«Flota de la Libertad», preguntas del día después

Los interrogantes que deja la tragedia de ayer con la «Flota de la Libertad» no se acaban con las referidas a la mala organización del abordaje por Israel. Ese es sólo el comienzo. El resto tiene que ver con los escenarios a futuro, incluidas las posibilidades de supervivencia, a este ritmo, del actual gobierno israelí.

Sangre en altamar. "Flotilla de la Libertad" y después.

Israel pagará barato la tragedia de ayer si se lo juzga por la negligencia en la organización del abordaje a los barcos de la «Flota de la Libertad», más que por su carácter violento. En efecto, las imágenes de los videos no dejaban lugar a dudas: los soldados israelíes, armados con rifles «paint-ball», de hecho un juguete, y pistolas por las dudas, no estaban preparados con medios de dispersión de manifestaciones violentas, como hubieran debido. A bordo del barco se hallaron verdaderos arsenales de machetes de metal, cuchillos, botellas incendiarias (Molotov).

Su idea, se ha explicado hasta el cansancio, no era hacer llegar ayuda humanitaria. Si así fuera, hubieran accedido a la invitación israelí de pasar por Ashdod, dejar los paquetes y emprender el regreso. Aquí se encargarían ya la Cruz Roja y la UNWRA de hacer llegar la ayuda a la Franja. Incluso les hubieran permitido sacarse hermosas fotos en el puerto con fondo de las toneladas de asistencia (que todavía no hemos visto) carteles y cantos por el fin del conflicto e incluso de la opresión israelí. Pero la idea no era esa, sino una batalla bien organizada y bien televisada. Sólo así la protesta iba a llegar, como lo hizo, a las pantallas del mundo. En ese sentido, tuvieron un éxito resonante, e Israel se los ha facilitado en bandeja de plata.

En lugar de flores y palomas de la paz, con carteles de «Sionistas go home», los «pacifistas» los esperaron bien organizados: al bajar de los helicópteros con sogas a lo Batman, cada soldado era tomado por tres o cuatro activistas, lo llevaban a un costado y literalmente lo molían a golpes. Por lo menos a uno -dicen los soldados que fueron más- lo arrojaron de una cubierta a otra en un piso más abajo. Algunos debieron saltar al agua.

Viendo peligrar sus vidas, o las de sus compañeros, los soldados dispararon, primero a las piernas, mientras pedían por radio evacuación médica urgente, y los activistas seguían lanzando bombas Molotov, canicas por medio de hondas, y otras armas creativas como contundentes. En el momento en que los israelíes fueron suficientes en número, las cosas parecen haberse complicado hasta el terrible desenlace: dominio de los barcos, 10 muertos y decenas de heridos.

El día de la ira

Los soldados y la sociedad en Israel amanecen hoy muy enojados, al punto que muchos ya llaman a la renuncia del Ministro de Defensa, Ehud Barak. La puesta en escena de los manifestantes, que unieron a activistas y dignatarios europeos con acendrados militantes islámicos de organizaciones como la IHH turca, los Hermanos Musulmanes egipcios, la Jihad Islámica egipcia (brazo armado de los anteriores) y su homólogo de Jordania, el Movimiento Islámico israelí, etc., lograron su cometido.

La batalla mediática, que estaba ganada para los activistas europeos e islámicos antes de empezar, tuvo para ellos rédito doble, por haber sido planificado acudiendo a la llamada «opción violenta»: se sabe que una manifestación cualquiera tiene obvias posibilidades de salir en los medios -y por ende tener éxito- si hay violencia, a condición que los manifestantes estén dispuestos a pagar el precio. Aquí vinieron a apostar alto, pagaron y ganaron.

Los israelíes se hacen dos preguntas en lo operativo: ¿cómo es que, contando con el nivel de Inteligencia de los servicios israelíes, no se sabía nada de lo que preparaban los activistas? Los soldados estaban preparados apenas para «escenarios posibles», y el de la resistencia violenta era el de más bajas probabilidades. El de resistencia violenta organizada, ni siquiera se contempló.

Segunda pregunta, formulada por el locutor Gadi Sukenik, quien fuera miembro del Comando Marino: cuando se está iniciando el abordaje, y los primeros soldados ven que abajo los esperan con palos y no con flores, se decide de todos modos el descenso de a uno. Dice, casi grita Sukenik: ¿cómo no se abortó la operación en ese preciso instante? Se podía haber reagrupado al Comando y pensar otro modo de neutralizar el avance de los barcos, que ideas no les hubieran faltado.

Tercera pregunta: Israel sabía que la batalla era mediática, que el combate era un forcejeo por la puesta en escena y el encuadre. De todos modos, decidió que el modo de neutralizar la demostración de fuerza era con más fuerza (debido al contexto geopolítico, ver post de anteayer). Lo que queda claro es que, dado el resultado de ayer, en el próximo round Israel adoptará una táctica completamente diferente. ¿Tiene capacidad el actual gobierno para pensar «fuera de la caja»? ¿Lograrán dar con una forma no violenta de hacer las cosas? ¿O será que es Israel el que «entiende sólo por la fuerza»? Por ahora, este gobierno se las viene arreglando muy bien para aparecer, una y otra vez, como el matón del barrio.

El verdadero examen está por venir, porque habrá nueva flota -¿por qué no repetir una experiencia tan exitosa?- y habrá nuevo examen. En 1988, nos recuerda Eitan Haber, amigo y mano derecha del asesinado Itzjak Rabin, una iniciativa similar se resolvió con un agujerito en la quilla, y cierto barco no pudo zarpar del puerto de Roma, hundiéndose miserablemente, y ocupando con suerte cinco líneas en los periódicos de la mañana siguiente. Si la hipocresía de «querer aparecer en los medios» a costa de la vida de la gente es una táctica válida, la travesura de pincharles el bote es definitivamente una respuesta adecuada.

Los escenarios políticos

La cuarta pregunta es la política. ¿Cuáles son los escenarios posibles? No es la primera vez que esta dinámica sobrepasa a Biniamín Netaniahu. Al principio de su primer mandato, en 1996, otro hecho de violencia le hizo cortar su gira por el extranjero. Con la apertura del Túnel de los Hasmoneos frente al Kotel, y la batalla con muertos entre policías palestinos y soldados israelíes, Bibi también debió regresar de urgencia. El entonces presidente Bill Clinton terminó imponiéndole un encuentro con Arafat y eventualmente la retirada de Hebrón.

El interrogante es si no se ha abierto una página similar en la evolución del proceso de paz. La idea de que no hay otra alternativa que el bloqueo a la Franja de Gaza mientras el Hamás gobierne allí, parece haber sido hasta ahora un axioma en Jerusalem como en Washington. ¿Impondrá nuevas concesiones la Administración Obama al gobierno de la derecha israelí? Los ejemplos no se reducen al aflojamiento del bloqueo, sino a la continuación del congelamiento de la construcción en los territorios, su extensión a Jerusalem, etc. ¿Podrá esta coalición de Bibi-Barak-Liberman digerir tales imposiciones sin derrumbarse?

En el plano regional, frente a la carrera nuclear iraní, se había dado un extraño alineamiento de fuerzas en el Medio Oriente: en este rincón Irán, Siria, Hezbollah, Hamás, Sudán, y ahora Turquía. En este otro rincón, Estados Unidos, Israel, Egipto, Jordania, la Autoridad Palestina y Arabia Saudita, entre otros. Turquía, gobernado por un partido más islámico que de costumbre, que se venía tambaleando como aliado israelí desde Plomo Fundido, el operativo israelí en Gaza en 2009, está por terminar de cortar sus relaciones con Israel. Egipto es un entusiasta aliado de Israel en su represión al Hamás.

La pregunta es: ¿podrán los mencionados «países árabes moderados» alineados hoy en día con Israel y contra Irán, mantener ese alineamiento sin que el consenso en sus países se quiebre y sus regímenes se tambaleen? ¿Podrá recomponerse algún día la alianza israelo-turca? ¿Qué ocurrirá ahora con las conversaciones de acercamiento con la ANP? Dicen los más críticos: en nombre de la defensa, pero sin haber sido puesto en verdadero peligro, Israel ha arriesgado sus propias posiciones estratégicas por medio de una pésima política de relaciones públicas. ¿Sacará las conclusiones correctas?

A no dudarlo, esta historia continuará.

Flotilla de la Libertad: más idiotas que útiles

Israel en general, y su Marina en particular, están muy preocupados con el tema de la «Flotilla de la Libertad», la manifestación de embarcaciones en camino desde Chipre. Israel sabe que tiene todas las de perder en el campo mediático, pero en este caso no puede hacer nada por impedirlo. La llegada de barcos al puerto de Gaza constituirá un desbloqueo impuesto al Hamás sobre el en Gaza, que le permitiría a la larga intensificar su contrabando de armas, a expensas del pueblo palestino, verdadero damnificado de este rompecabezas interminable.

Esta iniciativa, según explica Alex Fischman en Yediot Ajaronot de este fin de semana, no es de un grupo de izquierdistas de buena voluntad, unidos con algunos sacerdotes musulmanes encantadores que tejen escarpines y preparan el té a sus nietitos. Que los mentados izquierdistas ya han recibido hace rato su doctorado en idiotez útil al unir armas con el fundamentalismo islámico reaccionario no hace falta explicarlo. El hecho de que cuando el Hamás logre su cometido de crear en toda Palestina (Israel + Territorios) una república islámica a la Irán, y no un estado socialista con justicia social, convierte a todos los derecho-humanistas en más idiotas que útiles.

En este caso queda claro que se trató de una iniciativa orquestada, no por verdosas ONGs pacifistas, sino por un estado, a saber Turquía, en su proceso de realineamiento con el eje iraní-sirio, en alianza con los Hermanos Musulmanes egipcios y jordanos, padres intelectuales del Hamás en la Franja de Gaza, con padrinazgo iraní. A bordo de uno de los barcos, incluso, se encuentra el jeque Salah Raed, líder del Movimiento Islámico Facción Norte, que es la versión árabe israelí con sede en Um El Fajem de los mentados y temibles Hermanos Musulmanes.

Mientras tanto, Israel se asegura que las necesidades de la gente en la Franja estén satisfechas, por medio de unos 100 camiones con suministros que entran todos los días a la zona, con atención médica y provisión energética permanente.

Israel no puede permitir la expansión del Hamás a expensas del laico y más racional Al-Fatah, explica Fischman, pero tampoco desea su caída, debido a que no hay por el momento una fuerza política capaz de reemplazarlo. En esto coincide con Egipto, y juntos se encargan de apretar, sin ahorcar, al Hamás.

Turquía, y sus aliados fundamentalistas islámicos, desean quebrar esta dinámica. Este juego, pues, es de intereses entre países y no tiene nada que ver con lo humanitario. No por nada Chipre se negó a ofrecer su puerto como base de lanzamiento de la alegre regata. Y a este juego de Realpolitik pura han entrado militantes de izquierda europea que probablemente tienen buena voluntad y una inocencia conmovedora.

Si de verdad les preocuparan los derechos humanos lucharían contra las violaciones a esos derechos que comete el Hamás, no sólo contra israelíes, sino en la represión de su propia gente y de la oposición política y en el freno a la creación de un estado palestino viable, al lado -y no en lugar de- Israel. En cambio, hoy al mediodía, cuando estaba previsto en encuentro con la Marina israelí, se dejarán fotografiar con gente dispuesta literalmente a cortar cabezas si en ello va la supremacía del Islam.

¿Desean bregar por la paz y la autodeterminación de los pueblos? Vengan a Israel y únanse a uno de los miles de proyectos israelo-palestinos que buscan con acciones positivas e inteligentes presionar a los liderazgos de ambas partes a una paz viable. No a una paz que implique la desaparición de una de ellas.

Mientras tanto, del puerto de Ashdod salía una «contra-flotilla» israelí de la organización Stand With Us International, con carteles y camisetas con el lema: «Liberen a Gaza del Hamás». Se quieren encontrar con los barquitos anti-israelíes y veremos qué resulta.

Los marineros israelíes, en tanto, se preparaban para reducir al máximo posible la violencia en el encuentro con los barcos, y recibían instrucciones precisas de cómo no agredir ni empujar ni gritar.

Es lo que se llama «control de daños», porque la batalla, como dijimos, se perdió de antemano.