Nace un político «sabra»

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Yair Lapid, periodista israelí estrella, acaba de dar el salto a la política. No fue el primero ni será el último, pero en su familia ya es tradición. Su padre, el ya fallecido Yossef «Tomy» Lapid, lo había hecho con bastante éxito cuando dejó la pantalla chica para resucitar al partido Shinui con el que llegó a obtener 15 escaños, de los 120 que tiene la Knesset. Hoy por hoy, esa es la cifra que las encuestas le dan a también a Yair. Casualmente es lo mismo, escaño más o menos, que se lleva otra ex colega, Sheli Iajimovich, que se hizo con el liderazgo del Partido Laborista. Parece que 15 fuera el techo de los periodistas que pegan el salto prohibido.

Lapid, hasta ayer conductor del principal semanario de noticias en la tele, «Ulpán Shishí» («Estudio de los Viernes»), y columnista estrella en el vespertino Yediot Ajaronot, es un buen tipo. Israelí clásico, encarna la ya mitológica figura del «sabra»: ashkenazí, guapo, fuerte (practicó kickboxing amateur, fue soldado combatiente), solidario, carismático pero con pudor, con bondad, sin arrollar. Es segunda generación del Holocausto, por si le faltaban títulos, y escribió la biografía de su padre Tomy, sobreviviente de Hungría, en primera persona. Cuando lo invitó a un programa de entrevistas que conducía hace unos años, le preguntó: «¿Qué es lo israelí para vos?» Tomy le contestó a su hijo: «Vos».

El establishment político actual, en efecto, intentó impedir la entrada de Lapid a la política, aunque el hombre, de ideología centrista y liberal, no tiene todavía partido. Para eso, le hicieron otro honor: aprobaron una ley en la Knesset por la cual un comunicador deberá pasar un año de «congelamiento» antes de entrar a la política. Es decir, no aparecer en los medios, porque eso ya sería hacer campaña. La apodaron: «Ley Lapid».

Quizás sea el último intento de devolver al «sabra» al centro de la israelidad, antes que ésta desaparezca en una jungla de tribus multicolor cada vez más irreconciliables. Mainstream a muerte, Lapid intenta gustarles a todos, y quizás esa sea su principal debilidad, en una profesión que, aquí y en todo el mundo, se come vivos a sus hijos.

Sionismo de verdad

Por Shlomo Avineri *

Publicado en Haaretz el 3.8.2011. Traducido por Lic. Shai Abend.

Artículo original en: http://www.haaretz.co.il/hasite/spages/1236936.html

Si bien Herzl no era socialista, comprendió muy bien que un proyecto revolucionario como el sionismo no tendría éxito, mientras estuviera basado únicamente en el modelo capitalista de mercado. Por eso en “Altneuland” describe a la Eretz Israel futurista como una sociedad de bienestar, una especie de tercera vía entre capitalismo y socialismo.

Se trata de una sociedad donde las riquezas naturales –tierra, agua, yacimientos- pertenecen a todos; la industria es en su mayoría cooperativa, al igual que la agricultura; el comercio minorista está en manos privadas. La sociedad le garantiza a sus ciudadanos educación, salud y cuidados. Pero para hacer uso de los servicios de bienestar, todos tienen la obligación –hombres como mujeres- de un Servicio Nacional de dos años. Herzl denomina a este camino intermedio “mutualismo”, inspirándose en la experiencia económica y social europea: del capitalismo toma la sociedad judía futurista los principios de libertad y competencia, y del socialismo toma los principios de igualdad y justicia.

Esta concepción es válida hoy, como fue válida –y revolucionaria- cuando Herzl la planteó en 1902. El movimiento sionista, el Ishuv en Eretz Israel y el Estado de Israel en los primeros diez años de su existencia, marcharon por esa senda, profundamente conscientes de la necesidad de institucionalizar la solidaridad social, como condición para el éxito del proyecto sionista. No es casual que Israel ha sido objeto de admiración e imitación para tantos individuos y movimientos en occidente; porque supo combinar sabiamente –en condiciones nada fáciles- democracia y libertad con fuertes principios de solidaridad social. No tiene sentido idealizar a Israel y considerarla como sociedad ejemplar; pero no cabe duda que uno de sus logros más importantes fue su capacidad para mantener la cohesión social con un relativo alto grado de igualdad.

Esta combinación otorgó al Movimiento Laborista ventaja sobre el Movimiento Revisionista, embanderado en el “monismo”, es decir, en la focalización únicamente en los objetivos políticos nacionalistas. El Estado de bienestar que fue creado aquí permitió absorber millones de olim de países en crisis de Europa Oriental y del Medio Oriente – impresionante emprendimiento que, a pesar de todos sus defectos, no tiene precedente histórico por sus dimensiones; y tuvo lugar, no en un rico país escandinavo o en Suiza, sino en una sociedad pobre y carente de medios, que se encontraba sitiada política y militarmente. Solemos despreciar y quitar mérito a esta hazaña.

El mundo cambió mucho, y el fracaso histórico del Movimiento Laborista fue que no supo lidiar con estos cambios de manera sistemática. En lugar de ello fue adoptando un modelo simplista de privatización, que tuvo frente a sus ojos la economía neo-capitalista de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Los gobiernos del Likud lideraron estos procesos, pero no se puede negar, además, que el Laborismo perdió la fe en su “justo camino”.

La actual protesta social es una consecuencia directa de los trastornos creados por este capitalismo salvaje, que fue acompañado –debido a intereses políticos de coalición- de un sistema global de subsidios gubernamentales de viviendas, empleo en el sector público y reducciones disparatadas de impuestos para colonos y ultra-ortodoxos. Quienes cargan sobre sus hombros estos subsidios sectoriales son quienes ahora protestan, jóvenes que pagan impuestos, sirven en el Ejército y aportan a la economía.

Es difícil predecir adónde conducirán estas protestas. Pero está claro que aquí sucedieron tres cosas revolucionarias: primero, se trata de manifestantes que no pertenecen a la ultra-ortodoxia, ni al fundamentalismo de derecha, ni a aquellos obsesionados con Sheikh Jarrah o Bil’in – sino la columna vertebral de la sociedad israelí. Segundo, va quedando claro que la democracia está basada en el pueblo y su participación en el sistema político, y no sólo en las sentencias de los tribunales de justicia. Y por último, parece ser que el modelo neo-capitalista (que claramente produjo las crisis económicas por las que pasa Occidente) es opuesto a las necesidades y valores del proyecto sionista. Por eso es maravilloso ver las banderas de Israel izándose en las manifestaciones, luego de que parecía que las había monopolizado la derecha colona. La protesta no es solamente social; es sionista, en el sentido más profundo, justo y humano del sionismo.

* Avineri es Profesor de Ciencia Política en la Universidad Hebrea de Jerusalem y laureado del Premio Israel en 1996.

Cómo no defender a Israel

Por Carlo Strenger – Haaretz, 22.9.10

Deberíamos estar contentos. Luego de más de medio año de rodeos, el Ministerio de Diplomacia Pública (Hasbará) y Asuntos de la Diáspora ha lanzado la versión en inglés de su sitio Masbirim (Esclarecedores), que apunta a proveer a aquellos que quieren responder a los detractores y enemigos de Israel con material para defender a este país. ¡Qué idea maravillosa! Finalmente contamos con las municiones que nos permitirán, de una vez y para siempre, contrarrestar a todos los críticos de Israel.

Veamos pues el contenido del website. El mismo parte de la suposición de que la gente ignorante en el mundo piensa que Israel es un país atrasado, donde la gente se traslada montada en camellos, y explica orgullosamente que Israel es pletórico en automóviles, que los israelíes no cocinan en primitivas parrillas, ni que comen sólo falafel.

La sección que pretende derribar mitos sobre Israel ofrece abundante «información». Se nos dice que la Línea Verde ha sido inflada más allá de toda proporción, y que los asentamientos no son de ninguna manera un obstáculo para la paz. El problema real es que los árabes no aceptan en absoluto a Israel. El problema, parece insinuar el sitio web, es que Tel Aviv no es menos que Elon Moreh (asentamiento en Cisjordania, N. de T.), pues los árabes sencillamente no aceptan la existencia de Israel. Más aun, así se nos dice, Israel no tuvo nada que ver con el origen del problema de los refugiados palestinos.

Todo el proyecto Masbirim está basado en la falsa premisa de que defender todo lo que hace Israel es una manera efectiva de representar los intereses y asuntos de este país. El Ministro Edelstein podría saber ya que esto no funciona, nada más revisando la excelente información recogida por el proyecto Israel Branding del Ministerio de Relaciones Exteriores. Uno de los hallazgos más importantes es que en el mismo momento en que los voceros israelíes asumen una posición esencialista, según la cual Israel tiene razón en todo y jamás comete errores, pierden a su audiencia automáticamente.

Los siguientes son algunos consejos para la gente que quiere generar empatía hacia Israel, que no costarán al contribuyente israelí un centavo, debido a que se basan en datos sólidos por los que ya han pagado. El proyecto Branding Israel ha mostrado que la élite juvenil global es el público más importante al que debemos dirigirnos.

No piensen que están todos mal informados, ni piensen que son estúpidos. No tienen ninguna de las malas persepciones que el Ministerio de Hasbará les imputa. Tienen una sola preocupación primordial: piensan que la ocupación de los territorios palestinos y la construcción de asentamientos en los territorios es indefendible; que el acoso a los palestinos en la Margen Occidental y el bloqueo en Gaza es inmoral; y que Israel utiliza a menudo fuerza desproporcionada, como lo hizo en el operativo Plomo Fundido. No están para nada preocupados por si utilizamos más camellos que automóviles.

Mi sugerencia es: no traten de venderles patrañas. Nunca se rebajen al nivel de los peores detractores de Israel. Nunca mientan, y nunca distorcionen los hechos. Nunca utilicen frases propagandísticas huecas; perderán su credibilidad en el preciso momento en que lo hagan.

En lugar de ello, traten de de hacer a Israel humanamente inteligible. Señalen que la mayoría de los israelíes desean una solución de dos estados, pero que una serie de eventos, desde la segunda Intifada, al bombardeo del sur de Israel luego de la retirada de Israel de la Franja de Gaza, ha decepcionado profundamente a los israelíes; que éstos tienen temores bastante justificados de que una retirada de la Margen Occidental podría conducir al bombardeo de la zona central de Israel; y que son bastante reacios a correr riesgos por la paz después de estos traumas.  

Hablen acerca de los temores y los errores de Israel; de la parálisis de su sistema político; del hecho de que los israelíes tienen problemas para elegir a un primer ministro que no exude un duro machismo, debido a que temen los muchos peligros reales que los rodean. Díganles que los israelíes a menudo no pueden desentenderse por más tiempo de los muy reales peligros de Hezbollah y Hamás por un lado, y del Fatah y otros árabes moderados por el otro, porque vivir en Israel puede ser bien traumático.

Se encontrarán con que la gente estará dispuesta a escucharles. Yo vivo esta experiencia una y otra vez. A menudo escribo en The Guardian, un diario que no es precisamente pro-israelí. La mayoría de los comentarios son considerados (aun cuando siempre van a haber algunos groseros). No siempre aceptan mis argumentos, pero en general aprecian los intentos de proveer un análisis equilibrado y no ideológico.

Mi experiencia con otros medios europeos es similar: los periodistas me dicen que están absolutamente hartos de los voceros oficiales israelíes; sienten que éstos los llenan de propaganda vacía, y no creen una palabra de lo que escuchan. Pero se interesan inmediatamente cuando les explican qué difícil es la situación de Israel en términos humanos. Estarán dispuestos a escuchar explicaciones acerca de las cosas inaceptables que Israel hace, si comparten su experiencia aquí, en lugar de hablar con slogans propagandísticos, más típicos de regímenes totalitarios.

Díganles que están preocupados por el aumento del odio hacia Israel; díganles que son críticos de muchas de las políticas de Israel, pero que sienten que muchos detractores siemplemente no advierten que la sombra de la muerte pende sobre Israel todo el tiempo, y que muchos de los temores de Israel son, desafortunadamente, bastante reales.

Si quieren que la gente entienda a Israel, lean a Amos Oz y David Grossman. Ellos son mucho mejores embajadores de Israel. Y por último: si se sienten dolidos por los errores de Israel, no tengan miedo de compartirlo. La mayor parte de sus interlocutores prefieren la imperfección humana a una engreída arrogancia.

Traducción: Marcelo Kisilevski

Entendiendo la dinámica de medios

Una cosa no quita la otra. El hecho de que en el Marmara se hubieran preparado para la guerra, no quita que el gobierno israelí actual se comporte como un elefante en un bazar frente a un contexto internacional que no entiende. Y viceversa. El hecho de que Israel esté haciendo todo para ayudar a los antis del mundo, no quita que los procesos que se están dando en la opinión pública mundial sean por demás preocupantes.

En aquel rincón, alguien le tiene que contar a la izquierda occidental con quién se está juntando. Los videos de seguridad de la cubierta del Marmara rebelados ayer por el Canal 2, mostraban los preparativos con caños de metal, cadenas, hondas e incluso botellas rotas, por parte de los «militantes de la paz» a bordo del Marmara. A la pregunta de cómo la Inteligencia israelí no sabía con qué implementos había subido un grupo de mercenarios al barco, la respuesta parcial la dieron unas imágenes de serruchos de metal: los palos los confeccionaron a bordo, cortando las barandas de la embarcación.

El Hamás va entendiendo la magnitud del éxito obtenido por la trampa a Israel en altamar. Ayer se lo veía a un Khaled Mashal (líder del brazo político del Hamás exiliado en Damasco) exultante, anunciando nuevas flotillas. En la organización fundamentalista comienzan a comprender que lo que no pudieron hacer los Qassam y los hombres bomba, lo harán unas cuantas embarcaciones desvencijadas, enviadas una vez por mes hacia Gaza desde Europa con la ingenua (o no, lo que sería peor) complicidad de agrupaciones pacifistas.

En este otro rincón, el barco irlandés Rachel Corrie, que llegó tarde a la primera fiesta, hace su camino ahora hacia las aguas de Gaza y se prevé su llegada para el sábado a la mañana. Será una verdadera prueba para ver hasta qué punto Israel sigue siendo un país pequeño y ágil, que sabe adaptarse a los desafíos cambiantes.

Pero lo más importante: si Israel está dando el primer paso hacia la lucidez, al entender (al menos según declara el gobierno y la prensa) que la nueva formar de hacer la guerra y la paz pasa por los medios de comunicación, alguien tiene que explicarle cómo se hace. Con Avigdor Liberman como canciller, y con el portavoz del ejército encabezando la campaña de medios, no vamos a ir muy lejos, tampoco con los apenas siete millones de dólares anuales para gastos de diplomacia pública (hasbará) en ese ministerio. Se acaba de reabrir el ministerio de Hasbará, pero ante esta crisis, que le ofrecía un digno bautismo de fuego, no se lo ha visto siquiera abrir la boca.  Todo, a la generosa cuenta del contribuyente israelí.

Pero no sólo de la Hasbará vive el hombre. También hacen falta políticas. Israel hizo muy bien en decidir liberar de inmediato a todos los detenidos en los barcos y deportarlos de regreso a sus países, así como devolver todas las embarcaciones a Turquía. La siguiente política necesaria es el asunto de la comisión investigadora. El Consejo de Seguridad ya ha decidido nombrar otra comisión estilo Goldston, ante lo cual lo recomendable sería no volver a cometer el mismo error que con la que «investigó» Plomo Fundido. Entonces, Israel boicoteó el trabajo de la comisión y así fueron los resultados. La acusación de que era una comisión «vendida» de antemano no se puede sostener con evidencias si no se colabora con ella.

Se multiplican las voces en Israel que llaman a adelantarse y formar una comisión investigadora imparcial propia, encabezada por un ex juez, como ocurrió después de cada guerra. Ello, dicen frenaría una comisión internacional como la de Goldston. En la coalición expresaron que era «muy temprano todavía para ello». Léase: que vengan las presiones, nomás.

Pero ante una comisión internacional, existe otra alternativa, la de jugar una nueva mano, con naipes nuevos en la mano: presentarse, mostrar las evidencias, aclarar los tantos en público. El orgullo de «a nosotros no nos van venir a investigar», más que muestra de soberanía, lo es de arrogancia y estupidez. Si Israel dice que entiende la dinámica de los medios, ese y no otro es el camino.

El analfabetismo mediático de (parte de) Israel

Últimamente se me ocurrió que existe, entre las llamadas inteligencias múltiples, una «inteligencia mediática»… de la que parte del liderazgo israelí carece casi por completo. Hablo, en este caso, de parte de su gobierno y del sector militar. Venimos lidiando con esta ceguera de imagen desde hace años, pero ahora se ha dado una seguidilla que vale la pena mencionar.

El primer ejemplo de estos últimos días fue la denegación de la entrada del filólogo judeo-norteamericano Noam Chomsky. Si la empleada del Ministerio del Interior lo hubiera dejado hablar, el académico habría hablado sólo para universitarios palestinos en Bir Zait en Ramallah, que de todos modos son su público de convencidos. Hubiera hecho menos daño a la imagen israelí que la que se produce ahora al haberle denegado la entrada. Lo cual además fue un hecho ilegal -o ilegítimo, o inmoral, o decididamente estúpido- en un estado democrático, de lo que tanto se vanagloria Israel.

El segundo hecho es la conmemoración de 10 años de la retirada del sur del Líbano. Este hecho es un ejemplo de la mentada miopía mediática y de relaciones públicas, en el sentido de lo que Faucault llamó «Las palabras y las cosas». Los diseñadores de políticas parten de la premisa -un poco por la mentada miopía y otro poco por arrogancia paternalista- de que los actos hablan por sí mismos. En este caso, que la sola retirada del Líbano en 2000 habría de demostrar al mundo cuán amante de la paz es este país. No había nada que explicar, no había nada que decir.

Error. Existen «cosas» básicas que son reales, y hasta por ahí nomás. En este caso: Israel se retiró del Líbano. El resto son las «palabras», pues a las cosas hay que ponerles nombre. Y el campo de los nombres, es decir de las interpretaciones, las relaciones públicas y el marketing, es abandonado por Israel en manos del otro bando, una y otra vez.

Hezbollah sí supo ponerle «nombre» a la «cosa». Llamó a la retirada israelí:  «una victoria más de la resistencia islámica contra el enemigo sionista, que sólo entiende el lenguaje de nuestras santas armas; seguiremos con la jihad hasta la derrota total del invasor sionista», etc. ¿Qué nombre le puso, en cambio, Israel? Podía haber sido, por ejemplo: «Una nueva e incontestable demostración de la voluntad de paz de Israel». Pero Israel no habló. Estiró la nariz para arriba, y esperó que «el mundo entendiera solo».

Y otro tanto ocurrió en 2005 con la Desconexión, la retirada unilateral de la Franja de Gaza. Lo máximo a que llegó Ariel Sharón fue a que se trataba de «asegurar la mayoría judía en el Estado de Israel». También balbuceó algo de «fronteras más defendibles», no vaya a ser cosa que fuera a ser tomado por a-patriótico y a-militar. Pero ello fue para convencer a sus votantes. Al mundo, Sharón no le dijo nada: que todos vean por televisión las imágenes de los pobres colonos siendo expulsados de sus casas, y verán qué sacrificios hace el país por la paz. Pero el mundo no entendió nada de eso, porque el único que le puso nombre fue Hamás: «Una nueva victoria de la heroica resistencia palestina»…, etc.

Último ejemplo: el gabinete israelí acaba de aprobar una propuesta de ley -por suerte debe pasar todavía por la Knesset- para retirar beneficios a los presos de seguridad pertenecientes al Hamás. Si se aprueba, los presos no podrán leer periódicos ni ver televisión, no podrán seguir sus estudios académicos en la cárcel, ni recibir visitas de familiares y otras. Sólo gozarán de los derechos que marca la Convención de Ginebra: visitas de sus abogados y de la Cruz Roja, y poco más. La llamaron «Ley Shalit», porque es un intento de responder a las malas condiciones de Guilad Shalit en su cautiverio de 4 años a manos del Hamás.

La medida ya ha sido catalogada por sus opositores de populista: no tiene otra motivación ni efecto que la sensación venganza de quienes votan al partido de sus impulsores, el Likud. No va a tener el efecto buscado: que las madres de estos presos presionen al Hamás para que alivie las condiciones de cautiverio de Guilad Shalit y permita cuanto menos la visita de la Cruz Roja.

Porque existe otra suposición israelí, dentro de este analfabetismo mediático de cierta parte del liderazgo israelí: que con sus medidas agresivas, y sólo con ellas (es decir con la «cosa») basta para que, automáticamente, la opinión pública palestina reciba el mensaje y actúe como Israel quiere: presionando a su liderazgo para que se porte bien. Pero qué vamos a hacer: no es así como funcionan las cosas.

Ya desde la guerra civil en el Líbano en los años ’70, Israel debió entender que no se puede influir en los procesos socio-políticos de países y pueblos vecinos. Podemos llenar otro blog con los fracasos israelíes en este terreno. Pero sobre todo, para que las madres de los presos reciban semejante mensaje, debe ocurrir primero lo obvio: Israel se los tiene que decir. La sola medida no configura el mensaje.

Porque, insisto, una cosa es la medida, y otra bien distinta es el «nombre» que se le habrá de poner. Israel no habla con los palestinos de la calle. El que habla con los palestinos de la calle, con las madres de los presos, se llama Ismail Haniyeh, primer ministro del Hamás en la Franja de Gaza. ¿Y qué va a decir Haniyeh a las madres de los presos si esta medida nefasta se pone en práctica? Adivinaron: que es «otra medida de opresión del régimen sionista genocida para torturar a nuestros héroes y mártires encarcelados por la liberación de nuestra tierra islámica».

El efecto de esta medida miope, si se aplica, será que una vez más el gobierno autoritario y fanático del Hamás tendrá al enemigo externo de siempre al cual echar la culpa de los sufrimientos de la gente en la Franja. Históricamente, cada vez que se agravaron las condiciones de encarcelamiento, ello sólo condujo a huelgas de hambre, motines dentro de las prisiones que se extendieron a disturbios fuera de ellas. Y en cuanto al pobre de Guilad Shalit, Hamás puede vengarse del «opresor sionista», agravando más aún sus condiciones, porque «Israel empezó», y después vaya uno a explicar. A no preocuparse: si se cae un solo pelo de Guilad Shalit, ya sabrán Dany Danón (paladinezco impulsor de la «Ley Shalit») y sus amigos impulsar acciones de venganza. Vamos a estar bárbaro acá.

Hay muchos otros muchos otros hechos que no pasan el examen de la cámara, como la construcción de las viviendas judías en Ramat Shlomo y la habilitación de viviendas judías en pleno barrio palestino, al mismo tiempo que se amenaza con demoler viviendas palestinas construidas «ilegalmente».

Hago votos por que alguien imparta un curso acelerado y urgente de inteligencia mediática a nuestros líderes. Porque de un tiempo a esta parte, la imagen -es decir el «nombre»- que sale de estos lados es el de un país feo y oscuro. Es una lástima, porque la «cosa» es mucho más linda que eso.

¿Se puede ser pro-Israel y criticar a su gobierno?

Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU.  Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.

Si en el post anterior hablábamos de la posibilidad o no de criticar las políticas de Israel desde una postura pro-israelí, tres iniciativas que son una, tocan esa posibilidad con por medio de la acción. Empezó J-Street (http://jstreet.org/), un grupo de lobbistas judíos norteamericanos que decidieron impulsar la política oficial de la Casa Blanca de impulsar la solución pacífica del conflicto palestino-israelí basada en «dos estados para dos pueblos». Lo hacen como saben los estadounidenses, con mucho fundraising, con imagen, nivel intelectual y contactos en las altas esferas. Fue fundada por Jeremy Ben-Ami, ex asesor político de Bill Clinton, en abril de 2008.

Les siguió una iniciativa llamada J-Call (http://www.jcall.eu/?lang=es), que comenzó como un petitorio internético titulado «Un llamado judío europeo a la razón», y fue lanzado como agrupación este 3 de mayo en el Parlamento Europeo en Bruselas, autoproclamándose como la versión europea de J-Street.
Por último, despacio, los latinoamericanos han decidido promover «J-Llamada» (http://www.petition.fm/petitions/jllamado), un petitorio titulado: «Un llamado a la razón: judíos lationamericanos por la paz en el Medio Oriente». Lo impulsa Darío Teitelbaum, miembro de la dirigencia del movimiento Hashomer Hatzair Mundial, y la idea es también tender a convertirlo en movimiento. Los principios y el texto del petitorio son los mismos que en la versión europea:
 
Llamamiento a la razón

Ciudadanos de países Latinoamericanos, judíos, estamos implicados en la vida política y social de nuestros respectivos países. Cualesquiera sean nuestros itinerarios personales, el vínculo al Estado de Israel forma parte de nuestra identidad. El futuro y la seguridad de este Estado al que estamos indefectiblemente ligados nos preocupan.

Sin embargo, vemos que la existencia de Israel está de nuevo en peligro. Lejos de subestimar la amenaza de sus enemigos exteriores, sabemos que este peligro se encuentra también en la ocupación y la implantación ininterrumpida de los asentamientos en Cisjordania y en los barrios árabes de Jerusalén Este, lo que constituye un error político y una falta moral. Y esto alimenta, además un proceso de deslegitimación inaceptable de Israel como Estado.

Por estos motivos hemos decidido movilizarnos en torno a los siguientes principios :
El futuro de Israel pasa necesariamente por el establecimiento de una paz con el pueblo palestino según el principio de “dos Pueblos, dos Estados”. Lo sabemos todos, es urgente.

Pronto Israel deberá enfrentarse a una alternativa desastrosa: o convertirse en un Estado donde los judíos serían minoritarios en su propio país o establecer un régimen que deshonre a Israel y lo transforme en un campo de guerra civil. Si bien la última palabra pertenece al pueblo soberano de Israel, la solidaridad de los judíos de la Diáspora les obliga a actuar para que esta decisión sea la correcta. La alineación sistemática en favor a las políticas del gobierno israelí es peligrosa ya que va en contra de los intereses verdaderos del Estado de Israel.

Queremos crear un movimiento latinoamericano capaz de hacer oír la voz de la razón a todos. Este movimiento se sitúa más allá de desacuerdos partidistas. Ambiciona trabajar por la supervivencia de Israel como Estado judío y democrático y dicha supervivencia se ve condicionada por la creación de un Estado palestino soberano y viable.

Más allá del escándalo que pueda producir su contenido pro-estado palestino, la novedad de estas tres iniciativas, que son en realidad una sola, no es esa. En efecto, la idea de «dos estados para dos pueblos» ya había sido instituida en los avatares del proceso de paz desde la Hoja de Ruta, el primer documento -elaborado por la Administración Bush (hijo)- que explicitó las palabras «estado palestino» como estación terminal de las negociaciones. El documento, recordemos, fue firmado por el entonces primer ministro israelí Ariel Sharón y refrendado por el gabinete israelí. La última expresión oficial fue el pronunciamiento del actual premier, Biniamín Netanyahu, en su discurso de Bar Ilán, en favor de la fórmula de dos estados.  La verdad es que, con su llamado a la paz y a dos estados, estos judíos de la Diáspora no están haciendo más que dar un espaldarazo a lo que ya es política oficial del Estado de Israel.

Por eso, no es ésa la innovación de J-Street y sus vástagos. A decir verdad, se trata por ahora de llamados a la paz bastante generales y, si bien se lee, simplistas: paz en el Medio Oriente, dos estados, no a la construcción en los territorios, incluido Jerusalem, hasta que se decida qué pasará allí. Eso es todo. La idea, lo declaran ellos mismos, es ser abarcativos, tratar de superar las diferencias partidistas, anteponiendo la preocupación por la letigimidad y la seguridad de Israel como estado judío.

La novedad, en cambio, es que se trata de judíos de la Diáspora que intentan romper un tabú: el de que «nuestros desacuerdos los ventilamos sólo puertas adentro», pues «críticas de judíos son utilizadas por los antisionistas para deslegitimar a Israel».

Ya he dado mi posición al respecto en más de un lugar y ocasión: este argumento se ha utilizado para censurar a las izquierdas comunitarias, más que lo que ha servido a la hasbará de Israel o a la lucha contra el antisionismo. En la era de Internet, no se puede plantear como real que, por ejemplo, la prensa crítica israelí se acalle. Se ha llegado a asegurar que el escritor israelí  «Amós Oz y muchos como él son los peores enemigos de Israel». ¿De verdad se pretende que Amós Oz, Premio Israel y Premio Príncipe de Asturias, entre otros premios, deje de escribir lo que piensa y que sus artículos no sean traducidos al inglés y al español? ¿De verdad piensan que el silencio de Amós Oz sería «bueno para los judíos»? Al contrario, Amós Oz debe seguir escribiendo, y a él se le deben sumar voces judías pro-israelíes en la Diáspora.

El mentado tabú está basado en ciertos supuestos erróneos o irrealistas:

– Como está dicho, «los antisionistas se basan en opiniones judías para atacar a Israel». Vean, si no, el ejemplo de Noam Chomsky. Respuesta: el problema es que los judíos pro-israelíes no habían hecho hasta ahora oír su voz. Noam Chomsky es un judío judeófobo, enfermo de auto-odio. Aquí hablamos de voces judías sionistas que se atreven a disentir desde el amor a Israel, desde el denominador común entre izquierda sionista y derecha sionista, de la defensa del derecho de autodeterminación del pueblo judío. A partir de ahí, el judío diaspórico no debe estar obligado a defender toda política del gobierno israelí de turno. Esa censura interna es la que ha terminado por alejar a masas de judíos de los ámbitos comunitarios institucionalizados. Lo que faltaba no era una voz judía crítica, sino una voz judeo-sionista crítica.

-«Los antisemitas no deben ver nuestras divisiones; debemos mostrar una imagen de fuerte unión, y sólo así los disuadiremos de atacar nuestra legitimidad». Como se diría en inglés: yeah, right. Los ataques, lejos de disminuir debido a la supuesta unión, aumentan, con o sin ayuda de los Amós Oz del mundo. Yo prefiero otra estrategia: no dirigirnos a los antisemitas deslegitimadores, sino a la gran mayoría que desea entender la complejidad del conflicto desde el derecho de todos los pueblos a su autodeterminación, incluido el judío. A esa gran mayoría, yo quiero contarle de nuestra pluralidad, nuestra disidencia interna, nuestra política de inclusión de todas las opiniones, cuyo denominador común son el sincero deseo de paz.

El gobierno israelí necesita ‘silencio de radio’ en la calle judía, un alineamiento incondicional con el estado israelí». Nuevamente, este supuesto confunde entre estado y gobierno. Las comunidades están unidas incondicionalmente con Israel como estado judío, pues es un componente central -aunque no el único- de su identidad como pueblo. Pero eso no significa que deban apoyar sus políticas coyunturales.

Más aun: el gobierno de turno no quiere «silencio de radio», sino apoyo a sus políticas gritado a los cuatro vientos. Lo busca con fruición Biniamín Netanyahu cuando habla ante AIPAC, y cuando recluta a Elie Wiesel para que haga hasbará «pro-israelí», que es en realidad pro-gobierno de derecha israelí.

Tengo noticias para ustedes: yo estoy de acuerdo con Bibi, aunque ahora mis amigos de la izquierda frunzan la nariz. Me parece absolutamente legítimo que Netanyahu busque apoyo donde le dé la gana. Que lo haga en AIPAC, que lo haga en Francia con Elie Wiesel, y que mande a Avigdor Liberman a buscar el apoyo de la AMIA a su gobierno, aunque la institución judeo-argentina esté dirigida por el Laborismo; allá ellos y sus incoherencias. Estoy incluso de acuerdo con que el Likud israelí recaude fondos en USA para sus campañas electorales.

Con lo que no puedo estar de acuerdo es con la hipocresía de estimular voces judías diaspóricas cuando están a favor de su gobierno, pero censurar las voces judías diaspóricas que le están en contra. Si se abre el juego a las voces judías diaspóricas, que se abra para todas ellas.

Pero tengo mejores noticias aun: el gobierno israelí no es hipócrita porque no censura ni puede censurar nada, sino que la autocensura viene de adentro. La verdad es que a Israel le importan bien poco, lamentablemente, las repercusiones de sus políticas en las comunidades judías del exterior. Y por eso es peligroso, no solamente para Israel sino también para las propias comunidades, alinearse con todas las medidas, políticas y acciones del gobierno de Israel de turno. Parafraseando a Clemenceau, la identidad judía es demasiado importante para los judíos de la Diáspora, como para dejarla en manos de Israel y, mucho menos, de los antisionistas.

Es hora de otra mirada judeo-diaspórica sobre Israel. Una mirada de militancia por reafirmar el derecho del pueblo judío a su propio estado, pues esa es la línea roja, y es innegociable. Una mirada, también, que no se alinee automáticamente con todo lo que hace Israel en tal o cual situación. Una mirada que sirva también a sus hermanos en Israel para obtener otra perspectiva: ni mejor ni peor, sencillamente con otro ángulo. Una mirada que sirva de posibilidad a los judíos de relacionarse de otra manera con el Israel que en el fondo aman. Una mirada que le sirva al judío diaspórico preocupado para hacer la defensa de Israel desde una postura que no violente sus principios en pos de la paz.

Biniamín Netanyahu ofreció al mejor y más brillante defensor del «Caso de Israel», el famoso abogado norteamericano Alan Dershowitz, ser embajador de Israel en la ONU.  Éste rechazó cortésmente la invitación, porque le crearía problemas con su ciudadanía norteamericana, pero además, según dijo, porque «tiene problemas» con la política israelí de asentamientos en los territorios.

Israel también se puede beneficiar la nueva voz del judío diaspórico, al ganar a un amigo que le sea sincero, que le diga de verdad, y sin obsecuencia, lo que espera de él.

Una visita a Caracas

Un pasaje del Hatillo, el sector típico de Caracas.

Acabo de volver de Caracas, donde participé como docente en el novelísimo proyecto de Diplomacia Pública Israelí, que ya está haciendo olas en América Latina, conocido como «La otra cara». Se trata de impartir seminarios en distintos ámbitos comunitarios sobre actualidad israelí, y sobre «Hasbará», la exposición clara y complejizante de la posición israelí, ante lo que se interpreta como opiniones deslegitimizantes del derecho de autodeterminación del pueblo judío en Israel.

Tengo mis opiniones personales acerca de este fenómeno. No soy conocido como un portavoz del Israel oficial, y creo que es bueno hacer escuchar voces críticas en proyectos de Hasbará. Creo que le agrega una imagen de pluralismo saludable, tanto a la sociedad israelí como a toda comunidad judía en las diversas diásporas. Creo en la posibilidad de una hasbará crítica basada en los siguientes principios:

1) El pueblo judío tiene derecho a su estado, e Israel es probablemente el logro más inmenso de la historia judía.

2) Negar este derecho desde círculos que, a renglón seguido, defienden el derecho de autodeterminación de todos los demás pueblos menos el de éste que nos ocupa, huele a judeofobia, aun desde una postura de izquierda israelí. Esa debe ser una línea roja, tanto para el sionismo de izquierda como el de derecha, y de todos los no judíos que dicen defender el derecho de autodeterminación de los pueblos.

3) A partir de esa línea roja, tengo derecho a la crítica, tanto dentro como fuera de Israel. Se critica lo que se ama, como lo dijera el fundador del judaísmo conservador en América Latina, el Rabino Marshall Meyer. Como amante de Israel, desde esa base de defensa del derecho a la existencia de Israel como estado del pueblo judío, tengo derecho a criticarlo, para que sea mejor. Es más, como lo digo a mis amigos en todas las comunidades, éstas no tienen por qué defender toda política de todo gobierno israelí. Porque Israel, además del derecho a existir, tiene derecho a la imperfección. Y a veces, como lo sabe todo progenitor, un buen tirón de orejas (bueno, hoy es un buen diálogo constructivo, o «cinco minutos solo en el cuarto para pensar», el chas chas en la cola ha quedado hasta nuevo aviso fuera de la corrección política…) también es una muestra de amor. A veces, desde lejos se ven las cosas con una perspectiva diferente, no necesariamente mejor, pero sí distinta.

4) Los llamados a no criticar por parte de las dirigencias comunitarias, que temen «dar pasto a los leones antisionistas» son legítimos y comprensibles, porque el temor es comprensible. Pero a veces esta discusión conlleva el intento de censurar a la oposición dentro de las comunidades, que también tienen su interna. Los antisionistas -aquellos que critican a Israel no desde un intento de mejorarlo sino desde el de deslegitimar su derecho a la existencia- no necesitan del pasto de nadie para ser antisionistas-judeófobos. O, en todo caso, siempre lo habrán de encontrar. Ante tal realidad, perdido por perdido, yo estoy por la sinceridad, puertas adentro y puertas afuera.

5) Desde el otro rincón, creo que la izquierda sionista ha dejado el campo de la Hasbará demasiado en manos de los «hasbaristas clásicos» con visiones más conservadoras, cuando hay temas en los que izquierdistas judíos de buena voluntad deberían hacerse preguntas como: ¿Qué tiene que hacer Israel en la agenda de agrupaciones como Quebracho?? ¿No nos debieran molestar las críticas que pretenden socavar las bases de Israel como expresión de la autodeterminación judía? Las respuestas y las acciones para con estos fenómenos extraños -pero ya no sorpresivos- no debieran venir sólo de la derecha comunitaria.

El proyecto «La otra cara» es una buena noticia, porque deja lugar a todas estas y otras opiniones y modelos en Hasbará, desde la Hasbará clásica, pasando por la Diplomacia Pública, más dialogal, hasta el último grito de la moda, el Branding, la construcción de Israel como marca (ver post al respecto). Se plantea la formación a largo plazo de judíos y no judíos en lo que realmente ocurre en el Medio Oriente, con una visión pluralista, desmitificadora y complejizante. Está dirigido por mi amigo y colega Gabriel Ben Tasgal, un periodista y docente de intensa trayectoria en Hasbará, Educación y Medios, que lo concibió bajo el modelo de un arte marcial, con «Dargot» o «Niveles» que hay que ir atravesando en el camino del conocimiento. El racional es promesa de continuidad, que es el problema de muchas iniciativas en el área.

En Caracas dimos dos seminarios, uno para dirigentes comunitarios y otro para jóvenes en edad universitaria, con diverso grado de participación y liderazgo en marcos diversos. El guante del proyecto lo levantó la Unión Mundial Macabi y CLAM, la Confederación Latinoamericana Macabi, con la intención de llevar estos seminarios a todo el continente, a nivel local y con seminarios regionales. Heroína si las hay del proyecto es Anabella Jaroslavsky, directora ejecutiva de CLAM y Hebraica de Caracas, que supo verlo como propio.

Estuvimos también con periodistas locales, y dimos conferencias en varias universidades caraqueñas. Descubrimos que las posturas antiisraelíes están muy lejos de haberse hecho carne en todo claustro o pasillo universitario, ni en todo medio de comunicación en el convulsionado país. A veces, muy por el contrario.

Pero la comunidad judía venezolana está atribulada por razones conocidas. Muchas veces, hablarles y aclararles los tantos acerca de Israel es trabajar acerca de su identidad judía. Por momentos, es terapia de grupo, con todo y catarsis. Porque Israel está en el centro de su identidad y de su afecto, ya sea por ellos mismos o porque se los recuerdan los críticos deslegitimadores. Y si el afuera no hace diferencia, es mejor saber de qué se los acusa y cuál es el caso de la defensa.

Nos fuimos de Caracas contentos, cargados de «chuches», después de varias sesiones de arepas, paseos por el Monte Ávila y el Hatillo, y de charlas sobre lo que vendrá. Yo me fui encantado con la hospitalidad venezolana, el carácter cordial y el sentido de profesionalismo. Muchos venezolanos me pusieron cara de «pobre idiiota, no tienes idea», cuando se los digo como observador desde afuera, que anduvo por allí apenas una semana, pasando horas en sus simpáticos embotellamientos urbanos. Pero yo les insisto:  es cierto, y no tengo un pelo de tonto (como reza una publicidad local): ustedes pierden muchas horas hombre por día, tienen muchos problemas políticos y socio-económicos, pero eso no niega que tienen mucho sobre lo que construir.

El Gran Hermano israelí y la muerte

Eliraz, el hombre que volvió de la muerte.

Haáj Hagadól (el Gran Hermano israelí) es un programa tan largo, y tan aparentemente sin sentido, que da un montón de tiempo para pensar. Desde «qué estoy haciendo acá perdiendo el tiempo», pasando por «qué van a decir mis amigos de mi ‘círculo de amigos pensantes’ si se enteran que lo miro», hasta reflexiones profundas que harían el orgullo de esos mismos amigos.

Porque la pregunta es: ¿qué nos provoca ese estado de hipnosis? ¿Cuál es, en suma, el secreto del éxito del bicho, hoy convertido en una gigantesca multinacional televisiva? No he leído mucha literatura al respecto (mis amigos pensantes no me lo perdonarían) así que quizás repita lo que ya han dicho otros. Pero no me importa: este blog es mío y escribo lo que quiero.

Me da la sensación de que, más que ningún otro reality, Gran Hermano es un programa que habla de la muerte.

Esta semana, la versión israelí produjo «La semana que no fue», donde se realizaban todo tipo de trucos tipo Día de los Inocentes. El clímax fue ayer, cuando el público tuvo que eliminar a un participante para gritarle «que la inocencia te valga, fue todo mentira» y devolverlo a Beit Haáj Hagadól.

Los participantes, con vistas a la eliminación, ya se habían vestido todos de negro, obedeciendo a instrucciones de la producción, o bien a alguna intuición secreta: todos eran candidatos a esta muerte virtual o a doler la muerte del vecino. El eliminado, finalmente, fue Eliraz, el menos esperado, uno de los candidatos fuertes a ganar el juego. El público lo eligió, precisamente, por ser el más popular, para verlo afuera, un poco más cerca de ellos, de la «realidad», regalarle la experiencia de morir y volver a la vida, algo que no podemos hacer el común de los mortales, y sobre lo que Hollywood ha producido tantas comedias, una peor que la otra.

El dramatismo con que se tomó en la Casa del Gran Hermano su eliminación fue la misma -exactamente la misma- que nos ataca cuando nos enteramos que Juancito, en lo mejor de su carrera y de su vida, con mujer y dos hijos, se ha muerto en un accidente de tránsito. Ilógico. Sorpresivo. Shockeante. Los participantes entraron en estado de trauma, y el clima fue de velatorio. Sin metáfora: de velatorio.

Y cuando lo volvieron a ver aparecer por la puerta de entrada a la Casa, por varios segundos los participantes reaccionaron de la misma manera que reaccionamos cuando nos parece ver a alguien que se había muerto. Sorpresa, incomprensión. Estaban viendo un fantasma. De nuevo, no es metáfora.

Alguien les tenía que haber recordado a los participantes que se trata de un juego. No importa que a cada uno de los eliminados lo van a volver a ver dentro de algunas semanas más. Su eliminación es vivida como una muerte en cápsula pequeña, como una especie de ensayo para lo que vendrá. A la muerte le buscamos explicación, que alguien justifique que «le había llegado el momento», «se lo merecía», «no se lo merecía».

A la muerte no la entendemos, y no aceptamos que no tiene justificación alguna. Uno se muere porque eso es lo que les pasa a las personas. Y nos va a pasar a nosotros también, hagamos lo que hagamos. Igualito que en el silogismo del cole: todos los hombres son mortales, ergo…

El hecho de que sea un juego, y que después todos nos volvemos a encontrar fuera de la «Casa», no es más que el cierre del círculo de la fantasía (o no, porque de hecho ¿quién sabe?) que tenemos con la muerte: que el alma es eterna, y que lo que ocurre aquí en la tierra es una mera metáfora holográmica del mundo espiritual del más allá. Y por eso, aun los que «saben a ciencia cierta» que nos reencontraremos del otro lado, reaccionan ante la muerte con el debido dolor. Como ocurrió ayer con el querido y resucitado Eliraz. Es a este tema, precisamente, que se dedican todas las religiones y corrientes espirituales habidas y por haber en la historia humana.

Y por eso Gran Hermano hipnotiza: porque sin decirlo explícitamente, quizás incluso sin darse cuenta, toca la fibra más íntima del ser humano, al cual el mero fenómeno de la vida -y su finitud- lo deja estupefacto: la obsesión de los humanos con la muerte es tan monumental como su incomprensión. Sencillamente, una idea genial.

VIOLENCIA EN ISRAEL: SEGÚN POR QUÉ CANAL SE MIRE

אלימות בני נוער בבית הספר

León Kalantarov, de 7 años, fue encontrado muerto debajo de su cama en Benei Aísh, envuelto en una bolsa de plástico. Dos vecinos, hermanos mellizos con retraso leve y fama de pedófilos, fueron arrestados bajo sospecha de haber cometido el homicidio. Tan sólo unos meses antes, toda una familia, los Oshrenko, fueron masacrados en Rishon LeTzion por Demián Karelik, que había sido despedido por el padre de la familia. Varios niños fueron asesinados por sus propios padres durante 2008 y 2009. La más recordada, Roze, fue asesinada, su cuerpo metido en una maleta y arrojado al río Yarkón por su padre-abuelo, Roni Ron.

La violencia como imagen

En los últimos meses, los israelíes que todavía se sientan a ver noticieros a eso de las 20.00 horas, se encuentran ante una situación extraña: no hay noticias de atentados, tampoco de avances en el proceso de paz, ni de nuevas guerras. Aparentemente, son buenas noticias. Si antes las novedades sobre el conflicto ocupaban las primeras planas de los periódicos, por estos días hay que bucear en las páginas interiores para saber si Abu Mazen, presidente de la Autoridad Palestina, acepta volver a negociar con Israel, o si Hamás accede a los términos israelíes para liberar a Guilad Shalit.

Los noticieros y los diarios, en cambio, abren sus ediciones con dobles asesinatos de niños, o con otra mujer estrangulada por su marido, o con un joven a la salida de la discoteca que acuchilla a su amigo y viola a la madre de la víctima durante 30 horas. El debate social pasa hoy por si someter a los pedófilos o no a la castración química.

Si el delito hubiera aumentado en Israel como su exposición en los medios, estaríamos ante un crecimiento de varios cientos por ciento en la delincuencia israelí. Sin embargo, los números no son tan desalentadores. En algunos rubros es justamente lo contrario. Según datos de la Oficina Central de Estadística (ver cuadro), el número de asesinatos bajó en el último año en cerca de un 10%. El robo ha disminuido en un 5%, y los saqueos de viviendas se han reducido en casi un 10%. Incluso los delitos sexuales se han mantenido casi igual, con tendencia a la baja. En cambio, han aumentado las denuncias por tráfico de drogas, por delitos relacionados con la prostitución, asaltos y robos de comercios.

¿A qué se debe, entonces, el fenómeno de que todos los medios israelíes parezcan haberse reducido a sus secciones policiales?

«Se ha dado una acumulación de delitos resonantes debido a su alto perfil», propone Sergio Gendler, habitante de Modiín de origen argentino, agente de policía. «Por ejemplo el chico asesinado por los mellizos, o el intento de violación por parte del guardaespaldas del comandante en jefe del ejército, días antes de su boda. No cabe duda que son noticia. Al mismo tiempo, hay una realidad: no hay antentados, y los medios necesitan llenar sus primeras planas».

Shaul Tzegahún, de profesión mediador, y director de proyectos para adolescencia en riesgo en la zona de Kiriat Gat, coincide. «No ha habido necesariamente un aumento cuantitativo en el delito, sino en su crueldad. Si antes los jóvenes desenfundaban una navaja, sabían dónde cortar para no matar. Ahora, sencillamente, cortan para matar».

Gendler detalla que la sensación en la Policía israelí es que el aumento se ha dado en el consumo de drogas y alcohol por parte de los jóvenes, sensación confirmada por el tipo de delitos registrados en las estadísticas de la OCE. «En realidad es parte de un fenómeno mundial. Cada vez más, cuando arrestamos a un joven que ha atracado un comercio, tenemos que esperar ocho horas para que se les pase la borrachera o el efecto de las drogas; caso contrario, el interrogatorio no tiene validez evidencial en juicio. Pero no es inusual que una vez sobrios, los jóvenes sinceramente no recuerden qué fue lo que hicieron».

Tanto Gendler como Tzegahún adjudican el aumento de la criminalidad juvenil relacionada con el consumo de alcohol y drogas al orden de prioridades del gobierno y de la Policía. «Los homicidios se han reducido porque la Policía invirtió mucho en personal y en recursos para dar con los jefes de las llamadas «familias del crimen»; por eso, muchos de ellos hoy están en la cárcel», ejemplifica Gendler.

Shaul Tzegahún agrega el ejemplo de las muertes en accidentes de tránsito. En 1993 se produjo el récord de 713 muertes en un año; y en 2008 tuvimos 449, y en 2009 se han reducido a 348. «Hay campañas en los medios y en las escuelas, acompañadas por legislación y trabajo en el terreno, cursos especiales de vialidad a los soldados; todo eso, al final, se refleja en resultados», afirma.

Violencia y pobreza: un coctail controlable

No se ha hecho el mismo trabajo en el área del abuso de drogas y alcohol. Apenas, de vez en cuando surge alguna idea paliativa, como prohibir la venta de alcohol en determinados horarios, o prohibirla a kioscos no autorizados, o elevar la edad permisiva para beber. Pero ninguna de estas medidas apunta a las verdaderas razones de la violencia juvenil.

«La pobreza genera violencia, pero no es un proceso tan lineal», apunta Tzegahún. «No se trata necesariamente de violencia física, puede ser también verbal e incluso simbólica. Si un adolescente sale al paseo anual con su división en la escuela, luego que su padre ha sido despedido debido la crisis económica, y ve que no tiene cosas que otros compañeros tienen, él va a tratar de conseguirlas. No es sólo un tema material, es también una crisis de pertenencia, de identidad. Cuando beben, sienten que pertenecen; cuando roban, sienten que realizan un acto de reparación».

Pero Tzegahún no acusa al sistema, ni al aumento de la brecha socio-económica. «Si bien la pobreza genera violencia, no necesariamente genera delito. Además, el consumo de drogas y alcohol, y sus delitos derivados, atraviesan todas las clases sociales. En los lugares donde trabajo se está registrando precisamente una baja en la violencia, junto con un aumento del diálogo, gracias al trabajo en el terreno que hacemos en las ONGs».

Shaul señala la educación como principal herramienta para reducir la violencia en la sociedad. «No estoy hablando del sistema educativo, sino de la familia. La escuela, al fin y al cabo, juega un rol marginal en la inculcación de valores. Los padres son su principal espejo, y con ellos es el trabajo. Salgo a la calle a las cuatro de la mañana y veo chicos de catorce años con botellas en la mano. ¿Dónde está la familia? El problema es que los padres no han recibido jamás capacitación, nadie te enseña a ser padre, y les es difícil, hay presiones, dificultades. La solución pasa por crear marcos en la comunidad, donde padres puedan intercambiar unos con otros, enseñarse unos a otros a educar a los hijos. Los estamos creando, pero no cabe duda: hay mucho trabajo por delante».

 

Publicado por Revista Piedra Libre N° 40

Chau, Michael

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Dentro de poco, alguien podrá decir que este es un blog de obituarios. No comenté el discurso de Netanyahu, pero no nos olvidamos de Alfonsín ni de Benedetti. Y hoy acá estoy, despidiéndome de Michael Jackson.

Michael Jackson fue toda una época. Don Juan, aquel viejo brujo tolteca de «Las enseñanzas de…»,  diría que se trataba de un «adversario digno». Para nosotros, jóvenes latinoamericanos de los años ’70 a los que nos gustaba llamarnos pensantes, era el símbolo de todo lo aborrecible: música disco vacía de contenido y de valores, industria cultural de corte imperialista, en la que unos pueden producir videoclips en masa porque otros no tienen lo que comer.

Nos gustaba mirar con desdén todo lo que fuera la onda Jackson, y cada vez fue más patética su ola de operaciones faciales, a medida que el racismo anti-negro se hacía menos y menos aceptable en el mundo. Por supuesto no renegaríamos nosotros de nuestra identidad negra si la tuviéramos, no crearíamos un zafari que llevara nuestro nombre ni bambolearíamos bebés desde los balcones, cuando nuestras carreras y nuestros egos sufrieran crisis. No cabe duda: con Michael Jackson teníamos contra qué luchar.

Pero hoy me levanté, y me desayuné con la noticia de su desaparición. Me quedé helado. Hoy, despojado de mi pose setentista, ya no temo admitir que también también me puse triste. Mis cachorros se despertaron, no me pude contener y les conté que Michael Jackson se murió. Michael Jackson se murió. Les conté quién era, y les mostré por Youtube su famosa «caminata lunar».

Nos fuimos caminando los 200 metros que hay hasta el cole tratando de imitársela, y yo tratando de cantar Billy Jean, cuya letra no entendí jamás.

Sin Michael Jackson, el mundo no es el mismo. En más de un sentido.

PD: También se murió Farrah Fawcet, la diosa de «Los Ángeles de Charlie». Digo, para hacer honor a este blog de obituarios. Zijronam librajá…