Primera conversión laica al judaísmo

Herzl, padre del sionismo, como campo de batalla de la definición de lo judío.

El sionismo no sólo fue la revolución popular del retorno judío a su tierra ancestral, sino una revolucionaria reinterpretación del judaísmo -como una nación, como una cultura: por primera vez en siglos aparecía una nueva concepción del judaísmo que colocaba a la religión en un pie de igualdad con las demás manifestaciones de la cultura judía: historia, idioma hebreo, música, literatura, danza, movimientos políticos judíos, etc. Y también religión como opción. Es decir, el judaísmo como pueblo y nación, y ya no como religión.

Siempre me hizo ruido una paradoja: la única área que el sionismo como visión laica del judaísmo dejó vacante fue nada menos que  la puerta de entrada a ese pueblo. Se puede ser del movimiento sionista Hashomer Hatzair y jugar al fútbol en los campeonatos Hapoel, pero si querés llamarte judío, andá a la sinagoga de acá a tres cuadras, pasá el curso de conversión, que es religioso, y sólo entonces también nosotros, los laicos, te llamaremos judío.

Pero si el ingreso al pueblo en los tiempos bíblicos era territorial, y sólo con el exilio nació la práctica de la conversión, el sionismo debió haber articulado una manera de restituir, no sólo al pueblo a su tierra, sino la reglamentación acerca del modo de convertirse en perteneciente a un pueblo que vuelve a poseer la tierra. El agua corrida bajo el puente y la complejidad de sus implicancias, parece, han obligado al sionismo a postergar (también) esa deuda conceptual e histórica pendiente.

Esa es la paradoja que parece haberse comenzado a resolver ahora, a través del Movimiento de Judaísmo Laico y Humanista, que ha comenzado a celebrar conversiones laicas. Las llaman ingreso o adopción al pueblo judío. Hace algunos días tuvo lugar la primera de estas conversiones hechas en Israel, y por eso me hago eco de la siguiente entrevista con el Dr. Efraim Zadoff, rabino laico israelí de origen argentino.

La autora de la entrevista es la periodista Ana Jerosolimsky.

Primera conversión laica al judaímo

El rabino secular, Dr. Efraim Zadoff, es israelí de origen argentino. Historiador con especialidad en historia judía en el siglo XX, Ph.D. en Historia Judía, Universidad de Tel Aviv; Investigador Asociado del Centro Liwerant de la Universidad Hebrea de Jerusalén; Rabino laico humanista, Instituto Internacional del Judaísmo Laico Humanista «Tmurá» Israel; Miembro del ejecutivo de MERJAV, Consejo de rabinos laicos humanistas de Israel; Redactor y editor de: Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío, SHOÁ – Enciclopedia del Holocausto, traductor y editor de diversos libros más.

Nuestro contacto con él, plasmado en diferentes oportunidades ha versado mayormente sobre este singular enfoque del judaísmo secular. Pero esta vez, el tema no tiene precedentes: una conversión laica al judaísmo. El Dr. Zadoff nos explica de qué se trata.

– Efraim; ya hemos estado en contacto en otras ocasiones para publicar en estas páginas testimonios y opiniones tuyas sobre lo que podríamos llamar propuestas alternativas a la vida judía en algunos de sus aspectos más básicos. O sea, ya no solamente alternativas a la corriente ortodoxa que para algunos sigue siendo la única aceptada y aceptable, sino alternativas a la opción religiosa en sí: concretamente, un judaísmo laico. Recuerdo con especial interés la entrevista que realizamos sobre tu condición de rabino secular, un término que para muchos será una contradicción en sí misma, y también lo que hemos hablado sobre casamientos que has oficiado precisamente como tal. Y ahora, una nueva dimensión, que debo confesar, suena muy extraña: conversión secular al judaísmo. ¿De qué se trata?
– Para poder comprender la definición de judaísmo laico o secular quiero utilizar un término más adecuado para determinar a qué nos referimos: judaísmo libre, que es el que se utilizaba ya en el siglo XIX, y se refiere a libre de la interpretación religiosa de la cultura judía.
El tema de conversión al judaísmo o como solemos llamarlo «adopción al pueblo judío» requiere una aclaración: esta es la puerta para un no judío que desea incorporarse al pueblo judío, adopta como suya la cultura judía y se siente parte del pueblo y se comporta como tal. La «conversión» es un proceso educativo y social por el cual se le enseñan los fundamentos relevantes de la cultura judía. Para ello se debe tomar como modelo al tipo de judío que sirve de prototipo. La situación hasta el presente en la cual hay sólo conversiones religiosas implica que un judío no-religioso es un paradigma no legítimo del judaísmo; y si un no judío quiere incorporarse al judaísmo desde una perspectiva, digamos como la mía, hasta ahora no podía.
El Movimiento de Judaísmo Secular Humanista en Estados Unidos se ocupa hace ya unos años de este tipo de conversiones. El Movimiento en Israel comenzó hace cinco años a desarrollar programas educativos y a estudiar los aspectos legales, para poder realizar este tipo de actos de conversión/adopción. Asimismo mantenemos un estrecho contacto con el Centro Reformista de Pluralismo Judío, que dirigió las acciones legales que llevaron al reconocimiento por parte de la Corte Suprema de Justicia de conversiones de conservadores y reformistas.

– Antes de entrar en los detalles de la conversión, o adopción tal cual le has llamado, que tú mismo has guiado o dirigido hace muy poco, una pregunta que surge de algo que recién has comentado. ¿Qué significado tiene el reconocimiento por parte de la Corte Suprema de Israel de las conversiones no ortodoxas? O sea, en la vida práctica, en la vida diaria. Si alguien va al ministerio del Interior en Israel y su documentación de conversión no es la ortodoxa, ¿acaso le anotarán en la cédula que es judío?
– La Corte Suprema de Justicia dictaminó que conversiones aceptadas por una comunidad reconocida deben ser aceptadas por el Estado. Esta decisión se refiere a comunidades de las corrientes conservadora, reformista y reconstruccionista. Estas organizaciones en Israel decidieron limitarse a realizar conversión a personas que tienen residencia en Israel y por lo tanto documento de identidad israelí. El ministerio del Interior debe anotarlos en su documento de identidad como judíos.
Es interesante la reacción del ministerio bajo la administración del partido ultraortodoxo Shas que decidió que se anula en estos documentos el rubro de la filiación nacional.

– Pero además, hay aún diferencias entre las conversiones no ortodoxas y la que tú has hecho, laica. ¿Cómo las ve el Estado?
– Es cierto, hay diferencias desde el momento en que nuestra interpretación del judaísmo es diferente. Su perspectiva es religiosa. La nuestra es cultural. No sabemos cómo se expedirán las instancias estatales, ya sea las administrativas como las jurídicas a nuestra posición, ya que aún no se ha presentado solicitud de reconocimiento.

– Tú ya has dirigido un proceso de este tipo y me has comentado antes de esta entrevista, que la ceremonia resultó sumamente emocionante. ¿Qué detalles me puedes comentar al respecto tanto sobre la ceremonia en sí como sobre la persona convertida aunque entiendo que por ahora no desea que se revele su identidad?
– La organización que se ocupa de este acto de conversión/adopción es MERJAV que son las siglas en hebreo del Consejo de Rabinos Laicos de Israel (ya contamos con 18 rabinos graduados en Jerusalén). Hemos formado un tribunal de tres rabinos.
El caso al que te refieres es el de la primera ceremonia de este tipo que se realiza en Israel. Una pareja de judíos israelíes que adoptó a un niño de dos años y solicitó que realicemos la ceremonia de adopción a la familia y al pueblo judío. El tribunal entrevistó a la familia, se interiorizó de los motivos de esta solicitud, del carácter judío de la familia, y decidió aceptar la petición y declarar la incorporación del niño al seno del pueblo judío. La ceremonia se realizó en el seno de la comunidad de familiares y amigos de esta familia. Además se realizaron como actos simbólicos la «tvilá», es decir la inmersión en un manantial fluyente, y la «hatafat dam», es decir se sacó una gota de sangre del niño como símbolo del pacto con el pueblo judío.

– ¿En qué consistió el proceso de conversión secular? ¿Y cuál es su diferencia principal con la conversión tradicional ortodoxa y con la que realiza por ejemplo el movimiento conservador, masortí?
– La conversión ortodoxa jaredí (son los que dominan en los tribunales rabínicos oficiales) exige que la familia cumpla una forma de vida religiosa ortodoxa y que envíe al niño o niña a una escuela religiosa.
Los conservadores y reformistas enseñan cosas desde una perspectiva religiosa naturalmente liberal, es decir sin inmiscuirse en la vida de la familia. Pero exigen circuncisión (los reformistas en Estados Unidos no la exigen). Nosotros dejamos a decisión de los padres si circuncidar o no al chico. En este caso no quisieron circuncisión pero pidieron un acto simbólico (también la circuncisión lo es) y la gota de sangre fue la respuesta adecuada.

– ¿La religión no tiene presencia alguna en este proceso? ¿O se la interpreta de otra forma?
– Para nosotros el judaísmo es una cultura en la que las expresiones religiosas son sólo una parte. Nuestra interpretación es humanista libre de toda interpretación religiosa es decir que atribuye a sus valores a una fuerza superior que la transmitió a los hombres por medio de sus emisarios. En nuestra interpretación la cultura nacional judía es el resultado de la experiencia de un grupo humano durante unos 3.000 años a lo largo de los cuales pasó muchas modificaciones e interpretaciones y aún lo sigue pasando. Nosotros pertenecemos a este pueblo, grupo humano y cultural, y estamos convencidos que su capacidad de reinterpretar su cultura de acuerdo a la realidad a lo largo de los siglos es lo que lo mantiene vívido y vibrante.

– Creo que aquí es necesario preguntarte en qué medida las tradiciones, las costumbres algunas de las cuales pueden tener sus orígenes en la interpretación de los textos bíblicos, son para tí, para ustedes, una expresión religiosa. Te lo preguntaría con algún ejemplo concreto de las fiestas más recientes. Si en Yom Kipur, el Día del Perdón, un judío desea ayunar porque siente que es una tradición clave en un día muy especial del calendario judío, o inclusive ir a la sinagoga a escuchar Kol Nidrei o Unetané Tokef, pero no es una persona religiosa. ¿En qué marco estaría a tu criterio?
– Está en el marco de su decisión personal y como tal es totalmente legítima. Nuestra posición es absolutamente respetuosa de las decisiones de personas que se identifican con otras interpretaciones del judaísmo y exigimos que también las interpretaciones no religiosas (hay varias) sean respetadas. El intento de imponer una sola interpretación sobre todos es la receta para el anquilosamiento del pueblo judío. En estos momentos se está desarrollando un debate muy duro dentro del campo religioso ortodoxo si es que se debe imponer una sola Halajá, es decir una sola ley rabínica. En realidad hay varias. Sólo como ejemplo mencionaré algunas: la que se basa en el Shulján Aruj de Iosef Caro, la que se basa en el Mishné Torá de Maimónides, las que se basan en tradiciones diferentes de los judíos yemenitas, de los del norte de África, de los oriundos de Etiopía, etc. La diversidad es la característica de nuestra cultura nacional y el respeto es la clave para seguir manteniendo unido al pueblo. El lema es: unidad pero no uniformidad.

– ¿Quién determina los parámetros para una conversión de este tipo, secular?  O sea ¿en qué marco tú actúas con algo así?
– MERJAV que es parte del Movimiento Judío Humanista Israelí que está asociado a la IISHJ, Instituto Internacional del Judaísmo Secular Humanista en Estados Unidos. El programa de conversión que desarrollamos para adultos tiene un año de duración y contiene introducciones a diversos temas que consideramos esenciales para una primera aproximación: literatura clásica y moderna, calendario hebreo, ceremonias de vida, arte judío, hebreo, conocimiento sobre la realidad judía en Israel y en el mundo.

– Me hiciste acordar ahora de una apasionante entrevista que hice hace unos años al ex diputado y ministro de MAPAM Yair Tzabán, que me dijo que para él, su biblioteca de tesoros judíos incluye no sólo el Talmud sino también tesoros de la moral y la cultura occidental. No lo estoy citando palabra por palabra, pero sin duda ese fue el espíritu de sus palabras. Comento esto porque al oir la temática que mencionas, debo admitir que me parece un poco extraño que no haya nada de religión judía, para conocerla, no para imponerla. O sea, la ortodoxia peca si omite dimensiones no religiosas de la vida judía como si no existieran. ¿Pero no te parece que sumarse al pueblo judío sin conocer su historia y preceptos en lo que a religión se refiere, es presentar el cuadro de forma sumamente incompleta?
– El conocimiento es la base de la pertenencia a la cultura judía. Todos los aspectos de lo que denominas «religión judía» están registrados en el concepto de literatura judía clásica (TANAJ, Mishná, Talmud y toda la literatura que se creó en esas épocas y que no ingresaron al canon) y moderna, en el calendario judío, en las ceremonias de vida, en el arte judío y también en la realidad presente en Israel y en la diáspora.
El elemento determinante es qué interpretación vas a adoptar y cuál es la interpretación que más se adecua a nuestra realidad. La Biblia hebrea, el TANAJ, puede ser considerada como una fuente religiosa inapelable o como una creación literaria extraordinaria en la cual se pueden encontrar elementos vigentes aún hoy, como por ejemplo el séptimo día de descanso universal. Es interesante que también los sabios de la Mishná y el Talmud, JAZAL, lo consideraron como fuente en base a la cual se pueden hacer cambios, a veces de 180 grados.
Te daré un ejemplo: la pertenencia al pueblo de Israel y luego al pueblo judío en la época bíblica se determinaba por vía paterna. En la Mishná (aproximadamente siglo II e.c.) se determinó que sería por la vía materna por razones prácticas que los rabinos en aquel momento consideraron cruciales. Al pasar de los siglos comenzaron a agregarse interpretaciones religiosas y místicas que le dan a esta decisión un status de ser al menos «un mandato divino». En una perspectiva histórica podemos ver que los judíos de Etiopía mantienen la tradición de la vía paterna, al igual que los judíos karaítas. En la realidad presente es irreal plantear que un niño nacido de vientre judío es culturalmente diferente de uno nacido de vientre no judío. En realidad la diferencia la hace la educación que recibe en su hogar. Si la interpretación que vas a adoptar es la religiosa y mística corres el riesgo de rechazar a personas que son absolutamente judías y considerar como judíos a quienes no lo son.

– ¡Qué complejo y multifacético este tema, como tantos sobre la vivencia y condición judía! Efraim; ¿qué motiva a una persona que se quiere convertir al judaísmo en conversión secular?
– Querer ser parte del pueblo judío y de su cultura sin hacer concesiones en su idiosincrasia no religiosa y humanista. Ser judío, por ejemplo, como yo.

– ¿Entra en juego la posibilidad de cansancio o desesperación de la conversión ortodoxa?
– Entra en juego el desinterés o desacuerdo en tener que mentir y realizar declaraciones de fe religiosa que todos saben que no son ciertas para poder satisfacer a la entidad que tiene el monopolio y recibir el certificado de conversión.

– Sea como sea, entiendo que vuestra visión es que así como puede haber un judío que  quiere destacar su identidad como tal sin pasar por lo religioso, puede haber un no judío que se sienta atraído por la parte humana y cultural de lo judío pero no por lo religioso y quiera acercarse pues a lo primero.
– Justamente esta es la opción que nosotros ofrecemos. Deseo aclarar que no consideramos que esta es la única vía correcta para incorporarse al pueblo judío. Hay muchos caminos; este es sólo uno y la persona que desea incorporarse a nuestro pueblo puede elegir cuál es más adecuada para él.

– ¿Hay más gente en camino, en proceso, que se interesa por esta opción?
– Hay muchas personas que se interesan. Lamentablemente aún no disponemos de los suficientes recursos como para responder a la demanda, pero confío que llegaremos también a eso.

– ¿También en América Latina?
– También en América Latina hay interés en la conversión de acuerdo a esta perspectiva de la cultura judía. Recordemos que algunas décadas atrás esta visión del judaísmo constituía la columna vertebral de las vida comunitaria judía y de las importantes redes escolares. Actualmente debemos dedicar todas nuestras energías y recursos al proyecto de reestructuración: la organización en las diversas comunidades latinoamericanas de entidades que ofrezcan una opción de vida judía activa desde una perspectiva cultural libre de religión. Ya hay algunos comienzos importantes. El problema es que la dispersión y la falta de coordinación dificultan el desarrollo organizado y sistemático de entidades comunitarias que ofrezcan actividades culturales significativas también en el ámbito del calendario judío, como actividades que se realizaron por ejemplo en Yom Kipur en Montevideo y Buenos Aires, y de las ceremonias de vida como festejo de nacimientos, Bnei Mitzvá, casamientos, etc.
En estas semanas estamos tratando de coordinar un encuentro, probablemente en Montevideo, y con la centralización de organizaciones locales y de Brasil, Argentina y Chile. En definitiva la propuesta dirigida a todas las edades que surja de este encuentro planteará una alternativa para evitar el abandono de los marcos judíos por parte de considerables partes de nuestro pueblo: la asimilación, o mejor dicho desjudaización.

– Será interesante seguir el tema pues. Muchísimas gracias por tu tiempo.
– A tí por esta oportunidad.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay

El Gran Hermano israelí y la muerte

Eliraz, el hombre que volvió de la muerte.

Haáj Hagadól (el Gran Hermano israelí) es un programa tan largo, y tan aparentemente sin sentido, que da un montón de tiempo para pensar. Desde «qué estoy haciendo acá perdiendo el tiempo», pasando por «qué van a decir mis amigos de mi ‘círculo de amigos pensantes’ si se enteran que lo miro», hasta reflexiones profundas que harían el orgullo de esos mismos amigos.

Porque la pregunta es: ¿qué nos provoca ese estado de hipnosis? ¿Cuál es, en suma, el secreto del éxito del bicho, hoy convertido en una gigantesca multinacional televisiva? No he leído mucha literatura al respecto (mis amigos pensantes no me lo perdonarían) así que quizás repita lo que ya han dicho otros. Pero no me importa: este blog es mío y escribo lo que quiero.

Me da la sensación de que, más que ningún otro reality, Gran Hermano es un programa que habla de la muerte.

Esta semana, la versión israelí produjo «La semana que no fue», donde se realizaban todo tipo de trucos tipo Día de los Inocentes. El clímax fue ayer, cuando el público tuvo que eliminar a un participante para gritarle «que la inocencia te valga, fue todo mentira» y devolverlo a Beit Haáj Hagadól.

Los participantes, con vistas a la eliminación, ya se habían vestido todos de negro, obedeciendo a instrucciones de la producción, o bien a alguna intuición secreta: todos eran candidatos a esta muerte virtual o a doler la muerte del vecino. El eliminado, finalmente, fue Eliraz, el menos esperado, uno de los candidatos fuertes a ganar el juego. El público lo eligió, precisamente, por ser el más popular, para verlo afuera, un poco más cerca de ellos, de la «realidad», regalarle la experiencia de morir y volver a la vida, algo que no podemos hacer el común de los mortales, y sobre lo que Hollywood ha producido tantas comedias, una peor que la otra.

El dramatismo con que se tomó en la Casa del Gran Hermano su eliminación fue la misma -exactamente la misma- que nos ataca cuando nos enteramos que Juancito, en lo mejor de su carrera y de su vida, con mujer y dos hijos, se ha muerto en un accidente de tránsito. Ilógico. Sorpresivo. Shockeante. Los participantes entraron en estado de trauma, y el clima fue de velatorio. Sin metáfora: de velatorio.

Y cuando lo volvieron a ver aparecer por la puerta de entrada a la Casa, por varios segundos los participantes reaccionaron de la misma manera que reaccionamos cuando nos parece ver a alguien que se había muerto. Sorpresa, incomprensión. Estaban viendo un fantasma. De nuevo, no es metáfora.

Alguien les tenía que haber recordado a los participantes que se trata de un juego. No importa que a cada uno de los eliminados lo van a volver a ver dentro de algunas semanas más. Su eliminación es vivida como una muerte en cápsula pequeña, como una especie de ensayo para lo que vendrá. A la muerte le buscamos explicación, que alguien justifique que «le había llegado el momento», «se lo merecía», «no se lo merecía».

A la muerte no la entendemos, y no aceptamos que no tiene justificación alguna. Uno se muere porque eso es lo que les pasa a las personas. Y nos va a pasar a nosotros también, hagamos lo que hagamos. Igualito que en el silogismo del cole: todos los hombres son mortales, ergo…

El hecho de que sea un juego, y que después todos nos volvemos a encontrar fuera de la «Casa», no es más que el cierre del círculo de la fantasía (o no, porque de hecho ¿quién sabe?) que tenemos con la muerte: que el alma es eterna, y que lo que ocurre aquí en la tierra es una mera metáfora holográmica del mundo espiritual del más allá. Y por eso, aun los que «saben a ciencia cierta» que nos reencontraremos del otro lado, reaccionan ante la muerte con el debido dolor. Como ocurrió ayer con el querido y resucitado Eliraz. Es a este tema, precisamente, que se dedican todas las religiones y corrientes espirituales habidas y por haber en la historia humana.

Y por eso Gran Hermano hipnotiza: porque sin decirlo explícitamente, quizás incluso sin darse cuenta, toca la fibra más íntima del ser humano, al cual el mero fenómeno de la vida -y su finitud- lo deja estupefacto: la obsesión de los humanos con la muerte es tan monumental como su incomprensión. Sencillamente, una idea genial.

Casi Ángeles: «Estamos tan lejos, pero somos tan iguales»

Balance de la visita de Casi Ángeles a Israel: entrevista a Eugenia Suárez (Jazmín) y Nico Riera (Tacho)

Por Marcelo Kisilevski, desde Israel marcelokisi@gmail.com  

Casi Ángeles y una enorme delegación del Cris Morena Group anduvieron por Israel repartiendo buenas ondas, para alegría de cientos de miles de adolescentes israelíes durante la festividad de Sucot (Tabernáculos). Además de las notas publicadas en Clarín, pude entrevistar a Ma. Eugenia Suárez (Jazmín en la tira) y a Nicolás Riera (Tacho). Por asuntos técnicos de la redacción del diario, la nota no se llegó a publicar, y por eso aquí va en exclusiva.

Marcelo Kisi con Euge Suárez y Nico Riera. No, el que tiene pelo no es Kisi... (Foto: Miriam Khon)

Marcelo Kisi con Euge Suárez y Nico Riera. No, el que tiene pelo no es Kisi... (Foto: Miriam Khon)

Nico y Euge son dos amigos que juegan al fútbol en el pasillo con una pelotita de plástico. Pero en lugar de estar en el colegio o en una plaza, están junto al camarín del Palacio Nokia de Tel Aviv, esperando al primer cronista que los va a entrevistar después de cuatro días y trece shows sin que la prensa los «moleste». Ma. Eugenia Suárez (17 años, Jazmín en Casi Ángeles) y Nicolás Riera (24, Tacho) están ansiosos por hablar, por elaborar un poco todo el delirio y la admiración sin fin del público israelí.

La charla con este corresponsal, por eso, tiene un poco de terapia de grupo, e incluso bromean con ello. Hablaron de la fama, de su adolescencia no perdida sino «distinta», hablaron del futuro. Eugenia está segura que quiere llegar a Hollywood. Nico quiere desarrollar su veta musical y puede que ya en abril, cuando vuelvan a Israel, toque uno de los temas en guitarra.

Pero primero, viven muy bien el presente, y repasan el furor que acaban de provocar en Israel. «Fue increíble», empieza Eugenia. «Tengo la voz y el cuerpo muy cansados, pero el cansancio es sólo físico. Tengo 17 años, puedo hacer miles de shows más y quiero hacer esto toda mi vida». Nico explicó que «a mí se me iba pasando demasiado rápido sin poder registrar del todo, casi sin poder pararme a disfrutar».

Más allá del fenómeno Casi Ángeles en Israel, el asombro de las estrellas pasa por el país en sí. Para Nico era la primera visita: «La imagen que llega allá es todo guerra y conflicto. Un poco me asusté cuando me dijeron que veníamos a Israel. Pero llegamos y dije: ‘Loco, esto es Miami, me vengo acá de vacaciones’. La playa, las ciudades, los paisajes, los negocios, la gente. ¡Está buenísimo!» «Bueno, a la playa no podíamos ir por los fans, pero yo salí al balcón a tomar sol. No me quemé, pero…», confiesa Euge entre risas. «Yo ya había estado a los 11 años con Rincón de Luz, pero era chiquita, no era consciente de nada. En esta vuelta me encantó, especialmente Jerusalén».

Después llegó el momento del ping-pong.:

El momento inolvidable de su paso por Israel: Nico: «La primera aparición, de ver caños y un ventilador debajo del escenario, subís en los ascensores, ves todo ese despliegue y escuchás los gritos. Es impresionante y no me lo voy a olvidar». Euge:» A mí me queda el final de los shows, cuando prenden las luces y ves la cara de la gente, algunos llorando, otros gritando y mostrándote fotos y carteles».

El momento cómico: Euge: «Ayer me regalaron cremas del Mar Muerto, con Lali (Mariana Espósito, Mar en la tira) y Cande (Candela Vetrano, Tefi) nos pusimos máscaras y entramos en los cuartos de todos a oscuras y los asustábamos». Nico: «Un día nos trajeron globos con helio y filmamos escenas de backstage con la vocecita que te hace sacar».

El papelón sobre el escenario: Nico: «En el tema con las linternas a uno de nosotros se le cayó la suya y se hizo añicos, ¡te juro que se desintegró! Por suerte yo tenía que salir, le dejé la mía y seguimos como si nada». Euge: «En general soy muy torpe, pero en el escenario no me importa. Ya en la segunda canción, ‘Casi Ángeles’, me trabé y casi me caigo. Se lo dije a la gente: ‘Espero que la estén pasando bien, yo empecé con una casi caída, pero estoy bien'».

El regalo más significativo de los fans: Euge: «Me encantaron las cremas porque eran del Mar Muerto. Pero me gusta más todavía que cuando te regalan una jamsa (la manito de la suerte) o una estrella de David». Nico: «A mí me gusta cuando te hacen un collage de fotos, y son todos fotos tuyas, distintas, mezcladas. Algo que me impresiona también es que puedan escribirte una carta en español. Tienen sus faltas, claro, pero se entiende todo lo que quieren decir».

Una enseñanza que se llevan de Israel: La enseñanza que se lleva Eugenia son decenas de palabras y frases en hebreo que repite en ráfaga dejando anonadados a los hebreo-parlantes en el camarín. Y además: «Me llevo el valorar mucho lo que tengo. Yo nada más quería tener salud, ir al colegio. Y de repente me doy cuenta que hago todo lo que quiero y lo que me gusta, y estoy muy agradecida». Nico: «Que todos los seres humanos somos muy parecidos. Estando allá uno piensa que son todos diferentes, que viven todo al revés que nosotros. Venís acá y de repente somos todos iguales, nos reímos de las mismas cosas y nos gusta lo mismo. Eso me impresiona: tanta distancia y ser tan parecidos en tantas cosas. Está bueno».

Sin esta foto no me dejaban entrar a casa. Pero sobre todo, ¡Nico y Euge son unos fenómenos! (Foto: Idith Helman)

Sin esta foto no me dejaban entrar a casa. Pero sobre todo, ¡Nico y Euge son unos fenómenos! (Foto: Idith Helman)

Jerusalem se escribe con M

Jerusalem

Nos ha llegado el hermoso libro de Abraham Argov, «Jerusalem se escribe con M», con estampas breves, entrañables, de la capital israelí, con sus calles y edificios que resuman historia, y también con su gente, que desborda en mundos enteros.

Abraham Argov es un hombre de Jerusalem. Ha vivido allí desde siempre, y ha trabajado y activado por la ciudad y por el mundo judío, del que Jerusalem es centro. Y la centralidad de Argov, olé de la Argentina, queda oculta, como el misterio mismo de la ciudad. Como pista, por ahí aparece una foto de él caminando por la Ciudad Vieja, medio de espaldas, a la Hitchkok. En otra da la cara, tocando el violín nada menos que con Teddy Kolleck, el legendario alcalde. Y aunque titule una de sus estampas, como otra pista, «El Teddy Kolleck que yo conocí», y aunque haya trabajado con él (infidencia nuestra), en su texto se empecina en el misterio, y salvo ese desliz con el violín, insiste en ser el que sostiene la «cámara», en lugar de estar frente a ella.

Se puede visitar la ciudad y llevar tranquilamente este libro, para leer y  dar voz a los lugares, que son mudos, pero sólo en apariencia.

Me tomo el atrevimiento de publicar uno de los textos, que habla de un lugar de esos, que es mudo sólo en apariencia: un simple hospital. Pero un hospital de Jerusalem:

Hospital Shaarei Tzedek

Hace algunas semanas visité en el Hospital Shaarei Zedek a un buen amigo, internado por unos días.

En su habitación había tres camas, separadas por cortinas. Una estaba ocupada por él, nacido en Roma y descendiente de una familia llegada a Italia tal vez en la época de los césares o quizás en tiempos de la expulsión de los judíos de España, no lo sabe. Su idioma materno es el italiano, pero domina también el español, el portugués, el francés y el inglés, además del hebreo. Su esposa, nacida en Rusia, habla ruso y alemán, ya que sus padres emigraron de Rusia a Alemania, para salir de allí con el surgimiento del nazismo, y partir a Palestina. Además de hebreo, habla también español, portugués e inglés. A pesar de sus sólidos conocimientos de la tradición judía, los dos impartieron a sus hijos una educación laica.

En la cama contigua se veía a un inmigrante de la ex Unión Soviética, religioso, que pasaba la mayor parte del tiempo leyendo libros sagrados y rezando en hebreo. Cuando entraba a visitarlo su hija, una mujer de mediana edad vestida como las mujeres religiosas de Jerusalem y acompañada por cinco niños (cuatro varoncitos con solideos y una niña), el abuelo hablaba con ellos en un hebreo insuficiente; cuando no lograba expresarse en el idioma de los nietos, recurría a su hija y hablaba en ruso.

En la tercera cama había un hombre de mediana edad, un poblador de la vecina aldea árabe de Djabel Mukabar, quien recibía la visita de sus dos mujeres, tres hijos, dos hermanos y su padre. Todos hablaban árabe entre sí, y hebreo conmigo.

Dos días después, en mi segunda visita, ya no vi a la familia árabe. El problema médico se había solucionado y el enfermo había sido dado de alta. Junto a esa cama encontré a un grupo de jóvenes que acompañaban al nuevo paciente, joven como ellos. Todos hablaban español y estudiaban en un instituto religioso para jóvenes interesados en abrazar el judaísmo. El grupo estaba integrado por muchachos de Venezuela, Colombia, Brasil y España (Ibiza), y una joven peruana.

Trabé conversación con ellos, que no cesaban de plantearme preguntas. Todo les interesaba: el país, su geografía, sus costumbres, las comunidades judías de la diáspora.

Uno de ellos me relató su historia. Nació cristiano, y un tío suyo le reveló en secreto que la familia había llegado a Sudamérica siglos atrás huyendo de la Inquisición y que, desde entonces, conservaba en secreto los ritos de la religión judía a la que siempre había pertenecido. El trauma del muchacho fue tremendo al escuchar la revelación del tío; empezó a interesarse por su pasado familiar, leyó todo lo que estaba a su alcance sobre la historia y la tradición judía, y hoy en día está en Jerusalem preparando su retorno a las fuentes para reintegrarse a su viejo-nuevo origen.

Cuatro historias, cuatro estampas diferentes, muchos idiomas y costumbres en una misma sala del Hospital Shaarei Zedek.

 

La Muerte Vecina

A veces la muerte necesita nombre y apellido. Por eso, tal vez, porque es difícil, Israel decide honrar al último soldado muerto ese año. Este año, todos los soldados muertos se llamaron Yonatan Netanel, oficial comandante de destacamento, muerto por «fuego amigo» en el operativo «Plomo fundido» en la Franja de Gaza. Él y su familia fueron honrados por el estado y el ejército, las fotos de sus padres, su viuda, y su hijita Maayán salieron en todos los medios.

Yo recuerdo a Malki Netanel, la mamá de Yonatan, de la calle Arieh Dultzin, en el barrio de Guivat Masuá en Jerusalem. Allí viví 3 años con mi familia. Cuando recibimos muchos invitados, Malki nos prestó todas las sillas. Desde entonces, siempre nos saludaba, preguntaba si necesitábamos algo, se esforzaba en encontrar algo que pudiera hacer por nosotros. Con dulzura, sin cargosear, parecía explicarnos que al ayudarnos, nosotros en realidad la ayudábamos a ella. Los ortodoxos conciben una especie de «banco de mitzvot»: si hacen más buenas acciones, así les irá de bien en el mundo venidero, a la hora del último balance. Por eso, cuando uno hace una buena acción, te la agradecen diciendo: «shetizké lemitzvot», algo así como: «que se te acrediten buenas acciones (en el banco del más allá)».

Y Malki, mamá de Yonatan z»l, invertía mucho en su banco de mitzvot. Quizás será por eso que llamó a su hijo Yonatan, como una plegaria doble: Yonatan significa «Dios ha dado». Y «Netanel» significa… exactamente lo mismo, aunque invertido: «Ha dado Dios». Yonatan Netanel. Dios ha dado, ha dado Dios. Como un pedido, o como un temor y una premonición.

No lo sé, sólo sé que por lo que sabemos de este mundo de más acá, a Malki no le alcanzaron sus depósitos en el banco de más allá. A menos que estemos viendo, nosotros acá, todo al revés.

Una buena y hermosa familia, la familia Netanel, de Jerusalem. Yonatan murió por «fuego amigo» en el operativo «Plomo fundido». Su padre, el rabino Amos Netanel, esposo de Malki, se apresuró a enviar una carta de «abrazo» y amor a los soldados que dispararon equivocadamente un obús de tanque contra la edificación en la que se ocultaron Yonatan y los soldados que comandaba.

Nada de venganza, nada de odio. Así debía ser, porque fue Dios el que lo ha dado. Y fue Dios el que ha quitado, quien sabe, para dar otra cosa.

Escenas israelíes: la laptop junto a la janukiá

La Biblia junto al ordenador. Las personas fotografiadas no guardan relación alguna con la presente nota.

La Biblia junto al ordenador. Las personas fotografiadas no guardan relación alguna con la presente nota.

Hoy es viernes, hace frío y recién acabo de descifrar mi aire acondicionado, para que en lugar de enfriar, caliente. Antes de eso me congelé. Ahora mi casa está llena de compañeritas de mi hija, porque no hay clases por Jánuca, y yo estoy en casa, entonces aprovecho para juntar créditos con los otros padres, para usarlos (a los créditos; bah, también a los padres) en horas de necesidad.

Jánuca. En la Argentina no me daba cuenta que existía, porque es en diciembre, y allá las clases ya se terminaron. Pero acá puede ser una fiesta bien molesta, valga la rima. No hay clases toda la semana, hay muchos festivales y mucha presión de los chicos por gastar plata. Hay eventos y cenas del trabajo de la mujer de uno, en las que hay que poner cara de «qué contentos que estamos de que nos hayan invitado». Todo esto viene como fascículo extra de los trompos, las perinolas, las janukiot  con las 8 velitas + una, y las «sofganiot», bolas de fraile llenas de aceite y azúcar, que pueden ser la parte agradable.

Ayer viajamos al norte, a lo de mi suegra. No sé si ya les conté, pero me casé con una familia de judíos marroquíes. Sí, claro, con una de las hijas de mis suegros marroquíes, pero también con ellos, y con las hermanas de ella, y sus maridos y los hijos de todos ellos. Con el tiempo aprendí a entender de qué hablan y a comer picante. También me gusta su religiosidad relativa. Casher sí, pero también teléfono, televisión.

Después de mucho tiempo, la verdad, ayer vinieron todos, salvo mi cuñado varón, que se fue a Estados Unidos, cansado de pagar los pesados impuestos de acá. Mis cuñadas estaban en pleno, y sus maridos y sus hijos, salvo mi cuñada soltera, interpretadora de sueños.

Ahí estaba mi suegra friendo sus «sfinge», bolas de fraile a la marroquí, con forma de rosqueta, tratando de meter un bocadillo en la charla, sobre cómo le fue en Yanquilandia en lo de su hijo varón y su familia. La tapaban los gritos de sus hijas. En realidad no gritaban, sólo hablaban así. De ropa, de comida y del Gran Hermano.

En un cuarto aldedaño los primitos, incluidos mis hijos, metiendo un bardo fenomenal que por suerte no terminó en la ruptura irremediable de la computadora que mi suegra todavía no aprendió a usar.

Y en el living, nosotros los concuñados, hablando de trabajo, de dinero, de la crisis y de la guerra que podría estallar en el sur. Mi cuñado fotógrafo hacía gala de todos los viajes que se ahorraba mandando las fotos del casamiento por mail a sus clientes antes de imprimir el álbum. Ahora tiene internet celular, fanfarroneó, «les edito las fotos y se las mando incluso esperando el semáforo».

Mi otro cuñado, además de contador y ahora abogado, es adicto a las noticias. Además es el tradicionalista de la tribu. Cuando llegó la hora de prender la vela del día (¿la quinta?), me preguntó a mí si me acordaba de las brajot. Me acordaba, le dije, pero prefería no arriesgarme, sin aclarar a qué.

Entonces le secuestró la laptop a nuestro otro concuñado, el fotógrafo, que apenas había puesto el último efectito a las fotos de la jupá de la familia Busquila, y buscó por Internet las benditas bendiciones.

En resumen, muchos chicos, mucho ruido, mucha fritura, una janukiá, como hace miles de años, pero con una laptop al lado, con judíos israelíes mizrajim modernos leyendo las brajot de la pantalla de Internet. La foto se las debo.

En el tintero: Una a favor de Jabad

Reasumo después de una semana de trabajo muy intensa, en la que pasaron muchas cosas y muchas más me quedaron por decir. Ya habrán visto que me tocó contar el atentado en Bombay para Clarín, así que aproveché y usé las notas como posts, cosa de no faltar demasiado a este «trabajo» tampoco.

Se puede hablar horas de lo que pasó ahí, pero me quedé con las ganas de hablar bien de Jabad, aunque suene sorpresivo o desubicado viniendo de un laico declarado, o bien a destiempo. Pero lo es cierto es que Jabad nos provoca una sensación de incomodidad que cuesta definir a los que estamos afuera. Como no aceptamos lo que viven los de adentro a nivel ideológico, nos consolamos pensando que les «lavan el cerebro». Nos sentimos bárbaro pensando que Jabad utiliza las más altas tecnologías y las más refinadas técnicas de marketing para manipular a las masas de judíos perplejas por la globalización y la malaria económica. Y que para ello mueven grandes cantidades de dinero. En resumen, mala gente.

Cuando la verdad es que lo que tenemos es envidia. Envidiamos a Jabad, ante todo, porque tienen éxito. Porque cuando nosotros hacemos marketing, lo llamamos marketing. Cuando Jabad hace el mismo marketing, lo llamamos «manipulación» y «lavado de cerebro». ¿Y para qué hacen marketing? No sólo para captar, traer hacia adentro de sí a más adeptos, sino para hacer el bien tal como ellos lo entienden, y como lo creen de corazón.

Por supuesto que hay (o puede haber) un cálculo estadístico dentro de su «business plan»: de tanta gente para la que hagamos mitzvot sin mirar a quién, un porcentaje «x» vendrá a otra charla, un porcentaje «y» del cual se convertirá en habitué, un porcentaje «z» del cual comenzará un proceso de teshuvá, de volverse religiosos. ¿No es el tipo de cálculo de ventas que hace o debiera hacer cualquier empresa seria? ¿Y no dicen hoy que las organizaciones del tercer sector se comportan o se debieran comportar en gran medida como empresas para poder crecer? Jabad es pionera en asimilar conceptos del marketing, del maxi-marketing y del posicionamiento a su institución/organización/movimiento sin fines de lucro, tema sobre el que ya escribieron, entre otros, Peter Druker, gurú del marketing moderno. En ese sentido, kol hakavod Jabad.

Porque además hay otro punto. Jabad invierte en estar presente en la mayor cantidad de lugares posible. Se podría decir que esa es su misión intra-institucional, así como la de Walt Disney era «cuidar hasta el mínimo de los detalles». Y lo que lleva a esa cantidad de lugares con la que ningún movimiento laico se ha atrevido siquiera a soñar, es «Toire» al estilo jasídico: valores, no sólo místicos, sino aquellos ligados a lo humanístico y a lo afectivo entre la gente: la hospitalidad, la tzedaká, el sentido del dar, también la alegría, la dimensión del cuerpo puesto en acción junto con el alma, en el baile, chupi incluido. Dirán: eso es por los millones que mueven, que andá a saber quién y por qué los pone. ¿Saben qué? Ojalá todos los que tienen esos millones, lo pusieran en cosas en las que creen, en lugar de patinárselos en placeres, amantes, diamantes, y viajes por el mundo. Tampoco los filántropos laicos, que los hay, y muy fuertes, no dedican sus esfuerzos al reaching out a un nivel mundial como lo hace Jabad. Entonces, a no quejarse.

Es cierto: me hace un poquito de «ruido» la campaña que están haciendo ahora, justo después de Bombay, sobre «¿En qué podés ayudar?», es como que alguien se olvidó allí de poner el freno, y no es la primera vez que les pasa. Cualquier experto en marketing, ahora, les recomendaría guardar silencio por un buen rato, dejando que los Kisilevskis del mundo les hagan, sin que se los pidan, prensa a favor.

Pero ya los volveremos a criticar cuando se nos pase este ataque de fervor jabadnik. Hoy elijo perdonarles el desliz, contarles que los laicos de buena voluntad sí creemos que su presencia en Bombay, en Moscú y en Tanganika es buena para los judíos, y que esperamos que otros movimientos más racionales y menos alegres, por el bien de la pluralidad judía, atinen algún día, en lugar de a criticarlos, a preguntarles cómo lo hacen.

Pido Perdón

Hoy a la noche empieza Yom Kipur el Día del Perdón. Este post, cortito, es nada más para pedir perdón, un perdón histórico por todas aquellas cosas malas que he hecho. En general han sido ofensas, gestos desagradables, a veces hacia personas queridas, amadas, que son las que más tenemos a mano. Estoy hablando de años, de personas con nombre y apellido de las que me acuerdo. Quizás haya otras de las que no me acuerdo. Quizás hubo algunos y algunas que se me acercaron, me pidieron afecto, y no se los pude o supe dar. Perdón, el corazón es como un teléfono celular, a veces no estamos disponibles, a veces no hay señal…

Creo que es eso. Si me he olvidado de algo, recuérdenmelo, antes o después de Kol Nidre, no importa.

Y perdón, porque el post sobre el Judaísmo Laico II, que prometí para hoy, tardará un par de días más.

Gmar Jatimá Tová para todos!!