BALANCE INCOMPLETO 5775: ISRAEL, O… LOS PARANOICOS QUE ISIS E IRÁN PERSIGUEN

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota de Herzog a manos de Netanyahu.

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota del líder de Majané Tzioní (laboristas) a manos de Netanyahu.

Por Marcelo Kisilevski

¿Cuáles son, en Israel y el Medio Oriente, los eventos centrales del año 5775 que termina?

El evento central en Israel del año hebreo que termina es, sin duda, la reelección de Biniamín Netanyahu como primer ministro. Los analistas se esfuerzan por descifrar el secreto de este político, al que no todos quieren, pero que nadie sabe por quién ni cómo reemplazar. En el propio Likud es quizás uno de los más aborrecidos, pero ganó las internas precisamente por no hallar dentro del partido de gobierno un reemplazo apropiado que pudiera ganar en las nacionales.

Finalmente ganó el miedo, una sensación de seguridad que Itzjak Buyi Herzog no pudo ofrecer al ciudadano común. No fue solo la frase de Bibi en Youtube, «los árabes corren masivamente hacia las urnas», ni los lapsus de los izquierdistas ashkenazíes que acusaron a los «besadores de amuletos», los religiosos y sefardíes. Estas fueron frases desafortunadas, que revelan que todavía los cortes y las adversidades dentro de la sociedad israelí todavía están vivos.

Pero las amenazas externas, fuertes y rotundas, ayudaron más aún al reelecto premier. Frente a las amenazas de Hamás, desnudadas más que nunca por el fenómeno ISIS, vale la frase inmortal de Woody Allen: «Que uno sea paranoico no significa que no lo estén persiguiendo». Herzog, además de oponer una alternativa cuerda y de hablar de seguridad y no sólo de economía, deberá todavía trabajar mucho sobre su imagen… si es que sobrevive a las próximas internas laboristas. Muchos votantes dijeron: «Solo Bibi me da una sensación de seguridad». Otros, tradicionales votantes del Likud, casi se disculpaban: «¿Y a quién otro quieres que vote?» Suena como votar por el mal menor, sobre todo teniendo en cuenta que muchos votantes de Bibi pertenecen a las capas más pobres de la población, que seguirán siéndo pobres gracias a su política. Para Netanyahu, no obstante, fue suficiente.

El gran éxito de las elecciones se lo llevó, sin embargo, la bancada árabe de Ayman Uda, por haber logrado unificar a políticos que van desde la devoción musulmana, a veces rayana en el apoyo al islam radical, pasando por un polígamo, hasta otros diputados árabes que apoyan los derechos de los homosexuales. Se trata de una obra de ingeniería política nada desdeñable, en la que políticos tan dispares entendieron que la unión puede valer la pena para convertirse en la tercera bancada del parlamento israelí.

No podemos olvidar que este es también el año del odio, en el que un jaredí (judío ultraortodoxo) acabó con la vida de Shira Banki, una adolescente de 16 años que participó en una Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén, y en que extremistas judíos de ultraderecha religiosa incendiaron la casa de la familia palestina Dawabsha en la aldea Duma, acabando con la vida de Ali, un bebé de un año y medio, y sus padres. Meir Etinguer, sospechoso de pertenecer a una célula terrorista judía presuntamente relacionada con el ataque, dijo desde su lugar de arresto que su grupo seguirá luchando por «crear el Estado de Judea», un Estado halájico que regrese a las fuentes de la época del rey David.

El año en la región

En el Medio Oriente, las diez guerras ya se han cobrado más de medio millón de vidas y producido cerca de diez millones de refugiados. Cuatro de esos millones, los sirios, tocan hoy a las puertas de Europa, y el cadáver de un niño de dos años tirado en la playa les cuenta a los europeos que el problema ahora es de ellos. En Siria el problema tiene nombre y apellido: Bashar El Assad, al que Rusia e Irán corren esta semana a ayudar abiertamente con armas y tropas. El bloque occidental, liderado por EEUU, deberá responder también a esta realidad.

No es fácil decidir apoyos y leer alianzas. Los rusos y los iraníes buscan la estabilidad de Assad en contra de ISIS, que también es enemigo de EEUU y de todo Occidente. Si «gana» Assad, Irán seguirá a las puertas de Israel. Si gana ISIS, en negociación para aliarse con el Frente Nusra, el Al Qaeda sirio, es el islam radical sunita el que amenazará las fronteras de Israel.

No es solamente ISIS, pero esta organización se terminó de revelar este año como el nuevo reino de la brutalidad a escala mundial. La organización adscribe a la ideología de Rashid Bagdadi, ya muerto, que opinaba que cuanto mayor fuera la crueldad, cuantas más cabezas rodaran, literalmente hablando, más pura se volvería el alma del creyente.

Entre otros males, la institución de la esclavitud ha renacido en todo su esplendor en el universo ISIS. Miles de habitantes del Medio Oriente, en su mayoría otros musulmanes pero también cristianos, son vendidos y comprados en los mercados de Irak y Siria. Y la discusión teológica hoy gira en torno a si le está permitido al hombre musulmán mantener relaciones sexuales con la esclava de su esposa. Y las opiniones en este crucial debate están divididas entre los «sabios» de ISIS…

La organización terrorista ya es no solo la más cruel sino también la más rica del mundo, pues maneja un país de más de diez millones de habitantes, en un territorio que ocupa casi medio Irak y un tercio de Siria, cobrando impuestos y comerciando con petróleo en el mercado negro internacional. La frontera entre ambos países ha desaparecido, y Occidente tendrá que decidir qué actitud tomará ante el nacimiento de un país nuevo autobautizado «El Califato», que en el camino amenaza con borrar otros dos países miembros de la ONU: Irak y Siria. ISIS ya ha anunciado que su agenda de conquistas incluye Libia, Egipto, Israel-Palestina, Líbano, Jordania y Arabia Saudita. Según la teología de Dar El Islam, aquel espacio imperial árabe que abarcaba las conquistas de Mahoma, los Cuatro Califas Rectos y la Dinastía Omeya, es solo el comienzo. Lo cierto, para el que quiera pensar con lógica, es que ISIS no se detendrá solo, y Occidente tendrá que decidir, aquí también, cuál será su actitud.

Este es también el año del acuerdo entre las potencias occidentales e Irán por el plan nuclear del país de los ayatollas. La discusión sobre el desempeño del premier Netanyahu es una discusión entre políticos israelíes. Queda claro, al final del día, que se trata de un acuerdo sumamente problemático que, como mucho, posterga la adquisición por Irán de armamento nuclear. Los países árabes se oponen tanto o más que Israel al acuerdo, solo lo manifiestan con menos ruido que el premier israelí. Cuando se termine de sellar el acuerdo, las relaciones entre EEUU e Israel se revelarán como vivas, coleando y más fructíferas que nunca para Israel en el plano militar, pues la Casa Blanca y, especialmente, el Pentágono, querrán mimar a Israel en compensación. Mientras Obama sueña con neutralizar la hostilidad de Irán al convertirlo en «un actor relevante para la estabilidad del Medio Oriente», el líder espiritual iraní, el ayatolla Alí Khamenei, ya anunció que su país seguiría luchando junto a sus aliados para exterminar a Israel, prometiendo que el Estado hebreo dejará de existir «en el lapso de 25 años».

En todo ese contexto, en medio de un tsunami de islam radical, el gobierno de Netanyahu anuncia que está dispuesto al diálogo sin condiciones previas con la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas. Se trataría de un paso inteligente, que acompañaría los esfuerzos de Turquía por mediar en emprendimientos económicos, la tan mentada «Pax económica», entre ambas partes en conflicto.

Economía y cultura

A nivel socio-económico en Israel, ni las medidas del anterior ministro de Economía, Yair Lapid, ni las elecciones, en las que Bibi prometía en vano hacer descender el precio de la vivienda, parecen lograr reducir el costo de vida, y la brecha entre ricos y pobres aumenta. Doscientas mil familias necesitarán en estas fiestas asistencia de las numerosas ONGs que reparten canastas de comida para la cena de Rosh Hashaná, un aumento significativo respecto del año pasado. Muchos matrimonios jóvenes que viven con sus padres, abren la ventana y miran a otros países donde logren hacer que su salario alcance. El país que más se escucha nombrar como destino migratorio, igual que para muchos sirios, es Alemania.

Sin embargo, Israel sigue siendo meta migratoria para muchos otros grupos, entre ellos, aquellos judíos que ven crecer el antisemitismo en sus países. Uno de ellos, es Francia, pero cada vez aumentan los lugares en el mundo donde circular por la vía pública con kipá puede resultar en una experiencia llena de tensión, por decirlo delicadamente. La «aliá» a Israel motivada en el malestar espiritual más que en el económico, ha crecido en el año que termina. En lo económico, Israel no es un país fácil, pero esto está medido en términos del primer mundo.

Como párrafo cultural, la noticia de este año es el nombramiento de Miri Reguev como ministra de Cultura. Reguev se había hecho famosa como portavoz del ejército israelí durante la Desconexión de Gaza y en la Segunda Guerra del Líbano. A su retiro, se incorporó sin dudarlo al Likud. Desde el principio se manifestó como un «patito feo» de la política israelí, a veces provocativa, siempre polémica. El ministerio de Cultura estaba claramente fuera de su zona de confort. Hoy enarbola con ruido de petardos la bandera de la cultura periférica no ashkenazí, con una agenda declarada de poner a la periferia israelí, tanto social como geográfica, en el mapa de la cultura, aún al punto de recortar significativamente los presupuestos de la cultura hegemónica mainstream, ashkenazí, occidentalizante, de Israel. No es una visión descartable persé. La pregunta que muchos se hacen es entonces por el estilo: ¿hace falta pelearse, para tan noble fin, con la actriz símbolo de la alta cultura israelí, la enorme actriz Guila Almagor y con todos los hacedores de la cultura «telavivense»? ¿Hace falta amenazar con negar presupuestos a producciones artísticas que según su visión política «deslegitiman a Israel», produciendo titulares y atrayendo fuego innecesario?

Para 5776, cabe esperar un año hebreo con menos enfrentamientos, donde la norma sea la convivencia, la solidaridad y la paz. Que esta no sea una frase de circunstancia. Shaná Tová.

Dos noticias que dividen

Por Marcelo Kisilevski

Las corrientes palomas contra el antisemitismo palestino. El gobierno israelí contra ultraortodoxos antirreformistas… que son parte del mismo gobierno. 

Alguien me dijo en un diálogo de pasillo: «Todo el mundo se está volviendo hacia los extremos». Tal vez el problema sea que no solo se está volviendo hacia los extremos, sino que no tiene problemas en expresarlo. La vergüenza es lo que está desapareciendo, y se agarra de los pelos con el concepto de «politically correct».

En Chile se encuentra la comunidad palestina más grande del mundo fuera del Medio Oriente, con 350.000 miembros. Hace pocos días, el embajador de la Autoridad Palestina en ese país,  Imad Nabil Djada, emprendió un ataque de neto corte antisemita cuando dijo que «en 1896 se reunió un grupo de intelectuales y asesores financieros para crear el Movimiento Sionista, con un justificativo: crear una patria para el pueblo judío. La verdad es que este objetivo tenía por fin proteger los planes de los judíos de dominar la vida de todo el mundo».

Se trata de una cita directa de los Protocolos de los Sabios de Sión, el panfleto apócrifo del siglo 19, que constituyó entonces la vía por la cual el antisemitismo pudo reencarnar cuando Occidente abandonó los mitos judeófobos medievales a raíz del Iluminismo, que los volvía obsoletos. De la judeofobia política a la darwiniana que trajeron los nazis hubo unos pocos pasos.

La organización estadounidense «Americanos por Paz Ahora», que apoyan a Paz Ahora en Israel, llamaron al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, a despedir a su embajador en Chile. «Expresiones de esa clase estimulan el odio y confieren legitimación a las mentiras antisemitas», dijeron en un comunicado.

Cuando una organización paloma como Paz Ahora tiene que salir al cruce de expresiones proferidas por el bando con el cual buscan el acercamiento, ese bando debe decidir para qué lado empujan sus velas. O bien llamarse a la reflexión -«el embajador no nos representa»- o bien sincerarse: «Sí, en realidad eso pensamos». Puede que no hagan ni lo uno ni lo otro. Será un signo de los tiempos.

Por estas playas israelíes las cosas no están mejores. El Ministro de Cultos, David Azulai dijo este fin de semana en una entrevista: «No quiero ser la primera persona en la historia del pueblo judío en reconocer a los reformistas. Los reformistas son una catástrofe para el pueblo judío».

El propio primer ministro Biniamín Netanyahu debió emitir una «reprimenda» contra el ministro de Cultos: «He dialogado con el ministro Azulai y le he recordado que Israel es el hogar de todo el pueblo judío».

Azulai intentó reducir daños: «Quiero referirme a mis palabras que fueron sacadas de contexto por factores de interés para provocar una fractura en el pueblo. Por supuesto que todos los judíos, aunque pequen, son judíos. Vemos con gran dolor el daño de la reforma en el judaísmo, que trajo el mayor peligro para el pueblo judío, que es la asimilación».

Las declaraciones de Azulai -que, recordemos, no es un rabino de barrio sino el Ministro de Cultos-, así como su «aclaración», provocaron la ira del Movimiento Reformista. El rabino de esa corriente, Guilad Kariv, dijo que «el hecho de que el ministro no retiró sus palabras es clara muestra de que el primer ministro no puede contentarse con condenar sus dichos. Esperamos que el premier ponga claro que no tolerará expresiones que deterioran las relaciones entre Israel y el judaísmo del resto del mundo».

El domingo último, 5.7.15, el gabinete votó a favor de anular la reforma a la conversión al judaísmo, que confería la potestad de la conversión también a las autoridades rabínicas municipales, ya no solo al Rabinato Central. Ello abría las puertas a conversiones no ortodoxas. Una de las condiciones para la reentrada de partidos ortodoxos a la coalición era esta anulación, a la cual Netanyahu tuvo que acceder para arañar los 61 escaños con que cuenta su gobierno en la Knesset.

 

Este es un gobierno de derecha, coaligado con la ultraortodoxia. Es lo que podía hacer Netanyahu si quería formar coalición. Ya hemos dicho que es un gobierno vulnerable, que navegará como una cáscara de nuez en un océano tormentoso, en las manos no solamente de los partidos menores en su coalición, sino de cada uno de sus diputados en la Knesset. Cada ministro y cada diputado tiene al premier tomado de sus partes pudendas, puede expresar lo que se le antoje y elevar las propuestas que se le ocurran.

Tengo malas noticias para el Movimiento Reformista: si quieren que algo cambie, en lugar de exigir al premier, en declaraciones sacarinadas, que «no tolere» los atropellos ultraortodoxos, deberán venir a Israel y dar batalla política. Mientras tanto, Israel se continuará manejando en el aspecto religioso -conversión, matrimonio, entierro- por la vía ultraortodoxa, y los ministros se seguirán expresando como los dueños de casa que son. Porque aquí no hay otros. Solo si los no ortodoxos atinan alguna vez a organizarse, esas serán buenas noticias.

Porque el mundo, si lo dejan, va hacia los extremos. Es un signo de los tiempos.

 

Israel, Gaza y el Mundo: Cuando Todo Aumenta

Por Marcelo Kisilevski

El islam radical aumenta la apuesta. El cinismo de Hamás a trepado a nuevos picos. El antisemitismo se ha quitado la máscara. La superficialidad en el análisis no conoció límites. La guerra de los números (de muertos) adquiere ribetes macabros. Crónica de un mundo que «va por más». 

En muchas manifestaciones, los motivos antisemitas directos se entremezclaron en los clásicos llamados a "parar la masacre". Los medios y los gobiernos no pueden quedar indiferentes al aumento del antisemitismo abierto.

En muchas manifestaciones, los motivos antisemitas directos se entremezclaron en los clásicos llamados a «parar la masacre». Los medios y los gobiernos no pueden quedar indiferentes al aumento del antisemitismo abierto.

Durante esta guerra se exacerbó todo. Los cohetes de Hamás llegaron más lejos. Más israelíes quedaron dentro del rango de tiro y millones debieron correr a los refugios. Hamás aumentó su apuesta casi hasta el final, y así aumentó también la reacción israelí.

El islam fundamentalista también fue más. La contienda no fue solamente contra Hamás: los políticos, los países árabes, los analistas, miran hacia el noreste, donde ISIS sólo ha comenzado su carnicería, y su marcha implacable hacia Siria, Líbano Jordania, Israel y también hacia Europa. Las banderas de ISIS ya han llegado al Viejo Continente. No por nada los países árabes no se pronunciaron esta vez, como era su costumbre, condenando a Israel por el ataque en Gaza. El contexto internacional se ha modificado, se ha amplificado.

Durante el último Ramadán, que terminó hace pocos días, organizaciones como ISIS en Irak, Jabat El Nusra en Siria, Boko Haram en Nigeria, mataron a 15.500 personas. En 2013 habían sido 8.000. Este fin de semana, ISIS conquistó una aldea de la etnia yazidi en Irak, y les dio dos opciones: conversión al islam o muerte. Al final fusilaron a sangre fría a 80 varones y secuestraron a 100 mujeres. Los muertos en Siria ya rozan los 200.000, entre ellos 1.800 palestinos de campos de refugiados. Sin embargo, sólo la muerte de 1.867 palestinos en Gaza a manos de Israel, fue calificada de «genocidio» por gente muy respetada en Occidente. El relativismo moral también alcanzó niveles de exuberancia.

Periodistas «apretados» y amenazados

Creció también la sofisticación de la táctica de Hamás de utilización de civiles en la contienda. Una vez que los corresponsales extranjeros salieron de la Franja, comenzaron a relatar lo que verdaderamente había ocurrido. Fueron publicadas las órdenes de Hamás a sus combatientes de mantener a la población en sus hogares: «El ejército israelí limita su fuego contra concentraciones de población civil», se lee en el documento de instrucciones a los cuadros. «Recomendamos utilizarlas con fines ofensivos. Disparar desde viviendas civiles es interés de Hamás puesto que potencia el odio contra Israel».

Los periodistas fueron «apretados» para que den una sola versión de los hechos, a saber: «Israel dispara deliberadamente contra civiles». Cuando un periodista de la India filmó desde su cuarto de hotel a una célula de Hamás disparando misiles de entre las casas, lo hizo murmurando: sabía que estaba arriesgando la vida. Muchos periodistas saben que no podrán entrar más en Gaza por estas revelaciones.

Medios respetados y no precisamente pro-israelíes, como New York Times, la mismísima Al Jezeera y la BBC de Londres, comenzaron a poner en duda las estadísticas hamásicas y a hacer las preguntas correctas, si bien sólo después de la retirada israelí de Gaza, cuando el daño en la opinión pública mundial ya estaba hecho.

El NYTimes analizó las cifras y las edades de los muertos de la lista entregada por «fuentes médicas en Gaza» pero controlada por Hamás con mano de hierro, y descubrieron que los hombres de 20 a 29 años (varones en edad de combatir), que son el 9% de la población general, constituían un tercio de los muertos. Ello implicó, por ejemplo, quitarles los uniformes a los cuerpos de los combatientes caídos y hacerlos pasar por civiles. En cambio, las mujeres y los niños menores de 15 años -menos propensos a empuñar un rifle- y que representan juntos el 71% de la población general, representan un tercio de los muertos. Es decir, con todo el dolor por la muerte de civiles no involucrados, no se puede llamar a eso «matanza indiscriminada». Algo bien diferente sucedió allí.

En el islam radical, la posibilidad de «ocultar la verdad en la defensa del islam» se llama «taqiyya», que es difinido como «disimulación, o dispensa legal, por la cual un creyente puede negar su fe o cometer otros actos ilegales o blasfemos, al verse en peligro significativo de persecución». En otras palabras, el islam prevé el uso de la mentira, pero sólo ante el peligro para la propia vida. El islam radical, con Hamás a la cabeza, ha llevado ese concepto a altísimos y macabros niveles de sofisticación.*

Cuando los «sionistas» eran los «judíos»

La cobertura de ciertos medios de comunicación también fue exacerbadamente militante. Un «poeta» palestino fue entrevistado por una radio sudamericana diciendo que los soldados caminaban entre la multitud palestina «buscando mujeres y niños», y cuando los encontraban «les disparaban en la cabeza». Los periodistas de la radio lo dejaron hablar sin siquiera repreguntar.

Es que la superficialidad del análisis también fue la estrella de este período. La lectura se redujo a un pensamiento moralmente escandaloso: «Murieron más palestinos. Ergo, Hamás tiene razón». Ese pensamiento, llevado a sus últimas consecuencias, daría la razón a Hitler: en los bombardeos de los aliados sobre Alemania murieron entre 400.000 y 600.000 alemanes civiles. Por los cohetes nazis sobre Londres, murieron 10 veces menos: 60.000.

También ha crecido el antisemitismo en el mundo, o por lo menos, ha aumentado el desembozo. A partir de la Segunda Guerra Mundial y la Shoá, el antisemitismo había quedado colocado en el freezer: ya no era políticamente correcto decir «yo soy antisemita», o «yo odio a los judíos» a excepción de los neonazis, por décadas alejados del mainstream occidental. No es que el odio hubiera desaparecido, sino que había quedado sublimado, recanalizado hacia «el judío entre los estados», Israel. De ello hemos tratado en un post anterior.

Pues bien: el «recreo» de siete décadas ha finalizado, y los antisemitas ya no tienen problema en identificar al odiado sionismo con los judíos. En Alemania se escuchaban gritos de «judíos (ya no ‘sionistas’) a las cámaras de gas». En Berlín, un hombre fue golpeado por usar kipá en la calle, y el embajador israelí en Alemania denunció que «están atacando judíos en la calle como si fuera 1938». En México se gritó «Fuera judíos de México», en París una sinagoga fue atacada por una horda neonazi y repelida por la juventud judía. En Toulouse, un hombre fue arrestado por lanzar bombas incendiarias contra un centro judío, periodistas mezclaron la palabra «judío» como sinónimo del demoníaco «sionista». En las manifestaciones en Londres, Hitler fue convocado y bendecido.

Es que también ha aumentado la claridad, el sinceramiento de todas las pasiones. El antisemitismo no había desaparecido, sólo estaba camuflado. Ahora ha recibido certificado de buena conducta, ha quedado en libertad, y se ha sincerado. La mayor parte de la humanidad, que en general se mantiene imparcial, cuando no indiferente, deberá ser advertida de que de eso se trataba, y deberán cuidarse de aquellos que llaman a la destrucción de Israel: estaban hablando de los judíos. Ahora queda más claro.

 

* Para leer un informe completo de USNews traducido al español: http://hatzadhasheni.com/las-mentiras-del-hamas-sobre-los-muertos-y-los-medios-de-comunicacion-que-les-creen-por-oren-kessler/ 

Reconocer al antisemita, para esquivar el odio

La acusación de "Israel = Nazis", además de justificar el Holocausto en retrospectiva, tiene un solo corolario: la destrucción de Israel.

La acusación de «Israel = Nazis», además de justificar el Holocausto en retrospectiva, tiene un solo corolario: la destrucción de Israel.

Claves para distinguir una crítica legítima a Israel de aquella con trasfondo antisemita: algunos lectores de este blog como «case study», y guía práctica.

Por Marcelo Kisilevski

Están pasando cosas terribles en Gaza, el operativo se convierte en guerra, Hamás viola su quinta tregua, llevando a la continuación de la guerra con sus decenas de muertos palestinos diarios, un soldado israelí ha sido secuestrado por esa organización, los países se alinean y realinean y hay mucho que explicar y entender.

Pero el blog de este cronista se ha poblado con algunos lectores a los que todo esto no interesa, pues están hace ya días obsesionados, ocupados febrilmente en «Israel mata civiles y le encanta hacerlo», y en «cómo podemos agarrar al judío en una mentira». Por eso, se trata de una buena oportunidad para dotar a nuestros lectores de herramientas para distinguir las críticas de corte antisemita, de aquellas opiniones legítimas, con las que podemos entablar un diálogo.

Carlos, Salva y Diego, que así se hacen llamar estos lectores, han emprendido una campaña en este blog, escribiendo todos los días lo que para ellos es una prueba contundente del carácter «nazi» de Israel: «Israel dispara, niños mueren». En sus diatribas, utilizan medias verdades, descontextualizaciones, manipulaciones e insultos, como «sionista» (en su sentido insultante), «mentiroso» y «nazi», contra mi persona y otros lectores del blog. En algunos países, el antisemitismo es una figura penal. Eso solo basta para cerrarles el micrófono.

 

Una técnica interesante consiste en señalar una inexactitud informativa vertida en alguna nota del blog y cargar las tintas contra ello, presentándolo una y otra vez como una mentira deliberada, lo cual supuestamente probaría que la información que estamos presentando diariamente es en su totalidad una construcción falsa: en realidad, quieren demostrar, Israel mata adrede a civiles palestinos, y el hecho de que para ocultarlo se recurra a «mentiras», así lo demuestra.

Pues la pregunta no es si el judío miente en su blog, sino: ¿cuál es la agenda del que lo denuncia con tanto fervor durante días y días?*

En algún momento, al señalar la maligna astucia de Israel de «decretar  una tregua para que, cuando los palestinos vayan al mercado los bombardeen en plena compra», dijo el antisemita de nombre Salva: «Ahora entiendo por qué los judíos ganan tantos premios Nobel».

Él responderá de ninguna manera es antisemita, que le importa defender a los palestinos y no atacar a los judíos y, por supuesto, que tiene amigos judíos. Además, dirá que lo estamos acusando de antisemita «como siempre lo hacen los judíos, para justificar la matanza». Pero sabemos que hemos llegado a la verdad: los palestinos no les importan, sino solamente cuando Israel, el país de los judíos, está ahí para echarle la culpa.

Denunciar una supuesta «práctica de matar adrede y por placer», y no contextualizarlo en un trasfondo geopolítico mayor, o en la agresión del oponente, a saber Hamás, es el intento de presentar a Israel como una fuerza maligna, que disfruta de poder matar palestinos por el solo hecho de serlo. Si esto es así, la única manera de parar la matanza es destruyendo al matador.

Empezando por el principio

¿Se puede criticar a Israel sin ser declarado antisemita? ¡Por supuesto que se puede! Este cronista ha mantenido decenas de intercambios en estas semanas con críticos de Israel, muchos bastante duros y buenos oponentes, y ha sido un verdadero intercambio de ideas. Los mentados lectores, en cambio, no debaten, sólo atacan, como matoncitos de barrio, esperando que salga el gordito de anteojos, que esta vez es judío, a la salida del colegio para ponerle el pie y hacer que se caiga. Sinceramente les importan un bledo los palestinos, incluso les importa un bledo un dato mal puesto en una crónica. Lo que los hace temblar de placer hasta el orgasmo es «tener a Israel agarrado por sus genitales: hemos pescado al judío entre los países matando gente»; y al judío de turno: «lo hemos pescado en una mentira», lo que prueba que los judíos no sólo son diabólicos asesinos que matan sin explicaciones y sin ofrecerlas: también manipulan la realidad para ocultarlo.

Que ellos hagan lo mismo que dicen denunciar, poco importa. Por ejemplo, a la luz de los kilómetros y más kilómetros de túneles revestidos en cemento, construidos para atacar en suelo israelí, tanto a soldados como a civiles, el antisemita llamado Salva me insta a contestar, confiado en tener acorralado a este autor: ¿por qué se niega Israel a dejar a entrar en la Franja de Gaza «algo tan inocente como materiales de construcción»?

Es que no solamente los palestinos los tienen muy sin cuidado, sino que lo que también les importa bien poco es la verdad. Hasta el cansancio se les puede señalar, como lo hemos hecho en los informes, algunas verdades incontrastables: que Hamás utilizó cantidades colosales de cemento llegado a Gaza para revestir kilómetros y más kilómetros de túneles, en lugar de construir casas y otras cosas positivas, tan necesarias y de verdad inocentes. Todo eso no importa: ellos seguirán machacando que Hamás reclama «algo tan inocente como material de construcción». Es decir, con tal de dejar mal a Israel, están dispuestos a ver en Hamás a la Madre Teresa de Calcuta. Pero para ellos el que manipula es el judío, que además se arroga «superioridad moral», acusan, como si ellos se condujeran como humildes monjes tibetanos (su tono, además de sus dichos, pueden ser apreciados en los comentarios a los posts anteriores).

Podemos mostrar una y otra vez que no hay operativos semejantes en Cisjordania, pero sí en Gaza, y eso solo tiene que llamar a la reflexión. Y si la razón parece misteriosa y genera curiosidad podemos explicarla. Al contrario que en Cisjordania, donde gobierna una Autoridad Nacional Palestina con la que se puede tratar, y se ha logrado un «modus vivendi» con altibajos por las buenas durante años, en Gaza gobierna Hamás, una organización embanderada con el islam radical, la ideología más reaccionaria y nefasta del siglo 20 y 21 después del nazismo, y que la practica matando, no sólo judíos sino a su propia población o, como ellos mismos lo dicen «no llevamos a nuestro pueblo a la destrucción; lo llevamos hacia la muerte». Para ello, han convertido a toda la Franja de Gaza en un gigantesco bunker y campamento militar, con la característica de tener mucha gente civil circulando dentro. Por suerte pueden acusar al enemigo externo de «encerrarnos en un gigantesco campo de concentración», y la analogía atraerá al Hamás tantos idiotas útiles como los antisemitas Carlos, Salva y Diego, que ya pueden cantar victoria festejando por medio de «algo tan inocente» como sus tradicionales y tiernos disparos al aire.

Sólo cuando se puede culpar a Israel

A ellos, decíamos, les importan un bledo los palestinos. Fingen que les importan sólo cuando pueden acusar a Israel de infligirles cualquier sufrimiento. Kuwait expulsó 300.000 palestinos de su territorio en 1991 cuando Arafat abrazó a Saddam Hussein luego de que éste se tragara a aquél de un bocado. Pero los «pro-palestinos» ni siquiera se deben haber enterado porque Israel no estaba allí para ser culpado.

Cuando lo colgaron a Saddam en 2003, los chiítas que habían sufrido su puño de hierro salieron a la calle a matar palestinos por ser sunitas, y por haber sido los protegidos del dictador. 400 palestinos murieron por el solo hecho de serlo. Ahora, Bashar Assad mató a 1.800 palestinos entre todos los civiles sirios. ¿Se metieron nuestros héroes de la verdad a buscar camorra en los blogs de todos los defensores del país «nazi» Kuwait, de los chiítas «nazis» iraquíes, del dictador «nazi» Assad? No, porque para ellos el único país «nazi» es Israel, y el hecho de las imágenes de niños palestinos muertos, lejos de provocarles empatía con el sufrimiento palestino, los hace gozar hasta  el orgasmo, y vuelven todos los días por ese placer sexual al blog de «Marcelino el sionista», o el judío, (a quién le importa a esta altura diferenciar) para probar de una vez «por qué los judíos tienen tantos Premios Nobel», como dijo el antisemita llamado Salva con profunda sinceridad y honestidad intelectual. No son los palestinos el asunto, ni siquiera lo es Israel: el asunto son los judíos.

Por supuesto que se puede criticar al gobierno de turno de Israel. Yo mismo lo hago, pero porque quiero un Israel mejor, no porque quiero que desaparezca. Esa es la primera señal para reconocer una crítica de corte antisemita. Cuando el trasfondo es: «dado tal o cual acto, y dados los refugiados palestinos, Israel es un estado forajido que debe desaparecer», estamos en presencia de judeofobia, de antisemitismo en estado puro.

El tema del derecho a la existencia

En uno de sus ataques de odio confesó el antisemita llamado Diego su verdadera agenda:

«En cuanto a motivaciones históricas, si alguien viene a mi casa, y me dice que se queda el cuarto de baño, un dormitorio y medio salón, yo también le mando a tomar por culo, que es lo que hicieron los palestinos en el 48. Que Israel haya ganado todas las guerras posteriores, no reconvierte el expolio que fue la fundación de Israel.»

Es decir, de la discusión de si Israel es criminal al matar civiles, pasamos a la mismísima fundación de Israel. Los antisemitas siempre terminan llegando allí: la fundación de Israel fue un expolio, y por lo tanto ilegal. ¿Y por qué es esto antisemitismo del más bajo?

No solamente porque Israel fue uno de los pocos países en el mundo creado en una base tan sólida de acuerdo con la ley internacional. Casi se diría que fue la ley internacional personificada la que creó a Israel.

Es antisemita, porque el razonamiento le niega el derecho de autodeterminación de los pueblos a un solo pueblo: el judío. No importa que ese pueblo ya haya reconocido el derecho de autodeterminación del vecino palestino, y que lo único que se le exige para concretarlo es dejar de intentar matar a sus civiles. El judío, que se debe ir de su país de origen, porque era «extraño», se debe ir también de Israel, porque es un estado ilegítimo. Ergo, lo que es ilegítimo para el antisemita es que el judío viva.

Pero el argumento del «pecado original de 1948» es antisemita, además, porque de la acusación de que Israel provocó el tema de los refugiados y les robó sus tierras, (cosa que habría que discutir, y lo solemos hacer, pero aquí no hace al punto), se desprendería un principio general, a saber:

«Todo país que en su proceso de nacimiento y desarrollo le hizo daño a otro colectivo humano –expulsión, despojo o matanza-, debería desaparecer».

Si fuéramos intelectualmente honestos y no desproporcionados, como ellos reclaman a Israel, esa debe la gran lección que nos deja el caso de los refugiados palestinos.

Si ese esa es la regla, pensemos en algunos otros ejemplos de países a los que a Carlos, Salva y Diego les encantaría ver desaparecer, según el principio general que ellos mismos están estableciendo.

Debería desaparecer España, por haber despojado a sus judíos y a sus árabes de todas sus propiedades en 1492, expulsándolos luego sin más ni más. Debería desaparecer una segunda vez, por quemar luego a los «judaizantes» en la hoguera de la Inquisición, y una tercera vez, por matar nada menos que a 500 millones de aborígenes en el continente americano durante los siguientes cinco siglos.

Debería desaparecer mi país, la Argentina, pues ha perpetrado el genocidio de los indios de la Patagonia en la famosa Campaña al Desierto, para «pacificar» y ampliar «las fronteras de la patria». Y una segunda vez por el terrorismo de estado con los desaparecidos.

Debería desaparecer Francia, por el Terror de Robespierre y por Argelia.

Alemania también, por provocar la Segunda Guerra Mundial. Y por el Holocausto.

Estados Unidos, por los Sioux y los Apaches, también por Irak, Afganistán, Nicaragua, la Operación Cóndor, el bloqueo a Cuba, y la lista es larga.

Rusia debería desaparecer muchísimas veces: por los gulags, por las purgas de Stalin, por aplastar a Checoslovaquia, por los chechenios, los tártaros, los georgianos y los ucranianos.

China por Tibet, Xinjiang, la Revolución Cultural, los Falon Gong y la violación a todas las libertades fundamentales de todos quienes no adscriben al PCC.

Pakistán y la India deberían desaparecer, porque en 1948, el mismo año de los refugiados palestinos, cada uno expulsó a millones de un país al otro, siendo mutuamente masacrados cientos de miles de cada bando en el camino.

Egipto debería ser desmantelado, por las matanzas de Hermanos Musulmanes y otros opositores. Otra vez Egipto, por las matanzas de éstos contra los cristianos coptos. Irak, por invadir Kuwait. Kuwait, por expulsar a los 300.000 palestinos. Sudán debería desaparecer por Darfur.

Creo que el punto queda claro: prácticamente no hay país moderno que no haya «nacido en pecado». Cada lector puede colocar en los comentarios por qué debería desaparecer su propio país, según el principio general fijado por los antisemitas a partir del caso de Israel.

Es extraño verificar cómo la historia recuerda a algunos, y olvida totalmente a otros. Pero es fácil de comprender cuando se verifica que lo que importa es el victimario, no la víctima.

El mundo ciertamente ha denunciado todas esas masacres y crímenes en masa. Muchos países, como Estados Unidos, son criticados duramente, es casi el país más odiado del mundo. Sin embargo, nadie dice que Estados Unidos deba por ello desaparecer ni ningún otro país. Del único que se dice que, por haberle hecho algo a otros (y de nuevo, sin discutir lo que realmente pasó allí) debería desaparecer, es el estado de los judíos, el judío entre los estados.

Los niños, el agua, el expansionismo

La crítica a Israel es antisemita también cuando, en el plano de los contenidos, se subliman en ese país los viejos mitos antisemitas o judeófobos. Dado que a partir del Holocausto dejó de ser políticamente correcto decir que uno es antisemita, el odio milenario se sublima en el judío entre los estados. Cuando vemos los mitos del viejo antisemitismo resignificados y endilgados al judío convertido en país, estamos en presencia de crítica antisemita.**

Veamos:

1) Antigüedad, el «deicidio». Si en la antigüedad se acusaba a los judíos de haber matado a Cristo, hoy se acusa a Israel de «crucificar al pueblo palestino». Los posters e imágenes de un hombre crucificado llevando una kefiá, el paño palestino, en la cabeza, son un motivo que apela directamente al viejo antisemitismo católico europeo.

2) Edad Media: los libelos de sangre.

a) La matanza de niños. Si en la Edad Media se acusaba a los judíos de matar un niño cristiano cada víspera de Pesaj para hacer matzá (pan ácimo) con su sangre, hoy en día es Israel al que le encanta matar niños. En esta última contienda, una de las tácticas propagandísticas de Hamás es ocultar los cadáveres de los combatientes de esa organización, que suman por lo menos un tercio. Los civiles fueron ciertamente muchos, y más de doscientos niños perdieron la vida, pero sus cadáveres fueron morbosamente exhibidos como carta de triunfo del martirologio palestino con siniestro cinismo. Para los antisemitas, el último conflicto consistió en: «Israel solo mata niños». Sin contextualizar, sin necesidad de más conceptos que ayuden a entender la complejidad del conflicto y la responsabilidad de la parte débil en el mismo. Israel mata niños por ser la fuerza maligna que es, y al comprenderlo se satisfacen los corazones y las conciencias antisemitas: teníamos razón en odiar al judío. Tuvimos razón en no ayudarlos durante la Shoá. Las pintadas de «Hitler tenía que haber terminado la tarea», dados a conocer en el contexto israelí-palestino, son elocuentes.

Caricatura aparecida en un periódico de Qatar. El motivo del niño y su sangre, junto con el de EEUU e Israel dominando y matando, es de origen europeo, adoptado en el siglo 20 por el islam radical.

Caricatura aparecida en un periódico de Qatar. El motivo del niño y su sangre, junto con el de EEUU e Israel dominando y matando, es de origen europeo, adoptado en el siglo 20 por el islam radical.

b) El agua. Si en la Edad Media los judíos fueron acusados de envenenar los pozos de agua de Europa provocando la famosa peste negra que diezmó al continente, hoy en día es Israel el que priva de agua a los palestinos. Israel, una potencia en desalinización, ya produce más del 50% del agua que necesita de la desalinización del agua marítima, es decir que prácticamente el problema israelí del agua ha sido resuelto. Si hubiera paz en el Medio Oriente, la región estaría llena de desalinizadoras israelíes. Si los palestinos no tienen agua es por su escasa infraestructura, no porque Israel los prive (una vez más, porque le encanta deshidratar gente, o hacerles llegar agua intomable: envenenada). Hoy la Autoridad Palestina gobierna sobre el 95% de los palestinos. En la Franja de Gaza, Hamás gobierna al 100% de ellos. Habrá que preguntar a esta angelical organización, por qué, con el dinero de los países donantes, a razón de miles de millones por año, en lugar de construir casas, acueductos, cañerías, cloacas, todo lo que construyeron fue túneles y cohetes. La respuesta es sencilla: la miseria palestina es funcional a perpetuar la imagen de martirologio, junto con la imagen atávica de Israel como el judío expoliador. El mito del agua (que se conecta hoy, también, con el de la energía eléctrica como otro recurso) está en el inconsciente colectivo del antisemitismo europeo,  que adopta una y otra vez no sólo al pueblo palestino, sino también a Hamás, como la moderna víctima del demonio judío, un demonio temible, al que los europeos tan bien conocen.

3) Edad Moderna: los Protocolos. En la Edad Moderna, por último, al judío se lo acusaba de querer dominar el mundo, y el texto fundacional de ello fue el panfleto apócrifo titulado «Los Protocolos de los Sabios de Sión». Hoy en día es Israel el que domina la prensa mundial, la banca mundial, los medios de comunicación, es el que decide quién se sentará en el sillón presidencial en la Casa Blanca y, sobre todo, es expansionista al robar cada vez más territorios a los palestinos.

Israel tiene 22.000 km2, menos que la provincia argentina de Tucumán. Cabe dentro de la Comunidad Valenciana en España, le empata apenas al estado brasileño de Sergipe, y le gana por poco a New Jersey, el estado más pequeño de los EEUU. Si eso es un imperio, debe ser el imperio más fracasado de la historia. Desde 1993 está negociando con los palestinos retiradas, algunas de ellas se concretaron, se creó la Autoridad Palestina, que gobierna ya sobre el 40% de Cisjordania, Israel se ha retirado unilateralmente de toda Gaza y del sur del Líbano, ha aceptado (tanto el Laborismo como el Likud) la fórmula de dos estados para dos pueblos. La desocupación de los territorios es un proceso largo, que requiere renuncias también de ambas partes, a veces se avanza por las buenas, otras por las malas, pero hacia allá vamos.

Sólo que esa verdad no encaja en el relato del judeófobo, que en su fiebre de odio no ve otra cosa que «judíos usurpando tierras ajenas». Un sociólogo argentino que es vocero de cierta izquierda en ese país, Pedro Brieger, osó utilizar la figura de los Pac-Man para caracterizar a Israel: «Se acuerdan ustedes, seguramente los que me han visto en más de una oportunidad, que yo les digo que Israel es como un Pac-Man, que avanza comiéndose al territorio palestino», dijo sin atragantarse. O sea, encima se jactó de haberlo repetido una y otra vez, como quien enseña a sus alumnos una lección importante, útil y humanista.

En la época de los Protocolos y de Mein Kampf de Hitler, se caricaturizaba a los judíos como cerdos, como buitres o como ratas, todo tipo de animales más o menos repugnantes, que van desguazando a la sociedad civilizada, apoderándose de todo recurso posible, corrompiéndola y provocando todas sus guerras. Pues bien: de la mano de Pedro Brieger, los judíos se convirtieron en Israel, y los mentados animalillos se han convertido en Pac-Man: Pedro Brieger está citando a los Protocolos de los Sabios de Sión en versión digital.

Los Carlos, Salva y Diego responderán a este artículo. Acusarán a este cronista de «insultarlos» para justificar el «genocidio». Seguirán oponiendo «hechos contundentes» de que el que mata es Israel a los palestinos, y no al revés, seguirán defendiendo a Hamás y seguirán insinuando, como lo hicieron ayer, que soy un periodista pagado (¿por quién? ¿por el «sionismo internacional», heredero del «judaísmo internacional»? Que por favor me informen quién es mi jefe, porque ya anda siendo día de pago).

Ellos seguirán, pero en sus dichos se podrán seguir encontrando las huellas inconfundibles del antisemitismo. Las críticas de corte antisemita son parte del problema, no de la solución. Pues si todo el relato de lo que está ocurriendo se reduce a: «Israel mata, palestinos mueren», ¿cuál es la solución? Parar a Israel. Y ¿quién puede parar a Israel, que es una fuerza maligna que mata por el placer de hacerlo o, en su voracidad expansionista, para quedarse con una Gaza vacía de palestinos? Nadie, que no sea por la fuerza. La conclusión necesaria de «Israel mata por matar y expandirse» sería que es necesaria la destrucción de Israel.

Por eso, el debate no es con ellos. A los antisemitas no se los puede convencer. La judeofobia es odio y no razón, es una enfermedad emocional que debe ser tratada como tal, y no un conjunto de ideas que se pueden cambiar si «se les explica bien».

Este escrito va dirigido, en cambio, al grueso de los lectores, a toda la gente de buena voluntad cuya posición es neutra o incluso indiferente, que de verdad se preocupa por los pueblos que sufren y de verdad quiere entender el conflicto. Para que el lector pueda reconocer cuándo se intenta hacer comprender, y cuándo se intenta incitar al odio. Y para esquivar al odio. Para que de verdad, algún día, se pueda llegar al entendimiento y la paz.

* Puntualmente, al denunciar que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha anunciado una comisión investigadora para los «crímenes de guerra de Israel», y señalar que nunca ha denunciado los de Siria, debí decir que se propone investigar los crímenes de Israel pero no los de Hamás. En el inmenso caudal informativo de esta conflagración se trata de una nimiedad, pero muy funcional para el antisemita interesado en una construcción de imagen negativa: «los judíos matan, y además mienten; y si mienten en esto, mienten también cuando culpan al Hamás».

Lo cierto es que la mentada Comisión de Derechos Humanos de la ONU es un foro cooptado por países que lo componen tales como Siria, Irán, Arabia Saudita, Sudán, Venezuela, Cuba, todos probados «campeones» de los derechos humanos. El foro sistemáticamente descuida graves violaciones a los derechos humanos en el mundo para dedicarse en proporción abismalmente superior al caso de Israel. A los que de verdad se interesan en profundizar en el tema, ver el sitio web de UN Watch: www.unwatch.org

Ver también el siguiente video, de hace algunos días, donde se ve a representantes de países tan morales como Siria intentar callar al crítico representante de UN Watch.

http://hatzadhasheni.com/paises-despotas-dictatoriales-dirigen-el-consejo-ddhh-contra-israel/

Para profundizar en todos los temas ligados al conflicto, incluyendo libros en PDF gratuitos y películas, ver el sitio de Diplomacia Pública del proyecto Hatzad Hasheni, www.hatzadhasheni.com

**Para revisar el tema del antisemitismo o judeofobia: Gustavo Daniel Perednik, La naturaleza de la judeofobia, en el que hemos basado parte de este artículo. Su versión resumida en PDF por su autor, se puede descargar del sitio de Hatzad Hasheni.

Comunidad judía de Palestina: ¿por qué no?

POR MARCELO KISILEVSKI

Por primera vez en las negociaciones sale a la luz la posibilidad de que los colonos judíos en los asentamientos en los territorios de Cisjordania, aquellos que no sean anexados a Israel, permanezcan en sus casas y vivan como ciudadanos comunes del futuro estado palestino. Esta vez es la reacción palestina la que pone de manifiesto una de las grandes paradojas del proceso negociador. 

JudiosArabes

«Vecinos llaman a la paz». Judíos y árabes manifiestan por la convivencia del lado israelí. ¿Próximamente en Palestina?

La noticia fue tapa ayer, cuando la agencia de noticias francesa AFP citó a una alta fuente gubernamental según la cual el premier israelí Netanyahu «cree que en la paz, así como en Israel existe una minoría árabe, no existe razón lógica para en el estado palestino no haya una minoría judía, y que a los judíos que viven hoy en Judea y Samaria (Cisjordania) se les otorgue la posibilidad de quedarse allí».

Por estas playas todos, a uno y otro lado de la Línea Verde, pusieron el grito en el cielo, y ahora veremos las razones. Pero cabe recordar que la incógnita de «qué hacer con los colonos» ya flota en el aire desde el primer día en que Israel, de la mano de Ehud Barak en Camp David versión 2000, instalara el principio de «intercambio de territorios».

Según este principio, Israel anexaría ciertos bloques de asentamientos, cercanos a la Línea Verde, y entregaría todo lo demás. El cálculo grueso es de integrar a Israel a unos 150 mil colonos, y nada se decía de los restantes 200 mil. A cambio, Israel entregaría a Palestina, territorios actualmente bajo soberanía israelí, pero no poblados.

Con los años hubo insinuaciones de escenarios futuros. Se dice que si Ariel Sharón no hubiera caído en coma, habría continuado la retirada unilateral también en Cisjordania. Y que si su continuador Ehud Olmert no se hubiera enredado en la aventura de la Guerra del Líbano II en 2006, habría puesto en marcha un plan que ya tenía nombre: Operativo Convergencia.

En 2008, Olmert mostró al presidente palestino Mahmud Abbas (Abu Mazen) un mapa con ocho bloques de asentamientos que serían anexados por Israel y los territorios que serían entregados a cambio, a Palestina. Abbas pidió consultarlo, pero Olmert le dijo que era la línea roja y rehusó entregarle el mapa secreto, que fue filtrado por el diario Haaretz. Como quiera que sea, si bien el mapa de Olmert implica anexión, también significa la disposición tácita a renunciar a todo lo demás.

Un fantasma recorre Cisjordania

Ya el entonces presidente norteamericano George Bush hijo, durante el mandato de Ariel Sharón, había dado su beneplácito a Israel para la anexión -siempre a cambio de otros territorios- de tres de dichos bloques: Gush Etzion en el sur, Maalé Adumim al este de Jerusalén, y la ciudad de Ariel y alrededores en el norte de Samaria. Desde esa posición negocia desde entonces Israel: la anexión de los bloques es explícita; la renuncia a 200 mil colonos y sus asentamientos es tácita, pero siempre estuvo ahí.

El único que parecía advertir el problema parecía ser el Rabino Menajem Fruman de Tekoa, en el sur de Cisjordania, que hablaba de paz con imanes musulmanes, y que proponía la permanencia de los colonos en sus casas en un futuro arreglo.

Fuera de eso, el interrogante flotaba como un fantasma del que nadie hablaba: qué hacer con los colonos, pues, a la luz de la Desconexión de Gaza en 2005, queda claro que será técnica y políticamente imposible evacuar a todos. De repente sale la voz oficial: es un interrogante que habrá que resolver, dijo la fuente del Despacho del Primer Ministro en Jerusalén, y el premier no se opone a que permanezcan en sus lugares bajo soberanía palestina. Nada dijo de qué ciudadanía habrían de adoptar, ni de miles de detalles más, pero la piedra ya fue lanzada.

Del lado israelí, la derecha ya se ocupó de poner a Netanyahu en el banquillo de los acusados de alta traición. Naftali Bennett, líder del partido religioso nacional «La Casa Judía», miembro de la coalición, dijo que «las palabras citadas son muy graves y demuestran una pérdida de cordura y de valores. Dos mil años de añoranza por Eretz Israel no pasaron para que vivamos bajo el gobierno de Abu Mazen». Así se refirieron también personeros del ala derecha del propio Likud, como el vice ministro de Defensa Dany Danón y el vicecanciller Zeev Elkin, que hace ya un buen tiempo se la tienen jurada al titular de su partido.

Con todo, y a pesar de que como siempre no ofrecen solución alternativa al embrollo, las reacciones de la derecha israelí son previsibles. Lo que grita al cielo, en cambio, es la reacción palestina. El jefe del equipo negociador palestino, Saeb Erekat, fue contundente: «Todo aquel que hable de dejar a los colonos judíos en el estado palestino, de hecho está diciendo que no quiere un estado palestino. A ningún colono le será permitido permanecer en el estado palestino, ni siquiera uno, dado que los asentamientos son ilegales y la presencia de los colonos en territorios ocupados es ilegal».

Es decir: mientras que Israel mantiene la igualdad de derechos de su minoría árabe, mientras también se le exige recibir a los refugiados palestinos, a los palestinos les está permitido negarse a poseer una minoría judía en su futuro estado, y las razones escapan a toda lógica.

Cuando el débil siempre tiene razón

¿Qué pasaría si los judíos que actualmente viven en territorio de lo que será el estado palestino pasan por un proceso de integración, anulando las desigualdades y ateniéndose a las nuevas leyes? Algunos dirán que se tratará de una minoría hostil, pero recordemos que la mayoría musulmana en el futuro estado palestino tampoco les será exactamente amigable. Así que dejemos eso por un momento y hablemos de principios.

Las negociaciones entre Israel y el futuro Estado de Palestina son las únicas en las que las exigencias de una parte son que millones de habitantes propios, pasen al territorio del adversario. En efecto, los palestinos tienen muchas exigencias que implican traslado masivo de población, luego que durante décadas vienen denunciándolo como violatorio de los derechos humanos: nos solamente millones de palestinos a los que llaman refugiados (a los que se han negado sistemáticamente a integrar, dar bienestar, vivienda, etc.) deberán pasar a Israel, en el marco del derecho al retorno palestino, sino que cientos de miles de judíos deberían abandonar Palestina y retornar al lado israelí.

Cuando se señala que la postura de Abu Mazen y Saeb Erekat de que «ningún judío permanecerá en territorio palestino» rememora el Judenrein de Hitler, los propalestinos se rasgan las vestiduras: no se puede comparar a Hitler con Abu Mazen. ¿Por qué? Porque los palestinos son la parte débil y Hitler era el poder, y porque los colonos viven como reyes y armados hasta los dientes, hacen vandalismo, etc. Pero en el marco de la paz, esto será modificado y los palestinos pasarán a ser el poder. Mientras tanto, en el altar de la debilidad palestina, la izquierda cae en la justificación de todas las atrocidades palestinas, tanto las de violencia física como las de violencia retórica. Y esto es violencia retórica.

A mis amigos de la izquierda les digo: la debilidad no otorga automáticamente la razón. Pues lo que están planteando los palestinos es un escenario para cuando dejen de ser débiles, para cuando posean en sus manos una maquinaria estatal igual a la de cualquier país, con poder para reprimir, para controlar, para dar ciudadanía o expulsar, para dar bienestar o para decidir sobre la vida y la muerte de sus habitantes. Yo también quiero el estado palestino y que dejen de ser débiles. ¿Pero qué diremos entonces de su ideología de no permanencia de judíos?

Los colonos deberán pensar qué harán en la perspectiva, por ahora lejana, de un estado palestino que quizás los incluya. Los palestinos, por su parte, deberán dar explicaciones: ¿por qué se oponen al nacimiento de la comunidad judía de Palestina?

¿Se puede ser pro-Israel y criticar a su gobierno?

Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU.  Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.

Si en el post anterior hablábamos de la posibilidad o no de criticar las políticas de Israel desde una postura pro-israelí, tres iniciativas que son una, tocan esa posibilidad con por medio de la acción. Empezó J-Street (http://jstreet.org/), un grupo de lobbistas judíos norteamericanos que decidieron impulsar la política oficial de la Casa Blanca de impulsar la solución pacífica del conflicto palestino-israelí basada en «dos estados para dos pueblos». Lo hacen como saben los estadounidenses, con mucho fundraising, con imagen, nivel intelectual y contactos en las altas esferas. Fue fundada por Jeremy Ben-Ami, ex asesor político de Bill Clinton, en abril de 2008.

Les siguió una iniciativa llamada J-Call (http://www.jcall.eu/?lang=es), que comenzó como un petitorio internético titulado «Un llamado judío europeo a la razón», y fue lanzado como agrupación este 3 de mayo en el Parlamento Europeo en Bruselas, autoproclamándose como la versión europea de J-Street.
Por último, despacio, los latinoamericanos han decidido promover «J-Llamada» (http://www.petition.fm/petitions/jllamado), un petitorio titulado: «Un llamado a la razón: judíos lationamericanos por la paz en el Medio Oriente». Lo impulsa Darío Teitelbaum, miembro de la dirigencia del movimiento Hashomer Hatzair Mundial, y la idea es también tender a convertirlo en movimiento. Los principios y el texto del petitorio son los mismos que en la versión europea:
 
Llamamiento a la razón

Ciudadanos de países Latinoamericanos, judíos, estamos implicados en la vida política y social de nuestros respectivos países. Cualesquiera sean nuestros itinerarios personales, el vínculo al Estado de Israel forma parte de nuestra identidad. El futuro y la seguridad de este Estado al que estamos indefectiblemente ligados nos preocupan.

Sin embargo, vemos que la existencia de Israel está de nuevo en peligro. Lejos de subestimar la amenaza de sus enemigos exteriores, sabemos que este peligro se encuentra también en la ocupación y la implantación ininterrumpida de los asentamientos en Cisjordania y en los barrios árabes de Jerusalén Este, lo que constituye un error político y una falta moral. Y esto alimenta, además un proceso de deslegitimación inaceptable de Israel como Estado.

Por estos motivos hemos decidido movilizarnos en torno a los siguientes principios :
El futuro de Israel pasa necesariamente por el establecimiento de una paz con el pueblo palestino según el principio de “dos Pueblos, dos Estados”. Lo sabemos todos, es urgente.

Pronto Israel deberá enfrentarse a una alternativa desastrosa: o convertirse en un Estado donde los judíos serían minoritarios en su propio país o establecer un régimen que deshonre a Israel y lo transforme en un campo de guerra civil. Si bien la última palabra pertenece al pueblo soberano de Israel, la solidaridad de los judíos de la Diáspora les obliga a actuar para que esta decisión sea la correcta. La alineación sistemática en favor a las políticas del gobierno israelí es peligrosa ya que va en contra de los intereses verdaderos del Estado de Israel.

Queremos crear un movimiento latinoamericano capaz de hacer oír la voz de la razón a todos. Este movimiento se sitúa más allá de desacuerdos partidistas. Ambiciona trabajar por la supervivencia de Israel como Estado judío y democrático y dicha supervivencia se ve condicionada por la creación de un Estado palestino soberano y viable.

Más allá del escándalo que pueda producir su contenido pro-estado palestino, la novedad de estas tres iniciativas, que son en realidad una sola, no es esa. En efecto, la idea de «dos estados para dos pueblos» ya había sido instituida en los avatares del proceso de paz desde la Hoja de Ruta, el primer documento -elaborado por la Administración Bush (hijo)- que explicitó las palabras «estado palestino» como estación terminal de las negociaciones. El documento, recordemos, fue firmado por el entonces primer ministro israelí Ariel Sharón y refrendado por el gabinete israelí. La última expresión oficial fue el pronunciamiento del actual premier, Biniamín Netanyahu, en su discurso de Bar Ilán, en favor de la fórmula de dos estados.  La verdad es que, con su llamado a la paz y a dos estados, estos judíos de la Diáspora no están haciendo más que dar un espaldarazo a lo que ya es política oficial del Estado de Israel.

Por eso, no es ésa la innovación de J-Street y sus vástagos. A decir verdad, se trata por ahora de llamados a la paz bastante generales y, si bien se lee, simplistas: paz en el Medio Oriente, dos estados, no a la construcción en los territorios, incluido Jerusalem, hasta que se decida qué pasará allí. Eso es todo. La idea, lo declaran ellos mismos, es ser abarcativos, tratar de superar las diferencias partidistas, anteponiendo la preocupación por la letigimidad y la seguridad de Israel como estado judío.

La novedad, en cambio, es que se trata de judíos de la Diáspora que intentan romper un tabú: el de que «nuestros desacuerdos los ventilamos sólo puertas adentro», pues «críticas de judíos son utilizadas por los antisionistas para deslegitimar a Israel».

Ya he dado mi posición al respecto en más de un lugar y ocasión: este argumento se ha utilizado para censurar a las izquierdas comunitarias, más que lo que ha servido a la hasbará de Israel o a la lucha contra el antisionismo. En la era de Internet, no se puede plantear como real que, por ejemplo, la prensa crítica israelí se acalle. Se ha llegado a asegurar que el escritor israelí  «Amós Oz y muchos como él son los peores enemigos de Israel». ¿De verdad se pretende que Amós Oz, Premio Israel y Premio Príncipe de Asturias, entre otros premios, deje de escribir lo que piensa y que sus artículos no sean traducidos al inglés y al español? ¿De verdad piensan que el silencio de Amós Oz sería «bueno para los judíos»? Al contrario, Amós Oz debe seguir escribiendo, y a él se le deben sumar voces judías pro-israelíes en la Diáspora.

El mentado tabú está basado en ciertos supuestos erróneos o irrealistas:

– Como está dicho, «los antisionistas se basan en opiniones judías para atacar a Israel». Vean, si no, el ejemplo de Noam Chomsky. Respuesta: el problema es que los judíos pro-israelíes no habían hecho hasta ahora oír su voz. Noam Chomsky es un judío judeófobo, enfermo de auto-odio. Aquí hablamos de voces judías sionistas que se atreven a disentir desde el amor a Israel, desde el denominador común entre izquierda sionista y derecha sionista, de la defensa del derecho de autodeterminación del pueblo judío. A partir de ahí, el judío diaspórico no debe estar obligado a defender toda política del gobierno israelí de turno. Esa censura interna es la que ha terminado por alejar a masas de judíos de los ámbitos comunitarios institucionalizados. Lo que faltaba no era una voz judía crítica, sino una voz judeo-sionista crítica.

-«Los antisemitas no deben ver nuestras divisiones; debemos mostrar una imagen de fuerte unión, y sólo así los disuadiremos de atacar nuestra legitimidad». Como se diría en inglés: yeah, right. Los ataques, lejos de disminuir debido a la supuesta unión, aumentan, con o sin ayuda de los Amós Oz del mundo. Yo prefiero otra estrategia: no dirigirnos a los antisemitas deslegitimadores, sino a la gran mayoría que desea entender la complejidad del conflicto desde el derecho de todos los pueblos a su autodeterminación, incluido el judío. A esa gran mayoría, yo quiero contarle de nuestra pluralidad, nuestra disidencia interna, nuestra política de inclusión de todas las opiniones, cuyo denominador común son el sincero deseo de paz.

El gobierno israelí necesita ‘silencio de radio’ en la calle judía, un alineamiento incondicional con el estado israelí». Nuevamente, este supuesto confunde entre estado y gobierno. Las comunidades están unidas incondicionalmente con Israel como estado judío, pues es un componente central -aunque no el único- de su identidad como pueblo. Pero eso no significa que deban apoyar sus políticas coyunturales.

Más aun: el gobierno de turno no quiere «silencio de radio», sino apoyo a sus políticas gritado a los cuatro vientos. Lo busca con fruición Biniamín Netanyahu cuando habla ante AIPAC, y cuando recluta a Elie Wiesel para que haga hasbará «pro-israelí», que es en realidad pro-gobierno de derecha israelí.

Tengo noticias para ustedes: yo estoy de acuerdo con Bibi, aunque ahora mis amigos de la izquierda frunzan la nariz. Me parece absolutamente legítimo que Netanyahu busque apoyo donde le dé la gana. Que lo haga en AIPAC, que lo haga en Francia con Elie Wiesel, y que mande a Avigdor Liberman a buscar el apoyo de la AMIA a su gobierno, aunque la institución judeo-argentina esté dirigida por el Laborismo; allá ellos y sus incoherencias. Estoy incluso de acuerdo con que el Likud israelí recaude fondos en USA para sus campañas electorales.

Con lo que no puedo estar de acuerdo es con la hipocresía de estimular voces judías diaspóricas cuando están a favor de su gobierno, pero censurar las voces judías diaspóricas que le están en contra. Si se abre el juego a las voces judías diaspóricas, que se abra para todas ellas.

Pero tengo mejores noticias aun: el gobierno israelí no es hipócrita porque no censura ni puede censurar nada, sino que la autocensura viene de adentro. La verdad es que a Israel le importan bien poco, lamentablemente, las repercusiones de sus políticas en las comunidades judías del exterior. Y por eso es peligroso, no solamente para Israel sino también para las propias comunidades, alinearse con todas las medidas, políticas y acciones del gobierno de Israel de turno. Parafraseando a Clemenceau, la identidad judía es demasiado importante para los judíos de la Diáspora, como para dejarla en manos de Israel y, mucho menos, de los antisionistas.

Es hora de otra mirada judeo-diaspórica sobre Israel. Una mirada de militancia por reafirmar el derecho del pueblo judío a su propio estado, pues esa es la línea roja, y es innegociable. Una mirada, también, que no se alinee automáticamente con todo lo que hace Israel en tal o cual situación. Una mirada que sirva también a sus hermanos en Israel para obtener otra perspectiva: ni mejor ni peor, sencillamente con otro ángulo. Una mirada que sirva de posibilidad a los judíos de relacionarse de otra manera con el Israel que en el fondo aman. Una mirada que le sirva al judío diaspórico preocupado para hacer la defensa de Israel desde una postura que no violente sus principios en pos de la paz.

Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU.  Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.

Israel también se puede beneficiar la nueva voz del judío diaspórico, al ganar a un amigo que le sea sincero, que le diga de verdad, y sin obsecuencia, lo que espera de él.

Una visita a Caracas

Un pasaje del Hatillo, el sector típico de Caracas.

Acabo de volver de Caracas, donde participé como docente en el novelísimo proyecto de Diplomacia Pública Israelí, que ya está haciendo olas en América Latina, conocido como «La otra cara». Se trata de impartir seminarios en distintos ámbitos comunitarios sobre actualidad israelí, y sobre «Hasbará», la exposición clara y complejizante de la posición israelí, ante lo que se interpreta como opiniones deslegitimizantes del derecho de autodeterminación del pueblo judío en Israel.

Tengo mis opiniones personales acerca de este fenómeno. No soy conocido como un portavoz del Israel oficial, y creo que es bueno hacer escuchar voces críticas en proyectos de Hasbará. Creo que le agrega una imagen de pluralismo saludable, tanto a la sociedad israelí como a toda comunidad judía en las diversas diásporas. Creo en la posibilidad de una hasbará crítica basada en los siguientes principios:

1) El pueblo judío tiene derecho a su estado, e Israel es probablemente el logro más inmenso de la historia judía.

2) Negar este derecho desde círculos que, a renglón seguido, defienden el derecho de autodeterminación de todos los demás pueblos menos el de éste que nos ocupa, huele a judeofobia, aun desde una postura de izquierda israelí. Esa debe ser una línea roja, tanto para el sionismo de izquierda como el de derecha, y de todos los no judíos que dicen defender el derecho de autodeterminación de los pueblos.

3) A partir de esa línea roja, tengo derecho a la crítica, tanto dentro como fuera de Israel. Se critica lo que se ama, como lo dijera el fundador del judaísmo conservador en América Latina, el Rabino Marshall Meyer. Como amante de Israel, desde esa base de defensa del derecho a la existencia de Israel como estado del pueblo judío, tengo derecho a criticarlo, para que sea mejor. Es más, como lo digo a mis amigos en todas las comunidades, éstas no tienen por qué defender toda política de todo gobierno israelí. Porque Israel, además del derecho a existir, tiene derecho a la imperfección. Y a veces, como lo sabe todo progenitor, un buen tirón de orejas (bueno, hoy es un buen diálogo constructivo, o «cinco minutos solo en el cuarto para pensar», el chas chas en la cola ha quedado hasta nuevo aviso fuera de la corrección política…) también es una muestra de amor. A veces, desde lejos se ven las cosas con una perspectiva diferente, no necesariamente mejor, pero sí distinta.

4) Los llamados a no criticar por parte de las dirigencias comunitarias, que temen «dar pasto a los leones antisionistas» son legítimos y comprensibles, porque el temor es comprensible. Pero a veces esta discusión conlleva el intento de censurar a la oposición dentro de las comunidades, que también tienen su interna. Los antisionistas -aquellos que critican a Israel no desde un intento de mejorarlo sino desde el de deslegitimar su derecho a la existencia- no necesitan del pasto de nadie para ser antisionistas-judeófobos. O, en todo caso, siempre lo habrán de encontrar. Ante tal realidad, perdido por perdido, yo estoy por la sinceridad, puertas adentro y puertas afuera.

5) Desde el otro rincón, creo que la izquierda sionista ha dejado el campo de la Hasbará demasiado en manos de los «hasbaristas clásicos» con visiones más conservadoras, cuando hay temas en los que izquierdistas judíos de buena voluntad deberían hacerse preguntas como: ¿Qué tiene que hacer Israel en la agenda de agrupaciones como Quebracho?? ¿No nos debieran molestar las críticas que pretenden socavar las bases de Israel como expresión de la autodeterminación judía? Las respuestas y las acciones para con estos fenómenos extraños -pero ya no sorpresivos- no debieran venir sólo de la derecha comunitaria.

El proyecto «La otra cara» es una buena noticia, porque deja lugar a todas estas y otras opiniones y modelos en Hasbará, desde la Hasbará clásica, pasando por la Diplomacia Pública, más dialogal, hasta el último grito de la moda, el Branding, la construcción de Israel como marca (ver post al respecto). Se plantea la formación a largo plazo de judíos y no judíos en lo que realmente ocurre en el Medio Oriente, con una visión pluralista, desmitificadora y complejizante. Está dirigido por mi amigo y colega Gabriel Ben Tasgal, un periodista y docente de intensa trayectoria en Hasbará, Educación y Medios, que lo concibió bajo el modelo de un arte marcial, con «Dargot» o «Niveles» que hay que ir atravesando en el camino del conocimiento. El racional es promesa de continuidad, que es el problema de muchas iniciativas en el área.

En Caracas dimos dos seminarios, uno para dirigentes comunitarios y otro para jóvenes en edad universitaria, con diverso grado de participación y liderazgo en marcos diversos. El guante del proyecto lo levantó la Unión Mundial Macabi y CLAM, la Confederación Latinoamericana Macabi, con la intención de llevar estos seminarios a todo el continente, a nivel local y con seminarios regionales. Heroína si las hay del proyecto es Anabella Jaroslavsky, directora ejecutiva de CLAM y Hebraica de Caracas, que supo verlo como propio.

Estuvimos también con periodistas locales, y dimos conferencias en varias universidades caraqueñas. Descubrimos que las posturas antiisraelíes están muy lejos de haberse hecho carne en todo claustro o pasillo universitario, ni en todo medio de comunicación en el convulsionado país. A veces, muy por el contrario.

Pero la comunidad judía venezolana está atribulada por razones conocidas. Muchas veces, hablarles y aclararles los tantos acerca de Israel es trabajar acerca de su identidad judía. Por momentos, es terapia de grupo, con todo y catarsis. Porque Israel está en el centro de su identidad y de su afecto, ya sea por ellos mismos o porque se los recuerdan los críticos deslegitimadores. Y si el afuera no hace diferencia, es mejor saber de qué se los acusa y cuál es el caso de la defensa.

Nos fuimos de Caracas contentos, cargados de «chuches», después de varias sesiones de arepas, paseos por el Monte Ávila y el Hatillo, y de charlas sobre lo que vendrá. Yo me fui encantado con la hospitalidad venezolana, el carácter cordial y el sentido de profesionalismo. Muchos venezolanos me pusieron cara de «pobre idiiota, no tienes idea», cuando se los digo como observador desde afuera, que anduvo por allí apenas una semana, pasando horas en sus simpáticos embotellamientos urbanos. Pero yo les insisto:  es cierto, y no tengo un pelo de tonto (como reza una publicidad local): ustedes pierden muchas horas hombre por día, tienen muchos problemas políticos y socio-económicos, pero eso no niega que tienen mucho sobre lo que construir.

Ni Madoff, ni Einstein

Esta semana, por no decir este año, estuvo signada, signado, por judíos e israelíes que se portaron y se portan mal. Digo año por Madoff, que ya fue condenado a unos cuantos añitos en prisión. Pero esta semana se le agregaron una madre ultraortodoxa que tal vez casi mata a su hijo de inanición, una banda de israelíes que tal vez trafican con óvulos, explotando quizás a adolescentes rumanas en Bucarest, y ahora una quizás mafia de rabinos pro-Shas en Nueva York, que posiblemente han lavado toneladas de millones de dólares utilizando para ello, y quizás, asociaciones de beneficencia en Israel.

No es improbable que salgan los antisemitas de siempre con sus diatribas: «¿Ven? ¡Se los dijimos! Así son. Es el judaísmo internacional en su máxima expresión! Ta, no podemos esperar otra cosa de los antisemitas de siempre.

Pero a mí me interesan los de mi lado, los judíos, que al fin y al cabo soy uno de ellos. Los delincuentes israelíes y judíos en el mundo, ponen en un brete al «pueblo judío». Porque existe un «pueblo judío que cierra filas». A veces las cierra tanto, que espanta a otros, a los que después sorprende que pasen a llamarse los «desinstitucionalizados». Y los medios de comunicación del «pueblo judío que cierra filas» escacearon en la información sobre estos casos, salvo honradas excepciones.

El «pueblo judío que cierra filas» es el que se escandaliza cuando los antisemitas atacan al pueblo judío como un todo cuando un judío comete un delito. «Que lo condenen por delincuente, no por judío; la generalización es prejuicio antisemita», claman con razón. Pero el mismo «pueblo judío que cierra filas» es el que, a renglón seguido, escribe artículos y libros sobre «el aporte del pueblo judío al mundo», y como ejemplo ponen a Einstein, a Freud, a los escritores, a los inventores de ICQ y a todos los Premios Nobel.

¿En qué quedamos, vive Agnón? ¿Se puede generalizar respecto de lo judío o no se puede generalizar? ¿O acaso se puede generalizar sólo si es a favor? ¿Se puede ensalzar al pueblo judío por haber dado al mundo a Einstein, pero no se lo puede juzgar por haber dado al mundo a Madoff? De verdad, oh, hermanos judíos, ¿cuál es ese «mérito judío» que ha generado a Einstein, distinto del «desmérito judío» de haber generado a Madoff? Mmm, disculpen, pero yo, judío, respiro un leve tufillo a prosemitismo, que no es menos peligroso que el anti. Porque la generalización en contra ha dado origen a la violencia antisemita, eso queda claro. Pero la generalización a favor hace algo más sutil, y por lo tanto más grave: legitima la generalización, sea del signo que sea. Y al hacerlo, deslegitima la denuncia.

Madoff es un delincuente, y no se lo ataque ya por su origen o apellido.Einstein fue un genio, y no se lo alabe ya por su origen o apellido.

Y que quede bien claro: yo no tengo nada contra los judíos. Es más, mis mejores amigos lo son. Boina semana.

Pastillas electorales

"A la hora de la verdad, Barak". Siempre y cuando Bibi mire para otro lado, y a Tzipi -como en todos los carteles de Jerusalem- le escrachen la cara, para que nos libre de todo instinto carnal (de votarla).

"A la hora de la verdad, Barak". Siempre y cuando Bibi mire para otro lado, y a Tzipi -como en todos los carteles de Jerusalem- le escrachen la cara, para que nos libre de todo instinto carnal (de votarla).

 

Me siento como en uno de esos diarios argentinos de los años ’40, que usaban palabras como «misceláneas» para sus crónicas costumbristas. Acá lo de «pastillas» es eso y además política, pero quizás sea también, para algunos, pastillas contra la náusea. Ahí vamos.

Día de fiesta

En fin, hoy los israelíes salen a votar y después a gastar en el kenion (shopping, mall). Porque llueve y está feo ahí afuera, y además porque los israelíes, tan acostumbrados a paseos en la naturaleza, están ya acostumbrados, también, a paseos por el ruido de la ciudad y el consumo. Y hoy los kenionim aprovechan, con cientos de ofertas, que mejor ni aparecer por ahí. Parafraseando un aviso estatal, a veces, también un día de fiesta puede ser una pesadilla…

Y en la política

Lo más interesante de estas elecciones es el ascenso de Avigdor Liberman, del partido de derecha, a la derecha del Likud, llamado Israel Beiteinu (Israel es Nuestro Hogar). Las claves habrá que buscarlas en el miedo, las mismas cuerdas que toca desde el comienzo de su carrera Biniamín (Bibi) Netaniahu, líder del Likud y favorito en las intenciones de voto. Así quedan, en este orden: Likud, Kadima (Tzipi Livni), Israel Beiteinu, Avodá (Ehud Barak).

En efecto, en las últimas encuestas Liberman se convirtió en el tercer partido, luego de Likud y Kadima. En estos dos últimos partidos la brecha se ha achicado hasta alcanzar los 3 mandatos de diferencia.

Liberman parece concentrar en sí la suma de los miedos israelíes, empezando por el «asunto no terminado en Gaza» frente al Hamás, y siguiendo por el «enemigo interno», los árabes israelíes, que para el líder derechista, ex mano derecha de Netaniahu, ex militante (en su lejana juventud) del movimiento de ultraderecha religiosa Kaj, son «peores que los externos».

La coalición de sus sueños

Si de miedos hablamos, Bibi teme a Liberman. Dice en su campaña que votar a Liberman no asegura un gobierno «nacional», o sea de derecha. Hay que votarlo a él. Liberman dice que al contrario, votando Israel Beiteinu, se asegura el gobierno de Bibi. Es como votar con boleta doble, como en los regímenes presidenciales. «Votá a Liberman para la Knesset, estarás votando también a Bibi para primer ministro».

Para Bibi, no sólo se trata de la posibilidad de, al final, perder frente a Kadima hoy. Se trata también de un abrazo de oso: él no quiere ser el «puntal izquierdo» de su propio gobierno. Su coalición de los sueños está formada por muchos: Liberman, Shas, Avodá (con Barak como su ministro de Defensa), y entonces sí, se puede invitar a Ijud Leumí por derecha, a Iahadut Hatorá e, incluso, a Kadima. A Tzipi le será difícil rechazar, porque ella quiere «ganar y llamar a un gobierno de unidad nacional». Si pierde, no se sentirá muy unida, pero tampoco será muy coherente si rechaza.

Esperanza para Guilad Shalit

Mientras tanto, en Ciudad Gótica, Egipto ha logrado en los últimos días, con mucho trabajo de hormiga, ir quebrando la oposición de Irán y de Hamás-Damasco a un acuerdo de cese el fuego entre Hamás-Gaza e Israel. Logró que Israel aceptara que un alto líder oculto en los bunkers, Mahmud A-Zahar, pudiera asistir a las negociaciones en El Cairo sin que le cayera un misil israelí encima. Su presidente, Hosni Mubarak, logró que A-Zahar viajara a Damasco a convencer a Khaled Mashal, líder político del Hamás en el exilio, de que dejara al pueblo palestino en paz y cerrara trato para dar vuelta de página.

Mubarak logró también algo para Israel: incluir a Guilad Shalit en las negociaciones. Antes, Hamás se oponía, insistiendo en que se trataba de dos asuntos separados: por un lado, los Qassam y los pasos fronterizos; por otro, Guilad Shalit y el intercambio de prisioneros.

Ahora, el trato, que pareciera inminente, según fuentes egipcias, incluiría todo de un saque: cese de las hostilidades mutuas, apertura paulatina de los pasos fronterizos, incluido el de Rafah entre Gaza y Egipto; intercambio entre el soldado Guilad Shalit y cientos de presos palestinos en cárceles israelíes. Éstos, advirtieron los medios en Israel,  incluirían a terroristas que han perpetrado atentados terribles: el del Hotel Park en Natania, durante el Seder de Pesaj de 2002, en el que 30 civiles israelíes fueron masacrados; los terroristas del restaurante Maxim en Haifa, en octubre de 2003, donde 21 comensales fueron asesinados por una mujer suicida de la Jihad Islámica; también serían liberados los asesinos del entonces ministro de Turismo, Rehavam Zehevi (a) Gandhi.

Egipto e Israel están corriendo contra el reloj, para que estos temas se resuelvan todavía en tiempos de Ehud Olmert, y no en los del nuevo gobierno, y para limpiarle el escritorio a Obama.

En Israel, en tanto, parece ser que la sociedad israelí está dispuesta a pagar el altísimo precio de este dilema de vida o muerte, en el que ninguna solución es aceptable. Sólo se está eligiendo la menos terrible.

Y en Caracas

Una sinagoga ha sido incendiada.

Punto final.

¿Hacia una tercera Intifada?

Vista de Acco, por lo general.

Vista de Acco, por lo general.

Parece que Taufik Jamal, taxista de Acco, actuó con poca inteligencia, pero sin malas intenciones, cuando entró en una calle judía de la ciudad con su coche, ya comenzado el Día del Perdón el miércoles por la noche. Según testigos y gente que lo conoció y publicó, es un hombre maduro, padre de familia a la que mantiene con un taxi, y que asegura que no viajaba rápido ni con música a alto volumen, como lo acusaron. Pero, diga o no la verdad, no es eso lo que importa. Lo verdaderamente importante es que sobre sus hombros podría cargar con el comienzo de una nueva Intifada.

Porque los judíos se enojaron y respondieron a la provocación, intencional o no, con un casi linchamiento. Y los árabes de su barrio, el barrio Wolfsohn, respondieron con disturbios y pedradas. Y los judíos, entonces, no se quedaron atrás, y hoy quemaron una casa árabe. Para muchos judíos, todo esto «demuestra» que «con los árabes no se puede convivir». Bueno, ok. Pero cuidado, porque para muchos árabes, esto «demuestra» exactamente lo mismo, pero al revés.

Y decir que «ellos empezaron» es infantil. No porque dude o no de que Jamal diga la verdad, ni porque crea o no que su acto fue estúpido pero inocente. De nuevo, eso es irrelevante. Es infantil, porque, primero: si los árabes empezaron, los judíos siguieron; devolvieron con la misma moneda, y en extremo. Segundo y más importante: porque, en ese caso, Jamal no fue más que el emergente de una tensión que ya existía. Y que la tan «emocionante» convivencia entre árabes y judíos en Acco era una ilusión. La pregunta no es quién empezó, sino cómo fue que se desarrolló el odio mutuo que estalló el miércoles.

Está bien que la policía prevenga, que contenga, que arreste. Pero el gobierno tendrá que ponerse las pilas para atacar el problema. Abrir canales de diálogo, no suspender el Festival de Teatro de Acco. Escuchar a los vecinos, resolver problemas concretos, proponer proyectos, generar acuerdos.

Una de las razones por las cuales los árabes israelíes están cada vez más disconformes es por la desigualdad en las políticas de desarrollo, en paralelo con el mensaje democrático del país. Se trata de un mensaje para esquizofrénicos: los árabes son iguales ante la ley, gozan de todas las libertades y tienen 10 diputados en la Knesset, ya hasta un ministro. Pero las zonas industriales, construidas por el estado, y el estímulo a la inversión y el desarrollo, son para los poblados judíos. No hay una sola zona industrial árabe en Israel. Y eso, en paralelo con un proceso de desagrarización y proletarización de la minoría árabe que viene desde la creación del estado. Los sociólogos Horowitz y Lissac lo llamaron «proletarización sin industrialización». Y eso como ejemplo y síntoma.

El mensaje esquizofrénico funcionaba quizás con los padres y abuelos de los actuales jóvenes árabes, que fueron los derrotados en la Guerra de la Independencia en 1948-49. Sólo podían estar agradecidos de, a pesar de quedar incluidos en el estado vencedor, no fueron expulsados ni, mucho menos, eliminados o sometidos, sino que, para su sorpresa, les fue concedida la ciudadanía y la igualdad legal. Con eso podían darse por conformes.

Pero sus hijos ya nacieron dentro de la democracia israelí. Ellos no perdieron ninguna guerra ni atacaron al naciente estado judío, y comparten, no sólo la igualdad, sino el atrevimiento, la «jutzpá» israelíes. Si el estado es democrático, los árabes de hoy no pagar las culpas de sus padres y abuelos. Si el estado dice que es democrático, que lo sea hasta el final, dicen. Si va a haber nuevos barrios y poblados judíos, que los haya también árabes, si hay ayuda para los estudios para los judíos, que la haya también para los árabes. Aunque más no fuere, con un «ulpán». Estos son dilemas que el estado no ha resuelto, pero existe el temor de que no sepa, no esté interesado, o no esté capacitado para resolver.

Si hay una buena noticia en todo esto, es que no hay aquí racismo involucrado, sino un dilema no resuelto: la discriminación positiva del pueblo judío visto como minoría perseguida en el mundo en perspectiva histórica, al precio de una discriminación de otra minoría dentro de la actual coyuntura del pueblo judío como poseedor justo de un estado. Confío en que se trata de un gigantesco malentendido. No estoy convencido de las intenciones ni de la inteligencia de los tomadores de decisiones para resolverlo con seriedad.