¿Quién está tirando misiles Qassam?

Sderot, ayer. (Foto: Avi Rókaj, Ynet)

Las noticias en Israel son que las clases comenzaron hoy con éxito, sin amenazas de huelga, y yo ya filmé a mi hijo conduciendo el acto de apertura. Eso es lo más importante.

Le sigue en importancia, claro está, los misiles Qassam que cayeron en Sderot y alrededores ayer, cuando chicos de la secundaria hacían un encuentro previo con sus docentes. De un tiempo a esta parte han cambiado las constelaciones políticas en Gaza, y para entender quién ha lanzado los misiles hay que retrotraernos al líder espiritual del Hamás, el jeque Ahmad Yassin.

Hasta su muerte, el Hamás, como buena organización palestina, era aislacionista e independentista aun dentro del mundo árabe y musulmán, resistiendo todas las voces internas que lo presionaban, ante la quiebra económica impuesta por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, a aceptar el padrinazgo, el dinero y los pertrechos iraníes.

En 2001 Israel liquida al líder terrorista, y la nueva conducción del Hamás acepta el abrazo de oso iraní, pasando a la égida de los ayatollahs chiítas, tradicionales enemigos del mundo árabe, que son en general sunitas. La conducción política y económica se instala en Damasco, el gran aliado iraní.

Pero cuando comienza hace un año y medio la revuelta en Siria, el Hamás no tiene más alternativa que apoyarla, puesto que buena parte de los rebeldes son sunitas en armas contra el régimen alawita (que religiosamente son un antiguo desprendimiento chiíta) del carnicero de Damasco, Bashar El Assad. Éste se siente traicionado por el Hamás, y arroja de todas las escaleras a su líder político, Khaled Mashal.

Hamás queda huérfano de protectores, y vira hacia Egipto, aún gobernado por el general Tantawi, post-Hosni Mubarak, pero donde los Hermanos Musulmanes, su movimiento matriz, van levantando cabeza. En efecto, el Hamás se autodefine en su carta fundacional como «el brazo palestino de los Hermanos Musulmanes».

Tantawi le dice al Hamás, no necesariamente con estas palabras: «No tengo problema en que pactemos una alianza, pero yo tengo que cuidar mis relaciones con Estados Unidos, Israel y Occidente en general. Ustedes tienen hace cinco años encerrado a un pobre soldadito, Gilad Shalit. Libérenlo y hay trato». La liberación de Shalit en 2011, pues, fue posible gracias a la revuelta siria y a una flexibilización en la posición del Hamás, no de Israel.

Desde entonces, en los hechos, la relativa calma entre Israel y Gaza se debe a una coyuntural comunión de intereses entre Egipto, Israel y Hamás, todos interesados en bajar los decibeles de la violencia. Una vez que los Hermanos Musulmanes asumen el poder ordenadamente en Egipto, tienen interés en controlar a las facciones más extremistas que ellos, y asegurar el monopolio del uso de la fuerza en su país. Su introducción de tanques en el Sinaí (cuya prohibición es una cláusula clara en los acuerdos de Camp David de 1979) está más motivado por su necesidad de reprimir a las nuevas facciones terroristas beduinas allí, que con cualquier intención de violar el tratado de paz con Israel.

Israel, no hace falta explayarse, tiene la obsesión de la paz y la tranquilidad por razones obvias, pero ahora acrecentada por la coyuntura abierta frente a Irán.

¿Y Hamás? El gobierno hamásico en Gaza necesita desesperadamente una calma que le permita reafirmar su poder político y económico una vez abandonado el cálido hogar iraní. Necesita reconquistar a las masas palestinas, que no estaban tan acostumbradas a la tan estricta ley de la Shaaría. Y necesitan consolidar su control de corte mafioso de la principal industria gazeña: la industria de los túneles de contrabando de mercaderías civiles, drogas y armas.

Pero dentro de esta política, quizás la principal obsesión es la represión de las facciones opositoras en Gaza, generalmente terroristas y jihadistas más fundamentalistas que el Hamás, similar al desafío que enfrenta la Hermandad Musulmana egipcia. Irán no iba a renunciar tan fácilmente a su cabeza de playa en «Palestina», así que luego de la traición hamásica, los iraníes pasaron a apadrinar a la Jihad Islámica y a los Comités de Resistencia. Hamás incluso llegó a crear un cuerpo de policía especial cuya función exclusiva es prevenir lanzamientos de misiles contra Israel, desafiando su autoridad. Suena surrealista, pero si las cosas no pasan a mayores en el último año entre Israel y Gaza, es en buena parte gracias al Hamás.

Otros desafíos se asoman en Gaza, como una pequeña sucursal de la multinacional del terror, Al Qaeda, y como una organización salafista, quizás los fundamentalistas de mayor extremismo en el mundo de la jihad, que ven a todos los demás musulmanes como herejes, autodenominada «Consejo de Combatientes junto a Jerusalem».

Según el analista de asuntos árabes del Canal 2, Ehud Yaari, ellos son los que lanzaron los Qassam de ayer, pero no en respuesta a Israel… sino en represalia contra alguna acción represiva del Hamás.

Ahora que la cosa no es con Israel, y que se entiende un poco más la interna palestina, uno podría quedarse más tranquilo. Pero no sé, la sensación de que los palestinos dirimen sus entuertos jugando al «Tiro al pato» no es muy agradable que digamos. Pero por lo menos no es personal. Al fin y al cabo, somos sólo patos…

Sí al nombramiento de ex terroristas en la ANP; sí a las liquidaciones selectivas por Israel

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha nombrado al general Mahmud Damra, como su nuevo asesor, según informa hoy el diario Israel Haiom. Damra fue condenado en 2006 por estar involucrado en atentados terroristas en los que fueron asesinados civiles israelíes, y fue liberado de la prisión israelí en el marco del acuerdo por la liberación de Guilad Shalit de manos del Hamás.

La prensa israelí, en especial un diario como Israel Haiom, que es prácticamente un vocero del premier derechista Biniamín Netanyahu, se escandaliza por el apoyo y nombramiento de personajes que Israel ve como terroristas en cargos oficiales en la Autoridad Palestina, pues se trata a las claras de ver a los terroristas como héroes nacionales, y de dar al terrorismo premios por sus actos criminales.

Pero el blanqueo de terroristas no es nuevo. Israel mismo ha hecho las pases con el archi terrorista Yasser Arafat en los Acuerdos de Oslo. Del lado israelí, durante el Mandato Británico, milicias clandestinas judías mataron civiles, tanto ingleses como árabes, y no sólo el Etzel y el Leji. Algunos de sus líderes, como Menajem Beguin e Itzjak Shamir, llegaron a ser respetables primeros ministros del estado judío.

Es hora de que tanto israelíes como palestinos se deshagan de su pose de ingenuidad y de su careta de hipocresía si quieren llegar a la paz algún día. El terrorismo, esa plaga de muerte que ha asolado el siglo 20, y al parecer nos acompañará por un buen par de siglos más, ha dado buenos resultados, históricamente, como táctica de guerra. Ha obtenido logros significativos y los gobiernos han debido negociar con él. El caso de Guilad Shalit es una sola prueba entre muchas.

Pero si esto es así, lo mismo cabe advertir a los palestinos y a todo pueblo que haga de sus terroristas, héroes de guerra. Pues si ellos no se autodefinen como terroristas, sino como «guerreros de la libertad», entonces las reglas de juego que están imponiendo son las de matar y morir. Si ellos convierten a un autobús lleno de israelíes civiles en su campo de batalla, su casa y su barrio en Gaza, en los que se ocultan luego, también lo son.

Una de las respuestas de Israel al terrorismo es el encarcelamiento, cuando ello es posible. Lo atestiguan los 10.000 presos palestinos que aún permanecen en cárceles israelíes. Pero en otras circunstancias también lo es la tan debatida «liquidación selectiva». Algunos lo llaman «asesinato selectivo», cargando el concepto negativamente. Pero si son viles asesinatos selectivos o ejecuciones sumarias, entonces los actos terroristas no son «ataques», sino también viles homicidios en serie y en masa, que deben ser igualmente condenados. Vaya eso a mis colegas en los medios de comunicación.

Las liquidaciones selectivas tienen como fin limitar la matanza. Intenta matar al combatiente palestino, que está en guerra, y a cuantos menos personas a su alrededor mejor. Al ocultarse en su casa, el «guerrero de la libertad» está convirtiendo a su casa y su barrio en campo de batalla, y está poniendo en peligro a quienes lo rodean. Los está tomando de rehenes. Si él está en guerra, Israel también, con todo lo que ello implica.

Pues no puede ser que se juzgue a los palestinos según el criterio de «estado de guerra», en la que todo les está permitido, y a los israelíes según el criterio de «estado de paz», donde todo procedimiento que no sea arrestar y buscar evidencias como si se tratara de un caso para CSI, les estuviera prohibido.

Si los palestinos eligen esa táctica, ese campo de batalla -un autobús, una escuela- y esos blancos, y son luego convertidos en héroes de guerra y en altos dignatarios, todo bien. Esa es su percepción de la guerra que están librando. Pero a no reclamar cuando Israel, precisamente respetando la percepción palestina, se maneje también como en la guerra que es.

ImagenEl Presidente de la Autoridad Nacional palestina, Mahmud Abbas, reunido con Amana Muna, responsable de seducir a un adolescente israelí de 14 años, Ofir Rajum en un chat de Internet. Quedaron en un encuentro, y el chico fue asesinado por los terroristas cómplices de Muna, que fue convertida así en «heroína de la resistencia palestina». (Imagen tomada de la televisión palestina). 

Escalada en Medio Oriente: algunas lecturas

(Respuesta a comentario a la entrada anterior*)

Querido Andy, gracias por tu coment. La verdad es que no tengo una respuesta contundente a tu pregunta de por qué no se derribó al Hamás del gobierno en Plomo Fundido (2009), pero sí un posible análisis. Cuando tenés un problema como el de los misiles, lo tenés que resolver sí o sí. Y tenés dos opciones: o barrés con todo y hacés un genocidio, lo cual Israel no quiere hacer, o das un golpe duro, que algunos considerarán «desproporcionado» pero que constituye no una solución física (porque si no matás a todos no eliminás toda amenaza de continuación de los misiles), sino un mensaje. El mensaje de Plomo Fundido fue: «Sepan que estamos locos, y si nos tocan un pelito de la nariz, les desfiguramos toda la cara, así que no jodan más». Y la idea es que sea un mensaje de disuasión, que no tiren misiles, no porque ya no vivan, sino porque tienen miedo. La «proporcionalidad de la fuerza» no puede ser respecto de los ataques recibidos, sino con lo que se quiere buscar, que es resolver el problema, a saber, que no tiren más misiles. Entonces el mensaje tiene la intencionalidad de generar un efecto de disuasión.

El problema es que, si elegís la vía del mensaje, lo último que tenés que hacer es eliminar al destinatario, es decir en este caso bajar al Hamás. Porque si le entregás un mensaje al Hamás y después matás al destinatario, en su lugar vendrá otro que no ha recibido ese mensaje, y tendrás que empezar de nuevo: soportar que se sigan tirando misiles, y eventualmente tener que lanzar otro operativo similar. Lo otro que se quiso buscar es que la opinión pública palestina en Gaza presione a su dirigencia hamásica para que se deje de joder. Esto es a mi entender un rasgo de la miopía israelí, porque las opiniones públicas no funcionan así, ni la palestina ni la israelí, ni ninguna otra, pero ta.

El tema de la disuasión sí es más coherente. La idea es que el Hamás, una vez convertido en gobierno, tenga responsabilidad de estado, y sepa el precio que paga por no proteger a la población que gobierna. Esa responsabilidad no la tiene una organización de «resistencia clandestina» en la oposición. De hecho Hamás ha controlado el lanzamiento de misiles casi por completo durante dos años, y en la coyuntura del Medio Oriente dos años no son nada despreciable. Ahora ha soltado las riendas de las organizaciones opositoras, en especial la Jihad Islámica y los Comités de Resistencia. Hay allí elementos de política interna, de relaciones con Irán (que el que está dando las órdenes, por lo menos a la Jihad) creo también de torpedear toda posibilidad de negociaciones con Israel, y quizás incluso de torpedear el intento del Fatah de crear un estado palestino por medio de la ONU en septiembre, en sólo parte de «Palestina». El Hamás quiere todo, y la idea de Fatah de un estado palestino en las fronteras del 67 es para ellos una traición a Allah. Dos años de tranquilidad, en la actual coyuntura del Medio Oriente no son despreciables.

Nabil Shaat (Fatah) está nervioso, pero no sólo contra Israel, él no tendría problema en que Israel aplastara al Hamás y a todos los fundamentalistas, al contrario: con estas acciones de los jihadistas, y las respuestas israelíes, puede estar sintiendo que la maniobra diplomática frente a la ONU se les escapa como agua entre los dedos: la ONU no podría (legalmente) aceptar un estado palestino con milicias paralelas, un gobierno bifurcado e incapaz de controlar el orden público, caos de seguridad, etc. De ahí que intentaran esta reconciliación con Hamás, que a todas luces no les está funcionando.

 

*Jabotito escribió

agosto 21, 2011 a 7:32 am e

Y estos son los “moderados”, nuestros “socios de la paz”. Terroristas de traje y corbata que hablan inglés, pero terroristas árabes al fin y al cabo. “Socios pacifistas” como Nabil Shaath quien declara que Israel “usa los atentados terroristas” como pretexto para impedir un Estado palestino?. Es como que el asesino de tu padre te diga que no uses ese hecho como excusa para no prestarle dinero.

Mucho antes de estos horribles y cobardes ataques yo estaba en contra de darles un Estado. No por motivos ideológicos (no me muero por un “Eretz Israel ha Shlemá”), sino precisamente políticos y estratégicos. Estas declaraciones, además sin ningún tipo de compasión por las víctimas inocentes (sería como increpar en medio de un accidente a un peatón atropellado que se está revolcando en el suelo por haber cruzado mal la calle, sin atenderlo primero y esperar a que llegue la ambulancia, en definitiva mostrar un poquito de compasión humanitaria), es la prueba cabal de que Israel no debe permitirle a semejante liderazgo tener un país soberano a pocos kilómetros de Tel Aviv. No se trata de “los territorios” que tanto obsesiona a la izquierda transnochada del Haaretz, sino de seguridad lisa y llana.

Espero que terminen pronto la barrera de seguridad en la frontera con Egipto, tal como hicieron en Judea y Samaria, pero esta vez que le pongan un cerco electrificado. Hay que poner un límite al traspaso de inmigrantes ilegales, traficantes de droga y terroristas en el sur del país, porque aparentemente esa frontera se está haciendo tan porosa y débil como la de EE UU-México o la Triple Frontera. No se puede confiar en los gobiernos árabes inestables, porque hoy son tus socios y mañana no se sabe…

Lo que no entiendo, quisiera que algún israelí me conteste (preferentemente el autor de este blog), es por qué no terminaron el trabajo que empezaron en Plomo Fundido. Por qué allá por el 2009, cuando se estaba por lanzar la tercera fase de la operación para destruir por completo al Hamás y demás grupos terroristas, le pararon los pies a Yoav Galant bajo la excusa de que “podía ocasionar muchas bajas propias y la comunidad internacional condenaría a Israel”. Ahora van a tener que terminar el trabajo que dejaron incompleto en Gaza en medio de una guerra contra Hezbollah, Siria e Irán que, si no estalla en septiembre, seguramente estallará en la fecha límite (2012)… no falta mucho para la gran colisión.

Terrorismo otra vez, sobre la ciudad

El atentado múltiple en el sur de Israel constituye una fase nueva en la saga del terrorismo palestino, es una secuela de la revolución egipcia y eleva signos de pregunta sobre lo que pasará en tan solo un mes.

Por un lado, como lo dijo la líder de la oposición, Tzipi Livni, la frontera con Egipto ha dejado de ser la frontera de la paz. Por alguna misteriosa razón, Israel decidió no construir una frontera física, llámese cerca, en la frontera entre el Néguev y el Sinaí durante todos los años de «paz fría» con Egipto. Treinta años después, y con el status quo cambiado, ya es tarde. La larguísima frontera con Egipto se ha convertido en un paraíso para contrabandistas, y para «Sinaí Tours», como llaman la Jihad Islámica y el Hamás las posibilidades ilimitadas abiertas ante sí.

Operativamente, un atentado combinado, con por lo menos quince terroristas con un estupendo entrenamiento militar, incluyendo uniformes, armas largas, cinturones explosivos, disciplina de desplazamiento y emboscada, comunicación sofisticada, y ejecución de una operación militar compleja, son la muestra de que el paradigma Hezbollah, con el knowhow iraní, han bajado hacia el sur.

Políticamente preocupa más todavía el silencio de  Mahmud Abbas y Salam Fayad, presidente y primer ministro respectivamente de la Autoridad Nacional Palestina, que controlan Cisjordania. Tal como lo señala Avi Dichter, ex jefe del Shin Bet, en una columna en el sitio Ynet, la pregunta es con qué cara se presentarán ahora ante la ONU dentro de exactamente un mes, para reclamar el reconocimiento de un estado palestino normalizado, unificado políticamente y en paz con sus vecinos. Lo menos que cabría esperar es que condenaran la acción de una formación terrorista satélite de Hamás o tolerada por esta organización, y que garantizaran que sobre los responsables recaería todo el peso de la ley palestina.

Pero el moderado partido Fatah se ha llamado por ahora a silencio. Tal vez es mejor, piensan, esperar hasta que pase la tormenta. Porque lo cierto es que el atentado múltiple perpetrado entre ayer y hoy puede ser leído como un intento de Hamás por torpedear esa jugada diplomática pergeñada por Fatah, a espaldas del Hamás.

Así ha ocurrido, desde los albores del proceso de paz con los palestinos. Ante cada avance por la senda de la paz sobre la base del reconocimiento mutuo, los terroristas, en especial su vertiente fundamentalista, ha buscado torpedear la maniobra por medio de una ola de terrorismo. La primera vez fue en 1996, con la ola de atentados suicidas que acabó dándole la victoria electoral al intransigente Biniamín Netanyahu. Entonces la ola paró, o más bien amainó: Bibi garantizaba que el proceso de paz cesaría si el terrorismo actuaba a fuego lento. No importa si Bibi entendió o no la dinámica, pero ella le sirvió para adjudicarse el éxito en la lucha contra el terrorismo frente a la mano blanda de sus antecesores.

Tampoco importa ahora si el establishment israelí ve en la maniobra de septiembre en la ONU un crimen de lesa diplomacia palestina contra Israel. El Hamás la ve también con ojos negativos, como una nueva traición del Fatah contra los dictados de Allah. Pues, a no olvidarlo, la creación de «un estado palestino en las fronteras de 1967 con intercambio de territorios», como en la fórmula oficial de Obama que tanto escandalizó a la derecha israelí, implica también el definitivo reconocimiento palestino e internacional de la existencia de Israel en todo el resto de la Tierra de Israel, lo que ellos llaman «Palestín». Y eso, para el jihadismo fanático, es una traición al dogma teológico islámico, y su pena es la muerte.

Una contracara de esta lectura, que explicaría también la connivencia del Fatah de Mahmud Abbas, es el intento palestino de arrastrar a Israel a una nueva vuelta de violencia en Gaza, lo que proporcionaría carne de cañón, literalmente hablando, al esfuerzo diplomático palestino en la ONU. La jugada es de un cinismo monumental, pues coloca nuevamente a los propios civiles palestinos otra vez en la mira de los cañones israelíes, para que las víctimas sirvan como irrebatible argumento propagandístico en pos de una votación favorable en la Asamblea General. Hasta ahora han utilizado la técnica con sumo éxito, e Israel ha caído una y otra vez en la misma trampa mortal.

Los próximos días y semanas dirán. Pero si estas lecturas son correctas, el terrorismo y sus represalias, con vistas al 20 de septiembre en la ONU, sólo han comenzado.

El camino a septiembre

Por Marcelo Kisilevski, desde Modiín, Israel*

El último fin de semana en Israel perteneció a la «Flotilla aérea» de los militantes pro-palestinos. Su «media event» fue un éxito resonante, y en eso ayudó la histeria del gobierno de Israel por «esta vez, hacer las cosas bien». El gobierno de Biniamín Netanyahu se reunió, se tomaron decisiones importantísimas, la policía se desplegó en el Aeropuerto Ben Gurión de a miles, 300 activistas fueron frenados en Francfurt y otros aeropuertos, cientos más fueron trasladados al aterrizar con carteles de «Bienvenidos a Palestina» para ser interrogados. Y todo, ante las miradas de los canales de televisión del mundo. Ya. Los activistas podían ahorrar el dinero del pasaje. Misión cumplida.

 Ocurrió tal como en el cuento de Jelem: nevó, y los habitantes pensaron en cómo evitar que el blanco manto se arruinara con las pisadas de los vecinos. Se les ocurrió que uno de ellos pasara por un megáfono por las calles anunciando la decisión de no salir de las casas. Se dieron cuenta del sinsentido: el anunciante mismo estaría pisando la nieve. Entonces tuvieron la idea genial: para que no pise la nieve el heraldo sería portado sobre una plataforma cargada… por cuatro compañeros.

El equipo de Netanyahu, desde Rumania, donde logró el no apoyo de ese país al estado palestino unilateral, de votarse en la ONU en septiembre, trataba de tranquilizar a los críticos: «Si no hacemos nada nos critican; si hacemos, dicen que somos histéricos», se quejaba uno de sus colaboradores.

Una prueba más exitosa rumbo a septiembre parece ser, por ahora, la de la «Flotilla 2», y no importa el grado de incumbencia que tiene Israel en ello. ¿Navegará o no navegará? Desde diversos países se intenta poner paños fríos, una vez que comprendieron que el bloqueo militar a Gaza es internacionalmente legal, y que el intento de quebrarlo es lo ilegal. En Grecia detuvieron a una de las embarcaciones a media hora de haber zarpado sin autorización del puerto. En Turquía intentan disuadir también a los organizadores, a medida que Ankara busca el camino de regreso a las buenas relaciones con Israel. En Irlanda anunciaron que los desperfectos no fueron producidos por el Mossad, sino… por desperfectos. La Flotilla, así, pierde altura. Muchos activistas, agotados, anunciaron que «navegaremos pronto», y regresaron a sus casas.

El examen final, sin embargo, sigue siendo la elevación a la ONU, en septiembre, del pedido de la Autoridad Palestina de ser reconocida como Estado en las fronteras de 1967 en el seno de la Asamblea General. No porque vaya a triunfar. Los palestinos ya saben que legalmente no tienen muchas posibilidades. Incluso el gobierno de unidad nacional ficticio entre Fatah y Hamás no es más que un intento de cumplir uno de los requisitos de la organización de naciones para ser considerada estado, el de un «gobierno único y efectivo». Voces dentro de la ANP, como la del propio primer ministro Salam Fayad, intentan construir una escalera para bajarse de ese alto árbol al que se han trepado: el intento, dice Fayad, echará por tierra toda la buena voluntad creada entre las partes, incluida la cooperación económica y militar entre Israel y la AP. Sin la cooperación en esos dos rubros, todas las mejoras que se registran en Cisjordania, y que la población percibe, serán borradas de un plumazo si Israel les da el portazo. Para la ANP y para los palestinos en Judea y Samaria, será volver a los desérticos, autoritarios y corruptos tiempos de Arafat, advierte, no con esas palabras, Salam Fayad.

Pero Fayad, que habla también de parte del presidente Mahmud Abbas, representa a la tecnocracia cuerda del lado palestino. En cambio, el petardista Saeb Erekat, portavoz del equipo negociador, ya anunció que «nada detendrá a los palestinos en su camino a la ONU».

Entonces habrá crisis. Los palestinos declararán su independencia, una mayoría de los estados miembro aprobarán. En el terreno no ocurrirá absolutamente nada, salvo un posible divorcio entre Israel y la ANP de Abbas, más la frustración de las corrientes palestinas y de la calle politizada. Podría sobrevenir la violencia, quizás una tercera Intifada, con muertos de ambos lados. Las cámaras de televisión del mundo no pararán de filmar, con la consiguiente presión política sobre Israel para mayores concesiones.

Entonces, sobrevendrá un nuevo proceso negociador y, quizás, la creación del estado palestino de modo acordado, que es lo que se les pide ya hoy a los líderes. Ello ocurrirá este gobierno israelí o en el próximo, o en el siguiente.

La pregunta de rigor, entonces, será si hacía falta esta nueva crisis, estos nuevos muertos. El gobierno israelí actual es coherente en su política. Ante el desafío de septiembre, tiene dos opciones: «agachar» y propender a negociaciones, lo cual implicaría aceptar la precondición de congelar los asentamientos en los territorios; o bien, dejar correr, reclutar la mayor cantidad de votos en contra, y apostar a un autofiasco palestino en la ONU, la cual, por tecnicismos, podría rechazar la solicitud de la ANP, que quedaría puesta en ridículo internacional.

Aparentemente, Netanyahu apuesta a esto último, y tiene chances de ganar. El problema es el precio estratégico. Israel, a diestra y siniestra, ya ha aceptado la vía de «dos estados para dos pueblos». No sólo por presión, sino porque la opción a largo plazo es un solo estado, ya sea binacional o de mayoría árabe. La tercera alternativa, el status quo actual, no es sostenible por muchos años más. Una vez adoptada la etrategia de dos estados, el gobierno debería tomar los recaudos para implementar esta política, que ya está en el consenso nacional.

La negativa, debido a la necesidad de defender el ego a nivel interno y externo, el no «agachar» del macho, implicará un camino de colisión hacia un solo estado, lo que llevará al fin de la empresa sionista. Ello estará precedido por boicots internacionales, en un proceso de deslegitimación que inundará también las costas de Estados Unidos de América.

Las sonrisas seguras e irónicas de Netanyahu están muy bien. Pero no son suficientes para hacer política de estado. E Israel, de cara a septiembre, no está seguro en sus manos.

* Publicado en «Ruaj», Buenos Aires, 12.7.2011

Obama: bueno para Israel, malo para Netanyahu

Entrevista en la última gira de conferencias por Sudamérica en el diario «La Capital» de Rosario, 4-6-11, conjunta con mi compañero de viaje, Julián Schvindlerman: 

«Obama le exige mucho a Israel y nada a los palestinos»

La propuesta de Barack Obama de crear un Estado palestino con las fronteras de 1967 (sobre la Franja de Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este) encendió las alarmas en Israel.

La propuesta de Barack Obama de crear un Estado palestino con las fronteras de 1967 (sobre la Franja de Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este) encendió las alarmas en Israel. El primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, rechazó este proyecto de plano, generando uno de los mayores cortocircuitos en años entre Tel Aviv y su aliado EEUU. El periodista Marcelo Kisilevski, quien vive en Israel desde 1992, y el analista político internacional Julián Schvindlerman, ambos de visita en Rosario, opinaron en charla con La Capital sobre las causas y las consecuencias de este inesperado conflicto.

——¿Es posible volver a las fronteras de 1967, como propone Obama?

——Schvindlerman: Israel tiene un problema con esas fronteras, porque las considera indefendibles. Es una nación muy pequeña, del tamaño de Tucumán, rodeada de vecinos: con algunos tiene acuerdos de paz formales, con otros está en estado técnico de guerra y con los palestinos tiene un conflicto que ha sido violento en el pasado. La preocupación tiene que ver con hasta dónde Israel puede hacer concesiones territoriales hacia los palestinos cuando, habiéndose retirado de Gaza y del sur del Líbano, estos territorios terminaron siendo usados como base de ataque contra la nación.

—Kisilevski: El gran problema de Netanyahu es que ya hizo muchos gestos «de izquierda» y no puede hacer más. Congeló la construcción en los territorios (palestinos) por diez meses, algo inédito para un primer ministro del Likud (el partido gobernante, de derecha). De crearse un Estado palestino basado en el intercambio de territorios, el Likud va a tener que evacuar todos los asentamientos que están aislados, y estamos hablando de 140 mil personas, no de 8.000 como en la Franja de Gaza. Por eso Netanyahu tiene dificultad en aceptar una cosa así, y en lugar de fluir con la propuesta de Obama, necesita ir a la confrontación. Además, Obama le exige a Israel volver a las fronteras de 1967, pero, por otra parte no le exige nada a los palestinos, como que renuncien al derecho al retorno de los refugiados, por ejemplo.

—¿Cuáles pueden ser las consecuencias del rechazo de Netanyahu?

—Kisilevski: Yo creo que Netanyahu comete un error. El tenía dos posibilidades: ir al choque con Obama, que es lo que eligió, o aflojar y decir «OK, vamos a dejar que los palestinos sientan que tienen un amigo en Obama», y eso los va a traer a la mesa de negociaciones sin exigir un congelamiento de los asentamientos, porque esto traba el proceso. De esa manera se podría crear un Estado palestino por medio de negociaciones y no por una imposición, que puede ser muy peligrosa. En septiembre, cuando el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmmud Abbas, pida a la ONU que reconozca un Estado palestino, podemos llegar a tener una crisis violenta, y creo que las dos partes, tanto israelíes como palestinos, van a un camino de colisión bastante duro.

—¿Por qué el proceso de paz entre israelíes y palestinos parece estar estancado indefinidamente?

—Kisilevski: Hay hechos concretos que demuestran que tanto israelíes como palestinos no quieren crear un Estado palestino. En caso de crearse ese Estado, Netanyahu va a tener que evacuar a 140 mil israelíes de los territorios de Cisjordania, con lo cual su gobierno caería. Por otro lado, Mahmmud Abbas, si acepta un Estado palestino tal cual está ahora, estaría renunciando a todo el resto de la tierra de Palestina, como ellos la llaman, o la tierra de Israel, como la llaman los israelíes, y estaría renunciando al derecho al retorno de los refugiados palestinos. Eso no lo puede hacer por motivos nacionales y por motivos religiosos, porque estaría reconociendo una soberanía no musulmana sobre tierra sagrada. Es decir que a Abbas le es muy cómodo el statu quo actual, donde no hay un Estado palestino y donde él está mejorando mucho la condición de vida palestina en Cisjordania.

—La Unión Europea (UE) apoya la propuesta de Obama. En ese sentido, ¿Israel queda aislado internacionalmente?

—Schvindlerman: Sí, es una realidad. De todas maneras Israel ha estado gran parte de su existencia aislado, a contrapunto de una opinión mayoritaria en Naciones Unidas y en la UE. Tradicionalmente EEUU fue una especie de protector diplomático de Israel. Pero cuando Obama pareciera sumarse a la posición convencional de los europeos, esto no puede menos que fomentar una sensación de aislamiento israelí. Obama no está siendo sabio en este sentido: lejos de garantizar a Israel la confianza y la protección norteamericana en estos llamados «riesgos por la paz», lo que hace es radicalizar más la posición israelí, con una imposición que hasta el momento los israelíes sólo la escuchaban de los árabes, los palestinos y los europeos.

Los augurios de Ahmadineyad

El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, auguró la destrucción de Israel y la decadencia Estados Unidos en un “futuro próximo” durante un acto público. “Estoy seguro de que la región será pronto testigo del colapso de Israel y Estados Unidos”, dijo Ahmadineyad ante el sepulcro del ayatolá Ruhollah Khomeini.

En su intervención, Ahmadineyad acusó a Israel de ser el principal motivo de la inseguridad regional y global, y culpó a la administración estadounidense de Barack Obama por apoyar al Estado judío. En 2005 el presidente iraní recibió condenas internacionales al sostener que el Estado de Israel debía ser “barrido del mapa”, o sacado de Medio Oriente y trasladado a Europa o Norteamérica.

Abbas con el Papa. Las “legítimas aspiraciones” palestinas de un “Estado independiente” deben ser posibles, afirmó el Papa Benedicto XVI al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, en el Vaticano. Durante la audiencia se deslizó también que Israel y el futuro Estado palestino deben “vivir seguros” y que el conflicto debe tener una “solución justa y duradera”.

Bibi y Abbas, dos líderes en el freezer

Uno de los problemas graves para desempantanar las negociaciones entre israelíes y palestinos es, una vez más, el estancamiento de sus líderes. Ni el primer ministro israelí Biniamín Netanyahu, ni el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, están en condiciones político-mentales de crear un estado palestino.

El premier israelí ha efectuado un serio viraje hacia la izquierda durante su actual gestión, por lo menos con tres medidas. Primero: en su discurso de Bar Ilán declaró que aceptaba la fórmula de dos estados para dos pueblos. Por decir mucho menos, a saber, que el Likud debía prepararse para la realidad de un estado palestino, Ariel Sharón perdió el liderazgo del Likud. En Bar Ilán, a sus aliados en ese partido y en el gobierno no se les movió un solo pelo cuando Bibi, que le había hecho la guerra a Sharón por pronunciar las palabras prohibidas, aceptó la fórmula. En procesos políticos, no es recomendable minimizar los virajes discursivos de los líderes.

Segundo, tal como lo anunciara en el mismo discurso, Netanyahu decidió el congelamiento de la construcción en los territorios de Cisjordania por diez meses. Tampoco es poca cosa. Los palestinos, que descalificaron la acción indicando que faltaba extenderla a Jerusalem, desaprovecharon la oportunidad de volver corriendo a la mesa de negociaciones y cerrar trato. Como veremos, esto no es casual.

Se puede anotar una tercera medida, aunque esto depende de las lecturas. En su discurso en la Knesset antes de rumbear para Estados Unidos a su duelo de discursos con el presidente norteamericano Obama, Netanyahu volvió a decir «estado palestino» y rompió otro tabú del Likud al decir: «bloques de asentamientos». Es cierto que no innovó: ya lo había dicho Sharón y también Ehud Olmert. Pero ambos estaban ya en Kadima. La fórmula «bloques de asentamientos» implica la anexión de los tres bloques ya prometidos por el presidente George Bush (hijo) en una carta a Ariel Sharón: Gush Etzión, Maalé Adumim y la ciudad de Ariel y alrededores.

Pero decir «bloques de asentamientos» implica también su contracara: la disposición a evacuar todos los demás asentamientos que no se hayan en dichos bloques. Se trata de la evacuación de 140.000 colonos de los territorios, nada menos. Al bajarse del estrado, se le acercó preocupada la diputada Tzipi Jutubeli (Likud) a pedirle explicaciones. Netanyahu le respondió: «Hay muchas maneras de definir la palabra bloques»… Pero lo dicho, dicho está.

Bueno para Israel, malo para Netanyahu

No es probable que Netanyahu pueda hacer más. No quiere ni puede. Para él, cerrar el trato al que ya comprometió a su gobierno y al Estado de Israel todo implica dos cosas: la capitulación de todas sus banderas y, por ende, la caída de su gobierno. Netanyahu no tiene ninguna intención de terminar así su carrera política, sobre todo cuando, con una coalición más estable que nunca, no le hace falta. Su escándalo por las palabras de Obama, que no hicieron más que oficializar lo que ya se viene hablando hace cerca de cuatro gobiernos israelíes, parece más una táctica de frenar un proceso del que está perdiendo el control, que una reacción sincera a una propuesta de paz que él mismo ya aceptó en rasgos generales.

Por eso, el discurso de Obama es bueno para Israel, pero es malo para Netanyahu. En el famoso discurso, Obama trazó líneas para un futuro estado palestino «basado en las líneas de 1967 con intercambio de territorios». Todos los demás elementos de su discurso fueron favorables a Israel. Pero la oficialización de la fórmula -ya que no la innovación, pues fue meramente la primera vez que lo dice oficialmente un presidente estadounidense- tuvo como objetivo algo muy concreto: el mensaje a los palestinos de que tienen en él a un mediador imparcial que puede pararse en el medio de ambas partes sin mostrar preferencias.

Pero esto, agregado al intento por disuadirlos de jugar la carta de la declaración en la ONU en septiembre, o de llegar incluso al Consejo de Seguridad, que colocaría a Estados Unidos en la incómoda posición de tener que emitir un nuevo veto. Se los dijo de frente: «Acciones simbólicas para aislar a Israel en las Naciones Unidas en septiembre no crearán un estado palestino… Y los palestinos nunca concretarán su indepenencia negando el derecho de Israel a existir». También calificó la reconciliación entre Fatah y Hamás «un obstáculo para la paz». Una vez más, se trata de una jugada a favor, y no en contra de Israel.

La fórmula de «intercambio de territorios» ya es vieja. Lo había ofrecido ya Ehud Barak en Camp David en el año 2000. Lo dijo también Sharón, si bien prefería ocho bloques de asentamientos a ser anexados a Israel y no tres, como le garantizó Bush. Lo propuso Olmert, incluso, en un mapa que, sin embargo, rehusó entregar a Abbas. Y ahora lo dice Netanyahu en la Knesset. Es más: su aliado Liberman también adhiere, cuando propone que los mentados intercambios incluyan zonas pobladas.

Pero una vez más, en lugar de contemporizar y «fluir» con Obama, Netanyahu prefiere la vía de la confrontación, y la razón es sencilla: la dinámica desatada obligaría a Netanyahu a pagar la factura de sus propios discursos, pronunciados para liberarse de las presiones de afuera y de adentro. Lo obligan a atenerse a tiempos políticos que no son los suyos. Y Netanyahu, ya lo dijimos, es incapaz de dar más. No en este mandato. Sobre todo cuando él también está por entrar en año electoral, y necesita desesperadamente tomarle la delantera a Liberman como líder de la derecha. Para ello debe volver a jugar la carta del miedo, de las «fronteras indefendibles» y de «el mundo está contra nosotros, ahora también la Casa Blanca».

El estado palestino que los palestinos no quieren

Los palestinos no están en una posición mejor. Mahmud Abbas y la Autoridad Palestina tampoco quieren crear un estado palestino, a pesar de que los esfuerzos de este año por reclutar el apoyo a una declaración unilateral de independencia parezcan indicar lo contrario.

A Abbas el status quo le es muy cómodo. Después de la muerte de Yasser Arafat en 2004, ha emprendido un camino mucho más moderado que su antecesor, con una política de caras a la gente en la calle palestina, resolviendo problemas puntuales en la administración civil, invirtiendo el dinero recibido de los países donantes y de impuestos en infraestructuras, salud, empleo, vivienda y educación. Ha surgido en Cisjordania una clase media y una cultura del tiempo libre. Ramallah y su vida nocturna son la Tel Aviv palestina, cerveza incluida. Abbas no será recordado como un líder de masas, sí como un buen gestor para su gente.

Pero la creación de un estado palestino cambiaría para él todo el guión. Una entidad estatal limitada a Cisjordania y Gaza, incluso con Jerusalem como su capital, implicará una renuncia que no podra hacer: a todo el resto de la denominada Palestina, que incluye a los territorios y a todo Israel, por un lado, y al derecho al retorno de los refugiados palestinos a sus casas en Israel, por el otro. Su pena, por aceptarlo, podría ser la ejecución sumaria por traición. Véase el caso Anwar El Sadat.

¿Qué quiere entonces Abbas? ¿Por qué sus denodados esfuerzos por el reconocimiento del mundo a un estado virtual en septiembre en la ONU, que a todas luces no producirá cambios en el terreno? Desde esta lectura, lo único que pretende Abbas en este momento es una presión seria internacional sobre Israel para que se atenga a congelar la construcción de viviendas en los territorios, y que se siente a la mesa de negociaciones, que deben durar, si por Abbas fuere, por siempre jamás.

Así, el único que parece estar deseoso de un estado palestino parece ser Barack Obama. El único problema es que la aguja del reloj político no corre ni a la velocidad de Netanyahu ni a la de Abbas. Septiembre se acerca, las juventudes palestinas podrían organizarse a través de facebook (indeseable para Israel, pero también para Fatah y Hamás, que se han reconciliado para neutralizar la amenaza de una revolución a la El Cairo), y con la declaración en la ONU podríamos tener una nueva crisis de violencia, quizás una nueva Intifada.

Después de ella, habrán pasado meses, quizás años y muchas muertes innecesarias, se volverá a negociar, a partir del mismo punto exacto en que las tratativas fueron interrumpidas. Parece que así son las cosas por aquí.

 

 

 

Desafíos y oportunidades en el nuevo Medio Oriente

Por Marcelo Kisilevski*

Hasta que no se estabilice el volcán que todavía ruge en el Medio Oriente, no será posible medir las consecuencias que esta erupción histórica tendrá para Israel. Estas podrán ser positivas, negativas y combinadas, y las acciones que emprenda este país pueden reducir los riesgos y potenciar las oportunidades. No queda claro, sin embargo, qué panorama (o qué canal) está viendo el actual gobierno israelí.

El gobierno de Tantawi en Egipto ha declarado que cualquier gobierno que surja en el actual proceso de democratización respetará los acuerdos firmados con Israel. Esta es la principal preocupación en Jerusalem, y el gobierno ha hecho bien en mantener un silencio de radio prácticamente total en lo que va de las revueltas.

Pero el punto no está asegurado. Un 77% de los egipcios ha votado a favor de las reformas, que implican el llamado a elecciones abiertas, una presidencia de 4 años con una sola posibilidad de reelección, entre otros puntos.

Sólo que, de los grupos opositores, el grupo fundamentalista Hermanos Musulmanes es el mejor organizado. Llegaron a un acuerdo con Tantawi para su relegalización e, incluso, la restitución de cuantiosos fondos congelados durante años por el gobierno de Mubarak, que los ha sabido mantener a raya por décadas. Ahora, los Hermanos han anunciado que no postularán un candidato presidencial propio, pero sí participarán en los comicios parlamentarios. No hay sondeos de intención de voto, pero el grupo, que se ha fortalecido mucho en esta revolución, podría tener un peso decisivo en el parlamento egipcio y signar desde allí el destino del acuerdo con Israel, al que detestan.

Este acuerdo, en efecto, es visto por la calle egipcia como uno de los signos de la corrupción del régimen de Mubarak, lo cual se reflejó en la última interrupción del suministro de gas a Israel. Esto, y los Hermanos Musulmanes, padres ideológicos del Hamás en los territorios palestinos, y de la Jihad Islámica en todo el Medio Oriente, siguen siendo factores de cuidado para Israel.

En Jordania, el rey Abdallah pertenece a la tribu Hashemita, descendiente de la dinastía de Mahoma en persona, lo cual le vale cierta popularidad y prestigio. Pero los Hermanos Musulmanes, que allí se llaman Frente de Acción Islámica, rechazaron la propuesta del nuevo primer ministro jordano, Maaruf Batith, de participar en una comisión reformadora. En Jordania en general hay una fuerte oposición al acuerdo de paz con Israel, liderada por los Hermanos Musulmanes y los sindicatos de trabajadores. Con manifestaciones masivas, sobre trasfondo del congelamiento en el proceso de paz con Israel, buscan hacer tambalear el trono de Abdallah.

El tema israelo-palestino prácticamente desapareció de los titulares en la prensa mundial. Más significativamente, desapareció también de la prensa árabe. Aquí y allá, como en el Yemen, los mandatarios jaqueados intentaron jugar la carta de Israel, acusándolo de estar detrás de los desmanes, pero las opiniones públicas árabes no compraron. El continuado bloqueo, la reapertura del paso de Rafah, el malestar de las masas en la Franja de Gaza, dejaron de ser relevantes para los medios a la hora de seguir los procesos en el mundo árabe. Los jóvenes que manifiestan en la Plaza Tahrir, en El Cairo, también en Siria, Yemen y Bahrein, están más preocupados por su falta de futuro, el estancamiento económico, la falta de libertades y la violación a los derechos humanos, que por la construcción israelí en la Margen Occidental.

Probablemente con eso tenga que ver la escalada de violencia en las últimas dos semanas. La organización fundamentalista Hamás en la Franja de Gaza intenta recuperar la pantalla perdida, y para ello vuelven a escalar el lanzamiento de misiles, Qassam y Grad, estos últimos suministrados por Irán. Con un nuevo proyectil, lograron mejorar su capacidad de puntería, al dar de lleno en un autobús escolar israelí lleno de niños.

En la Margen Occidental, en tanto, el panorama es bien diferente. Los intentos de instigar una tercera intifada en mayo, «a la El Cairo» desde facebook, no parece levantar vuelo, según lo mostró un relevo del Canal 2 de la televisión israelí. Si bien «nunca se dice nunca» en el Medio Oriente, en Ramallah y demás ciudades se ha comenzado en los últimos años un proceso de construcción del futuro estado palestino. La calidad de vida de la gente está mejorando, crece paulatinamente el empleo y la cultura del tiempo libre.

Al punto tal, que el Banco Mundial ha indicado hace una semana que, desde un punto de vista estrictamente económico, los palestinos, siempre en Cisjordania, están listos para tomar las riendas del estado en ciernes. Dadas esas circunstancias, una intifada en estos momentos no sería una buena apuesta. La mejor prueba tuvo lugar ya en 2009, durante la operación Plomo Fundido: si ese fulminante ataque israelí en Gaza no desató entonces la tercera intifada de sus hermanos en Cisjordania, significa que hay una interna bien abierta entre los dos bloques palestinos, y que del lado de Mahmud Abbas y el Fatah, la gente interpreta que tiene mucho más para perder que para ganar, de decidir volver a empuñar piedras y cinturones explosivos.

Hasta ahora, en los hechos, la influencia cairota en la Autoridad Palestina se manifestó en la forma de un nuevo movimiento, el «15 de marzo», de jóvenes que se autoconvocaron vía facebook a manifestar –y lo hicieron con mucho éxito de asistencia- por la reunificación de Cisjordania y Gaza y, en una segunda etapa, por el fin de la ocupación israelí. Ni Fatah ni Hamás sienten simpatía por este grupo no violento y no alineado. Por ello, Mahmud Abbas lanzó una iniciativa de reconciliación con Hamás, para un gobierno de unidad nacional y un llamado conjunto a elecciones, pero el plan fue vetado por Hamás-Damasco. En septiembre, la ONU podría deliberar sobre la creación de un estado palestino en las fronteras de 1967, con una aprobación internacional masiva, tal como ya lo prometieron numerosos países latinoamericanos, entre ellos la Argentina.

Ante esta situación de incertidumbre, Israel haría muy bien en recuperar la iniciativa, y neutralizar el frente palestino para poder dedicarse a asegurar las defensas frente a Egipto y, sobre todo, frente a Irán. En este caso, neutralizar no significa reprimir, sino, por el contrario, ejecutar los principios de la propia doctrina israelí de seguridad. A saber, lo que viene diciendo siempre Israel: que en el momento en que los palestinos abandonen el terrorismo como base de su accionar, Israel estará dispuesto a tender su mano de paz, y a firmar «mañana mismo» el acuerdo.

Pero el gobierno actual se ha llamado a parálisis. Le es muy cómoda a Biniamín Netanyahu la situación actual: en Cisjordania no disparaban desde hace ya años –sólo cabe esperar que los atentados en Itamar y en la Estación Central en Israel no hayan signado el cierre de esa ventana de oportunidad- y el Hamás está aislado en Gaza. La Fuerza Aérea responde sin problemas, y la nueva maravilla, el sistema Cúpula de Hierro, intercepta exitosamente los misiles palestinos más peligrosos. La construcción en los territorios empieza a recobrar vida, y la coalición, en este estado de cosas, está más estable que nunca.

¿Por qué habría un primer ministro en su sano juicio, cuyo objeto principal es llegar al fin de su mandato sin haberse caído del sillón, de cambiar el status quo? Las amenazas que plantea el nuevo Medio Oriente en gestación, que no son pocas, bien podrían llenar una exitosa campaña electoral del Likud. Las oportunidades, en cambio, se transmiten, en lo que a Bibi Netanyahu y el Likud respecta, por otro canal.

* Publicado por Nueva Sión, http://www.nuevasion.com.ar/articulo.php?id=5351, 26.4.11. El artículo fue escrito antes del acuerdo de unidad nacional entre Fatah y Hamás. 

Cómo no defender a Israel

Por Carlo Strenger – Haaretz, 22.9.10

Deberíamos estar contentos. Luego de más de medio año de rodeos, el Ministerio de Diplomacia Pública (Hasbará) y Asuntos de la Diáspora ha lanzado la versión en inglés de su sitio Masbirim (Esclarecedores), que apunta a proveer a aquellos que quieren responder a los detractores y enemigos de Israel con material para defender a este país. ¡Qué idea maravillosa! Finalmente contamos con las municiones que nos permitirán, de una vez y para siempre, contrarrestar a todos los críticos de Israel.

Veamos pues el contenido del website. El mismo parte de la suposición de que la gente ignorante en el mundo piensa que Israel es un país atrasado, donde la gente se traslada montada en camellos, y explica orgullosamente que Israel es pletórico en automóviles, que los israelíes no cocinan en primitivas parrillas, ni que comen sólo falafel.

La sección que pretende derribar mitos sobre Israel ofrece abundante «información». Se nos dice que la Línea Verde ha sido inflada más allá de toda proporción, y que los asentamientos no son de ninguna manera un obstáculo para la paz. El problema real es que los árabes no aceptan en absoluto a Israel. El problema, parece insinuar el sitio web, es que Tel Aviv no es menos que Elon Moreh (asentamiento en Cisjordania, N. de T.), pues los árabes sencillamente no aceptan la existencia de Israel. Más aun, así se nos dice, Israel no tuvo nada que ver con el origen del problema de los refugiados palestinos.

Todo el proyecto Masbirim está basado en la falsa premisa de que defender todo lo que hace Israel es una manera efectiva de representar los intereses y asuntos de este país. El Ministro Edelstein podría saber ya que esto no funciona, nada más revisando la excelente información recogida por el proyecto Israel Branding del Ministerio de Relaciones Exteriores. Uno de los hallazgos más importantes es que en el mismo momento en que los voceros israelíes asumen una posición esencialista, según la cual Israel tiene razón en todo y jamás comete errores, pierden a su audiencia automáticamente.

Los siguientes son algunos consejos para la gente que quiere generar empatía hacia Israel, que no costarán al contribuyente israelí un centavo, debido a que se basan en datos sólidos por los que ya han pagado. El proyecto Branding Israel ha mostrado que la élite juvenil global es el público más importante al que debemos dirigirnos.

No piensen que están todos mal informados, ni piensen que son estúpidos. No tienen ninguna de las malas persepciones que el Ministerio de Hasbará les imputa. Tienen una sola preocupación primordial: piensan que la ocupación de los territorios palestinos y la construcción de asentamientos en los territorios es indefendible; que el acoso a los palestinos en la Margen Occidental y el bloqueo en Gaza es inmoral; y que Israel utiliza a menudo fuerza desproporcionada, como lo hizo en el operativo Plomo Fundido. No están para nada preocupados por si utilizamos más camellos que automóviles.

Mi sugerencia es: no traten de venderles patrañas. Nunca se rebajen al nivel de los peores detractores de Israel. Nunca mientan, y nunca distorcionen los hechos. Nunca utilicen frases propagandísticas huecas; perderán su credibilidad en el preciso momento en que lo hagan.

En lugar de ello, traten de de hacer a Israel humanamente inteligible. Señalen que la mayoría de los israelíes desean una solución de dos estados, pero que una serie de eventos, desde la segunda Intifada, al bombardeo del sur de Israel luego de la retirada de Israel de la Franja de Gaza, ha decepcionado profundamente a los israelíes; que éstos tienen temores bastante justificados de que una retirada de la Margen Occidental podría conducir al bombardeo de la zona central de Israel; y que son bastante reacios a correr riesgos por la paz después de estos traumas.  

Hablen acerca de los temores y los errores de Israel; de la parálisis de su sistema político; del hecho de que los israelíes tienen problemas para elegir a un primer ministro que no exude un duro machismo, debido a que temen los muchos peligros reales que los rodean. Díganles que los israelíes a menudo no pueden desentenderse por más tiempo de los muy reales peligros de Hezbollah y Hamás por un lado, y del Fatah y otros árabes moderados por el otro, porque vivir en Israel puede ser bien traumático.

Se encontrarán con que la gente estará dispuesta a escucharles. Yo vivo esta experiencia una y otra vez. A menudo escribo en The Guardian, un diario que no es precisamente pro-israelí. La mayoría de los comentarios son considerados (aun cuando siempre van a haber algunos groseros). No siempre aceptan mis argumentos, pero en general aprecian los intentos de proveer un análisis equilibrado y no ideológico.

Mi experiencia con otros medios europeos es similar: los periodistas me dicen que están absolutamente hartos de los voceros oficiales israelíes; sienten que éstos los llenan de propaganda vacía, y no creen una palabra de lo que escuchan. Pero se interesan inmediatamente cuando les explican qué difícil es la situación de Israel en términos humanos. Estarán dispuestos a escuchar explicaciones acerca de las cosas inaceptables que Israel hace, si comparten su experiencia aquí, en lugar de hablar con slogans propagandísticos, más típicos de regímenes totalitarios.

Díganles que están preocupados por el aumento del odio hacia Israel; díganles que son críticos de muchas de las políticas de Israel, pero que sienten que muchos detractores siemplemente no advierten que la sombra de la muerte pende sobre Israel todo el tiempo, y que muchos de los temores de Israel son, desafortunadamente, bastante reales.

Si quieren que la gente entienda a Israel, lean a Amos Oz y David Grossman. Ellos son mucho mejores embajadores de Israel. Y por último: si se sienten dolidos por los errores de Israel, no tengan miedo de compartirlo. La mayor parte de sus interlocutores prefieren la imperfección humana a una engreída arrogancia.

Traducción: Marcelo Kisilevski

Netanyahu, la plataforma doble y el offside

Bibi, entre la mano dura y un horizonte de paz

En muchos ámbitos he explicado la «Ley de la Plataforma Doble» que rige en Israel. El principio indica que ningún líder puede ganar los comicios en este país si no se maneja en base a dos lineamientos electorales y gubernativos paralelos: por un lado, mano dura sin concesiones contra el terrorismo palestino; por otro, un horizonte de paz negociada.

El descubridor de este principio, que en los últimos 15 años, desde los Acuerdos de Oslo, parece haber funcionado como la ley de la gravedad de Newton, no es otro que el actual premier, Biniamín Netanyahu. Con genialidad política, triunfó en las elecciones de 1996, contra Shimon Peres, candidato laborista post magnicidio de Rabin, con su famoso lema: «Osim Shalom Batúaj», «Hacemos una Paz Segura». «Haremos la paz», decía, «pero no al precio de arriesgar la seguridad de nuestros ciudadanos.

Así, Peres perdió por apuntar a un solo término de la ecuación, cuando tanto él como Rabin antes de su asesinato, llamaban a las víctimas del terrorismo «víctimas de la paz». La gente dejó de «comprar», en especial ante la ola de atentados suicidas de 1996, y le pasaron la batuta a quien lo había captado, Biniamín Netanyahu. Ariel Sharón, el emblemático «archi-derechista», ganó las elecciones en 2001 mirando a la cara de la gente y anunciándole que habría «concesiones dolorosas» (el término de la mano dura en la ecuación no necesitaba explicitarlo: él la encarnaba).

Pero Sharón comenzó a caer en popularidad cuando aplicó sólo la mano dura en su gobierno, intensificando la política de las «liquidaciones selectivas», dando muerte, entre otros, al líder espiritual del Hamás, el jeque Ahmad Yassin, y a su lugarteniente, Abed El Aziz Rantisi, una semana después. Por aquel entonces, se había lanzado el «Acuerdo de Ginebra», un pacto virtual sin validez, de políticos de segunda línea israelíes y palestinos. Esto -y otros factores, como los casos por corrupción que pendían sobre su cabeza- dejó a Sharón en offside y fue cuando decidió recordar a la gente lo de «concesiones dolorosas», y lanzar el «Plan de Desconexión», concretado en 2005. Su popularidad volvió a estabilizarse.

Pero la Desconexión había sido el puntal de la plataforma de su adversario en esos mismos comicios, el olvidable y olvidado Amram Mitzna, del Laborismo. Él había prometido explícitamente: retirada unilateral de la Franja de Gaza en el lapso de un año y construcción de una Cerca Separadora. Pero Mitzna perdió miserablemente, porque fue percibido como demasiado blando al faltarle el otro plato en la balanza: mano dura contra el terrorismo palestino.

Netanyahu volvió a vencer en 2009 con otro soundbyte doble: «Si dan, recibirán; si no dan, no recibirán». Y así sucesivamente, la «Plataforma doble» debe ser manejada con virtuosismo por el político israelí si quiere gobernar una sociedad israelí que se debate en el dilema mesoriental, que quiere seguridad, pero que también entiende que la paz por medio de un pacto con sus enemigos es la única salida, aunque parezca imposible, y están dispuestos a pagar el precio.

El desafío de Abu Mazen

Con vistas al encuentro entre el premier israelí Biniamín Netanyahu y el presidente norteamericano Barack Obama esta semana, el titular de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Mahmud Abbas (Abu Mazen) presentó al enviado norteamericano al Oriente Medio, George Mitchell, su propuesta de paz con Israel, que no se diferencia mucho del viejo Plan Clinton, pero sí, quizás, presenta un tono más apaciguado, buscando probablemente hacerse más potable para la opinión pública israelí.

Abu Mazen propone la creación de un estado palestino según las fronteras de 1967, con modificaciones. Y pone el acento en la aceptación de los reclamos israelíes: renuncia a los bloques de asentamientos: Gush Etzion, Pisgat Zeev, Maalé Adumim, Ariel. Reclamo de un 2,7% de territorios a cambio, a ubicarse en el sur del Monte Hebrón, es decir, al sur de Cisjordania, además del Paso Seguro entre Cisjordania y la Franja de Gaza. En Jerusalem se repite el Esquema de Clinton: Jerusalem Oriental fuera de la Ciudad Vieja, será la capital palestina. En la Ciudad Vieja: el Barrio Cristiano y el Musulmán serán palestinos, el Barrio Armenio y el Barrio Judío serán israelíes. La Explanada del Muro y el Muro mismo, serán israelíes (novedad, porque hasta ahora los palestinos lo consideraban parte de la Explanada del Monte de Al Aqsa), y habrá libertad de culto para todas las religiones en todos los lugares santos. Esto debería ser también una obviedad, pero los palestinos jamás lo habían mencionado y, además, es significativo como gesto, teniendo en cuenta que, en realidad, no habría lugares santos del judaísmo bajo su jurisdicción en Jerusalem, aunque sí cristianos.

En cuanto a la seguridad, Abu Mazen suena revolucionario: fuerzas no palestinas, sino de la OTAN, serán responsables últimos por la paz en la zona; Israel se retirará totalmente, poniendo fin a la ocupación. «Nosotros obtendremos soberanía, Israel obtendrá seguridad», dijo. Recuerda con ello la solución que destrabó las negociaciones con Egipto por el Sinaí: desarme de la península por un lado, soberanía egipcia, con honor y banderas, por el otro.

Hace una semana, Abu Mazen había dado un paso previo al reunirse con seis cronistas políticos de diversos medios israelíes para decirles estas cosas, apuntando al corazón de los israelíes, y reclamaba a Israel que, en el marco de  conversaciones directas, las negociaciones se reanudaran desde el punto en que se habían interrumpido con el gobierno anterior de Ehud Olmert. Según Abu Mazen, todos estos puntos habían ya sido acordados entre ambos líderes si bien no se había firmado papel alguno, y no es razonable, dijo, que con cada cambio de gobierno en Israel haya que retornar a fojas cero. No queda claro cuánto de estos y otros detalles no conocidos habían sido aceptados por Olmert, y sus allegados ya se apuraron a aclarar que habían quedado muchos puntos de desacuerdo.

Como quiera que sea, el marketing pacificador agresivo de Abu Mazen pone a Netanyahu ante un nuevo desafío. Por un lado, sus acciones han puesto de relieve el lado duro de la ecuación por él descubierta y lo han colocado, como antes a Sharón, en offside ante la opinión pública israelí, por no hablar de la internacional. Por otro, su reducido margen de maniobra coalicionaria le impide por el momento lanzar su propia propuesta de paz, y se ve obligado a actuar por reflejo y por reacción. La reducción del bloqueo a Gaza es el efecto colateral de la «Flotilla de la Libertad». La reanudación de las conversaciones de paz también lo serán. De la Flotilla y de la iniciativa de Abu Mazen.

Quizás está bien que así sea, como ya hemos dicho antes. La paz con la ANP versión Cisjordania -para aislar a Hamás en Gaza- es un interés israelí, y a Netanyahu no se le escapa. Si hay presiones, podrá decir a Avigdor Liberman y sus demás amigos a su derecha, lo que ya les dijo antes: «No quedó más alternativa». Lo hizo con el retiro del bloqueo, y con su declaración de Bar Ilán, de aceptación de la fórmula de «dos estados para dos pueblos».

La oportunidad es tentadora: el «conflicto árabe-israelí» que, de un tiempo a esta parte, se va convirtiendo en «conflicto palestino-israelí» (faltaría hablar con la Liga Árabe de su propuesta de 2002, y luego la paz con Siria), podría reducirse aun más, a un «conflicto Gaza-israelí».

Para ello, sin embargo, Bibi deberá cruzar una línea roja, la de una eventual concesión en Jerusalem, y Abu Mazen se cuidó por ahora de no mencionar el tema del derecho al retorno de los refugiados. Por un lado, no le hace falta su ala derecha para poner el freno: el propio Netanyahu no acepta modificaciones en el status de Jerusalem. Pero por otro, Kadima y otros partidos ya le han prometido un colchón de seguridad, para que no se caiga de su sillón si las presiones se vuelven insoportables.

Para Bibi, la realidad le va cerrando las pinzas, y le va llegando la hora de volver a reeditar la «Plataforma doble», que tantas satisfacciones le ha dado en el pasado.