticamente correcto decir que uno es antisemita, el odio milenario se sublima en el judío entre los estados. Cuando vemos los mitos del viejo antisemitismo resignificados y endilgados al judío convertido en país, estamos en presencia de crítica antisemita.**

Veamos:

1) Antigüedad, el «deicidio». Si en la antigüedad se acusaba a los judíos de haber matado a Cristo, hoy se acusa a Israel de «crucificar al pueblo palestino». Los posters e imágenes de un hombre crucificado llevando una kefiá, el paño palestino, en la cabeza, son un motivo que apela directamente al viejo antisemitismo católico europeo.

2) Edad Media: los libelos de sangre.

a) La matanza de niños. Si en la Edad Media se acusaba a los judíos de matar un niño cristiano cada víspera de Pesaj para hacer matzá (pan ácimo) con su sangre, hoy en día es Israel al que le encanta matar niños. En esta última contienda, una de las tácticas propagandísticas de Hamás es ocultar los cadáveres de los combatientes de esa organización, que suman por lo menos un tercio. Los civiles fueron ciertamente muchos, y más de doscientos niños perdieron la vida, pero sus cadáveres fueron morbosamente exhibidos como carta de triunfo del martirologio palestino con siniestro cinismo. Para los antisemitas, el último conflicto consistió en: «Israel solo mata niños». Sin contextualizar, sin necesidad de más conceptos que ayuden a entender la complejidad del conflicto y la responsabilidad de la parte débil en el mismo. Israel mata niños por ser la fuerza maligna que es, y al comprenderlo se satisfacen los corazones y las conciencias antisemitas: teníamos razón en odiar al judío. Tuvimos razón en no ayudarlos durante la Shoá. Las pintadas de «Hitler tenía que haber terminado la tarea», dados a conocer en el contexto israelí-palestino, son elocuentes.

Caricatura aparecida en un periódico de Qatar. El motivo del niño y su sangre, junto con el de EEUU e Israel dominando y matando, es de origen europeo, adoptado en el siglo 20 por el islam radical.

Caricatura aparecida en un periódico de Qatar. El motivo del niño y su sangre, junto con el de EEUU e Israel dominando y matando, es de origen europeo, adoptado en el siglo 20 por el islam radical.

b) El agua. Si en la Edad Media los judíos fueron acusados de envenenar los pozos de agua de Europa provocando la famosa peste negra que diezmó al continente, hoy en día es Israel el que priva de agua a los palestinos. Israel, una potencia en desalinización, ya produce más del 50% del agua que necesita de la desalinización del agua marítima, es decir que prácticamente el problema israelí del agua ha sido resuelto. Si hubiera paz en el Medio Oriente, la región estaría llena de desalinizadoras israelíes. Si los palestinos no tienen agua es por su escasa infraestructura, no porque Israel los prive (una vez más, porque le encanta deshidratar gente, o hacerles llegar agua intomable: envenenada). Hoy la Autoridad Palestina gobierna sobre el 95% de los palestinos. En la Franja de Gaza, Hamás gobierna al 100% de ellos. Habrá que preguntar a esta angelical organización, por qué, con el dinero de los países donantes, a razón de miles de millones por año, en lugar de construir casas, acueductos, cañerías, cloacas, todo lo que construyeron fue túneles y cohetes. La respuesta es sencilla: la miseria palestina es funcional a perpetuar la imagen de martirologio, junto con la imagen atávica de Israel como el judío expoliador. El mito del agua (que se conecta hoy, también, con el de la energía eléctrica como otro recurso) está en el inconsciente colectivo del antisemitismo europeo,  que adopta una y otra vez no sólo al pueblo palestino, sino también a Hamás, como la moderna víctima del demonio judío, un demonio temible, al que los europeos tan bien conocen.

3) Edad Moderna: los Protocolos. En la Edad Moderna, por último, al judío se lo acusaba de querer dominar el mundo, y el texto fundacional de ello fue el panfleto apócrifo titulado «Los Protocolos de los Sabios de Sión». Hoy en día es Israel el que domina la prensa mundial, la banca mundial, los medios de comunicación, es el que decide quién se sentará en el sillón presidencial en la Casa Blanca y, sobre todo, es expansionista al robar cada vez más territorios a los palestinos.

Israel tiene 22.000 km2, menos que la provincia argentina de Tucumán. Cabe dentro de la Comunidad Valenciana en España, le empata apenas al estado brasileño de Sergipe, y le gana por poco a New Jersey, el estado más pequeño de los EEUU. Si eso es un imperio, debe ser el imperio más fracasado de la historia. Desde 1993 está negociando con los palestinos retiradas, algunas de ellas se concretaron, se creó la Autoridad Palestina, que gobierna ya sobre el 40% de Cisjordania, Israel se ha retirado unilateralmente de toda Gaza y del sur del Líbano, ha aceptado (tanto el Laborismo como el Likud) la fórmula de dos estados para dos pueblos. La desocupación de los territorios es un proceso largo, que requiere renuncias también de ambas partes, a veces se avanza por las buenas, otras por las malas, pero hacia allá vamos.

Sólo que esa verdad no encaja en el relato del judeófobo, que en su fiebre de odio no ve otra cosa que «judíos usurpando tierras ajenas». Un sociólogo argentino que es vocero de cierta izquierda en ese país, Pedro Brieger, osó utilizar la figura de los Pac-Man para caracterizar a Israel: «Se acuerdan ustedes, seguramente los que me han visto en más de una oportunidad, que yo les digo que Israel es como un Pac-Man, que avanza comiéndose al territorio palestino», dijo sin atragantarse. O sea, encima se jactó de haberlo repetido una y otra vez, como quien enseña a sus alumnos una lección importante, útil y humanista.

En la época de los Protocolos y de Mein Kampf de Hitler, se caricaturizaba a los judíos como cerdos, como buitres o como ratas, todo tipo de animales más o menos repugnantes, que van desguazando a la sociedad civilizada, apoderándose de todo recurso posible, corrompiéndola y provocando todas sus guerras. Pues bien: de la mano de Pedro Brieger, los judíos se convirtieron en Israel, y los mentados animalillos se han convertido en Pac-Man: Pedro Brieger está citando a los Protocolos de los Sabios de Sión en versión digital.

Los Carlos, Salva y Diego responderán a este artículo. Acusarán a este cronista de «insultarlos» para justificar el «genocidio». Seguirán oponiendo «hechos contundentes» de que el que mata es Israel a los palestinos, y no al revés, seguirán defendiendo a Hamás y seguirán insinuando, como lo hicieron ayer, que soy un periodista pagado (¿por quién? ¿por el «sionismo internacional», heredero del «judaísmo internacional»? Que por favor me informen quién es mi jefe, porque ya anda siendo día de pago).

Ellos seguirán, pero en sus dichos se podrán seguir encontrando las huellas inconfundibles del antisemitismo. Las críticas de corte antisemita son parte del problema, no de la solución. Pues si todo el relato de lo que está ocurriendo se reduce a: «Israel mata, palestinos mueren», ¿cuál es la solución? Parar a Israel. Y ¿quién puede parar a Israel, que es una fuerza maligna que mata por el placer de hacerlo o, en su voracidad expansionista, para quedarse con una Gaza vacía de palestinos? Nadie, que no sea por la fuerza. La conclusión necesaria de «Israel mata por matar y expandirse» sería que es necesaria la destrucción de Israel.

Por eso, el debate no es con ellos. A los antisemitas no se los puede convencer. La judeofobia es odio y no razón, es una enfermedad emocional que debe ser tratada como tal, y no un conjunto de ideas que se pueden cambiar si «se les explica bien».

Este escrito va dirigido, en cambio, al grueso de los lectores, a toda la gente de buena voluntad cuya posición es neutra o incluso indiferente, que de verdad se preocupa por los pueblos que sufren y de verdad quiere entender el conflicto. Para que el lector pueda reconocer cuándo se intenta hacer comprender, y cuándo se intenta incitar al odio. Y para esquivar al odio. Para que de verdad, algún día, se pueda llegar al entendimiento y la paz.

* Puntualmente, al denunciar que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha anunciado una comisión investigadora para los «crímenes de guerra de Israel», y señalar que nunca ha denunciado los de Siria, debí decir que se propone investigar los crímenes de Israel pero no los de Hamás. En el inmenso caudal informativo de esta conflagración se trata de una nimiedad, pero muy funcional para el antisemita interesado en una construcción de imagen negativa: «los judíos matan, y además mienten; y si mienten en esto, mienten también cuando culpan al Hamás».

Lo cierto es que la mentada Comisión de Derechos Humanos de la ONU es un foro cooptado por países que lo componen tales como Siria, Irán, Arabia Saudita, Sudán, Venezuela, Cuba, todos probados «campeones» de los derechos humanos. El foro sistemáticamente descuida graves violaciones a los derechos humanos en el mundo para dedicarse en proporción abismalmente superior al caso de Israel. A los que de verdad se interesan en profundizar en el tema, ver el sitio web de UN Watch: www.unwatch.org

Ver también el siguiente video, de hace algunos días, donde se ve a representantes de países tan morales como Siria intentar callar al crítico representante de UN Watch.

http://hatzadhasheni.com/paises-despotas-dictatoriales-dirigen-el-consejo-ddhh-contra-israel/

Para profundizar en todos los temas ligados al conflicto, incluyendo libros en PDF gratuitos y películas, ver el sitio de Diplomacia Pública del proyecto Hatzad Hasheni, www.hatzadhasheni.com

**Para revisar el tema del antisemitismo o judeofobia: Gustavo Daniel Perednik, La naturaleza de la judeofobia, en el que hemos basado parte de este artículo. Su versión resumida en PDF por su autor, se puede descargar del sitio de Hatzad Hasheni.

«Nosotras también podemos ser rabinas»

POR MARCELO KISILEVSKI

Miles de mujeres en Israel se definen como la cara del feminismo más efervescente y combativo: «el feminismo religioso». Luchan por la igualdad sin dejar la ortodoxia.

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 TEL AVIV. ESPECIAL – 07/01/14 – 10:24

“Hoy en Israel el feminismo más efervescente y combativo es justamente el feminismo religioso”, asegura Jana Kehát, fundadora y directora de Koléj (Tu voz, en hebreo), la mayor organización feminista religiosa en Israel, en diálogo con Clarín. Koléj lucha contra toda discriminación, exclusión e incluso violencia contra las mujeres en nombre de la religión.

¿Cuáles son los problemas que enfrenta la mujer en el sector judío religioso ortodoxo, diferente del resto de las mujeres en el mundo?

“Violencia en el hogar, violencia sexual, acoso sexual general, acoso sexual por rabinos, exclusión de la mujer de los espacios públicos, negación de divorcio por el hombre, que deja a cientos de mujeres sin poder rehacer su vida (el casamiento es confesional en Israel, y el divorcio es de hecho un repudio, el “guet”, del hombre hacia la mujer)”, enumera Kehat.

“Nos dedicamos también de temas como salud femenina, mujeres en la política, igualdad ritual y demás. Como las comunidades ortodoxas son muy cerradas en sí mismas, todo lo que se relaciona con la mujer siempre fue barrido debajo de la alfombra”.  Para ese doble objetivo de combatir la discriminación y también romper el silencio, el encubrimiento dentro de la comunidad, es que funda en 1998 la organización Koléj.

El grupo, sin embargo, no desea abandonar la ortodoxia en pos de la igualdad, como lo hicieron las corrientes modernas en el judaísmo, el conservadorismo y el reformismo, por ejemplo en Argentina. Para ella, no es necesario romper con la ortodoxia para lograr la igualdad. En la Halajá (ley religiosa basada en el Viejo Testamento y el Talmud), asegura, no existe la discriminación expresa. “Incluso en lo ritual, si bien las mujeres están ‘exentas’ de tomar parte, nada les está prohibido”, sorprende.

Es decir, concluye categórica, que ponerse kipá (solideo), talit (paño ritual), tefilín (filacterias) e incluso ser rabinas y oficiar matrimonios, está permitido para las mujeres en la ortodoxia judía. “Por lo tanto, lo machista es la práctica en el establishment ortodoxo, no las leyes. Es la costumbre social y es lo político. Eso se puede cambiar y a eso nos dedicamos”.

Jana nació en el seno de una comunidad ultraortodoxa, de aquellas en que los hombres se visten de negro. Pero en su juventud se pasó al sector ortodoxo más moderno, conocido como el de la “kipá (solideo) tejida”, y allí desarrolla su lucha.

Pero en su sector natal, el ultraortodoxo, el despertar recién comienza, y desde Koléj intenta ayudar también a las mujeres de ese sector. Sin duda las mujeres ultraortodoxas, en aquellos casos donde los maridos se dedican a estudiar Torá, y las mujeres a trabajar y también criar a los hijos, son las que más sufren. “El sector ultraortodoxo destroza literalmente a sus mujeres”, denuncia Kehat contundente. “Las destroza físicamente. Trabajan duro en su empleo, manejan una familia numerosa y limpian la casa. Su expectativa de vida es la menor de Israel, y la de sus maridos es casi la más alta de Israel. Ellas se enferman y mueren jóvenes.” ¿Les cae la ficha de que hay algo injusto en el reparto de responsabilidades? “No, es un proceso muy largo y difícil, están inmersas en una situación de explotación que pasa también por lo mental”.

“Yo no quiero renunciar a mi religiosidad. Soy religiosa ortodoxa. Pero soy feminista. Empezamos como un grupo pequeño, sólo queríamos decirles a los rabinos que se equivocaban, que trataran mejor a las mujeres en todas esas áreas. Pero abrimos una caja de Pandora, y hoy somos miles”.

¿Es optimista? “Hay cosas que están trabadas”, responde, “en especial en lo que respecta al establishment religioso. Por ejemplo, en el tema del divorcio, existe la posibilidad, en la línea de Maimónides, de instaurar la imposición del divorcio al marido negador, pero el establishment rabínico se niega a ir con Maimónides, y los motivos son políticos, el temor a perder el control”.

Pero el plano social fuera del establishment, se enorgullece, los logros no son pocos. “Quince años después, tenemos refugios para mujeres golpeadas del sector. En el tema del acoso sexual logramos sacar una regulación que fue la que destapó todo el tema del Rabino Moti Elón (procesado por pedofilia contra alumnos suyos). Tenemos muchos programas para escuelas y cada vez somos más requeridas allí. Llevamos programas de identidad sexual, adolescencia, violencia sexual, relaciones de pareja; escritura femenina, liderazgo femenino, la mujer en la Torá, la lucha contra la exclusión de mujeres de los espacios públicos. En todo eso hemos avanzado enormemente”.

Publicado en http://www.clarin.com, 7/1/14.

El judaísmo israelí y el «Paradigma Koala»

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Por Marcelo Kisilevski, Modiín, Israel*

Las especies en Oceanía son únicas, porque se desarrollaron luego de la separación de ese archipiélago del resto del continente asiático. Algo parecido le ocurrió al judaísmo: la creación de Israel con su singularidad diferenciada del resto del mundo judío,  generó una serie de prácticas judaicas, corrientes, discursos y dinámicas específicas, que sólo fueron posibles a partir del movimiento tectónico que significó la creación del Estado judío.

Se trata de fenómenos que sólo se podían haber dado en una comunidad judía convertida en mayoría, en una comunidad vuelta Estado, donde entra a tallar la política, el perfil de un país, el dinero público y, a veces, incluso la vida y la muerte, entre muchos otros factores.

Como koalas y ornitorrincos, surgieron en Israel corrientes y grupos específicos: el movimiento religioso sefardí Shas, por ejemplo, formado por judíos llegados de países como Marruecos, pero vestidos como en Lituania del siglo 18, es quizás el fenómeno más moderno de la historia judía, y que sólo hubiera sido posible en Israel. Cuando se analiza la sociedad israelí, nadie habla de «ortodoxos, conservadores y reformistas», como en la Diáspora: el sector judío aquí se divide en jaredim (ortodoxos no sionistas, reconocibles por su vestimenta negra), religiosos nacionales (con su característica kipá tejida), tradicionalistas y laicos.

Los conservadores y reformistas tienen ciertamente su desarrollo y presencia en Israel. Pero no han llegado a una masa crítica como para que tallen socio-políticamente. Su llegada al sionismo es tardía, luego de haber nacido al compás de la Emancipación y el Iluminismo europeos, como expresiones de la flamante separación entre religión y Estado en Europa y Estados Unidos: abrazaremos la ciudadanía que nos ofrece la Revolución Francesa, pero mantendremos nuestro judaísmo, al que a partir de ahora entenderemos como nuestra religión. Seremos franceses (o alemanes, o estadounidenses, o argentinos) de fe mosaica. Al punto tal, que rezaremos en nuestros dos idiomas: el religioso y el nacional. Por ende, su ADN original fue no-sionista por definición.

Los ortodoxos, que poblaron Israel antes que esas corrientes modernas, lo hicieron por motivos de tradición y de comodidad, no de sionismo. Sin embargo, llegaron primero y fueron más, fundando un establishment religioso en Israel con el que el nuevo Estado hebreo tuvo que negociar, llegándose al famoso «acuerdo de statu-quo en materia de religión y estado». Los conservadores y reformistas, que entre tanto han fundado por fin movimientos juveniles sionistas en su seno, tendrán por lo tanto que trabajar mucho, incluyendo el enviar importantes olas de inmigración de entre sus filas, si quieren quebrar algún día el monopolio ortodoxo en Israel.

Los laicos, en cambio, sí somos un componente sociológico importante: cerca del 25% de la población judía. Pero si en la Diáspora son los no observantes, los laicos en Israel somos aquellos que practicamos «poco». En mi caso, por ejemplo, me inscribo con mi familia dentro del laicismo israelí, pero los viernes decimos generalmente el kidush antes de cenar, e incluso a veces se encienden las velas. En Iom Kipur no viajamos, como prácticamente todos los israelíes. En Jánuka hay receso escolar, y nos juntamos varias de las noches con parientes o amigos, los chicos encienden las velas, comen sufganiot y juegan con trompos. En Pesaj se lee la Hagadá y, en general, no nos perdemos ninguna cena familiar por festividades. Todos los niños en Israel, laicos o religiosos, tienen infancias pletóricas de fogatas de Lag Baomer. No solemos asistir a la sinagoga, excepto para ceremonias de Bar Mitzvá, propias y ajenas. Sin embargo, nadie en la Argentina nos llamaría «laicos».  El laico israelí es un oso distinto: es un koala.

La separación de la isla judeo-israelí del continente judío mundial ha creado también un discurso específico, y para que siga habiendo comunicación entre Israel y la Diáspora, tendrán que aprender  la resignificación de las palabras que ha tenido lugar aquí. Así como les explico sin cansancio (y a veces sin esperanza de éxito) a mis amigos israelíes que para nosotros hablar hebreo, escuchar música israelí en la radio todos los días y, en general, vivir en Israel, ya es practicar el judaísmo, los judíos diaspóricos deberán entender que para el israelí, hablar de «iahadut», judaísmo, es hablar de religión. Y cuando se habla de religión, se habla de ortodoxia.

Esta fue, quizás, la victoria más grande de la corriente rabínica ortodoxa israelí sobre el sionismo: luego de que éste proclamara en sus inicios que el judaísmo era una nación y una cultura, en la que la religión era un elemento más, los religiosos ortodoxos han logrado que aun los israelíes más laicos de hoy en día identifiquen «judaísmo» como sinónimo de «religión judía». Cuando se les pregunta a muchos de ellos si no creen que Israel estaría mejor sin un sector jaredí tan fuerte, contestarán: «No, porque está bien que haya gente que aun practique el ‘judaísmo’. Si no, ¿quién lo hará?» Respuestas del tipo: «Lo haremos nosotros, como de hecho ya lo hacemos:  viviendo en Israel, hablando hebreo, bailando rikudim, cantando las canciones de Arik Einstein, yendo al ejército, jugando al burako en las playas de Tel Aviv, dando a los que menos tienen, y estudiando la filosofía y la historia del pueblo judío», los dejan perplejos.

Atrás quedaron los guías turísticos sionistas socialistas, que salían por los caminos de Israel con sus sandalias y su Tanaj en mano, a mostrar a sus janijim de Hashomer Hatzair, movimiento ateo si los hay, pero sionista hasta los huesos, los lugares por los que pasaron los personajes fundadores de la nación en tiempos bíblicos. Fuera de algunos sobrevivientes laicos, los únicos que siguen con esta práctica de unir tierra e historia a través de la Biblia son los inscriptos en la órbita de Benei Akiva, es decir, los sionistas religiosos. Cuando éstos se jactan de ser «los últimos jalutzim (pioneros)», tienen un punto.

En las escuelas públicas judías laicas, la enseñanza de Tanaj, Toshba (Torá SheBeAlPé, Ley Oral) y materias afines, suele estar en manos de un docente religioso, y ello por dos motivos: uno, porque se ha impuesto la cultura de «la Biblia para los religiosos»; dos, sencillamente porque ya no quedan suficientes  docentes laicos para cubrir esos puestos en toda la red.

Estos y muchos otros «koalas» han surgido en Israel. Los jóvenes que se definen como «israelíes» antes que como «judíos»; el combativo movimiento Neshot Hakotel (las Mujeres del Kotel), que luchan, a veces físicamente, por rezar allí con su talit, su tefilín y su kipá igual que los hombres; los movimientos de judaísmo alternativo, a través de los cuales israelíes «laicos con contenido» intentan comenzar a dar batalla; la segregación de la mujer en el sector jaredí; paralelamente, la silenciosa rebelión femenina en ese mismo sector; los rabinos milagreros; los movimientos religiosos de extrema derecha, y muchísimas «nuevas especies» más.

Sobre algunos de estos apasionantes fenómenos de la fauna israelí intentaremos poner nuestra lupa en futuras entregas.

*Publicado para Limud Buenos Aires en http://www.itongadol.com.ar

JANUKIÁ DE QASSAMS. ¿ME ESTÁN CARGANDO?

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En Sderot armaron una Janukiá, el candelabro de 8 brazos que se prende en la festividad de Jánuka, hecha con restos de misiles Qassam, de los muchos lanzados por los palestinos desde la Franja de Gaza. Podría leerse el asunto como dos pronunciamientos claros: por un lado, a la oscuridad que plantea el Hamás, nosotros le oponemos luz. Por otro, como lo dijeron en una de las ceremonias, protestar contra el gobierno que no previene los lanzamientos.

A mí, qué quieren que les diga, me dio cosa. Si fuera religioso hablaría de profanación. Volví a recordar la memorable película de la saga «El Planeta de los Simios», cuando los humanos sobrevivientes a la hecatombe adoraban, deformados por la radiación, un misil atómico. Así desarrollamos por aquí también la famosa «identidad de la catástrofe». Nadie en Israel se escandalizó por esto. Al contrario, las crónicas cuentan cómo tal o cual alta personalidad «tuvo el honor» de encender la vela del día. ¿Estaré yo muy mal, o acá estamos todos muy mal?

Rabino Menajem Fruman Z»L, el «extraño» rabino de Tekoa

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El Rabino Menajem Fruman con un amigo, Ibrahim Abulhawa,

invitado al casamiento de la hija de Fruman.

Pocas personas en Israel ilustran tanto la complejidad del conflicto israelo-palestino como el Rabino Menajem Fruman, que falleció a principios de este mes. Era colono de los territorios, pues vivía en el asentamiento de Tekoa. Por otro lado era «pacifista», pues quería solucionar el conflicto, y para ello fue capaz de hacer lo prohibido: conversar y activar con el Hamás. Incluso llegó a desempeñarse como «enlace» entre el establishment rabínico israelí y líderes musulmanes. Por un tercer lado, ir hasta el fondo del diálogo tenía podía tener ribetes extremos: participar junto con los sacerdotes del Hamás en manifestaciones contra las Marchas del Orgullo Gay. Fue muy controvertido incluso a su muerte, cuando su vida se convierte en texto. Un texto que vale la pena leer.

 Dentro del amplio paraguas ideológico del sionismo surge el Rabino Menajem Fruman, que funda junto con su grupo un asentamiento que, si bien está en los territorios, se plantea como premisa la convivencia, tanto entre judíos religiosos y laicos, como entre judíos y palestinos de la zona.

 Según él, el conflicto entre israelíes y palestinos es eminentemente religioso. Por ende, sólo los sacerdotes de ambos credos serán capaces de llegar a la paz entre ambos pueblos. Veía con preocupación la actitud menospreciativa de los israelíes hacia los palestinos, pues, sostenía, esa actitud es la que impide un diálogo verdaderamente abierto y sincero. Afirmaba que, dado el carácter religioso del conflicto, es justamente con el liderazgo del Hamás que se debe dialogar. Ello se debe a que sólo ellos comprenden que su visión puede no cumplirse de modo inmediato sino que la resolución última, en especial sus plazos y cronogramas, están en manos de Dios. Ello se contrapone a la visión laica, según la cual, son precisamente los religiosos los que carecen de toda capacidad de flexibilización de sus posiciones. Paradójicamente, desde esa visión laica, son los mismos laicos los que actúan más «religiosamente» al oponerse a todo diálogo con el Hamás.

 ¿Y los asentamientos? Los laicos en Israel están dispuestos a evacuar. Los religiosos se oponen, y sostienen que deben permanecer todos ellos bajo soberanía israelí. Los partidos de centro se han mostrado más pragmáticos: anexar los grandes bloques de asentamientos a Israel, evacuar el resto, transferir territorios bajo soberanía israelí a los palestinos en compensación por las anexiones. Del lado palestino, el presidente Mahmud Abbas ha expresado lo que ningún líder no judío se había atrevido a pronunciar desde Hitler: que ningún judío vivirá en el Estado palestino a crearse. Eso hizo correr un escalofrío por las espaldas de muchos judíos, que recuerdan el concepto de Judenrein, zona «limpia» de judíos de la Alemania nazi.

Sólo Menajem Fruman plantea un escenario que no sólo es pragmático sino que aparece como el único plausible: una Tierra de Israel en la que existen dos estados, uno palestino y otro judío, y en donde cada uno alberga una minoría nacional del pueblo vecino. Israel ya tiene un 20% de palestinos con ciudadanía israelí plena. Que el Estado palestino tenga un porcentaje de judíos con ciudadanía palestina plena, no debería poner los pelos de punta a nadie. Al fin y al cabo, los judíos han vivido en Eretz Israel siempre, hoy existe el Estado de Israel, y su propuesta no contradice en una sola coma a la promesa divina hecha a los Patriarcas hebreos. El cumplimiento de la promesa seguirá siendo esperado con ansias, pues habrá de llegar indudablemente, algún día.

 Es tan sencillo, que aun hoy nadie, salvo el fallecido Rabino Menajem Fruman de Tekoa, se atreve a hablar del asunto. Sin dudas, un pensador «extraño», quizás demasiado adelantado a su tiempo.

 * Publicado en El Diario Judío, http://www.eldiariojudio.com, 13.3.13