BALANCE INCOMPLETO 5775: ISRAEL, O… LOS PARANOICOS QUE ISIS E IRÁN PERSIGUEN

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota de Herzog a manos de Netanyahu.

Lo que le falta crecer a Herzog. Imagen de un improvisado debate televisivo, que se transformó en ícono de la derrota del líder de Majané Tzioní (laboristas) a manos de Netanyahu.

Por Marcelo Kisilevski

¿Cuáles son, en Israel y el Medio Oriente, los eventos centrales del año 5775 que termina?

El evento central en Israel del año hebreo que termina es, sin duda, la reelección de Biniamín Netanyahu como primer ministro. Los analistas se esfuerzan por descifrar el secreto de este político, al que no todos quieren, pero que nadie sabe por quién ni cómo reemplazar. En el propio Likud es quizás uno de los más aborrecidos, pero ganó las internas precisamente por no hallar dentro del partido de gobierno un reemplazo apropiado que pudiera ganar en las nacionales.

Finalmente ganó el miedo, una sensación de seguridad que Itzjak Buyi Herzog no pudo ofrecer al ciudadano común. No fue solo la frase de Bibi en Youtube, «los árabes corren masivamente hacia las urnas», ni los lapsus de los izquierdistas ashkenazíes que acusaron a los «besadores de amuletos», los religiosos y sefardíes. Estas fueron frases desafortunadas, que revelan que todavía los cortes y las adversidades dentro de la sociedad israelí todavía están vivos.

Pero las amenazas externas, fuertes y rotundas, ayudaron más aún al reelecto premier. Frente a las amenazas de Hamás, desnudadas más que nunca por el fenómeno ISIS, vale la frase inmortal de Woody Allen: «Que uno sea paranoico no significa que no lo estén persiguiendo». Herzog, además de oponer una alternativa cuerda y de hablar de seguridad y no sólo de economía, deberá todavía trabajar mucho sobre su imagen… si es que sobrevive a las próximas internas laboristas. Muchos votantes dijeron: «Solo Bibi me da una sensación de seguridad». Otros, tradicionales votantes del Likud, casi se disculpaban: «¿Y a quién otro quieres que vote?» Suena como votar por el mal menor, sobre todo teniendo en cuenta que muchos votantes de Bibi pertenecen a las capas más pobres de la población, que seguirán siéndo pobres gracias a su política. Para Netanyahu, no obstante, fue suficiente.

El gran éxito de las elecciones se lo llevó, sin embargo, la bancada árabe de Ayman Uda, por haber logrado unificar a políticos que van desde la devoción musulmana, a veces rayana en el apoyo al islam radical, pasando por un polígamo, hasta otros diputados árabes que apoyan los derechos de los homosexuales. Se trata de una obra de ingeniería política nada desdeñable, en la que políticos tan dispares entendieron que la unión puede valer la pena para convertirse en la tercera bancada del parlamento israelí.

No podemos olvidar que este es también el año del odio, en el que un jaredí (judío ultraortodoxo) acabó con la vida de Shira Banki, una adolescente de 16 años que participó en una Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén, y en que extremistas judíos de ultraderecha religiosa incendiaron la casa de la familia palestina Dawabsha en la aldea Duma, acabando con la vida de Ali, un bebé de un año y medio, y sus padres. Meir Etinguer, sospechoso de pertenecer a una célula terrorista judía presuntamente relacionada con el ataque, dijo desde su lugar de arresto que su grupo seguirá luchando por «crear el Estado de Judea», un Estado halájico que regrese a las fuentes de la época del rey David.

El año en la región

En el Medio Oriente, las diez guerras ya se han cobrado más de medio millón de vidas y producido cerca de diez millones de refugiados. Cuatro de esos millones, los sirios, tocan hoy a las puertas de Europa, y el cadáver de un niño de dos años tirado en la playa les cuenta a los europeos que el problema ahora es de ellos. En Siria el problema tiene nombre y apellido: Bashar El Assad, al que Rusia e Irán corren esta semana a ayudar abiertamente con armas y tropas. El bloque occidental, liderado por EEUU, deberá responder también a esta realidad.

No es fácil decidir apoyos y leer alianzas. Los rusos y los iraníes buscan la estabilidad de Assad en contra de ISIS, que también es enemigo de EEUU y de todo Occidente. Si «gana» Assad, Irán seguirá a las puertas de Israel. Si gana ISIS, en negociación para aliarse con el Frente Nusra, el Al Qaeda sirio, es el islam radical sunita el que amenazará las fronteras de Israel.

No es solamente ISIS, pero esta organización se terminó de revelar este año como el nuevo reino de la brutalidad a escala mundial. La organización adscribe a la ideología de Rashid Bagdadi, ya muerto, que opinaba que cuanto mayor fuera la crueldad, cuantas más cabezas rodaran, literalmente hablando, más pura se volvería el alma del creyente.

Entre otros males, la institución de la esclavitud ha renacido en todo su esplendor en el universo ISIS. Miles de habitantes del Medio Oriente, en su mayoría otros musulmanes pero también cristianos, son vendidos y comprados en los mercados de Irak y Siria. Y la discusión teológica hoy gira en torno a si le está permitido al hombre musulmán mantener relaciones sexuales con la esclava de su esposa. Y las opiniones en este crucial debate están divididas entre los «sabios» de ISIS…

La organización terrorista ya es no solo la más cruel sino también la más rica del mundo, pues maneja un país de más de diez millones de habitantes, en un territorio que ocupa casi medio Irak y un tercio de Siria, cobrando impuestos y comerciando con petróleo en el mercado negro internacional. La frontera entre ambos países ha desaparecido, y Occidente tendrá que decidir qué actitud tomará ante el nacimiento de un país nuevo autobautizado «El Califato», que en el camino amenaza con borrar otros dos países miembros de la ONU: Irak y Siria. ISIS ya ha anunciado que su agenda de conquistas incluye Libia, Egipto, Israel-Palestina, Líbano, Jordania y Arabia Saudita. Según la teología de Dar El Islam, aquel espacio imperial árabe que abarcaba las conquistas de Mahoma, los Cuatro Califas Rectos y la Dinastía Omeya, es solo el comienzo. Lo cierto, para el que quiera pensar con lógica, es que ISIS no se detendrá solo, y Occidente tendrá que decidir, aquí también, cuál será su actitud.

Este es también el año del acuerdo entre las potencias occidentales e Irán por el plan nuclear del país de los ayatollas. La discusión sobre el desempeño del premier Netanyahu es una discusión entre políticos israelíes. Queda claro, al final del día, que se trata de un acuerdo sumamente problemático que, como mucho, posterga la adquisición por Irán de armamento nuclear. Los países árabes se oponen tanto o más que Israel al acuerdo, solo lo manifiestan con menos ruido que el premier israelí. Cuando se termine de sellar el acuerdo, las relaciones entre EEUU e Israel se revelarán como vivas, coleando y más fructíferas que nunca para Israel en el plano militar, pues la Casa Blanca y, especialmente, el Pentágono, querrán mimar a Israel en compensación. Mientras Obama sueña con neutralizar la hostilidad de Irán al convertirlo en «un actor relevante para la estabilidad del Medio Oriente», el líder espiritual iraní, el ayatolla Alí Khamenei, ya anunció que su país seguiría luchando junto a sus aliados para exterminar a Israel, prometiendo que el Estado hebreo dejará de existir «en el lapso de 25 años».

En todo ese contexto, en medio de un tsunami de islam radical, el gobierno de Netanyahu anuncia que está dispuesto al diálogo sin condiciones previas con la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas. Se trataría de un paso inteligente, que acompañaría los esfuerzos de Turquía por mediar en emprendimientos económicos, la tan mentada «Pax económica», entre ambas partes en conflicto.

Economía y cultura

A nivel socio-económico en Israel, ni las medidas del anterior ministro de Economía, Yair Lapid, ni las elecciones, en las que Bibi prometía en vano hacer descender el precio de la vivienda, parecen lograr reducir el costo de vida, y la brecha entre ricos y pobres aumenta. Doscientas mil familias necesitarán en estas fiestas asistencia de las numerosas ONGs que reparten canastas de comida para la cena de Rosh Hashaná, un aumento significativo respecto del año pasado. Muchos matrimonios jóvenes que viven con sus padres, abren la ventana y miran a otros países donde logren hacer que su salario alcance. El país que más se escucha nombrar como destino migratorio, igual que para muchos sirios, es Alemania.

Sin embargo, Israel sigue siendo meta migratoria para muchos otros grupos, entre ellos, aquellos judíos que ven crecer el antisemitismo en sus países. Uno de ellos, es Francia, pero cada vez aumentan los lugares en el mundo donde circular por la vía pública con kipá puede resultar en una experiencia llena de tensión, por decirlo delicadamente. La «aliá» a Israel motivada en el malestar espiritual más que en el económico, ha crecido en el año que termina. En lo económico, Israel no es un país fácil, pero esto está medido en términos del primer mundo.

Como párrafo cultural, la noticia de este año es el nombramiento de Miri Reguev como ministra de Cultura. Reguev se había hecho famosa como portavoz del ejército israelí durante la Desconexión de Gaza y en la Segunda Guerra del Líbano. A su retiro, se incorporó sin dudarlo al Likud. Desde el principio se manifestó como un «patito feo» de la política israelí, a veces provocativa, siempre polémica. El ministerio de Cultura estaba claramente fuera de su zona de confort. Hoy enarbola con ruido de petardos la bandera de la cultura periférica no ashkenazí, con una agenda declarada de poner a la periferia israelí, tanto social como geográfica, en el mapa de la cultura, aún al punto de recortar significativamente los presupuestos de la cultura hegemónica mainstream, ashkenazí, occidentalizante, de Israel. No es una visión descartable persé. La pregunta que muchos se hacen es entonces por el estilo: ¿hace falta pelearse, para tan noble fin, con la actriz símbolo de la alta cultura israelí, la enorme actriz Guila Almagor y con todos los hacedores de la cultura «telavivense»? ¿Hace falta amenazar con negar presupuestos a producciones artísticas que según su visión política «deslegitiman a Israel», produciendo titulares y atrayendo fuego innecesario?

Para 5776, cabe esperar un año hebreo con menos enfrentamientos, donde la norma sea la convivencia, la solidaridad y la paz. Que esta no sea una frase de circunstancia. Shaná Tová.

Israel y el acuerdo Occidente-Irán

Los protagonistas del acuerdo en Lausana. ¿Se podrá frenar a Irán?

Los protagonistas del acuerdo en Lausana. ¿Se podrá frenar a Irán?

Por Marcelo Kisilevski

En Israel, las noticias sobre el acuerdo de este jueves en Lausana entre las potencias Occidentales e Irán fueron recibidas con escepticismo, cuando no con disgusto explícito.

Los tres diarios más importantes estuvieron divididos este viernes en su edición especial de Pesaj. Maariv se mostró a favor. Israel Hayom -alineado con todas las posiciones de Biniamín Netanyahu- se mostró claramente en contra: «El acuerdo con Irán: error histórico», editorializó en su titular. Y Yediot Ajaronot, en general opositor férreo, dividió su portada entre ambas posiciones: «Acuerdo nuclear. Obama: ‘Buen acuerdo’; Israel: ‘Error histórico'».

El presidente norteamericano Barack Obama emprendió una campaña personal para persuadir a todo el mundo, tanto en el exterior como en su frente interno, de que se trata del mejor acuerdo posible. Entre otros métodos de tranquilización, en EEUU se difundieron noticias según las cuales sus fuerzas armadas se siguen entrenando, y las bombas perfora-bunquers se siguen desarrollando.

El premier israelí Netanyahu, en tanto, se presentó ante las cámaras para denostar el entendimiento alcanzado: «Todos los ministros en mi gabinete y yo somos unánimes en nuestro repudio a este mal acuerdo», sentenció.

El analista de asuntos árabes del Canal 2, Ehud Yaari, estuvo de acuerdo con él cuando citó palabras de Bill Clinton luego del acuerdo con Corea del Norte para neutralizar su plan nuclear, que terminaría, como es público, con la posesión de la bomba por ese país: «Las palabras de Obama de hoy suenan exactamente igual que las de Clinton de entonces», comparó Yaari.

En su análisis, el periodista rebeló nada menos que cinco desacuerdos entre la versión occidental del acuerdo y la iraní. Para los voceros iraníes, los occidentales sencillamente «mienten».

Los cinco desacuerdos acerca del acuerdo son:

1) Fin de las sanciones a Irán. Según Occidente, se acordó que las sanciones serían retiradas gradualmente. Para Irán, en el lapso de un día a partir del acuerdo definitivo a firmarse hasta el 30 de junio próximo.

2) Lapso de la suspensión del enriquecimiento de uranio. Occidente: será por 15 años. Irán: por 10.

3) Desarrollo de centrífugas de nueva generación en Fordó. Occidente: se interrumpirá totalmente. Irán: continuará.

4) Revisaciones sopresa por los inspectores internacionales en instalaciones iraníes. Occidente: Irán consintió. Irán: de ninguna manera.

5) Destino del uranio ya enriquecido, el «uranio de las siete bombas». Occidente: la mayoría será trasladada a otro país, probablemente Rusia. Irán: permanecerá en Irán.

En este estado de cosas, es difícil vislumbrar un camino fácil hacia el acuerdo definitivo, y en Israel hay muchos convencidos de que todo lo que hace Irán -acordar, disentir en lo acordado, acceder a otro alargue, etc.- es parte de sus maniobras para ganar tiempo y seguir en tanto con el desarrollo su poderío nuclear. A la luz del caso norcoreano, y de los datos que se acumulan sobre las fintas iraníes, es posible comprender el nerviosismo israelí.

 

Todo tranquilo en el norte, por ahora

Uno de los vehículos destruidos por misiles antitanques rusos de tipo Kornet, disparados ayer por Hezbollah contra el convoy militar israelí.

Uno de los vehículos destruidos por misiles antitanques rusos de tipo Kornet, disparados ayer por Hezbollah contra el convoy militar israelí.

Por Marcelo Kisilevski

El ataque de Hezbollah ayer en la frontera israelo-libanesa en el Golán, en el que murieron dos soldados israelíes y siete más resultaron levemente heridos, fue la venganza de esa organización chiíta pro iraní por el ataque israelí -según informes de la prensa extranjera- la semana pasada en suelo sirio, en el que murieron seis integrantes de Hezbollah y un general iraní. La venganza, le hizo saber Hezbollah a Israel a través de la ONU, estaba cumplida, y no hay por parte de la milicia intenciones de escalar aun más la violencia.

Israel, por su parte, elevó los tonos declarativos, pero tanto hacia adentro como hacia afuera quedaba claro ya ayer que Israel adoptaba la política de «contención»: contener (o sea aguantar) el ataque enemigo y autocontener la respuesta. El complejo de esquí en el Hermón abrió sus puertas esta mañana nuevamente, y en las escuelas en las aldeas del sur del Líbano también se vuelven a dictar clases con normalidad. Todo esto -en el Medio Oriente siempre hay que decirlo- es por ahora y hasta nuevo aviso.

Para el análisis, valgan algunos conceptos. Por ejemplo, el que trae hoy Alex Fischman en Yediot Ajaronot. Dice que desde las Primaveras Árabes, Israel había adoptado la política del silencio de radio y de la estricta no intervención. Esa política se rompió la semana pasada con el ataque que todos los medios atribuyen a Israel, y la pregunta del analista es por la necesidad de dichos ataques. Señala que la hipótesis de trabajo israelí en el caso sirio, libanés e incluso iraquí, es que todas las fuerzas de esa guerra civil están «demasiado ocupadas» entre sí como para abrir un nuevo frente con Israel, y que aun si así no fuera, la disuasión israelí, generada en la Segunda Guerra del Líbano en 2006, todavía sigue vigente.

El problema, dice Fishman, es que la disuasión no es una ciencia exacta. Y que funciona, siempre y cuando uno no obligue a la otra parte a reaccionar, aun a pesar de la disuasión existente. Con lo cual, uno termina destruyendo la disuasión con sus propias manos. Al parecer, el ataque de la semana pasada, en que murió parte de la cúpula estratégica de Hezbollah, tuvo ese efecto: Hezbollah no quiere la escalada, pero tuvo que reaccionar. La prueba de que no quiere continuar, ni arrastrar a Israel a la contienda, es que respondió a un golpe estratégico, con uno táctico.

Najum Barnea, en el mismo diario, agrega más pensamiento a la filosofía de la disuasión mutua: que no ocurra como en los choques cíclicos en Gaza, dice, donde cada parte golpea a la otra pensando que la propia disuasión no es suficiente, hasta que el campo de batalla hierve, sin que ninguna parte lo desee de verdad. Si el actual incidente termina ahí, entonces estaremos quizás ante una lección aprendida. La tendencia por el momento parece ser esa.

Ron Ben Ishai, en el sitio Ynet, parece discutir con ellos. Por un lado lo dicho es cierto: cuando Hezbollah derrama suficiente sangre nuestra, les parece una reacción suficiente, entonces paran. El problema es que, si Israel no reacciona fuerte, se podría estar abriendo la puerta para acciones violentas de esa clase en el futuro. Por las dudas, Israel comienza esta mañana a blindar la frontera con el Líbano. Pero ese es el dilema que tendrán que enfrentar ahora el premier Netanyahu, su ministro de Defensa y su comandante en jefe militar. ¿Reaccionar o dejarlo así?

Sobre todo, de nuevo Fishman, porque Hezbollah puede quedar conforme con su venganza. Pero nada dice eso de la venganza de Irán, y para ello habrá que estar con la mirada atenta hacia el exterior, hacia posibles blancos israelíes, norteamericanos y judíos.

Y por eso queda la pregunta de la necesidad del ataque atribuido a Israel contra el convoy Hezbollah-Irán, que parece cambiar, como dijimos, las reglas del juego al meter su nariz en las guerras civiles allende sus fronteras. Para Ben Ishai, se trató de una acción necesaria, que vino a frustrar un plan iraní para atacar por sorpresa a Israel, que no espera en este tiempo la reapertura del frente libanés, y convertir la vida de los habitantes del norte israelí en un infierno.

Fischman responde a ello que, aún si esto fuera así, se debió haber tomado recaudos contra el mentado plan de un modo más paciente que con un ataque tan espectacular, a ojos de todos, y que termina obligando a los atacados a reaccionar, aun contra su actual agenda.

Pero si Ben Ishai tiene razón, entonces su actual agenda sí es abrir el frente con Israel. Si ese es el caso, Israel hará muy bien en no responder el ataque de ayer, pero también en preparar mejor las trincheras para lo que pueda venir.

«Yo soy Nisman», también en Israel

Los carteles en la manifestación. En hebreo: "Justicia para nuestro pueblo en Argentina".

Los carteles de la juventud en la manifestación. En hebreo: «Justicia para nuestro pueblo en Argentina».

Por Marcelo Kisilevski*

De repente, la explanada del edificio de oficinas en Herzlía, al norte de Tel Aviv, se convirtió en una extensión de cualquier plaza argentina levantada en manifestación: gente envuelta en banderas nacionales, carteles con la inscripción «Yo soy Nisman», «Nunca podrán suicidar a la justicia», caras consternadas, diálogos en castellano, con bronca y mucho escepticismo.

Cientos de argentinos residentes en diversas localidades de Israel manifestaban de ese modo, ayer, frente a la embajada de Argentina en Israel en Herzlía, al norte de Tel Aviv, en protesta por la muerte de Alberto Nisman. El acto en sí fue escueto: consistió en tres discursos breves y la entrega de un petitorio reclamando justicia al agregado cultural argentino en Israel, Manrique Lucio Altavista. Para cerrar, en la transitada avenida israelí resonó fuerte el Himno Nacional Argentino.

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Roxana Levinson, familiar de víctimas en ambos atentados en Buenos Aires, durante su discurso.

 

«Envueltos aun en la conmoción y la desazón que implica el haber sumado la víctima número 86 del atentado perpetrado en 1994, exigimos una investigación que dé con la verdad de los hechos, la misma verdad que Alberto Nisman persiguió durante sus extensos años de arduo trabajo en la causa AMIA», dijeron los argentinos israelíes en su petitorio. El agregado cultural Altavista dijo a Clarín que «vamos a transmitir este petitorio a Buenos Aires», y rehusó agregar más comentarios.

Con la muerte violenta de Nisman, «alguien firmó el certificado de defunción de la Causa AMIA, una mano a la que no le tembló el pulso firmó: sentencia de muerte para la verdad y la justicia», dijo en su discurso Roxana Levinson, sobrina de Jaime Plaksin, víctima de AMIA, y de Graciela Levinson, víctima del atentado en la Embajada israelí. «¿Y ahora qué? ¿Quién tomará la causa? Porque, obviamente, habrá nuevo fiscal y se cumplirán las formas, pero… ¿quién tomará la causa de las víctimas, quién intentará llegar al fondo de la verdad? ¿Quién volverá a enfrentarse a los monstruos del poder absoluto y la impunidad?», se preguntaba.

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Acto digno, alrededor de 200 asistentes. A la derecha, Mariano Gorbatt, de Kehilá Latina, conduciendo el acto.

 

Los organizadores pertenecen a una agrupación de inmigrantes llamada Kehilá (Comunidad) Latina. Uno de ellos es Mariano Gorbatt: «Así como 2 años atrás nos reunimos para protestar contra el acuerdo con Irán, el objetivo de este acto es reiterar el reclamo de justicia, que ahora se extiende a una víctima más, la número 86 de AMIA, el fiscal Alberto Nisman».

León Amiras, presidente de OLEI, la organización de inmigrantes latinos en Israel, dijo en su alocución que «en cada acto de recordación de la tragedia de AMIA, en Ashdod, Kfar Saba o Beer Sheva, nombrábamos a Nisman, y elogiábamos su trabajo como fiscal. Ahora recordaremos que lo de AMIA sigue abierto, y que todavía la causa Nisman está en trámite».

Muchas firmas. Un participante en el acto firma el petitorio a ser entregado a la Embajada Argentina.

Muchas firmas. Un participante en el acto firma el petitorio a ser entregado a la Embajada Argentina.

Javier Waldman es sobreviviente del atentado en AMIA. Trabajaba en Tesorería, en el edificio de Pasteur, y salió ileso. Un año después emigró hacia Israel con su esposa Carina, un plan que ya tenían desde antes del ataque. Ayer estaba entre el público, frente a la embajada argentina.

«Pasamos veinte años esperando respuestas por el atentado, y ahora tenemos que esperar explicaciones de qué pasó con la persona que estaba buscando esas respuestas de hace 20 años», dijo Waldman, que hoy es encargado de marketing para Iberoamérica para una empresa tecnológica israelí.

Con su cartel de «El petróleo vale más que la sangre de las víctimas», Jessica Scheinberg, una estudiante universitaria que participaba en el acto, dijo a este diario «que supuestamente la democracia había vuelto a la Argentina, y esto es una muestra que ello no fue así. Nos solidarizamos con toda la sociedad argentina que lo está viviendo allá, y esperamos que siga protestando para que haya un cambio, porque esto no puede seguir así».

En el acto también hablo José Caro, titular de la OLEI de Raanana. «Nuncá más, por la Memoria de Nisman, y para que todos los delincuentes y asesinos vayan presos», dijo Caro. «Nuncá más por todos los muertos, por todos nuestros muertos, para que por fin puedan descansar en paz y para que alguna vez, alguna vez, podamos decir: En la Argentina se hizo Justicia. La Justicia existe. ¡La Justicia en la Argentina de verdad existe!»

*Escrito para Clarín, 24.1.15

Los absurdos de la saga siria

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Por Marcelo Kisilevski, desde Modiín, Israel

La incomprensión de lo que es el Medio Oriente y de la dinámica de sus conflictos llega a tal nivel, que el mundo no deja de caer en absurdos que gritan a los cielos de tan evidentes. El primero tiene que ver con la lógica norteamericana sobre el uso de armas de exterminio masivo. La guerra civil en Siria llevaba ya tres años y cien mil muertos cuando Bashar El Assad atravesó la «línea roja» marcada por el presidente norteamericano Barack Obama: el uso de armas químicas.

He aquí el primer absurdo: Assad está perpetrando un genocidio, y lo podría (lo puede) seguir perpetrando con total impunidad, siempre y cuando lo haga con balas, obuses de cañón y bombardeos aéreos con bombas convencionales lanzadas adrede sobre civiles indefensos. Si fuera por EEUU y Occidente, sólo el método, y no la cantidad de muertos, trazan esta arbitraria línea roja.

Es cierto que todo esto son excusas, y las consideraciones son puramente geopolíticas. Lo último que desea Obama, que prometió que su gobierno sería el del fin de todas las guerras, es atacar a Siria. Cualquier línea roja, desde este punto de vista, era y es una imprudencia retórica. Ahora, cualquier excusa será buena para anular todo el operativo: la ilegalidad que le marcó la ONU, la oposición de su propia opinión pública, la falta de mayoría en el Congreso, e incluso la propuesta rusa de colocar todas las armas químicas sirias bajo supervisión internacional, de la que dijo: «Es posible si es real. Es lo que venimos pidiendo ya años». Cualquier escalera es buena para Obama, desesperado por bajarse del alto árbol al que se trepó sin querer.

La decisión de no atacar, en todo caso, sería tan correcta como la de atacar. Pues el segundo absurdo, en efecto, tendría que ver con Estados Unidos y también Israel alineándose contra Assad… a favor de Al Qaeda. Esta última organización, que hegemoniza la rebelión contra el régimen alawita, adopta en Siria el nombre camuflado de Jabhat El Nusra, un cambio de marca que posibilitaría la ayuda norteamericana a la organización responsable del mayor atentado terrorista de la historia. Estados Unidos ya ha ayudado a muchas organizaciones islamistas, incluidos Al Qaeda y Talibán, y Obama estará muy gustoso de zafarse de este nuevo absurdo.

Para Israel, el dilema no es menor. El Israel oficial ha mantenido su perfil bajo. Pero a la hora de elegir, parece preferir la caída de Assad a su triunfo contra Al Qaeda. La lógica es que, como dijo un experto militar, «contra los sunitas podremos arreglárnoslas; la caída de Assad es más tentadora, pues implica el quiebre del eje con Irán, principal enemigo de Israel». Y ahí anduvo, en los últimos días, el premier Biniamín Netanyahu haciendo lobby casi abiertamente ante congresales estadounidenses a favor del ataque contra Damasco. Israel se ve, pues, apoyando (si bien sólo por default) a Al Qaeda, y tampoco se trata de una posición muy cómoda que digamos.

El ajedrez ruso

La incógnita rusa es el tercer absurdo de este episodio. Los opuestos a la guerra y los rusos se oponen a la «intervención norteamericana». ¿Y qué con respecto a la intervención rusa? Es Rusia la que alimenta con armas al régimen de Assad con municiones, repuestos, cohetes S-300, aviones y todo lo que le pueda servir para mantenerlo en pie. Las motivaciones del presidente Vladimir Putin en esta partida son menos conocidas en el preocupado Occidente. Juegan los intereses económicos en la región de una potencia venida a menos, una ruta del petróleo que defenderán a capa y espada, una industria militar que necesita a toda costa mantener su clientela, incluidos tanto Siria como Irán.

Entra también la política interna rusa, en la que Putin debe demostrar día a día que no está jugando de perrito faldero de Obama. El poder del líder parece estable por ahora, pero en su nuca sopla el primer brote de oposición creíble en una década. Se llama Alexéi Navalny, postulado a alcalde de Moscú, al que las encuestas de intención de voto le daban un escaso 12%, y que en los comicios del último 8 de septiembre obtuvo  el 27% frente al actual alcalde y hombre de Putin, Sergei Sobyanin.

No hay que temer una nueva Guerra Fría todavía. Los números y la fuerza, aunque hubiera motivación, no le dan a Putin. Como quiera que fuere, la «intervención extranjera» en Siria comenzó hace mucho tiempo, existe desde muchos años antes del comienzo de esta guerra civil, y es la intervención rusa, no la norteamericana. Cuanto menos, desde el comienzo del genocidio, que incluye no sólo muertos sino también entre cuatro y seis millones de desplazados, deberíamos haber visto manifestaciones pacifistas en las capitales occidentales bajo el lema: «Rusos go home».

Pacifismo selectivo

El cuarto absurdo de esta recorrida, precisamente, es la actitud del Occidente pacifista, los abanderados del «No a la guerra en Siria». ¿Perdón? La «guerra en Siria» ha cumplido ya tres años. Existe allí un dictador genocida brutal. Se llama Bashar El Assad. Ha asesinado ya a más de cien mil de sus propios ciudadanos en una guerra desigual. Lo hace con ayuda iraní y rusa, y no vacila en utilizar todas las armas a su disposición. La guerra lleva ya tres años, pero sólo la insinuación de intervención norteamericana coloca en sus dos patas traseras a la juventud izquierdista y pacifista de Occidente y la saca a la calle con carteles pletóricos de palomas y ramas de olivo. Uno no puede menos que elevar las cejas, una vez más, y señalar: ¿cuál es la agenda detrás de este pacifismo selectivo?

En efecto, para este tipo de pacifismo, sólo falta que, como dice el mito urbano acerca de la BBC de Londres, publiquen un índice de cambio entre muertos según su grupo étnico y el bloque geopolítico al que pertenecen: ¿cuánto espacio en los medios o, en este caso, cuántas manifestaciones vale un muerto palestino y cuántas un muerto sirio? ¿Nueve muertos turcos en una Flotilla por los palestinos equivaldrán a cien mil sirios, o tampoco serán suficientes? ¿Hará falta un millón de ciudadanos sirios muertos para que los carteles acusen a Assad en las calles de América Latina?

Los intereses de los gobiernos y los partidos de izquierda en América Latina pueden ser comprensibles, siempre y cuando entendamos sus motivaciones geopolíticas y económicas, y dejemos de atribuirles virtudes morales.

La pregunta, más bien, va dirigida al individuo, ese joven estudiante universitario, militante de izquierda y por los derechos humanos que de verdad y con todo su idealismo cree en el poder de su generación para crear un mundo mejor. A él debe dirigirse la pregunta: ¿cómo eliges las causas de derechos humanos en el mundo por las cuales lucharás? ¿Cómo es que los palestinos, que suman menos de un tercio de los muertos en treinta años de conflicto con Israel, que los que ya lleva el matadero sirio en sólo tres, te sensibilizan hasta las lágrimas y te hacen dedicar tu escaso tiempo y dinero a participar en manifestaciones furibundas contra Israel, mientras que el verdadero genocidio, que ocurre frente a tus narices en Siria, te mantiene en la más absoluta indiferencia? Quizás llegues a la sospecha molesta de que lo que de verdad estás seleccionando –o están seleccionando por ti- no son pueblos que sufren (entre los que no debiera haber selección alguna), sino victimarios, lo cual es sustancialmente diferente.

Este es, por cierto, un mundo lleno de contradicciones y absurdos. Sólo si los miramos a la cara y nos informamos a fondo, podremos formarnos una opinión fundada. Pero antes, un poco de humildad.

Cómo leer y cómo no leer el ataque israelí*

"Me escandaliza la idea de una intervención extranjera". Una caricatura que nos invita a complejizar el análisis.

«Me escandaliza la idea de una intervención extranjera». Una caricatura que nos invita a complejizar el análisis.

Una de las cosas que enervan a los israelíes que rompen la claustrofobia de los medios locales para leer lo que se publica y dice afuera de la propia burbuja, es que los setenta mil muertos, entre masacres y sub-masacres que perpetra a diario Bashar El Assad en una guerra civil que tiene lugar en el marco de la erupción volcánica de las llamadas «primaveras árabes», que comenzaron en Túnez, allá por 2010, y que amenaza con seguir extendiéndose por los países árabes que aún no fueron afectados, arrastrando a potencias y mini-potencias a un agujero negro impredecible, todo eso, digo, no es visto por el mundo como una amenaza a la estabilidad y la paz.

Pero un solo bombardeo israelí fuera de su suelo, con el fin de prevenir ataques en su contra por milicias para-estatales, eso sí, eso y no otra cosa, amenaza nada menos que la paz mundial. Hay que sufrir de una miopía internacional seria, o bien ser dueño de una mente analítica algo torcida, para compartir esa cosmovisión tan de moda según la cual, sólo cuando Israel dispara, el mundo queda puesto al borde del abismo, mientras todo lo demás, en especial lo que hacen los países árabes, es comprendido como parte de un multiculturalismo retorcido, que blanquea las peores atrocidades bajo la bandera del relativismo cultural.

El ataque israelí, es cierto, puede ser entendido por Bashar Assad, desde todas las reglas del derecho internacional, y si de verdad se empecina, como una declaración de guerra por parte de Israel. Pero Siria, al tiempo que combate a sus oponentes domésticos, está hace ya más de una década inmersa hasta el cuello en el programa del eje Irán-Siria-Hezbollah-Jihad Islámica palestina y otros apadrinados de los ayatollas de Teherán para armar hasta los dientes a organizaciones terroristas con las cuales intentar atenazar a Israel por el norte y por el sur sin ensuciar sus propias manos. ¿Armar a organizaciones terroristas y asociarse para atacar a otro país sin provocación de su parte, todo eso sí es legal según el derecho internacional? El mundo debería explicarse y explicar, en cambio, que los actos de armamentismo de Irán y Siria son los que bien pueden ser entendidos por Israel como declaración de guerra en su contra. Pero al parecer, eso es mucho pedir.

Pensar en Israel como violador serial del derecho internacional y en Bashar El-Assad como la Madre Teresa de Calcuta, sólo puede provenir de mentes confundidas en el mejor de los casos, o de mentes afiebradas de sospechosa agenda, en el peor. Lo mejor, en cambio, es intentar entender el conflicto desde su propia dinámica, que no está guiada por derechos y morales, sino por fidelidades, identidades religiosas e intereses.

Desde esta perspectiva, el ataque doble de este fin de semana no estuvo inscripto en la guerra civil siria, sino en el enfrentamiento que la mencionada alianza chiíta-alawi mantiene con Israel. Los israelíes vieron en el virtual «empate» entre el régimen alawita de Assad y los rebeldes sunitas, una oportunidad para destruir parte de un arsenal de misiles de largo alcance que estaban en camino al sur del Líbano, a manos de Hezbollah.

Según fuentes de inteligencia militar occidentales, el cargamento incluiría misiles Fatah 110, con un alcance de unos 70 kilómetros, que podrían llegar desde el sur del Líbano a Tel Aviv, o misiles Scud-D, con un alcance de más de 600 kilómetros, que podrían llegar desde el sur libanés a Eilat, o ambos.

Según los cálculos israelíes, Siria no responderá al ataque, abriendo un nuevo frente en el cual debería utilizar su fuerza aérea, única ventaja estratégica que hoy en día mantiene frente a los rebeldes sunitas. El problema de Assad es que, de iniciarse una contienda contra Israel, éste destruiría sus aviones en un par de días, pero frente a sus rebeldes, esas naves son las que mantienen al régimen en pie. Por eso, a Israel le es más conveniente un Assad fuerte y en control, más que un líder sirio acorralado, que no tenga nada que perder y que desde ese rincón decida lanzar sus misiles contra Israel.

Israel no está preocupado por las armas que puedan detentar los diversos regímenes en el Medio Oriente. Ni los misiles de tecnología iraní y rusa que hoy pasan por territorio sirio, ni las eventuales armas nucleares en manos de Irán. Se trata ciertamente de regímenes autocráticos, pero de gobiernos que, al fin y al cabo, tienen responsabilidad de estado. Siria sabe que atacar a Israel implica colocar a toda la nación en un riesgo mortal. Irán, por su parte, sabe que lanzar una bomba contra Tel Aviv tendrá su réplica en la desaparición de Teherán. E Israel sabe que sus vecinos saben.

A Israel, en cambio, le preocupa que esas tecnologías, convencionales y no convencionales, nucleares y químicas, puedan llegar a las organizaciones terroristas, que carecen de tal responsabilidad por sus estados y por sus habitantes, y que tienen, por lo tanto, el gatillo fácil.

Israel se ha abstenido de participar de modo alguno en ninguna de las llamadas primaveras árabes. No ha intervenido en el plano militar, ni en el de inteligencia, ni en el diplomático, ni siquiera en el verbal. Nada. Este país sabe que cualquier cosa que diga o haga, será utilizada en su contra. Y dado que ningún escenario emergente es necesariamente favorable a Israel –de un lado caen tiranos, pero de otro lado surgen regímenes islamistas- lo mejor es llamarse a un estricto silencio de radio y de acción.

Por eso, a casi dos años y medio de masacres y guerra civil en Siria, se puede confiar con cierta dosis de seguridad en que Israel tuvo buenos motivos para efectuar este ataque doble contra el tren cargado de misiles y el instituto de investigación aledaño a Damasco. Sólo cabe esperar que sus cálculos sean correctos y que Siria se abstenga de reaccionar, que el conflicto en Siria culmine pronto y con la menor cantidad de muertos posible, por el bien y la paz entre todos los actores de la zona.

*Publicado en «El Diario Judío», http://www.eldiariojudio.com

Algunas notas optimistas sobre las últimas elecciones

Los dos ganadores, discurseando en simultáneo. Lapid, a la derecha, Netanyahu a la izquierda.

Los dos ganadores, discurseando en simultáneo. Lapid, a la derecha, Netanyahu a la izquierda.

Los israelíes están más optimistas. Quieren un estado judío y democrático en paz con sus vecinos, y la ola derechizante que se venía los terminó de hacer sentir incómodos, no sólo frente al mundo sino también ante sí mismos. No significa que automáticamente vayan a salir a festejar si se cierra el trato con los palestinos al día siguiente de formado el próximo gobierno. Después de todo, Yair Lapid, la nueva estrella de la política israelí, habla sólo de negociar. Es intransigente en el tema de Jerusalem, pero no dice nada de todo lo demás. Con lo cual se vuelve potable para la izquierda, pero también para Netanyahu. Es una política de abrir espacios y perspectivas. Eso es lo que quería y quiere el israelí de la calle: no cerrar puertas ni que se las cierren.

En las negociaciones coalicionarias en Israel se delibera siempre en torno a dos ejes: las políticas que tendrá el gobierno a formarse, llamadas «Línas básicas», y el reparto de ministerios, comisiones parlamentarias y otros cargos. El tema político con los palestinos será discutido por Lapid en las negociaciones por las «Líneas básicas». Las líneas iniciales de Netanyahu, enumeradas en su discurso triunfal, y en este orden, son también bastante laxas: 1) Impedir la nuclearización iraní; 2) Aumentar el reparto de la «carga» en el servicio militar (o sea, que los ultraortodoxos, paulatinamente, se sumen a él); 3) Responsabilidad económica frente a las crisis globales; 4) Responsabilidad por la seguridad, hacia una «paz verdadera»; 5) Lograr una baja en los precios de la vivienda. Él también está abriendo puertas, las más posibles.

Se lo acusa a Netanyahu de agitar temibles fantasmas para asustar al electorado y ganar su voto. Pero en estas elecciones, con aliados tan a su derecha, no sólo Liberman, sino el campo ultraderechista de «los Feiglin» que lograron invadir en las internas la propia lista de diputados del Likud, parece que el pudor le pudo también a él: el tema palestinos y el tema Irán estuvieron prácticamente ausentes en la mayor parte de las campañas. Como si Sheli Yajimovich, del Laborismo, hubiera triunfado en su desesperado intento de mover el eje de votación, del tema político-militar al tema socio-económico. El tiro le salió torcido: el grueso del electorado aceptó -probablemente por primera vez en la historia del país- votar por otra cosa que no sea el conflicto, pero eso no significó darle el voto a ella.

En resumen, en las líneas de Bibi aparecen ciertamente Irán y los palestinos, pero son dos puntos más, entre el resto, que hablan de una política con la mirada puesta hacia adentro. (Recuerdo alguna vez -no se me tome la palabra- en que había dicho algo así como: «Los 3 temas más importantes del país son: Irán, Irán e Irán». No deja de ser un cambio).

Incluso Naftali Bennet de Habait Hayehudí, el partido de los ortodoxos sionistas de derecha, que logró duplicar su poder parlamentario, se mandó con un discurso que no fue triunfalista ni militarista. Su discurso luego de los comicios fue en cambio inclusivo, con el eje puesto en la necesidad de sanear el país de todas sus desigualdades, y retrotrayendo su agrupación a los tiempos en que también era fiel de la balanza entre izquierda y derecha. De la «Gran Eretz Israel» ni siquiera se acordó. No tendrá problema en sentarse en la mesa del gabinete con Lapid.

Este último, mientras tanto, exigiría hoy, según tapa del matutino Haaretz, la presidencia de la Comisión de Finanzas de la Knesset y el Ministerio de Vivienda, para ponerse en el centro de la acción reclamada hace ya un año y medio en la «Protesta de las Carpas». La Comisión de Finanzas, la más importante de la Knesset, estaba hasta ahora en manos de Iahadut Hatorá, los ultraortodoxos ashkenazíes.

Meretz también duplicó su fuerza, de 3 a 6 diputados. Los árabes aumentaron un poco su índice de votación, reduciendo su boycot al juego democrático israelí. Los israelíes en general votaron más: 67,5% (frente al 65,2% anterior). Habrá más mujeres diputadas en la 19° Knesset: 27, en comparación con las 21 de la Knesset anterior.

Nuevos vientos, y varios, soplan en Israel.

 

La importancia del Paso de Philadelphi (que pasa por Irán)

A la luz de la lectura de la nota de Alex Fischman en Yediot Ajaronot del viernes, se puede entender la intransigencia de Israel en no dar por terminado el ataque a Hamás con un acuerdo que no incluya el cierre del Paso de Philadelphi al contrabando de armas. Se puede entender también el rechazo contundente del Hamás a las iniciativas de cese el fuego de Egipto y Francia, ayer en Damasco.

Dice Fischman que no sólo Gaza arde. También Teherán. Los iraníes se agarran de los pelos. El pánico en los edificios del gobierno en Teherán no es menor que el del edificio número dos del hospital Shifa en Gaza, en cuyos sótanos está escondida toda la cúpula del Hamás. Allí, los dirigentes, bajo un ataque israelí que no previeron, hacen las cuentas consigo mismos y con el mundo árabe.

Mientras en Israel se ocupan de micro-táctica, en Teherán ven lo ocurrido en Gaza como una catástrofe estratégica, y no debido a la matanza de palestinos o la crisis humanitaria. En Irán entienden que su inversión de años se ha perdido para siempre. Decenas de millones de dólares iraníes arden al hacer contacto con bombas J-Dam de 600 kg que penetran los arsenales y las infraestructuras montadas por Irán en Gaza. Dichos bombardeos amenazan con desarticular uno de los bastiones más importantes que haya construido la Revolución Islámica: el proyecto insignia iraní dentro de la sociedad árabe sunita, arde en llamas.

El gran peligro del que temen en Teherán es que el éxito de Tzahal en Gaza se proyecte sobre Hezbollah. Aunque suene irrisorio, creen de verdad que Israel ha hallado la respuesta militar, no sólo contra el Hamás sino también contra Hezbollah. No por nada sale su secretario general, Hassan Nassrallah, una y otra vez en los medios, en apariciones histéricas de amenaza a Israel. Los iraníes les explicaron a los de Hiezbollah que Israel ha hallado la patente para neutralizarlos y, en caso de necesidad, también la utilizará.

Nassrallah, entonces, no sólo amenaza, sino que se ha puesto en alerta. Resulta ser que Hezbollah está dispuesto a arriesgarse en pos de los sufridos hermanos de Gaza autorizando a pequeños grupos palestinos en el Líbano a realizar lanzamientos esporádicos de cohetes contra Israel. En efecto, el jueves a la mañana se realizaron tales lanzamientos sobre Naharía y Shlomi para dar un estímulo moral a Hamás en Gaza.

En los sótanos de Shifa se sienten traicionados. Empezando por la gente de Fatah en la Franja que, según el Hamás, marcan los blancos para la Fuerza Aérea israelí, pasando por el mundo árabe, que fuera de llenarse la boca por los canales satelitales de TV no han movido un solo dedo por ellos. Pero la gran traición con mayúsculas, a ojos del Hamás, es la del eje Irán-Hezbollah.

Hamás tenía la expectativa que Hezbollah abriera un segundo frente que les salvara el pellejo. Hamás se habría conformado con un atentado gigante de fabricación iraní contra cualquier blanco israelí en el mundo, con decenas de víctimas fatales, que diera un shock a la opinión pública israelí, le brindara al público palestino la venganza que tanto busca y les produjera una foto final humillante de la invasión israelí a Gaza.

A ojos iraníes, la guerra en Gaza es parte del combate de Israel contra Teherán y no sólo un episodio local israelo-palestino. Es de suponer que los mensajes que pasan de Irán a Gaza y a Damasco (donde está la conducción política de Hamás, M.K.) son inequívocos: no se rindan. Los pondremos nuevamente en pie, como lo hicimos con Hezbollah poco después de la Segunda Guerra del Líbano, a quienes les duplicamos los arsenales. A ustedes también les daremos el mismo trato. ¿Los israelíes saben soportar misiles hasta Ashdod? Los veremos cuando los misiles lleguen a Tel Aviv. Ustedes no pueden caer ahora.

Por eso, uno de los objetivos importantes de Israel en este operativo es el cese del contrabando de armas a Gaza. Sin dicho contrabando, la cabeza de playa iraní en Gaza cambia de color. La gigantesca red de contrabando que los hombres de la Guardia Revolucionaria iraní manejan desde hace años pasa por Somalía, Sudán, el Mar Rojo y las vías acuíferas del Nilo, hasta las tribus beduinas en el Sinaí, que manejan un sistema de sobornos que castra toda posibilidad del sistema policíaco egipcio de detener el flujo de contrabando por Rafah. Todos allí cortan su tajada de los túneles: desde el intendente del Rafah egipcio hasta el último de los policías. Si Israel renuncia hoy a un aparato de inspección y mecanismos de control reales a todo lo largo del Paso de Philadelphi, el operativo «Plomo Fundido» no habrá cumplido siquiera sus vagos objetivos de mínima.

El artículo sigue largo, explicando que el gran problema es Egipto, que media en el tema, pero cuyos intereses no coinciden, necesariamente, con los de Israel. No es que le importe el Hamás, pero teme a los padrinos de este movimiento, los Hermanos Musulmanes egipcios, y tampoco puede quedar como colaborador con Israel frente al mundo árabe, en el que quiere reafirmar su hegemonía. Mubarak tiende a mediar una reunificación entre Hamás y el Fatah de Abu Mazen.

Israel, por su parte, quisiera volver al acuerdo de 2005, según el cual inspeccionarán los pasos de Philadelphi en Rafah mecanismos de control de la Autoridad Palestina (del Fatah), Egipto, observadores internacionales e Israel. Sólo que los egipcios, a cambio de la flexibilización del Hamás para con Abu Mazen, estarán dispuestos a aceptar la exigencia de Hamás de rechazar la presencia israelí en el Paso. De por sí, Mubarak no está dispuesto a figurar como quien entrega a los Hermanos Musulmanes a merced de los tanques israelíes. Según esta visión, para Egipto, el rearme del Hamás debe seguir siendo un problema israelí.