
Las 28 víctimas de la actual ola de terrorismo palestino. Rabino Reuvén Birmajer Z»L, fila inferior, segundo desde la derecha.
Las 28 víctimas de la actual ola de terrorismo palestino. Rabino Reuvén Birmajer Z»L, fila inferior, segundo desde la derecha.
Por Marcelo Kisilevski
Si había alguna duda de que el Hamás era ISIS e ISIS es Hamás, la nota de ayer de Alex Fischman en Yediot nos cuenta algunas novedades al respecto, no exentas de paradojas.
Efectivamente, quienes diferencian uno de otro basados en la cantidad de muertos que provocan, se basan en inconscientes criterios ligados a lo politically correct, al multiculturalismo, y a la defensa de la causa palestina. Pero flaco favor le hacen al pueblo palestino al defender al Hamás en su nombre. Lo cierto es que, si se diferencian, es en el enemigo que tienen enfrente. ISIS mató y mata decenas de miles porque puede. Hamás lo intenta también, con decenas de miles de cohetes de diverso alcance lanzados contra objetivos también civiles, por no hablar del resto de sus formas de atentados terroristas, coyunturalmente en baja. Sencillamente fracasa, pero quiere. Su fracaso, el hecho de que «no mata tanto», no debería retratarlo como el underdog a los ojos del mundo, mucho menos del progresista. Lo repetiremos hasta el cansancio: la debilidad en un conflicto no otorga automáticamente la razón.
Según detalla Fischman, el brazo armado del Hamás en la Franja de Gaza transfirió en el último año decenas de miles de dólares por mes a la filial de ISIS en el Sinaí egipcio, como parte de la cooperación militar y estratégica que se va estrechando entre ambas organizaciones terroristas.
Fischman explica que el brazo armado de Hamás maneja un aparato financiero separado del resto de la organización en la Franja. El trato con ISIS es: Hamás paga a miembros de ISIS en Egipto para hacer guardia y resguardar los depósitos y arsenales de armas y pertrechos contrabandeado vía Sinai hacia dentro de Gaza. Se trata de grandes cantidades de explosivos para la fabricación de cohetes y la construcción de instalaciones militares de Hamás.
A cambio, Hamás paga salarios de miembros de ISIS y, también, le proporciona equipamiento militar y entrenamiento. Gracias a ello, ISIS-Sinai se convirtió, de una banda de terroristas salafistas montañeses sin demasiada capacidad, en un mini ejército uniformado y entrenado, con armamento sofisticado, como misiles antitanques y otros. ISIS es hoy, gracias a Hamás, la pesadilla más grande del presidente egipcio A-Sisi, que por ahora solo se atreve a bombardearlos desde el aire. Hamás también proporciona infraestructura logística a ISIS, por ejemplo, facilitando el traslado de heridos a Gaza para su tratamiento médico.
En las fuerzas armadas israelíes, que siguen de cerca este desarrollo, señalaron una paradoja clara detrás de esta cooperación macabra: el principal apoyo financiero para el brazo armado del Hamás en Gaza proviene de Irán, que combate ferozmente a ISIS en Siria y en Irak. No pocos soldados iraníes murieron en estos combates. Pero justamente en el frente de Gaza-Sinai, los iraníes son los que financian –por medio de Hamás- la actividad de ISIS.
Fischman agrega que otra parte nada pequeña de los fondos del brazo armado hamásico provienen de los impuestos que paga el palestino de la calle en Gaza. Agrego yo: mucha ayuda internacional llega a las calles de Gaza por parte de organizaciones bien intencionadas de derechos humanos, quienes, más allá de leyes de vigilancia a las ONGs que se proponen a cada rato desde la derecha israelí, deberían preguntarse seriamente qué se está haciendo con su dinero.
El Shin Bet pisó por fin el acelerador esta semana en su persecución del terrorismo judío. Si algo faltaba en toda esta saga de terrorismo palestino avalado por el establishment de Abu Mazen, tanto por acción como por omisión, y de terrorismo judío condenado por gobierno y sociedad israelíes, era el arresto de los responsables del atentado terrorista de este verano. En efecto, autorización mediante, los medios pudieron publicar la noticia del arresto de tres sospechosos del asesinato de la familia palestina Dawabshe, incluido el bebé Ali, de un año y medio, incinerados vivos en su casa en Duma el último 31 de julio.
Pertenecen a Tag Mejir (Etiqueta de Precio), un movimiento bastante oscuro cuyo grado de organicidad está en discusión, compuesto por jóvenes judíos de ultraderecha religiosa, tercera generación de la empresa de asentamientos en los territorios. Para el que todavía suponía que sus actos se limitaban a pintadas, o como mucho al incendio de alguna iglesia vacía, el asesinato también entra en su lista de compras con etiquetas. Los israelíes en su monumental mayoría esperamos que se haga justicia, que los responsables pasen el resto de sus días en la cárcel, y que estos hechos no vuelvan a ocurrir jamás. Por supuesto, no en nuestro nombre.
Pero la ira palestina no empezó allí. Tampoco en el asesinato, el año pasado, del adolescente Mujamad Abu Khder, perpetrado por un hombre de 30 años y dos adolescentes, en venganza por el asesinato de los tres jóvenes israelíes, Naftali, Eial y Guil-Ad, en la víspera del operativo Margen Protector. Tampoco se origina en la leyenda de «la mezquita de Al Aqsa está en peligro».
Según el periodista Najum Barnea, de Yediot Ajaronot, la ira palestina está compuesta por varias capas, e Israel no es necesariamente el primero ni el único destinatario.
La primera capa es la leyenda fraudulenta de: «La mezquita de Al Aqsa está en peligro». Cada tantos años echa a andar una acusación explosiva como falsa acerca de que los judíos o Israel intentan minar los cimientos de la mezquita, y el mito, como suele ocurrir con los mitos populares, produce resultados. El primero en lanzarlo y recoger los frutos de la manipulación fue el nefasto Hadj Amín El Husseini, el famoso Mufti de Jerusalem, ya en los años ’30 del siglo pasado. Y sigue con nosotros, de modo que no cabe esperar que desaparezca pronto. Pero el mito fue el detonante. Ya pasó hace tiempo, y dejó tras él una estela de acuchillamientos diarios cuyo fin no se ve a la vista. Porque la ira palestina tiene otras capas.
La segunda capa es, dice Barnea, la conciencia de que la situación en el terreno no va a cambiar. Se refiere al congelamiento en el proceso de paz, la falta de desarrollo en la Autoridad Palestina y la continuada presencia militar israelí en los territorios . Ni la paz está a la vista, ni la mejora en sus condiciones de vida.
La tercera, el anuncio de Mahmud Abbas (Abu Mazen) de que ha decidido retirarse. Ello ha desatado una guerra de sucesión, que obliga a sus candidatos a extremar sus posturas, sus declaraciones y su incitación a la violencia martirológica.
La cuarta capa de la ira palestina es la decepción y frustración por el desempeño de la Autoridad Palestina. «Ustedes no manifiestan logro alguno», dice la calle. «Corrupción, en cambio, sí manifiestan».
Palestinos globalizados y palestinos islamizados
La quinta capa es el surgimiento de una nueva generación de palestinos, cientos de miles de jóvenes con formación pero desocupados, o que trabajan en empleos de ocasión, movidos por la ira. No temen al «Capitán Roni» del Shin Bet, no respetan a Abu Mazen, hacen pito catalán al liderazgo, a las organizaciones y al liderazgo tradicional, se rebelan contra la autoridad familiar, y están persuadidos de que ha llegado su hora.
Agreguemos a lo expuesto por Barnea: la revista Foreign Affairs ha publicado una encuesta realizada en la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que avala la cuarta y quinta capa de de la ira palestina. Según el sondeo, el 58% de jóvenes palestinos entre 18 y 28 años de edad, que son los hijos de la generación de Oslo, han abandonado la visión de un Estado palestino y abrazan hoy en día la de los derechos civiles. «Ustedes, la generación de Oslo, han fracasado en traernos un Estado. Déjenlo, no tiene caso. Busquemos ahora la ciudadanía, en un país normal donde podamos trabajar en lo que nos hemos formado, donde tengamos paz, libertad de movimiento, crecimiento económico individual, calidad de vida, incluyendo viajes al exterior, tecnología, buena educación para nuestros hijos», dicen.
Y esa ciudadanía en un país normal y desarrollado no puede ser otra que la israelí, porque la del Estado palestino es solo garantía de corrupción, pobreza, violencia intestina y con Israel. Personalmente he escuchado a numerosos palestinos que dicen: «Un árabe de Nazareth o un beduino del Néguev tiene ciudadanía, trabaja y cobra altos salarios, y hasta va al ejército. ¿Por qué yo no puedo? Un Estado palestino es inviable. Todos acá añoramos los tiempos anteriores a 1987 (la primera Intifada), ahora muchos se dan cuenta lo bien que estábamos y quieren volver la rueda atrás. El que gobierne tiene que ser Israel, porque si esta Autoridad Palestina es corrupta e inepta así como está, imagínate lo que será un Estado en el que tengan más poder y dinero: será una catástrofe para el pueblo». Lo dicen en voz baja, en cuartos cerrados, en encuentros interculturales sin cámaras. Muchas veces no asisten a los encuentros, por miedo a ser vistos como traidores por hablar con judíos.
Que se entienda bien: no se trata de la vieja «guerra de los vientres» planteada por Arafat en su momento, según la cual no hacía falta combatir con las armas sino con la demografía en la que Israel desaparecerá por número de partos. Aquí se trata, en cambio, del abandono de la causa nacional por la de la normalización, el consumismo y la globalización: ser de una vez por todas ciudadanos normales en el mundo de Facebook y iPhone. Pero para el Estado de Israel, que depende de su mayoría judía para seguir llamándose «judío y democrático», el resultado es el mismo.
Por eso concluye la revista Foreign Affaires: la visión palestina de un solo Estado que se llame Israel, donde todos sean ciudadanos que disfruten de las bondades del primer mundo, podría empujar a la derecha israelí, precisamente, a abrazar la solución de la izquierda y pisar el acelerador hacia un Estado palestino en las fronteras de 1967 con intercambio de terrirtorios, y que ellos, los palestinos, se cocinen en su salsa. Es la solución de dos Estados, pero por derecha.
En mi opinión se trata de wishful thinking (pensamiento político iluso) del Foreign Affaires. Entre otras cosas, porque el desarrollo se completaría con otro, que es la otra cara de la misma moneda: el crecimiento del islam radical en esa misma calle palestina, al compás de lo que ocurre en todo el Medio Oriente. Pero eso no quita interés al proceso complejo que se percibe en los territorios, descrito aquí desde varios ángulos.
Volviendo a Najum Barnea, la sexta capa de la ira palestina es el roce cotidiano con los colonos judíos. El odio, enfatiza el veterano cronista, es recíproco. Unos tiran piedras, otros queman árboles.
La oficialidad israelí se consuela con el número relativamente pequeño de participantes en las manifestaciones y con el hecho de que, mientras la gente no salga a las plazas y el Tanzim (brazo armado del Fatah) no desenfunde sus armas, no hay Intifada. Pero para Barnea se trata de una visión anacrónica. La plaza del pueblo se ha trasladado hace tiempo a Internet. La gran mayoría de la población apoya los atentados y sacraliza a sus perpetradores, los shahíd, mártires de la jihad, la guerra santa. Una caricatura publicada en un diario palestino describe muy bien a su nuevo mesías: un cuchillo ensangrentado descansa sobre una mesa. Su funda es el símbolo de Facebook.
Termina Najum Barnea: la Autoridad Palestina define la ola de atentados como Hábe, erupción. El Hamás lo llama Intifada, rebelión. La diferencia no es casual: la ANP ha elegido un término que le quita responsabilidad, como una catástrofe natural. Quiere que el goteo de violencia continúe, pero que no escale hasta írsele de las manos. El Hamás, en cambio, llora de gozo.
Por Marcelo Kisilevski
¿Cuáles son las claves que nos permitan comprender, aunque sea en parte, la actual ola de terrorismo en Israel y los territorios palestinos?
En las últimas dos semanas el número de ataques individuales, que ya había comenzado, se ha multiplicado hasta adquirir ribetes masivos que, sin embargo, no admiten aún, por sus características ni por su envergadura, la calificación de «tercera Intifada».
Se trata de ataques individuales, lo que en Israel ya han calificado de «lobos solitarios», que emplean en especial la táctica del acuchillamiento. Se le suma el atropellamiento con automóviles, algún atentado con disparos, como el de la línea 78 de autobús en Jerusalem, un atentado con bomba suicida por una mujer, y el creciente desafío a la cerca separadora entre Gaza e Israel. Los perpetradores son, en su absoluta mayoría, de Jerusalem Oriental, salvo atentados aislados en Cisjordania (matrimonio Hankin), un árabe israelí que atropelló y acuchilló, y la nombrada ruptura de la cerca en Gaza.
El disparador fue una leyenda, aún no desmentida por los líderes responsables de la Autoridad Palestina: que Israel pretende modificar el status quo en el Monte del Templo (o Explanada de las Mezquitas) en Jerusalem. Tanto el discurso del presidente Mahmud Abbas en la ONU, en el que declaraba «incumplibles» los Acuerdos de Oslo, como sus declaraciones de que «no permitiremos que los israelíes contaminen con sus pies apestosos la Mezquita de Al Aqsa», fueron considerados como luz verde para la salida de los palestinos a la calle.
En el plano táctico, el atentado tipo «lobo solitario» reemplaza al atentado organizado por agrupaciones terroristas, debido a que es imposible rastrearlo y prevenirlo por los organismos de inteligencia israelíes, con o sin cooperación de sus pares palestinos. En efecto, los terroristas individuales que fueron capturados a posteriori, como en el caso del matrimonio Hankin o de los dos rabinos acuchillados en la Ciudad Vieja, pudieron a posteriori, probablemente gracias a dicha cooperación, pero no se los pudo frenar a priori.
El islam radical como motor
La motivación de los lobos solitarios combina la frustración personal a nivel socio-económico con la ideología islámica radical. Cuando los perpetradores salen a la calle con un cuchillo en sus bolsos o bolsillos no gritan revolución, liberación nacional o socialismo, sino «Jihad», «Allah es grande» y motivos religiosos afines. También gritan «Justicia», pero no como la entendemos en Occidente: la injusticia que comete el enemigo judío es la profanación de dos lugares santos: por un lado el lema «Al Aqsa peligra», una mentira que hoy mata a israelíes y palestinos, y de la que Abbas y los líderes religiosos deberán dar cuenta algún día. Por otro, «justicia» por la ocupación israelí, pero no solo en los territorios, sino la de todo Israel, un territorio (Palestina) perteneciente, en la mitología del islam vuelto radical, a «Dar el Islam«, la «Morada del Islam» o «Morada de la paz».
En la visión del islam, adoptada como ideología intolerante por el radicalismo islámico, en la que no existe división entre política y religión, pues Mahoma fue enviado para «gobernar» sobre las demás religiones, la paz universal llegará cuando todas las demás religiones reconozcan la soberanía política y la superioridad moral del islam. Dividen, pues, los territorios del mundo en dos: Dar el Islam son todos aquellos territorios que están bajo soberanía musulmana o que alguna vez lo estuvieron. Israel, España y Portugal, son Dar el Islam. El resto se llama Dar el Harb, la Morada de la Guerra, por los que habrá que luchar en Jihad, Guerra Santa, solo después. Ojalá estuviéramos hablando de letra muerta: Anwar el Sadat fue asesinado por la Hermandad Musulmana dos años después del acuerdo de Camp David en el que reconoció a Israel.
En este contexto, el cuchillo resulta ser también un motivo cultural-religioso. Remite a las acciones de los Hashashins, una secta musulmana ismailita en el siglo 14 que actuó en Persia y en Siria, de la que provienen dos palabras: asesino y hashish, pues, según el relato, utilizaban esta droga a la hora de ejecutar a sus oponentes con cuchillas redondeadas. En la bandera de Arabia Saudita, junto al auto de fe islámico –»No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta»- una espada engalana el paño verde, símbolo de la unificación del reino bajo Ibn Saúd en el siglo 12, bajo la espada, por supuesto.
Así, el asesinato reviste carácter épico y heroico. Cuando el lobo solitario gana la calle está solo y se siente el «bueno» de la historia, como en el extendido juego de computadora Assassin’s Creed. Está solo pero «se sabe», al mismo tiempo, parte de algo bueno, justo, heroico y grande, que llegará a los corazones de la «Uma», aquella nación musulmana fundada inicialmente por el mismo Mahoma.
Un claro antecedente de para esta campaña de ribetes épicos es la Primavera Árabe, gestada en un movimiento tipo cardumen desde las redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram, y el gran espaldarazo es el tsunami de islam radical que inunda el Medio Oriente y que ya ha salpicado a Europa y Occidente. Solo que ese mismo tsunami amenazaba con dejar a los palestinos fuera de la escena internacional, acaparada por asuntos miles de veces más grandes: la crisis de refugiados sirios, el fenómeno ISIS, la intervención rusa en Siria. Los palestinos necesitaban volver con urgencia a los titulares.
De agendas y pérdidas del control
Por lo tanto, el actual fenómeno difiere de las anteriores Intifadas por lo menos en dos niveles: no se trata de una Intifada popular, la «Intifada de las piedras» entre 1987 y 1992, porque aquélla fue masiva, con escenas de cientos o miles de palestinos en las calles lanzando centenares de piedras mortales contra fuerzas de seguridad o civiles israelíes, ni la segunda, la «Intifada de Al Aqsa», decretada y digitada desde arriba y con cinismo por la Autoridad Palestina de Yasser Arafat en octubre de 2000, donde el modus operandi clásico era el atentado suicida organizado por movimientos terroristas ramificados, jerarquizados e identificables. Tampoco se parece en la cantidad de muertos, tanto israelíes como palestinos, que en las últimas dos semanas ascienden a unos 20 palestinos y 7 israelíes. Pero lo impredecible de los ataques lo vuelve aún más temible, y Jerusalem es hoy casi una ciudad fantasma.
El problema de los lobos solitarios opone un desafío de nuevo cuño, tanto para las fuerzas de seguridad de Israel como, según analistas israelíes, para los respectivos establishments palestinos en Cisjordania y en Gaza. Tanto en uno como en otro existe el estímulo de la violencia y el terror. Tanto uno como el otro, sin embargo, temen ahora perder el control, pues el lobo solitario no responde a esos mandos.
Desde Gaza, en efecto, Hamás viene llamando desde hace años y abiertamente a una tercera Intifada. Pero el lobo solitario no es necesariamente hamásico. Está frustrado por la ineptitud del Hamás, tanto en destruir a Israel como en reconstruir la Franja de Gaza. En lugar de viviendas, refugios, cloacado, redes de agua y electricidad, Hamás ha reconstruido solo túneles terroristas para seguir intentando inútilmente la destrucción de Israel, ha instaurado una dictadura islámica radical que gobierna con mano de hierro y niega los derechos más básicos a su población y a sus minorías, empezando por las mujeres y los cristianos. La oposición interna a Hamás también crece, y los últimos misiles han sido lanzados no por Hamás, sino por la Jihad Islámica, financiada por Irán, cuando no ISIS palestino. Si algo crece en Gaza no es la ocupación israelí –no hay un solo judío dentro de Gaza- sino el islam radical, que logra, en muchos círculos en especial juveniles, echar la culpa de todos los males al enemigo externo, el infiel temible, Israel. Definitivamente no es fácil ser palestino en Gaza hoy.
En Cisjordania, en tanto, el raís Mahmud Abbas mantiene una actitud ambivalente. Por un lado proclama y practica la confrontación no violenta con Israel, obteniendo logros en la arena diplomática. Ha logrado por ejemplo, el nuevo status palestino en la ONU, el reconocimiento de numerosos países al futuro Estado palestino, o la apertura de la nueva «Embajada de Palestina» en Buenos Aires, entre otros ejemplos. Busca, en el plano de las negociaciones con Israel, la creación del Estado palestino sin pasar por una mesa de negociaciones que implique el reconocimiento del Estado judío, lo que lo convertiría en apóstata, pasible de muerte, ante los ojos del islam radical.
Pero por otro lado, y quizás por lo mismo, Abbas practica y estimula la cultura de la glorificación a los «mártires santos de la Jihad», la guerra santa islámica radical. No ha modificado los textos educativos que promueven el odio a Israel y a los judíos, financia con pensiones a las familias de los terroristas y bautiza calles en su nombre. Al tiempo que condenaba los últimos ataques, la cúpula de la Autoridad Palestina visitaba a las familias dolientes de los terroristas abatidos.
Abbas es el líder que más batalla por su legitimidad casi perdida. No solo la causa palestina en general había bajado de los titulares, sino también la legitimidad del viejo líder. No ha logrado ninguna meta concreta y, aunque ha mejorado más que en Gaza la calidad de vida de los palestinos, no ha creado el Estado, y la Autoridad Palestina que dirige es un antro de corrupción y represión de la sociedad civil palestina.
¿Qué hacer?
La población israelí ha activado el modo «aguantar la tormenta». Muchos continúan con sus vidas normales, haciendo incluso ideología de ello. Pero algunos en Jerusalem y otros lugares de Israel están gestionando permiso de portación de armas, otros aprenden krav magá. Otros han dejado de salir a la calle. Los comercios en la capital israelí han bajado sus operaciones en un 50%. Solo los que no tienen opción utilizan el transporte público. Todos miran hacia los costados y hacia atrás cuando están en la vía pública. No son desarrollos positivos.
El gobierno ha anunciado ayer, al cabo de largas deliberaciones, una serie de medidas: autorización a la policía para decretar toque de queda en zonas de fricción en Jerusalem Oriental según criterios operativos, trescientos guardias de seguridad serán reclutados para cuidar en el transporte público, y fuerzas del ejército israelí reforzarán la seguridad en las ciudades, las arterias y las líneas de transporte urbano.
Al mismo tiempo, se podrá expropiar bienes de los terroristas, y se les anulará su status de residentes permanentes de la capital. Recordemos que el status de los palestinos en Jerusalem no es el de ciudadanos israelíes. Han rechazado esta opción para perseguir su aspiración de una ciudadanía palestina el día que llegue. Votan en las elecciones de la Autoridad Palestina, y en la municipalidad de Jerusalem, pero no en la Kneset israelí. Ser residentes permanentes les otorga derechos municipales ligados a salud, educación y demás. Tienen que probar domicilio activo dos años hacia atrás para obtenerla. Pero también pueden perderla si la tenían y no moran en las residencias declaradas por más de dos años. Ahora, el gobierno ha decidido un criterio más: ser un lobo solitario.
Israel sobrevivirá a esta ola de terrorismo como ha sobrevivido a otras. El país en sí no está en peligro. En principio solo la gente. Aun si se logra parar la actual ola de terrorismo muy pronto –tal vez, quién sabe, ya con las actuales medidas- el problema de fondo no estará resuelto. Quedará actuar en el plano político y diplomático, abriendo un nuevo horizonte, lo que debió empezar a ocurrir luego de Margen Protector: un movimiento de Estados moderados que incluya a EEUU y Europa junto con países como Egipto, Jordania, Arabia Saudita, los emiratos del golfo e incluso la Autoridad Palestina legítimamente constituida, para que, opuestos al islam radical de corte violento allí donde se encuentre, comenzar a dar pasos hacia la victoria sobre la violencia islámica radical, el verdadero mal del Medio Oriente. El cambio pasará por alianzas de nuevo cuño, que ya se han puesto en marcha solo en parte. Pasará por la concreción de la solución de dos Estados para dos pueblos. Luego, por el bien de las generaciones venideras, tanto israelíes como palestinas, pasará por la educación, y por dar a los jóvenes palestinos metas positivas, expectativas de futuro diferentes. Para que el lobo solitario sea el bueno de la historia, pero solo en Assassin’s Creed.
Bassam Naím, ex ministro de Hamás, entendió mal esta caricatura cuando, para denostar a Israel dijo que ésta demostraba que Israel es el máximo violador de derechos humanos del mundo. Así lo posteó en su cuenta de Twitter, quedando en extremo ridículo. La caricatura busca ironizar con la situación inversa: mostrar la incompetencia de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU al ocuparse casi exclusivamente de Israel, en comparación con lo que sucede con países como Rusia, Siria, Norcorea, China, Sudán, etc., verdaderos paladines de la violación a los derechos humanos. Por no hablar de que el yerro es de un alto jerarca del Hamás. En fin.
La caricatura fue publicada en el marco del proyecto «The Israeli Cartoon Project», https://www.facebook.com/TTICP, destinado a elevar a la conciencia sobre estas contradicciones del mundo a través de caricaturas piolas, chéveres, etc. La info sobre Bassam Naím la levantó Ynet.
Abdel Hay Azab, rector de la Universidad egipcia de Al Azhar, la institución más importante del mundo en el tema del Islam. Foto: Massimiliano Minocri
Abdel Hay El Azab, experto en islam radical en la universidad Al Azhar, pone los puntos sobre las íes en cuanto a la necesidad de diferenciar entre la religión musulmana, una religión de paz como todas, y el islam radical. Seguir tolerando a este último, una ideología nefasta surgida recién en el siglo 20, en nombre del multiculturalismo, es el gran error de Occidente, que está signando este nuevo siglo. Que El País de España lo publique, en un país donde no todos hilan fino, es una buena noticia.
Por Patricia R. Blanco, El País (España)
Abdel Hay el Azab es consciente de la responsabilidad que recae sobre él. Rector de la Universidad Al Azhar, la institución más prestigiosa del mundo en el estudio del islam suní —fue fundada en El Cairo en el año 975—, pronuncia con cuidado milimétrico cada una de sus palabras y llega a repetir una frase si cree que un verbo es más preciso que otro. Tal es su celo para evitar malentendidos que no aceptó a ningún intérprete en su participación el pasado jueves en las jornadas sobre Diálogo Intercultural e Interreligioso, organizadas por el Ministerio de Exteriores en Barcelona. Solo admite como traductor a su ayudante personal —exclusivamente en francés— si el interlocutor no habla árabe.
Pregunta. El Estado Islámico (EI) dice que sus actos responden al cumplimiento de los preceptos del Islam. ¿Usted que cree?
Respuesta. Es necesario que la sociedad, musulmana y occidental, sepa diferenciar entre religión y grupos terroristas. El islam promueve el respeto hacia el otro, el principio de no agresión y la coexistencia pacífica. Los terroristas solo promueven el terror. Por eso, los musulmanes, pero también Europa, tienen la responsabilidad de corregir la visión errónea que existe sobre el islam y que difunden algunos medios.
P. ¿A qué atribuye la expansión del EI?
R. El EI [El Azab alude siempre al Estado Islámico con su acrónimo en árabe, daesh, para evitar concederle carácter estatal] no es producto de la religión, sino que es una fabricación política. ¿Puede un grupo, por sí mismo, destruir un Estado? Está claro que no. El EI sobrevive porque tiene apoyo político.
P. ¿Quiénes lo apoyan?
P. ¿Cómo combatir al EI?
R. Contra el terrorismo, en la Universidad de Al Azhar proponemos el Corán, el islam verdadero, para difundir la paz.
P. En diciembre de 2013, el Gobierno egipcio designó oficialmente a los Hermanos Musulmanes como terroristas. ¿Usted los considera terroristas?
R. Creo que todo aquel que comete crímenes y actúa en contra de la ley es igual al EI. ¿Acaso los Hermanos Musulmanes han denunciado los crímenes cometidos por grupos terroristas? No, no lo han hecho. Son una organización que instiga a actuar en contra de la población.
P. Expulsó a miembros de los Hermanos Musulmanes de la universidad.
R. Expulsé para siempre a aquellos que habían cometido crímenes o habían incitado a la violencia, no por el hecho de ser de los Hermanos Musulmanes. Pero ahora hemos logrado que impere la ley y la independencia de la justicia. Se ha liberado Egipto de grupos extremistas y es mi responsabilidad contribuir a la estabilidad.
P. ¿Tras el golpe de Estado?
R. El 30 de junio de 2013 hubo una revolución heroica que trajo a Egipto seguridad, estabilidad y libertad. Se aprobó una Constitución y se celebraron elecciones.
Por Marcelo Kisilevski
En Israel, las noticias sobre el acuerdo de este jueves en Lausana entre las potencias Occidentales e Irán fueron recibidas con escepticismo, cuando no con disgusto explícito.
Los tres diarios más importantes estuvieron divididos este viernes en su edición especial de Pesaj. Maariv se mostró a favor. Israel Hayom -alineado con todas las posiciones de Biniamín Netanyahu- se mostró claramente en contra: «El acuerdo con Irán: error histórico», editorializó en su titular. Y Yediot Ajaronot, en general opositor férreo, dividió su portada entre ambas posiciones: «Acuerdo nuclear. Obama: ‘Buen acuerdo’; Israel: ‘Error histórico'».
El presidente norteamericano Barack Obama emprendió una campaña personal para persuadir a todo el mundo, tanto en el exterior como en su frente interno, de que se trata del mejor acuerdo posible. Entre otros métodos de tranquilización, en EEUU se difundieron noticias según las cuales sus fuerzas armadas se siguen entrenando, y las bombas perfora-bunquers se siguen desarrollando.
El premier israelí Netanyahu, en tanto, se presentó ante las cámaras para denostar el entendimiento alcanzado: «Todos los ministros en mi gabinete y yo somos unánimes en nuestro repudio a este mal acuerdo», sentenció.
El analista de asuntos árabes del Canal 2, Ehud Yaari, estuvo de acuerdo con él cuando citó palabras de Bill Clinton luego del acuerdo con Corea del Norte para neutralizar su plan nuclear, que terminaría, como es público, con la posesión de la bomba por ese país: «Las palabras de Obama de hoy suenan exactamente igual que las de Clinton de entonces», comparó Yaari.
En su análisis, el periodista rebeló nada menos que cinco desacuerdos entre la versión occidental del acuerdo y la iraní. Para los voceros iraníes, los occidentales sencillamente «mienten».
Los cinco desacuerdos acerca del acuerdo son:
1) Fin de las sanciones a Irán. Según Occidente, se acordó que las sanciones serían retiradas gradualmente. Para Irán, en el lapso de un día a partir del acuerdo definitivo a firmarse hasta el 30 de junio próximo.
2) Lapso de la suspensión del enriquecimiento de uranio. Occidente: será por 15 años. Irán: por 10.
3) Desarrollo de centrífugas de nueva generación en Fordó. Occidente: se interrumpirá totalmente. Irán: continuará.
4) Revisaciones sopresa por los inspectores internacionales en instalaciones iraníes. Occidente: Irán consintió. Irán: de ninguna manera.
5) Destino del uranio ya enriquecido, el «uranio de las siete bombas». Occidente: la mayoría será trasladada a otro país, probablemente Rusia. Irán: permanecerá en Irán.
En este estado de cosas, es difícil vislumbrar un camino fácil hacia el acuerdo definitivo, y en Israel hay muchos convencidos de que todo lo que hace Irán -acordar, disentir en lo acordado, acceder a otro alargue, etc.- es parte de sus maniobras para ganar tiempo y seguir en tanto con el desarrollo su poderío nuclear. A la luz del caso norcoreano, y de los datos que se acumulan sobre las fintas iraníes, es posible comprender el nerviosismo israelí.
Uno de los vehículos destruidos por misiles antitanques rusos de tipo Kornet, disparados ayer por Hezbollah contra el convoy militar israelí.
Por Marcelo Kisilevski
El ataque de Hezbollah ayer en la frontera israelo-libanesa en el Golán, en el que murieron dos soldados israelíes y siete más resultaron levemente heridos, fue la venganza de esa organización chiíta pro iraní por el ataque israelí -según informes de la prensa extranjera- la semana pasada en suelo sirio, en el que murieron seis integrantes de Hezbollah y un general iraní. La venganza, le hizo saber Hezbollah a Israel a través de la ONU, estaba cumplida, y no hay por parte de la milicia intenciones de escalar aun más la violencia.
Israel, por su parte, elevó los tonos declarativos, pero tanto hacia adentro como hacia afuera quedaba claro ya ayer que Israel adoptaba la política de «contención»: contener (o sea aguantar) el ataque enemigo y autocontener la respuesta. El complejo de esquí en el Hermón abrió sus puertas esta mañana nuevamente, y en las escuelas en las aldeas del sur del Líbano también se vuelven a dictar clases con normalidad. Todo esto -en el Medio Oriente siempre hay que decirlo- es por ahora y hasta nuevo aviso.
Para el análisis, valgan algunos conceptos. Por ejemplo, el que trae hoy Alex Fischman en Yediot Ajaronot. Dice que desde las Primaveras Árabes, Israel había adoptado la política del silencio de radio y de la estricta no intervención. Esa política se rompió la semana pasada con el ataque que todos los medios atribuyen a Israel, y la pregunta del analista es por la necesidad de dichos ataques. Señala que la hipótesis de trabajo israelí en el caso sirio, libanés e incluso iraquí, es que todas las fuerzas de esa guerra civil están «demasiado ocupadas» entre sí como para abrir un nuevo frente con Israel, y que aun si así no fuera, la disuasión israelí, generada en la Segunda Guerra del Líbano en 2006, todavía sigue vigente.
El problema, dice Fishman, es que la disuasión no es una ciencia exacta. Y que funciona, siempre y cuando uno no obligue a la otra parte a reaccionar, aun a pesar de la disuasión existente. Con lo cual, uno termina destruyendo la disuasión con sus propias manos. Al parecer, el ataque de la semana pasada, en que murió parte de la cúpula estratégica de Hezbollah, tuvo ese efecto: Hezbollah no quiere la escalada, pero tuvo que reaccionar. La prueba de que no quiere continuar, ni arrastrar a Israel a la contienda, es que respondió a un golpe estratégico, con uno táctico.
Najum Barnea, en el mismo diario, agrega más pensamiento a la filosofía de la disuasión mutua: que no ocurra como en los choques cíclicos en Gaza, dice, donde cada parte golpea a la otra pensando que la propia disuasión no es suficiente, hasta que el campo de batalla hierve, sin que ninguna parte lo desee de verdad. Si el actual incidente termina ahí, entonces estaremos quizás ante una lección aprendida. La tendencia por el momento parece ser esa.
Ron Ben Ishai, en el sitio Ynet, parece discutir con ellos. Por un lado lo dicho es cierto: cuando Hezbollah derrama suficiente sangre nuestra, les parece una reacción suficiente, entonces paran. El problema es que, si Israel no reacciona fuerte, se podría estar abriendo la puerta para acciones violentas de esa clase en el futuro. Por las dudas, Israel comienza esta mañana a blindar la frontera con el Líbano. Pero ese es el dilema que tendrán que enfrentar ahora el premier Netanyahu, su ministro de Defensa y su comandante en jefe militar. ¿Reaccionar o dejarlo así?
Sobre todo, de nuevo Fishman, porque Hezbollah puede quedar conforme con su venganza. Pero nada dice eso de la venganza de Irán, y para ello habrá que estar con la mirada atenta hacia el exterior, hacia posibles blancos israelíes, norteamericanos y judíos.
Y por eso queda la pregunta de la necesidad del ataque atribuido a Israel contra el convoy Hezbollah-Irán, que parece cambiar, como dijimos, las reglas del juego al meter su nariz en las guerras civiles allende sus fronteras. Para Ben Ishai, se trató de una acción necesaria, que vino a frustrar un plan iraní para atacar por sorpresa a Israel, que no espera en este tiempo la reapertura del frente libanés, y convertir la vida de los habitantes del norte israelí en un infierno.
Fischman responde a ello que, aún si esto fuera así, se debió haber tomado recaudos contra el mentado plan de un modo más paciente que con un ataque tan espectacular, a ojos de todos, y que termina obligando a los atacados a reaccionar, aun contra su actual agenda.
Pero si Ben Ishai tiene razón, entonces su actual agenda sí es abrir el frente con Israel. Si ese es el caso, Israel hará muy bien en no responder el ataque de ayer, pero también en preparar mejor las trincheras para lo que pueda venir.
Los carteles de la juventud en la manifestación. En hebreo: «Justicia para nuestro pueblo en Argentina».
Por Marcelo Kisilevski*
De repente, la explanada del edificio de oficinas en Herzlía, al norte de Tel Aviv, se convirtió en una extensión de cualquier plaza argentina levantada en manifestación: gente envuelta en banderas nacionales, carteles con la inscripción «Yo soy Nisman», «Nunca podrán suicidar a la justicia», caras consternadas, diálogos en castellano, con bronca y mucho escepticismo.
Cientos de argentinos residentes en diversas localidades de Israel manifestaban de ese modo, ayer, frente a la embajada de Argentina en Israel en Herzlía, al norte de Tel Aviv, en protesta por la muerte de Alberto Nisman. El acto en sí fue escueto: consistió en tres discursos breves y la entrega de un petitorio reclamando justicia al agregado cultural argentino en Israel, Manrique Lucio Altavista. Para cerrar, en la transitada avenida israelí resonó fuerte el Himno Nacional Argentino.
«Envueltos aun en la conmoción y la desazón que implica el haber sumado la víctima número 86 del atentado perpetrado en 1994, exigimos una investigación que dé con la verdad de los hechos, la misma verdad que Alberto Nisman persiguió durante sus extensos años de arduo trabajo en la causa AMIA», dijeron los argentinos israelíes en su petitorio. El agregado cultural Altavista dijo a Clarín que «vamos a transmitir este petitorio a Buenos Aires», y rehusó agregar más comentarios.
Con la muerte violenta de Nisman, «alguien firmó el certificado de defunción de la Causa AMIA, una mano a la que no le tembló el pulso firmó: sentencia de muerte para la verdad y la justicia», dijo en su discurso Roxana Levinson, sobrina de Jaime Plaksin, víctima de AMIA, y de Graciela Levinson, víctima del atentado en la Embajada israelí. «¿Y ahora qué? ¿Quién tomará la causa? Porque, obviamente, habrá nuevo fiscal y se cumplirán las formas, pero… ¿quién tomará la causa de las víctimas, quién intentará llegar al fondo de la verdad? ¿Quién volverá a enfrentarse a los monstruos del poder absoluto y la impunidad?», se preguntaba.
Acto digno, alrededor de 200 asistentes. A la derecha, Mariano Gorbatt, de Kehilá Latina, conduciendo el acto.
Los organizadores pertenecen a una agrupación de inmigrantes llamada Kehilá (Comunidad) Latina. Uno de ellos es Mariano Gorbatt: «Así como 2 años atrás nos reunimos para protestar contra el acuerdo con Irán, el objetivo de este acto es reiterar el reclamo de justicia, que ahora se extiende a una víctima más, la número 86 de AMIA, el fiscal Alberto Nisman».
León Amiras, presidente de OLEI, la organización de inmigrantes latinos en Israel, dijo en su alocución que «en cada acto de recordación de la tragedia de AMIA, en Ashdod, Kfar Saba o Beer Sheva, nombrábamos a Nisman, y elogiábamos su trabajo como fiscal. Ahora recordaremos que lo de AMIA sigue abierto, y que todavía la causa Nisman está en trámite».
Muchas firmas. Un participante en el acto firma el petitorio a ser entregado a la Embajada Argentina.
Javier Waldman es sobreviviente del atentado en AMIA. Trabajaba en Tesorería, en el edificio de Pasteur, y salió ileso. Un año después emigró hacia Israel con su esposa Carina, un plan que ya tenían desde antes del ataque. Ayer estaba entre el público, frente a la embajada argentina.
«Pasamos veinte años esperando respuestas por el atentado, y ahora tenemos que esperar explicaciones de qué pasó con la persona que estaba buscando esas respuestas de hace 20 años», dijo Waldman, que hoy es encargado de marketing para Iberoamérica para una empresa tecnológica israelí.
Con su cartel de «El petróleo vale más que la sangre de las víctimas», Jessica Scheinberg, una estudiante universitaria que participaba en el acto, dijo a este diario «que supuestamente la democracia había vuelto a la Argentina, y esto es una muestra que ello no fue así. Nos solidarizamos con toda la sociedad argentina que lo está viviendo allá, y esperamos que siga protestando para que haya un cambio, porque esto no puede seguir así».
En el acto también hablo José Caro, titular de la OLEI de Raanana. «Nuncá más, por la Memoria de Nisman, y para que todos los delincuentes y asesinos vayan presos», dijo Caro. «Nuncá más por todos los muertos, por todos nuestros muertos, para que por fin puedan descansar en paz y para que alguna vez, alguna vez, podamos decir: En la Argentina se hizo Justicia. La Justicia existe. ¡La Justicia en la Argentina de verdad existe!»
*Escrito para Clarín, 24.1.15
Por Marcelo Kisilevski
La guerra contra el terrorismo islámico no se parece a las guerras tradicionales que el mundo ha conocido. Eso no significa que haya que tratar los atentados en París -o en Siria o en Gaza o en Montevideo- como delitos comunes a ser combatidos por Starsky y Hutch o por CSI. La mirada europea post-colonial, en la que uno mismo es culpable de la agresión del otro, es lo que está haciendo perder a Occidente la batalla.
En su canción Padre, interpretada en español y en catalán (Pare), Joan Manuel Serrat nos hablaba ya en 1973 de la lucha contra la contaminación ambiental, y denunciaba el maltrato humano a nuestro planeta. Su último verso era un llamado desgarrador y claro a la vez: Pare, deixeu de plorar, que ens han declarat la guerra.
El hecho de que sea una guerra no tradicional, con el ejército regular de un país enfrentando en un campo abierto al de otro, no significa que no se trate de una lucha para la que hay que estar preparados, y dar la batalla. Las guerras tradicionales así descriptas ya no existen, y sobreviven solamente en dos lugares: en la Convención de Ginebra y en el cine. La conciencia y la lucha por salvar al planeta, recién ahora han llegado a una masa crítica, cuarenta años después de la canción inolvidable de Serrat. Eso no significa que se haya ganado. Con el islam radical, la perspectiva pareciera ser mucho peor.
En esto pensaba cuando escuchaba a una panelista del programa radial Weekend en la BBC de Londres, que advertía contra la definición de «guerra contra el terrorismo» en un panel sobre los eventos de esta semana en París: «No nos fue muy bien en la vuelta anterior con esta definición», decía segura. «No es una guerra. Son crímenes, debemos combatirlos con la policía y el sistema judicial».
Es posible que no nos haya ido bien en la vuelta anterior, si la panelista se refiere a la respuesta norteamericana al 9/11: las guerras en Afganistán e Irak. Tal vez por haber sido guerras contra el terrorismo que EEUU y Occidente intentaron traducir a guerras tradicionales. Cuando en realidad, la guerra contra el terrorismo es y debiera ser otra cosa. Pero eso no significa que se deba combatir a Al Qaeda y a ISIS como si fueran otras expresiones de Dexter, el asesino serial de la tele.
Es decir, no significa que Occidente no esté en guerra contra el terrorismo islámico radical, por una sencilla razón: el islam radical es el que ha declarado la guerra a Occidente. La naturaleza de una lucha o una guerra, la define el agresor. Y usted, señora panelista de la BBC, puede no creer en guerras santas, pero cuando el islam radical le declara una, eso es exactamente lo que tiene encima. Puede no escuchar la declaración, si no quiere, pero el resultado es el que ya está a la vista.
No es por un mundo mejor
¿Y qué es exactamente lo que está a la vista? Ben Dror Yemini lo resume bien este fin de semana en Yediot Ajaronot. «El atentado no fue una protesta contra la discriminación o por los derechos de los musulmanes», escribe. «No fue contra la desocupación o la alienación. Los jihadistas no luchan por un mundo mejor. Luchan contra todo el que es distinto de ellos. Luchan para erigir una entidad islámica oscurantista».
Yemini explica que después de los atentados en EEUU en 2001 hubo más atentados: en Madrid, en Londres. Desde entonces, el islam radical se ha hecho más fuerte. En 2013, 18.000 personas fueron asesinadas en atentados terroristas islámicos, un 60% más que en 2012. En 2014 pasaron los 30.000. En paralelo con los atentados en París, hubo esta semana otros en Yemen, Nigeria, Siria e Irak. En Montevideo, agregamos nosotros, la embajada de Israel tuvo que ser evacuada.
La mayoría de las víctimas son otros musulmanes, pero el terrorismo jihadista ya anida fuerte en los países occidentales. Los perpetradores de principios del milenio no eran los más discriminados y pauperizados de la tierra. Al contrario, eran jóvenes existosos que crecieron en especial en Occidente, con su cerebro lavado de una ideología que destila sólo odio. Ahora ocurre lo mismo, con una diferencia: entonces eran unos pocos, hoy son cientos de miles.
Yemini trae un dato inquietante. Los jihadistas, dice, no son la mayoría de los musulmanes, por supuesto. Pero no hace falta que sean mayoría. «El problema es que el apoyo a la instauración de la Sharía en los países del mundo libre, aun por la fuerza, es mucho más alta. Ya no se trata de unos pocos porcentuales. Hay diferencias importantes entre un sondeo y otro, pero el promedio señala porcentajes de dos dígitos. Más entre los jóvenes que entre los adultos. Eso significa que millones de musulmanes en el mundo libre, en especial jóvenes, apoyan el objetivo supremo de la Jihad: la creación de un Califato Islámico.
El Síndrome de Estocolmo
«La reacción del mundo libre es la debilidad. La capitulación. La industria de las justificaciones. Los musulmanes carecen de toda responsabilidad de lo que les sucede ni de sus ideas, no en los países musulmanes ni en las comunidades musulmanas de París, Londres o Estocolmo. Pues son pobre gente. Viven bajo la opresión y la discriminación. Esto no es corrección política. Es el Síndrome de Estocolmo: justificar al agresor. Ramas enteras de las ciencias sociales en las universidades del mundo libre se hicieron adictos a la escuela post-colonial que, dicho en resumen, señala con el dedo acusador a Occidente, a EEUU, al sionismo. Miles salieron a las calles en el último verano para apoyar a Hamás, una organización jihadista cuyos líderes declaran abiertamente que su meta final no es el fin de la ocupación sionista (en Cisjordania y Gaza solamente, MK) sino la conquista islamista de todo el mundo libre. A esta corriente pertenecen miles de académicos y periodistas. Creen en sus propias vanalidades…
«Cuando musulmanes decentes -y los hay por millones- intentaron decir que los extremistas representan un peligro, fueron acallados. Cuando el líder más importante del islam sunita, el jeque Yusuf Qardawi, fue invitado a una visita oficial en Londres, fueron los musulmanes los que advirtieron al alcalde, Ken Livingston, que se trata de un hombre peligroso que instiga a la radicalización. No sirvió de nada. Qardawi fue recibido con alfombra roja. Francia, dicho sea de paso, no le autorizó la entrada».
Con amigos como estos…
El problema, como señala el columnista de Yediot, es que los únicos que están reaccionando en Europa contra el peligro islamista radical son partidos de ultra derecha. Véase el caso de Marine Le Pen en Francia, que obtuvo el 32% de los votos en agosto, o el Partido de la Libertad en Holanda, que empató al partido de gobierno, o las manifestaciones de Pegida («Patriotas contra la islamización de Occidente») en Alemania, donde no queda claro si luchan contra la islamización o si sus manifestaciones son de racismo puro contra los musulmanes.
«La respuesta a la debilidad conciliadora del mundo libre no es la extrema derecha», sentencia Yemini. «El problema es que el mundo libre no ha hallado el punto de equilibrio correcto entre una lucha mucho más firme contra los jihadistas y sus seguidores, y un desbarrancamiento hacia el racismo contra todos los musulmanes».
Por ahora, dice Yemini, «la batalla está perdida». «Así como luego de una década y media desde los atentados terribles, la jihad se convirtió en algo mucho más fuerte y la radicalización creció, es de suponer que tampoco el atentado en París conllevará cambio alguno. Pero a no desesperar. Hace falta, en cambio, una mirada dolida de la realidad. Sólo cuando ello ocurra, será posible hablar de alguna posibilidad de cambio».