Periodismo israelí: la guerra contra Israel Hayom llega a la Knesset

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Israel Hayom (izq.) y Yediot Ajaronot, cabeza a cabeza. El primero incluye en tapa, abajo sobre fondo rojo: «Se cayó la máscara de la cara de Noni Mozes» (editor de Yediot, su archienemigo y competidor).

Por Marcelo Kisilevski

No me gusta Israel Hayom, a pesar de ser uno de sus lectores, más por comodidad -y por deber profesional, claro- que por adhesión ideológica. Pero la nueva propuesta de ley de limitar el modelo del «jinamón», el diario de distribución gratuita, destinada a perjudicarlo para salvar a otros diarios, específicamente Yediot Ajaronot, me deja una sensación incómoda. 

Israel Hayom fue creado en 2007 por un empresario judío norteamericano, Sheldon Adelson, quien no necesita de los ingresos del diario para sobrevivir. Adelson es dueño de la empresa Las Vegas Sands, que posee mega hoteles y casinos en Las Vegas, en las islas Macao de China, en Singapur y en Vietnam. La revista Forbes calculó su riqueza en 39.900 millones de dólares. Es multimillonario, y es amigo de Biniamín Netanyahu. 

La ley propuesta determina que un diario podrá ser gratuito en su primer año, luego del cual deberá cobrar aunque sea una suma simbólica. En las razones de la ley, se expresa que, de lo contrario, se pone en peligro a otros diarios que sí cobran sus ejemplares, cuestionando de hecho la libertad de expresión en Israel.

En 2010, la fallecida diputada Marina Solodkin (Kadima) había elevado una propuesta similar, que no prosperó. Este nuevo intento es presentado por diputados de la oposición (Avodá, Shas) y también del oficialismo (Iesh Atid, Habait Hayehudí), con lo cual tiene más posibilidades de ser aprobada. Netanyahu se opondrá, y lo seguirán seguramente todos los diputados del Likud.

Israel Hayom es un diario de buena factura profesional, que cubre todas las áreas de la información, escrito en lenguaje moderno y sintético, compacto y legible en lo que dura el viaje en tren o autobús, adaptado a la era del smartphone, el whatsapp y la atención dividida. A nivel editorial, es: democrático republicano, secularista, anticorrupción, adherente al Likud en todas sus posturas, y fanático de Biniamín Netanyahu en lo personal. Por eso, la guerra que le hizo el diario a Ehud Olmert le calzaba como guante: Olmert es corrupto, y es rival de Bibi. 

La Guerra de los Mozes

El problema de Israel Hayom, periodísticamente hablando, es su excesiva editorialización en los titulares. Israel Hayom no titula: hace campañas. Ante cada situación que toca a su agenda, el diario tomará alguna declaración que va en su mismo sentido y la amplifica a gritos. Por ejemplo, ante nuevas condiciones palestinas para continuar las negociaciones, Israel Hayom titulaba: «Abu Mazen demostró: No quiere la paz». Más pequeño, más arriba, anteponía: «Ira en Jerusalén:». O sea, no importa quién lo dijo: de hecho, la frase pasa a ser del diario.

Otro ejemplo, la intención de la Fiscalía de pedir 6 años de prisión efectiva para Olmert le valió el titular a toda página: «La Fiscalía: Por lo menos 6 años de prisión». Periodísticamente no hay noticia, pero una mera «intención» es suficiente para Israel Hayom, mientras se ajuste a su campaña contra Olmert. Último ejemplo, esta vez por omisión: nunca, pero nunca, habrá un titular o siquiera una noticia pequeña que cubra los repetidos escándalos domésticos que involucran a la primera dama, Sara Netanyahu. No importa si son reales u orquestados, como denuncian en el oficialismo: para Israel Hayom, el tema no existe. 

La guerra entre Israel Hayom y Yediot ya alcanza ribetes cinematográficos. Las relaciones entre Adelson y Noni Mozes (editor de Yediot) son de enemistad abierta, al punto que Israel Hayom ha inaugurado hace ya un tiempo su sección: «El Imperio del mal de Noni Mozes». Ahora se suman lobbies, intrigas y conspiraciones en las altas esferas de la Knesset y el gobierno. Lo único que le falta para ser llevado a la pantalla grande es un asesinato, y cartón lleno. 

Hace poco, Israel Hayom se adjudicó el ser el diario de mayor tirada salvo la edición de los viernes, que sigue siendo bastión de Yediot. Pero no tan rápido. La última medición de TGI (empresa de investigación del mercado mediático) para 2013, les adjudicó un empate: 37,7% de exposición a cada cual.

De la libertad de prensa a la libertad de empresa… y viceversa

Lo que es cierto, es que la aparición de Israel Hayom pone en problemas comerciales a Yediot, y entonces surge un debate que no es nada fácil de resolver para un lado u otro. La pregunta que se plantea en primera instancia es: ¿puede el señor Adelson, un empresario no israelí, con claras intenciones político-personales, hacer lo que hace? ¿Puede interferir en el mercado periodístico de otro país para hacerle el favor a un amigo? 

El problema es que la pregunta podría plantearse al revés: ¿por qué no? Si lleváramos el debate, de esta situación puntual a una más general, incluso filosófica, ¿es la libertad de expresión un derecho de algunos o de todos? ¿Por qué no podría, una persona que cuenta con los recursos, abrir un diario en la parte del mundo que lo desee, y decidir el modelo de negocio que se le dé la gana? ¿Puedo taparle la boca a un diario porque no se ajusta a mi ideología y porque perjudica comercialmente a otro diario? Y si hablamos de legislación, ¿no debería ser ésta universal, en el sentido de no estar destinada a resolver un problema coyuntural? O sea: ¿qué pasaría si surgiera un diario gratuito hecho con capitales locales, que estuviera justo en el centro del mapa político, que no tuviera intereses personalistas, en fin, que no fuera posible acusarlo de nada malo, y que facilitara el acceso de las masas a una información fidedigna? En suma, ¿es legítimo dictar leyes para perjudicar a un solo medio de comunicación?

Si Israel Hayom hace campaña, recordemos que cada diario tiene (y puede tener) su línea, y que sin ir más lejos, Haaretz también lo hace, aunque algo menos vulgarmente, y de signo contrario. Pero Haaretz no amenaza comercialmente a Yediot, y esa es toda la historia. 

¿Deberíamos aplicar aquí la inmortal frase de Voltaire? «No estoy de acuerdo con lo que dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo», dijo el filósofo francés, inaugurando una era. Una cosa es que no seamos ingenuos: entiendo que no hay libertad de prensa sino libertad de empresa. Pero otra bien diferente es tapar la boca de unos para defender la empresa de otros. 

¿O deberíamos aplicar el criterio «nacional y popular», impidiendo que capitales extranjeros vengan a desequilibrar el pequeño mercado local, influyendo de paso, y de modo tan decisivo, en la opinión pública israelí? ¿Qué haremos con los empleados de Yediot Ajaronot si cierra? ¿Y qué haremos con los de Israel Hayom, que también son laburantes israelíes, si el diario pro-Bibi cae derrotado?

El que esté libre de toda tendenciosidad, que lance su primera piedra de sabiduría, y resuelva este dilema. 

 

Palos para todos: Excursión de un outsider hacia el Periodismo Argentino*

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Si un extraterrestre aterrizara en la Argentina y tuviera que describir a sus jefes ahí afuera qué es lo que ve sobre los medios de comunicación, ¿qué informaría? De esa manera me siento: un periodista argentino que vive afuera hace ya 21 años, que se acerca de nuevo y cuenta lo que ve. Es una visión parcial y fragmentada, como toda observación de la realidad, no es ciencia autorizada, no hay relevo ni estadísticas, tiene el defecto y la virtud al mismo tiempo, de ser una visión «desde afuera», y la de intentar un equilibrio, por no compartir ninguna de las dos agendas básicas en las que se divide hoy en día el país.

Cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación en la UBA, allá por fines de los años ’80, nuestro ideal era ser el cuarto poder, que critica a los otros tres y que es el «perro guardián» de la democracia. Ser «oficialistas» daba vergüenza, no importaba de qué signo fuera el gobierno. Los que lo eran, eran sospechados inmediatamente de ser periodistas comprados. Sabíamos que los había, en especial por empresarios, pero nuestro ideal era «dar palo» a todos por igual. Ejercer el pensamiento crítico, por tantos años cercenado. Era nuestra garantía de incorruptibilidad, era nuestro sello de credibilidad. Si para un periodista surgido de la dictadura había una «agenda», eran la democracia y los derechos humanos, y cómo mejorarlos.

Las nuevas tecnologías lograron acercarme de nuevo a los medios y a la trama argentinos. Una aplicación de Smartphone me permitió un buen día caminar por las calles de Israel, al otro lado del océano, escuchando radios de todo el mundo como si estuviera en esos países. De repente me reencontraba con Radio Mitre, con la que había crecido escuchando a Magdalena a la mañana, antes de ir al cole. O Del Plata, donde me vuelvo a reencontrar con Dolina, héroe de mi juventud. Fue como haber dado un salto en el tiempo.

Intenté escuchar una radio K y de entrada me incomodó su adhesión al gobierno. No porque yo sea anti-K: estando tan lejos, no puedo ser ni pro ni anti, ni siquiera entiendo bien esta interna. Mi incomodidad se debe, en cambio,  a que creo sinceramente que ningún periodista en ninguna parte del mundo debe ser pro-gobierno, pro ningún gobierno. Recuerdo que en ese tramo defendían a Cristina por haber sido «injustamente atacada» por estudiantes universitarios en una conferencia que dio en Estados Unidos. «Indudablemente», aseguraron en una emisora que ya no recuerdo, estos estudiantes habían sido convenientemente adoctrinados por astutos opositores. Sin investigar, sin entrevistar, sin chequear la info. Desde el punto de vista periodístico más básico, era cuanto menos débil.

Radio Mitre no me deparaba menos insatisfacciones. Es cierto que le pegaban al gobierno, cumpliendo mi ideal de una profesión que debe aspirar a arreglar el mundo. Pero dos cosas me molestaron sobremanera: por el lado del gobierno, es cierto, Mitre no tiene publicidad estatal; pero por el lado de Mitre, jamás se entrevista a nadie del gobierno. Ni para preguntar incisivamente, cuestionando cara a cara al «poder», ni para aplaudir un proyecto piola y saber más detalles. Nada. Para escuchar al gobierno, tengo que ir a los medios K, obsecuentes, para los cuales el «poder» es «la Corpo». Todos atrincherados, todos creyendo que son «los buenos». No es así como me enseñaron el oficio. A mí me enseñaron lo de las dos campanas. ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Todo debe medirse por la vara «Clarín vs. K»?  ¿Todo está tan dictado desde arriba?

Excursión a «PPT vs. 6-7-8»

Como decía, la estética creada por los llamados «medios K» no me resulta de fácil digestión. Pero esta semana hice de tripas corazón y, al haber seguido una recomendación y ver la nueva temporada de «Periodismo Para Todos» y las denuncias de Jorge Lanata, decidí que tenía ver también «6-7-8».

Ahí me reencontré con Jorge Dorio, tipo brillante al que conocía como segundo de Dolina, y de alguna experiencia televisiva de vanguardia en los ’80 junto a Martín Caparrós. Estaba Sandra Russo, inteligente periodista de Página/12, igual que Nora Veiras. Al resto no tenía el gusto.

A esta altura entendí: la polarización argentina ha hecho que los periodistas hayan comprado todo el paquete de aquel bando en cuyo medio les ha tocado trabajar. «6-7-8» va a defender todo y no va cuestiona nada. Lanata ataca todo, no aplaude nada. Todo el paquete se compra, y al otro se lo patea. Me molesta que se defienda a cualquier gobierno, eso ya lo dije. Pero por lo menos, que se planteen dudas, que se hagan preguntas.

En el programa sobre la manifestación del 18A, tuvieron el mérito de enviar a una movilera, Cynthia García, a cubrir. Se hablaba del «coraje» que había que tener para mandar a alguien, si era un riesgo o no, etc. Lamentablemente era una pregunta relevante. Colegas de la pro-K agencia Télam fueron agredidos, y la misma García no pudo hacer una segunda salida al aire por los enardecidos que le rodearon el móvil donde se tuvo que refugiar con su equipo. Así está la polarización. Me molesta que colegas sean identificados con el gobierno, no hacen honor a la profesión. Pero más me molesta que a mis colegas, no importa su agenda, no se los deje hacer su trabajo en democracia. Tampoco sé qué le harían a Lanata si fuera a un acto K y se paseara entre la gente haciendo preguntas con un micrófono…

Pero antes, Cynthia García tuvo huevos y entrevistó a la gente en medio de los gritos. Me gustó su actitud, no se achicó. Pero volvieron a incomodarme todas sus preguntas, del tipo: «A ver, pensemos un poquito juntos: ¿no te parece que el plan tal y cual de este gobierno apunta precisamente a resolver esa desigualdad de la que hablás?» Más allá del paternalismo arrogante con tonito inocente de la García, en ese género de notas el periodismo debe reflejar la opinión de la gente, no actuar como vocero gubernamental.

Palos Para Todos

Si yo estuviera trabajando en la Argentina como periodista en un medio independiente, y Lanata sacara una denuncia como la del affaire Lázaro Báez, yo me mordería el codo por no haberlo descubierto yo, y luego saldría corriendo a averiguar más información sobre mafias, lavado y amenazas. Quizás la primicia que haga caer al gobierno la consiga yo y no El Trece. ¡Rápido que no hay tiempo! En eso se debería basar la competencia entre periodistas en una sociedad sana: en quién logra la próxima primicia.

En cambio, quizás porque lo creen pero quizás para no arriesgar su fuente de trabajo –y en lo personal los puedo entender, no en lo sociológico, aunque no me molestaría ver a un noble colega renunciando porque no lo dejan hacer su trabajo como se debe- en «6-7-8» se dedicaron tan solo a desacreditar a Lanata en lo personal, pero sin investigar el asunto en cuestión.

Sandra Russo: «Más allá de estas acusaciones, que son a todas luces ridículas…» ¿Cómo lo sabés, Sandra? ¿Cuándo y dónde saliste a investigar? ¿A quién entrevistaste para llegar a una conclusión tan terminante?  ¿Qué otros documentos revisaste? ¿Cómo llegaste desde esa descalificación, a la perorata apologética sobre la «redistribución» que instaura el gobierno? ¡Fuera de tema! Ni siquiera, en horas de programa, mencionaron una sola vez al señor Lázaro Báez, el implicado principal. Digo, ustedes saben que Lanata, bien o mal, tocó un nervio sensible, que ahí hay una punta de iceberg. Lo saben, porque alguien evidentemente les bajó línea: no mencionar a Báez. Por lo tanto, saben que ahí hay un filón que cualquier periodista que se precie, en condiciones normales, querría explotar. Y ustedes decidieron perdérselo. ¿Para conservar el trabajo? ¿Por amenazas? ¿El miedo que «un poquito» inspira Cristina?

A lo más que atinó el equipo de «6-7-8» fue a entrar en Google y encontrar que se podía falsificar el título de propiedad de la empresa trucha en Panamá atribuida a Martín Báez. El resto fue una seguidilla de columnas de opinión como la pirueta discursiva de la Russo, a cargo de todos los panelistas, y sus risitas satisfechas mientras veían los «tapes» ridiculizantes. Como periodismo, nuevamente, es cuanto menos flojo. Sobre todo, me dio mucha pena escuchar a Dorio, al que tengo afecto, ir a un corte diciendo: «Estas son las cosas que también podemos aprender en este bendito tiempo que nos toca vivir. Ya volvemos». Me dio vergüenza periodística ajena.

Aclaración necesaria, dado que se invocará la libertad de expresión: no hay problema en expresarse a favor del gobierno en tal o cual cuestión, en columnas de opinión, como un género periodístico más, entre otros. Pero cuando la defensa es tan militante y a rajatabla, ya se sale de lo que es el periodismo y se convierte en un panel de militantes políticos. Tampoco hay problema. Pero entonces no están haciendo periodismo, sino otra cosa, otro género. Y deberían aclarárselo al público, porque hacer militancia –o más bien propaganda oficial- y presentarla como periodismo, es estafarlo.

Lanata también debe hacer sus cuentas otra vez. Como periodista sabe que debe entrevistar a todos, pero la otra campana no se escuchó. Ok, entrevistaron a Fabián Rossi en su coche. Big deal. Pero con los datos que averiguó, que implican al marido de Cristina ya muerto y también a la propia mandataria, ¿no se le ocurrió que tiene que enviar la nota a la Casa Rosada para avisar que se transmitiría, y pedir réplica a la Presidenta o a su portavoz? ¿Se le ocurrió buscar una entrevista con el propio Lázaro Báez, supuesto socio de Néstor? ¿Se le ocurrió utilizar la palabra «supuesto» hasta que la justicia lo pruebe culpable o lo absuelva? Lo mío no es crítica política; es periodismo de primer año.

Mérito de «6-7-8»: ellos sí fueron a entrevistar a la oposición, a escuchar la otra campana. Lo entrevistaron al mismísimo Lanata. ¿Y qué decidió hacer «el Gordo», otro héroe de mi juventud, desde su fundación de Página/12, refundando el periodismo argentino? Decidió responder a todas las preguntas con: «Gvirtz es un chorro». Es cierto: el periodista también le hacía preguntas que eran todas pro K. Pero fue educado, las preguntas fueron relevantes y bien formuladas, no se achicó ni ante la envergadura de Lanata como personaje, ni ante su infantil repetición de la frasecita, y le llevó documentos que una y otra vez le proponía a Lanata revisar. Y dado que, como ya dije, un periodista debe hacer preguntas cuestionadoras, el entrevistador en este caso me pareció impecable (sin meterme, por imposibilidad, a analizar toda la carrera del joven: me encantaría enterarme que entrevista también, así de bien, a los ministros del gobierno K).

Lanata, en cambio, y dado que parece haber decidido que esto no es periodismo sino una guerra, se permitió hacer pelota la propia aura del periodismo bien entendido: la de entrevistar y dejarse entrevistar. A todos y por todos, respondiendo educadamente a un colega que viene preparado y que no se tentó de agredirlo a su vez. Habrá tenido «importantísimas razones» para comportarse así. Pero le habían abierto el micrófono para que todo el público lo viera, él podía habérselas explicado a ese público que supuestamente tanto le importa, y prefirió hacerse el payaso. Lástima. Lanata, en este caso, también me hizo sentir vergüenza periodística ajena.

En fin, no estoy contento con el mundillo periodístico al que llegué de visita a través de Internet. Mi pregunta es, igual a los filósofos que se cuestionan si un pez sabe que está en el agua: ¿saben los periodistas argentinos que esto es lo que les está pasando? ¿O lo saben, pero al mismo tiempo están seguros de que la culpa de esta polarización la tienen «los K» de un lado, o «la Corpo» del otro? Aun si fuera así, ¿los periodistas no deberían sacudirse la lacra y volver a declarar su independencia como cuarto poder? ¿O ya no hay vuelta atrás, tanto que mis reflexiones, que debieran ser de Perogrullo, suenan para siempre, e irremediablemente, demasiado ingenuas?

*Publicada en «Opinión Veintidós – El portal de Adrián Freijó»

Allah Islam, sobre el islamismo en Europa

El prestigioso periodista israelí, Tzvi Yejezkeli, del Canal 10 de la televisión de este país, ha realizado una miniserie de 4 capítulos sobre la pentración del islam fundamentalista en Europa. Yejezkeli proviene de una familia de judíos irakíes, es especialista en el mundo árabe y, en la actualidad, es analista para varios medios de comunicación.

La miniserie contribuye a comenzar a comprender un fenómeno que parece haberse colado en Europa por su puerta trasera y mejor intencionada. La minimización del fenómeno por parte de los sectores más progresistas con una fácil acusación de racismo o xenofobia tiene un doble peligro: por un lado se trata de un peligro real, que ya ha comenzado a cobrar vidas inocentes. Por otro, deja la lucha contra el extremismo islámico en manos de las corrientes más acendradas de la ultraderecha europea, que ven en esta penetración una excelente oportunidad de levantar cabeza.

A continuación los primeros dos capítulos, subtitulados al español por Gabriel Ben Tasgal.

Allah Islam, Capítulo 1

Allah Islam, Capítulo 2

Amos Oz: «Fue un error, una estupidez enorme»

En el mismo espíritu de las responsabilidades bien repartidas, comparto con ustedes una entrevista al escritor israelí Amos Oz en el Corriere della Sera de Italia.
JERUSALEN ( Corriere della Sera ).- Estupidez. En esta historia de horror y tiniebla, Amos Oz no encuentra mucho más que la estupidez. «Estoy bastante habituado a estas explosiones de insensatez», dice. Algunas ha conseguido explicárselas, algunas ha logrado entenderlas. ¿Pero esta vez? Está delante del televisor, junto a su computadora: «No hay ideas para cosas como ésta. El gobierno israelí ha cometido un error de una estupidez enorme», dice. «Se les metió en la cabeza interceptar esas naves, de las que probablemente no se sabía nada. Y crearon enorme atención y expectativa. Durante varios días en Israel no se habló de otra cosa. Y eso es una estupidez: tendrían que haberlas dejado pasar y se habrían ahorrado todo esto».

-La comunidad internacional, los palestinos, hablan de un crimen de guerra.

-No estoy seguro de que se pueda hablar de un crimen de guerra.

-¿Disparar contra civiles, en aguas internacionales?

-Un crimen de guerra presupone que deben ser militares los que abren fuego, deliberadamente y sin aviso previo, sobre personas inermes que tan sólo lo padecen. En este caso, no estoy seguro de que las cosas hayan sido así. Hubo un intercambio de violencia, aunque obviamente de proporciones diferentes.

-Pero se trataba, en cualquier caso, de pacifistas armados con bastones y cuchillos.

-Yo no conozco a estos pacifistas. Muchos no pueden definirse con ese término. Son islámicos militantes, simpatizantes de Hamas, tienen vínculos con organizaciones terroristas. Creo que quisieron provocar. Eso es un hecho. Entre ellos, es cierto, había pacifistas de buena fe. Y además, se crea lo que se crea, interceptarlos y matarlos es un error. En un enfrentamiento armado entre militares y civiles, los militares siempre son los equivocados.

-Quizá los soldados excedieron lo que se les había ordenado.

-Los soldados hacen lo que sus políticos les ordenan. El gobierno debe asumir la responsabilidad de estos errores. Y si es necesario, dimitir. Porque en este caso tiene la culpa debido a la estupidez. En el pasado, hemos visto muchos episodios como éste. Cuando en todas partes predomina el extremismo, se produce una clase de estupidez incontrolable.

-¿Estamos en un punto crucial con Gaza?

-Todavía es demasiado pronto para decirlo. Seguramente hemos llegado al momento en que Hamas debe liberar al soldado Shalit y el gobierno israelí debe levantar el bloqueo de Gaza. No sé si llegaremos a un acuerdo sobre el bloqueo. Este gobierno de Netanyahu comete un error estúpido todos los meses. El anuncio de la construcción de casas en el este de Jerusalén durante la visita del vicepresidente estadounidense fue una obra maestra. Siempre se espera que no cometan esas equivocaciones, pero se equivocan siempre.

-¿El gobierno israelí puede remediar la desastrosa imagen que tiene ahora?

-El único modo es levantar el bloqueo de Gaza.

(Traducción de Mirta Rosenberg)

Haití y nosotros

¿A quién le interesa Haití?

Cada vez que se produce un terremoto en el mundo, y se empiezan a inundar los medios de comunicación con los informes y las explicaciones, uno piensa que, en realidad, todo lo que se dice sobre el evento en cuestión habla más de quien habla, que del evento en cuestión.

En eso pensaba cuando escuchaba el informe de Ariel Segal, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de Lima, acerca de por qué Haití, en realidad, no le interesa a nadie. En pocas palabras, allí se produjo la primera revolución latinoamericana por la independencia, pero fue una revolución de esclavos. Por eso, Francia no tiene mayor interés en ayudar a su ex colonia por no haber allí recursos ni cultura en común. Los países latinoamericanos mismos, que se independizaron después, lo hicieron liderados por elites criollas temerosas de que sus propios esclavos se revelaran de crearse contacto alguno con Haití.

De ese modo, Haití ha quedado pobre, ignorante y sin nada que ofrecer a otros países en términos de intereses, que es en definitiva lo que une a los países a la hora de entablar relaciones. Y como todo esto es así, no cabe esperar demasiado dentro de un par de meses, cuando el polvo del terremoto termine de depositarse. Entonces, ¿dónde quedarán las denuncias -incluida esta- sobre la indiferencia del mundo mientras la gente en Haití se sigue muriendo por falta de asistencia?

Vaya como consuelo este reporte de la CNN sobre el único hospital de campaña -el israelí- montado al día de hoy en Haití.

http://www.cnn.com/video/?/video/world/2010/01/18/dnt.cohen.haiti.patients.dying.cnn

Casi Ángeles: «Estamos tan lejos, pero somos tan iguales»

Balance de la visita de Casi Ángeles a Israel: entrevista a Eugenia Suárez (Jazmín) y Nico Riera (Tacho)

Por Marcelo Kisilevski, desde Israel marcelokisi@gmail.com  

Casi Ángeles y una enorme delegación del Cris Morena Group anduvieron por Israel repartiendo buenas ondas, para alegría de cientos de miles de adolescentes israelíes durante la festividad de Sucot (Tabernáculos). Además de las notas publicadas en Clarín, pude entrevistar a Ma. Eugenia Suárez (Jazmín en la tira) y a Nicolás Riera (Tacho). Por asuntos técnicos de la redacción del diario, la nota no se llegó a publicar, y por eso aquí va en exclusiva.

Marcelo Kisi con Euge Suárez y Nico Riera. No, el que tiene pelo no es Kisi... (Foto: Miriam Khon)

Marcelo Kisi con Euge Suárez y Nico Riera. No, el que tiene pelo no es Kisi... (Foto: Miriam Khon)

Nico y Euge son dos amigos que juegan al fútbol en el pasillo con una pelotita de plástico. Pero en lugar de estar en el colegio o en una plaza, están junto al camarín del Palacio Nokia de Tel Aviv, esperando al primer cronista que los va a entrevistar después de cuatro días y trece shows sin que la prensa los «moleste». Ma. Eugenia Suárez (17 años, Jazmín en Casi Ángeles) y Nicolás Riera (24, Tacho) están ansiosos por hablar, por elaborar un poco todo el delirio y la admiración sin fin del público israelí.

La charla con este corresponsal, por eso, tiene un poco de terapia de grupo, e incluso bromean con ello. Hablaron de la fama, de su adolescencia no perdida sino «distinta», hablaron del futuro. Eugenia está segura que quiere llegar a Hollywood. Nico quiere desarrollar su veta musical y puede que ya en abril, cuando vuelvan a Israel, toque uno de los temas en guitarra.

Pero primero, viven muy bien el presente, y repasan el furor que acaban de provocar en Israel. «Fue increíble», empieza Eugenia. «Tengo la voz y el cuerpo muy cansados, pero el cansancio es sólo físico. Tengo 17 años, puedo hacer miles de shows más y quiero hacer esto toda mi vida». Nico explicó que «a mí se me iba pasando demasiado rápido sin poder registrar del todo, casi sin poder pararme a disfrutar».

Más allá del fenómeno Casi Ángeles en Israel, el asombro de las estrellas pasa por el país en sí. Para Nico era la primera visita: «La imagen que llega allá es todo guerra y conflicto. Un poco me asusté cuando me dijeron que veníamos a Israel. Pero llegamos y dije: ‘Loco, esto es Miami, me vengo acá de vacaciones’. La playa, las ciudades, los paisajes, los negocios, la gente. ¡Está buenísimo!» «Bueno, a la playa no podíamos ir por los fans, pero yo salí al balcón a tomar sol. No me quemé, pero…», confiesa Euge entre risas. «Yo ya había estado a los 11 años con Rincón de Luz, pero era chiquita, no era consciente de nada. En esta vuelta me encantó, especialmente Jerusalén».

Después llegó el momento del ping-pong.:

El momento inolvidable de su paso por Israel: Nico: «La primera aparición, de ver caños y un ventilador debajo del escenario, subís en los ascensores, ves todo ese despliegue y escuchás los gritos. Es impresionante y no me lo voy a olvidar». Euge:» A mí me queda el final de los shows, cuando prenden las luces y ves la cara de la gente, algunos llorando, otros gritando y mostrándote fotos y carteles».

El momento cómico: Euge: «Ayer me regalaron cremas del Mar Muerto, con Lali (Mariana Espósito, Mar en la tira) y Cande (Candela Vetrano, Tefi) nos pusimos máscaras y entramos en los cuartos de todos a oscuras y los asustábamos». Nico: «Un día nos trajeron globos con helio y filmamos escenas de backstage con la vocecita que te hace sacar».

El papelón sobre el escenario: Nico: «En el tema con las linternas a uno de nosotros se le cayó la suya y se hizo añicos, ¡te juro que se desintegró! Por suerte yo tenía que salir, le dejé la mía y seguimos como si nada». Euge: «En general soy muy torpe, pero en el escenario no me importa. Ya en la segunda canción, ‘Casi Ángeles’, me trabé y casi me caigo. Se lo dije a la gente: ‘Espero que la estén pasando bien, yo empecé con una casi caída, pero estoy bien'».

El regalo más significativo de los fans: Euge: «Me encantaron las cremas porque eran del Mar Muerto. Pero me gusta más todavía que cuando te regalan una jamsa (la manito de la suerte) o una estrella de David». Nico: «A mí me gusta cuando te hacen un collage de fotos, y son todos fotos tuyas, distintas, mezcladas. Algo que me impresiona también es que puedan escribirte una carta en español. Tienen sus faltas, claro, pero se entiende todo lo que quieren decir».

Una enseñanza que se llevan de Israel: La enseñanza que se lleva Eugenia son decenas de palabras y frases en hebreo que repite en ráfaga dejando anonadados a los hebreo-parlantes en el camarín. Y además: «Me llevo el valorar mucho lo que tengo. Yo nada más quería tener salud, ir al colegio. Y de repente me doy cuenta que hago todo lo que quiero y lo que me gusta, y estoy muy agradecida». Nico: «Que todos los seres humanos somos muy parecidos. Estando allá uno piensa que son todos diferentes, que viven todo al revés que nosotros. Venís acá y de repente somos todos iguales, nos reímos de las mismas cosas y nos gusta lo mismo. Eso me impresiona: tanta distancia y ser tan parecidos en tantas cosas. Está bueno».

Sin esta foto no me dejaban entrar a casa. Pero sobre todo, ¡Nico y Euge son unos fenómenos! (Foto: Idith Helman)

Sin esta foto no me dejaban entrar a casa. Pero sobre todo, ¡Nico y Euge son unos fenómenos! (Foto: Idith Helman)

Un misterio llamado Avigdor Liberman*

Liberman

No cabe duda de que el canciller israelí Avigdor Liberman es uno de los fenómenos más extraños y misteriosos de la actualidad israelí. Es cierto, Liberman, ex mano derecha de Biniamín Netanyahu durante su primer mandato allá por 1996, es el líder de uno de los partidos más derechistas que ha conocido la política legal en el país. Sin ir más lejos, en 2003, dos años después del asesinato del líder de Moledet, Rejavam Zeevi (Gandhi), Liberman adoptó sin tapujos la idea acuñada por aquél conocida como «Transfer»: aquella «invitación cordial» a los palestinos de Eretz Israel a que se suban a autobuses gentilmente financiados por el gobierno, y abandonen nuestro país hacia cualquiera de los 22 países árabes en el Medio Oriente. Con esa plataforma, logró 7 diputados en la Knesset con su partido, Israel Beitenu.

Su última patente es el lema: «Sin fidelidad, no hay ciudadanía», con la idea de despojar de su ciudadanía israelí a los árabes israelíes. La ley de la Naqba, propuesta por diputados de su partido, fue aprobada por el gabinete en versión suavizada: quien osare conmemorar el inicio del drama de los refugiados palestinos conocido como la Naqba (catástrofe) será penado con multas y retiro de subsidios institucionales, en lugar de cárcel, como había propuesto Israel Beiteinu. La Knesset tiene todavía la última palabra.

Y la corrupción. El jueves 17.7 último, la policía se reunió con el asesor letrado del gobierno, Menny Mazuz, para recomendar el procesamiento de Liberman por lavado de muchos millones de dólares y soborno, entre otras figuras delictivas que comienzan a ser demasiado habituales en la escena de este país supuestamente primer-mundista.

Y sus expresiones. Desde el estrado de la Knesset llamó a tratar como a nazis a diputados árabes que se habían reunido con representantes de Hamás y de Hezbollah, por considerarlos colaboracionistas con el enemigo: «En los juicios de Nuremberg ejecutaron no sólo a los nazis sino también a quienes colaboraron con ellos. Yo espero que ese sea el destino que corran los colaboracionistas dentro de esta casa», sentenció.

Pero sería muy fácil despachar a Liberman con el mote de facho sin más ni más, en un tiempo posmoderno en el que lo original es precisamente la mezcla. Y aun a riesgo de caer de la tabla de lo políticamente correcto, la verdad sea dicha: la ideología política de Liberman es compleja, no simple, al punto que por muy poco no formó coalición con Tzipi Livni, líder de Kadima, luego de las últimas elecciones.

En efecto, en las elecciones anteriores en 2006, Liberman había propuesto su propio invento para resolver el conflicto en el Medio Oriente: el intercambio de territorios. Para él, derechista, la solución del conflicto pasa por la separación, no sólo de los palestinos de los territorios, sino también de los árabes israelíes. Con ese fin, Liberman propuso que en el futuro estado palestino, la frontera del norte de la Margen Occidental sea corrida más hacia el norte, desde la Línea Verde, aquella línea de armisticio de 1949, hasta abarcar también a los poblados árabes del triángulo, con poblaciones tan importantes como Um El Fajem. En total, unos 120.000 palestinos viven en la zona, atravesada por la famosa ruta 65.  A cambio, Israel podría anexar territorios equivalentes en los llamados «bloques de asentamientos»: Gush Etzión, Maalé Adumim y Ariel.

Atención con esta idea. Es cierto que está formulada desde la derecha. Pero en esta versión de separación, los árabes no pierden la ciudadanía israelí, sino que pasarían a tenerla doble: israelí y palestina. Tampoco son expulsados de sus hogares, sus hamulas (el clan, esa unidad de referencia y pertenencia del árabe) sigue incólume.  Sencillamente, pasan a morar bajo otra soberanía, que es la de su propio marco de pertenencia étnica. ¿Violación a los derechos humanos? A discutir. Al punto que el presidente Shimón Peres comenzó a comentarla en los pasillos protocolares de Estados Unidos y Europa.

Y el detalle más importante, que pasa desapercibido en este programa, supuestamente brutal: al querer «mudar» a los árabes hacia la soberanía palestina… Liberman está aceptando el estado palestino. Tan sencillo como eso. Al asumir su cargo de canciller, Liberman fue claro o, como nos gusta calificarlo, brutal: «Que nadie se engañe», dijo. «Este gobierno no acepta Annapolis porque no fue aprobado por la Knesset. Sólo estamos comprometidos con la Hoja de Ruta».

El estilo era de derecha; el contenido ya pertenece al mainstream israelí. La Hoja de Ruta fue el primer plan norteamericano, propuesto por la Administración Bush, en hablar explícitamente de un estado palestino como meta final de las negociaciones. Tanto la derecha como la izquierda podían respirar aliviados: la Hoja de Ruta llama, en el mismo primer apartado en que se habla de «estado palestino», al desmantelamiento por la Autoridad Palestina de todas las organizaciones terroristas. Para la derecha, «esto jamás ocurrirá, Liberman está quedando bien gratis». Para la izquierda, por el mismo motivo, Liberman estaba buscando una excusa para continuar con la negativa.

La tardanza pataleante de Netanyahu en rendirse a la presión de Obama y pronunciar en Bar Ilán las odiadas palabras, «estado palestino», era sólo un gesto de política interna, para los votantes de derecha que lo veían por televisión. Pero ciertamente a Liberman no se le iba a ocurrir abandonar la coalición por ello.

Otro tema que haría de Liberman un candidato potable para la izquierda israelí –de nuevo, si no fuera por su bestialidad y, aparentemente, por su poco respeto de la legalidad- es el tema del casamiento por civil, asunto que empuja como él solo sabe hacerlo. Liberman no es amigo de Meretz ni es un adalid de los derechos civiles. Sencillamente, hay demasiados inmigrantes rusos que no pasan el examen del rabinato, y la cruda realidad demanda una solución para este sector de «judíos dudosos», que llegan a un 5% de la población, y todavía no nombramos a quienes no tienen ganas de que su rabino bajo la jupá sea ortodoxo.

Últimamente, Liberman conduce un cambio de rumbo en la política de imagen de Israel, de la clásica hasbará (esclarecimiento) a favor de todo lo que hace Israel en su política externa, a lo que se conoce en los pasillos de Cancillería como «Diplomacia Pública»: en lugar de buscar todo el tiempo «tener razón», buscar «tener amigos». Es decir, consolidar buenas relaciones con países y regiones hasta ahora distantes, crear puentes, mejorar las relaciones económicas con la mayor cantidad de países, y buscar nuevas alianzas. En esta idea se inscribe su actual visita a Brasil, Argentina, Perú y Colombia. Sus siguientes metas son otras economías emergentes, en especial India, China y Rusia. En Sudamérica, el blanco principal es Brasil. La hasbará argumentativa clásica deberá pivotear de los palestinos a la amenaza iraní, dice Liberman. Y el resto debe ser «branding», la política ya iniciada en la era Livni de posicionar a Israel como marca de tecnología, turismo y mujeres hermosas, en lugar de como escenario de conflicto.

Lo cierto es que Avigdor Liberman plantea un enigma. Una especie de noticia de que no sólo la izquierda se ha corrido, con mayor o menor disimulo, hacia el centro. Por las razones que fueren, Liberman acepta el estado palestino, y va a votar a favor de su fundación, con tal de ver a los palestinos lejos de su vista. Y favorece el casamiento por civil, una vieja deuda del estado laico de Israel. Si no termina en la cárcel, cuando miremos en retrospectiva su gestión, y una vez pasada la bronca por sus exabruptos racistas, Liberman podría sorprendernos. 

*Publicado primero en Nueva Sión, Buenos Aires, número de julio de 2009, con vistas a la gira oficial del canciller Avigdor Liberman a Sudamérica.

Obama y el arte de la puesta en escena

Obama 

Me gustó el discurso de Obama. La novedad que trajo no fue su contenido sino su forma. Porque, la verdad sea dicha, Obama no dijo nada nuevo. Lo nuevo estuvo en la manera en que armó la puesta en escena, la dimensión de espectáculo, los días que precedieron, con un impresionante marketing del «Discurso de Obama», con vistas a la avant premier, que fue presenciada por el mundo entero, y más allá también.

Obama les dijo a todos lo que ya sabían, pero lo dijo de un modo en que todos quedaran contentos. Obama intentó decir a todos lo que esperaban oir, pero no le molestó, tampoco, que todos se pudieran molestar. Ayer me consultaron en la CNN en español, y antes de mi intervensión, un analista peruano de origen palestino se quejaba de que Obama hablara del  fin del terrorismo, siendo que Israel no había cesado la construcción en los asentamientos desde los años ’90, cuando los acuerdos de Oslo. Yo recordé luego, a mi turno, que tampoco los palestinos cesaron con el terrorismo, a pesar de que ello también formaba parte de los mismos acuerdos. Pero eso no era lo más importante.

También los judíos e israelíes se pueden enojar. Obama, por primera vez, equiparó por completo a palestinos con israelíes. Comparó el sufrimiento del pueblo judío de siglos hasta llegar al Holocausto, con el sufrimiento palestino de «las últimas décadas». Y equiparó el terrorismo palestino con la construcción en los asentamientos, frente a lo que la derecha siempre se ha enojado: «¿Construir casas es lo mismo que matar mujeres y niños inocentes? ¿Cómo amenaza la paz construir lugares donde vivir?»

Pero Obama les estaba diciendo otra cosa, a condición que se lo quiera oir: por primera vez tienen un presidente norteamericano que intenta ser un mediador imparcial en serio, que entiende tanto a unos como a otros, que habla del «Holly Koran» y resucita su segundo nombre, Hussein, pero que mañana visitará Buchenwald, porque no se olvida.

Ahora tienen ustedes dos opciones: o seguir colocados de cara al pasado y quejarse infinitamente, o de convertir el conflicto en problema, y colocarnos todos del mismo lado frente a ese problema en común, y de cara al futuro.

Todos ustedes, les dijo ayer Obama a todas las partes de todos los conflictos en el Medio Oriente, saben perfectamente qué es lo que pueden alcanzar, qué es lo que les corresponde. Todos ustedes, también, saben cuál es el precio que tendrán que pagar por ello, qué es lo que las otras partes esperan de ustedes. Ya lo hemos hablado hasta el cansancio, y de algunas de esas cosas tenemos incluso contratos firmados.

Y aunque esto estaba tan claro, Obama se tomó el trabajo de nombrar una por una a las partes del conflicto, sus necesidades, sus exigencias y sus precios a pagar, pero sin pretensiones de renovar en la información, ni de fundar en El Cairo ninguna «Doctrina Obama». Con respecto a Israel y los palestinos, prácticamente se trató de una repetición de la Hoja de Ruta.

Ahora, terminó Obama, dejémonos todos de berrinches y de quejas, y hagamos lo que tenemos que hacer, pero esta vez, todos juntos.

Todo ello, repito, a condición que se lo quiera oir, pues se sabe que, si tanta gente desea algo, nada es imposible. Pregúntenle, si no, a Theodoro Herzl. Y para atacar esa dimensión emocional, igual que el dramaturgo frustrado Herzl en aquel 1° Congreso Sionista de 1897, al que montó como si fuera una gala teatral, es que el histriónico Obama armó lo que armó.

Aunque los resultados se verán en la cancha -pero el norteamericano ya trae buenas referencias-, ya no cabe duda de que Obama es un artista del marketing, de la oratoria y de la escena.

Permiso para emocionarse

Shirán creció, y va al ejército.

Shirán creció, y va al ejército.

En estos días de cinismo, cuando Bibi y Tzipi juegan al gato y al ratón, y a ver quién respeta más y mejor el voto popular, todo parece haber sido puesto en stand-by. Hasta la liberación de Guilad Shalit. Y esta vez, no resulta del todo claro por culpa de quién. Pero puede ser que se trate todo de declaraciones a los medios, guerra psicológica. Tzipi contra Bibi, aunque todo esté cocinado. Olmert contra Hamás, lo mismo.

Y en estos días de cinismo, digo, donde no conviene creerle mucho a nadie, elijo una historia entre muchas, que dan permiso para emocionarse, a pesar de todo.

Shirán Franco, de 9 años, mantuvo en vilo a todo el país en agosto de 1999, cuando un tremendo terremoto azotó Turquía. Su padre Itzik, su hermano mellizo Arieh, y sus abuelos, Sami y Myriam, murieron bajo los escombros del edificio de departamentos veraniegos en el que pasaban sus vacaciones.

Su madre Iris sobrevivió, y Shirán quedó viva, bajo los escombros, durante más de 100 horas. Israel mandó una unidad de rescate del Arma de Retaguardia de Tzahal. El país fue testigo, a través de las cámaras, de los esfuerzos por salvarla. Finalmente lo lograron, y ahí se la ve en la foto, deshidratada, tomando las gotitas de agua de manos del Dr. Itzik Ashkenazi, desde entonces su «ángel guardián».

Hoy Shirán tiene una nueva familia, «una vida del pasado y otra del presente», separadas. Su mamá se volvió a casar y ahora tiene un hermanito de 3 años, Liel, pero no se olvida de su hermano Arieh, con el que «hacíamos todo juntos, éramos como un matrimonio de chiquitos».

Shirán decidió cerrar el círculo. Hoy se la ve en una nota de Yediot Ajaronot con uniforme de Tzahal. ¿Dónde decidió servir? «También a la Fuerza Aérea le debo un enorme agradecimiento (nunca olvidará tampoco el vuelo en el Hércules que la trajo de regreso a casa), pero vi el cuadro con la foto en la pared de mi cuarto, donde estoy en brazos del Dr. Itzik Ashkenazi, comandante médico del equipo de rescate, y me decidí por el Comando de Retaguardia. No lo consulté, pero cuando se lo conté, se alegró. Hasta el día de hoy él es mi ángel de la guarda. Mi servicio en el Comando de Retaguardia es para mí el cierre de un círculo».

«Hamás vs. Israel» como sistema

La discusión sobre quién tiene razón en el actual enfrentamiento en Gaza es absolutamente estéril. Los críticos de Israel encuentran «pruebas en el terreno» de que Israel es culpable, porque los números no mienten: 760 muertos en 10 días es un crimen de guerra. Los defensores de Israel tampoco mienten. De esos 760 sólo un 25% son civiles, y el resto son militantes de una organización a todas luces terroristas que asedió a Israel durante los últimos 20 años y que usa a los civiles palestinos como escudos humanos.

 El mundo se olvida, como dice mi colega Jana Beris, que Israel se viene autoconteniendo de no hacer este operativo desde hace 8 años, precisamente para no matar civiles, lapso durante el cual Hamás mataba cientos de israelíes con sus Qassam y sus hombres-bomba. Y tiene razón también Alan Dershowitz, cuando dice que el criterio numérico no es el único que debe usarse para juzgar los hechos, y que incluso se convierte en un criterio perverso. Pues el criterio que define, dice, es el de el riesgo que impongo a mi enemigo. Si una organización terrorista dispara un misil para deliberadamente matar niños en un jardín de infantes de Beer Sheva, Israel tiene derecho, amparado por la ley internacional, a matar a todos los combatientes de la organización que ordenó el ataque, no importa su número. Y no importa que no haya muerto ningún niño: Israel no puede ni debe permitir que el Hamás juegue a la ruleta rusa con los suyos, dice Dershowitz.

Todo esto está bien. Llegados a este punto, con una organización intransigente disparando cohetes de modo histérico, jugando al todo o nada y al suicidio colectivo, el operativo israelí, terrible, doloroso para ambas partes, cuantitativamente más terrible y doloroso para los palestinos –nunca nos olvidemos de los civiles palestinos, ni de los nuestros, ni a nuestros soldados- era inevitable y está justificado. Pero la pregunta que Israel deberá hacerse el día después es cómo no llegar más a «este punto».

Pues la seguidilla de hechos que llevan a todos los operativos israelíes, que hacen recrudecer el odio de los palestinos, que hacen florecer organizaciones terroristas demenciales, que «no pierden la oportunidad de perder la oportunidad», que arrastran a otro «operativo inevitable», donde todos «tienen razón», forma parte de un patrón estanco.  

Ya se ha hablado más de una vez de círculo vicioso. Le preguntan a un hombre golpeador por qué le pega a su mujer. «Porque se la pasa gritando», contesta. Le preguntan a su mujer por qué grita: «¡Porque me pega!» Así sería la cosa en el Medio Oriente. Los palestinos creen que hacen «resistencia» contra la violencia israelí cuando realizan actos de terrorismo contra civiles, y los israelíes creen que combaten el terrorismo cuando realizan sus operativos. Así lo explicaba en los años ’60 el teórico de la comunicación Watslawic en su «secuencia comunicacional». Según este modelo, todo se trataría de un gigantesco malentendido.

Creo, en cambio, que se puede abordar mejor el patrón de acontecimientos utilizando el modelo del «pensamiento sistémico» propuesto por el teórico Peter Senge. El modelo va más allá de lo comunicacional, al introducir el concepto de un sistema de fuerzas, que actúan en resistencia mutua, confirmándose, sin que una pueda existir , de hecho, sin la otra. Se trata de un sistema dinámico, no de una mera secuencia o un círculo vicioso.

Nadar contra la intuición

Vaya una historia del propio Senge, en su libro «La quinta disciplina», traducido al hebreo como «Hairgún Halomed», «La organización de aprendizaje»:

«Hace unos años fui testigo de un trágico accidente, cuando salimos a navegar en Main, a principios de la primavera. Llegamos a un pequeño dique, y bajamos a la costa para pasar nuestra embarcación al otro lado del obstáculo. Llegó al lugar un segundo grupo, y un joven que estaba bebido decidió pasar su rapsoda de goma al otro lado del dique. Luego de pasarlo, la rapsoda volcó, y el hombre se vio lanzado al agua congelante. No logramos llegar hasta él, y contemplamos horrorizados su lucha desesperada por nadar contra la corriente, contra las olas que volvían hacia la base del dique. Su lucha continuó sólo algunos minutos, y entonces murió por enfriamiento. Su cadáver inerte fue chupado de inmediato en el torbellino acuoso. Segundos después, su cuerpo resurgía flotante hacia la superficie, unos 10 metros corriente abajo, libre del torbellino de la base del dique. Lo que el joven intentó hacer en vano  en sus últimos momentos de vida, lo hizo por él la corriente, segundos después de su muerte. Irónicamente, fue precisamente su lucha contra las fuerzas que actuaban en la base del dique la que lo mató. No sabía que el único camino para salvarse era ‘contrario a la intuición’. Si no hubiera intentado mantener la cabeza sobre el agua, sino buceado hasta donde la corriente se mueve río abajo, se habría salvado».

Senge aplica esta historia, su teoría y todo su libro a empresas e instituciones. Habla de «prototipos sistémicos» y del modo por el cual sus diversos actores se retroalimentan para perpetuar situaciones repetitivas. Entonces, hace referencia a situaciones más amplias: «Cuando se revelan prototipos en la familia, en el sistema ecológico, en la noticia periodística o en la sociedad, a menudo no las vemos tal como las sentimos, debido a su complejidad. A veces nos crean una sensación de dejá-vu, una especie de sospecha de que ya hemos visto este patrón de fuerzas en el pasado. ‘Ah, otra vez’, nos decimos. Si bien los gerentes experimentados conocen muchos de estos moldes argumentales intuitivamente, en general no los saben explicar».

Senge advierte que, para adoptar el pensamiento sistémico, no basta con decir: «hay que ver el panorama general y adoptar una actitud de largo plazo». Pero identificar los patrones en los acontecimientos, dibujar el molde dentro de los cuales se mueven los actores del drama, puede servir para alimentar procesos positivos en la organización, en la sociedad y entre países, y corregir los negativos.

Para llevar la metáfora a la realidad de Medio Oriente, mencionemos los tres tipos de fuerzas que actúan en un sistema: reforzantes, debilitantes y retardadores. Así pues, tanto israelíes como palestinos vienen realizando acciones desde prácticamente siempre, que refuerzan, reafirman y agravan los riesgos del sistema. El operativo Muro de Defensa y sus similares reforzaron el sistema. Los Acuerdos de Oslo fueron un intento de debilitar el sistema, el problema fue que generaron otro sobre el que había que haber actuado subsecuentemente. A la larga, el viejo sistema, el viejo patrón, se vio reforzado. Y la última tregua, entre Hamás e Israel, entre junio y diciembre de 2008, podría ser leído como una fuerza suspensora o retardante del sistema, aunque a la larga sirvió para dar más fuerza a uno de los actores, por lo cual se trató de una inyección reforzante. La única fuerza suspensora a la vista en este sistema resulta ser el poder de disuasión que logra restaurar Israel después de cada operativo. Tal como ocurrió con Hezbollah en el sur del Líbano, que no ha vuelto a agredir con olas de misiles Katiusha el norte israelí, pasará algún tiempo antes de que Hamás vuelva a levantar la cabeza. Pero a no engañarnos, Hamás -o su reemplazo- volverá.

Según el modelo, en lugar de meramente poner el sistema al descubierto para que todos los actores se «den cuenta» del malentendido que genera el «círculo vicioso», aquí se trataría de introducir nuevas fuerzas en el sistema dinámico, capaces de modificarlo.

Si leemos este sistema como en el ejemplo del dique, colocando a Israel en el rol del nadador, el Hamás, con su esencia intransigente, será la cascada que baja del dique generando las olas que vuelven sobre sí mismas y generan el remolino. En lugar de luchar contra el Hamás, entonces, Israel debería efectuar acciones que esquiven al Hamás sin tratar de combatirlo. Pues si lo combate, permaneciendo dentro del sistema, las mismas acciones israelíes generarán a la larga más odio contra Israel y más terrorismo, es decir, perpetuarán la fuerza del dique. Los operativos , desde Muro de Defensa a esta parte, han sido y habrán de ser cada vez más fuertes, más violentos contra los palestinos, y más generadores de odio,  terrorismo palestino y, en el futuro, nuevos operativos «inevitables», porque así es la dinámica de este sistema.

Desarrollo inducido desde afuera

Se debe introducir una fuerza inductora desde afuera, que haga bucear a Israel –y también al pueblo palestino- hacia afuera del torbellino, y que no modifique radicalmente al Hamás,  sino que lo torne irrelevante.  Como el torbellino que sigue existiendo aun cuando el nadador lo ha abandonado a fuerza de buceo, pero deja de existir dentro del sistema, que ha pasado a ser otro, a «pasar por otra corriente».

Pero el nadador necesitaba imaginación, poder pensar por fuera de lo que su intuición le marcaba, que era resistir fuera del agua, combatir las olas que lo devolvían a la base del dique una y otra vez. Como al nadador de la anécdota, imaginación y visión de estadistas es lo que les falta a los actores de este sistema. En una reunión del gabinete con el Alto Mando israelí, uno de los generales preguntó retóricamente: «Está bien, supongamos que volvemos a conquistar Gaza. ¿Entonces qué?» No obtuvo respuesta. Pero él es un general, y en ningún lado se espera –ni se debiera esperar- que un militar piense con mente de estadista. Él sólo debe ganar la batalla. ¿Pero qué hay con los políticos que estaban allí sentados? También son parte del sistema al entender el conflicto sólo en términos de enfrentamiento.

Habrá que pensar con imaginación. Quizás haya que conquistar Gaza y eliminar la amenaza inmediata del Hamás, pero actuar rápidamente para que la próxima organización terrorista –que odiará más a Israel, que será más sofisticada y más mortífera- no llegue a surgir. Israel y el mundo deberán hacer todo al revés en Gaza y en los territorios. Imaginación. Crear un momentum de paz, crear el estado palestino, diseñar una especie de Plan Marshall para ese estado. Es un ejemplo. No sería fácil, porque el pueblo palestino no es el alemán, en el sentido de que, aun si todas las empresas multinacionales del planeta invirtieran y crearan allí puestos de trabajo, habría que darles a los potenciales empleados una extensísima capacitación, que podría durar varios lustros, para ocupar todos esos puestos y poner en marcha esa economía. Pues bien, habrá que empezar cuanto antes. El tiempo que llevaría cambiar el «sistema» no es excusa para no hacer nada, para preguntarnos «¿y después qué?» El supuesto «fundamentalismo» y «lavado de cerebro» de las masas palestinas tampoco es excusa. Las opiniones públicas pueden cambiar, y lo han hecho rápidamente, tanto del lado israelí como del palestino, varias veces en los últimos 20 años.

Sólo la apertura política, la satisfacción a sus necesidades nacionales y su desarrollo económico «medio a la fuerza», harán que el «sistema» sufra –o goce de- un viraje dinámico. Repito: se trata de un sistema de fuerzas que habrá que esquivar, a veces quebrar. Y a no engañarnos: hay fuerzas sistémicas que se oponen al cambio tanto en el seno de los palestinos como de los israelíes. El sistema es mucho más complejo que la dinámica de terrorismo-operativos. Pues la idea de desarrollo económico para los palestinos no es nueva, y ya Shimón Peres, actual presidente, ha escrito un libro al respecto: «El Nuevo Medio Oriente».

Su idea todavía no resultó, porque, a decir verdad, todavía no se intentó. Se intentó la ocupación, que reforzó el sistema; se intentó un acuerdo de paz a medias, sin desarrollo económico, que también lo reforzó; también la inyección de dinero, con la expectativa de que los palestinos se desarrollaran solos, que construyeran su «estado en camino», fracasó miserablemente y reforzó el sistema, al ser utilizados los fondos de los países donantes para la compra de armas y para el desarrollo de elites corruptas.

En conclusión, esta aproximación al conflicto visto como sistema podría servir como herramienta para un cambio estructural en las relaciones con los palestinos. Sin embargo, soy pesimista. Tanto en Washington como en Jerusalem y en Ramallah, siguen creyendo en la buena voluntad de los actores –que están inmersos en este sistema de fuerzas- de cambiar la realidad. Pero los israelíes creen que los palestinos entienden sólo por la fuerza, mientras que los palestinos creen exactamente lo mismo de los israelíes. Según la visión aquí presentada, ambos tienen razón.

Un oficial del ejército israelí ejemplificó con una metáfora el diálogo existente entre la capa militar y la gubernamental, que se mantiene pura y exclusivamente en el paradigma del discurso confrontacional, característico de este sistema: «Nosotros hemos lanzado una pelota al aire, y ahora los políticos deben decidir dónde quieren que la detengamos. Si la detenemos a una baja altura, el gobierno obtendrá un período de pocos años hasta el próximo operativo. Si la detenemos a una mayor altura, tendremos muchos años de calma». Hasta la próxima vuelta.

Tengo un hijo de 8 años. Basándome en el ritmo del sisetma, cuando él esté en el ejército habrá de participar en algún «amplio operativo» de Tzahal contra el terrorismo, necesario y justificado, llegados a ese punto. Ya me estoy preguntando cómo se llamará.

(Publicado primero en Nueva Sión: www.nuevasion.com.ar)