Caso Ghattas: así funcionan los titulares, Sr. Lapid

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Por Marcelo Kisilevski

Lapid puede tener una mejor idea de cómo tratar al diputado de la Knesset Basel Ghattas sospechado de colaborar con terroristas. Pero Netanyahu tiene mejor idea de cómo tratar a la opinión pública.

Esto no es una lección de política, sino de medios. Observe el lector cuántas palabras lleva a continuación hacer quedar bien a Lapid. A Netanyahu le lleva solo una: «izquierdista», para referirse a Lapid.

No es secreto que Yair Lapid, líder del partido Yesh Atid (Hay futuro), ha estado adoptando posturas de derecha que puedan competir en una futura elección por la primera magistratura del país contra el por ahora imbatible Biniamín Netanyahu. Éste, por su parte, ha encontrado una manera de bloquearlo ante la opinión pública.

Esta semana la policía ha anunciado que sospecha que el diputado Basel Ghattas, de la Lista Árabe Unificada, habría contrabandeado celulares a terroristas presos de alta seguridad en una cárcel israelí, junto con delicada información de seguridad. El operativo de seguimiento habría tenido lugar durante meses, y habría involucrado escuchas a llamadas de terroristas que nombraban a Ghattas como el responsable de llevarles el material. Siguieron al miembro de la Knesset en su visita a dos de ellos, y luego catearon a los dos visitados, hallando el material prohibido.

Inmediatamente empezó el buzz mediático, los diputados de la derecha comenzaron su danza de linchamiento político, y surgieron los llamados en el gabinete a activar la ley de destitución de la Knesset, aprobada hace poco para casos como el de la diputada árabe Janin Zuhabi. Según la ley, para lograr el tratamiento del caso bajo dicha ley harían falta 70 firmas de diputados, con la condición de que 10 de ellos sean de la oposición.

Lapid anunció que no estamparía su firma en el formulario (aunque negó que hubiera ordenado a sus diputados no firmar), y explicó que tenía otra idea mejor: que el Asesor Letrado de la Knesset gestionara el retiro de la inmunidad parlamentaria de Ghattas, posibilitando que este sea sometido a juicio sin más dilación.

Pero Netanyahu, rápido como el rayo, se quedó con la primera parte de la postura expresada por Lapid: que «se opone a la destitución». Dijo: «Me desepciona pero no me sorprende. Porque Lapid es un izquierdista que lidera un partido izquierdista; el electorado ya dará su postura». Porque Netanyahu entiende el juego, y sabe perfectamente que Ghattas es solamente una ficha en el tablero. La seguridad de Israel está también, pero después.

Lapid intentó desprenderse de la Llave Nelson: «¿De veras? -reza el comunicado del partido Yesh Atid- ¿Por qué no se dejan de molestar con ese truco gastado? Primero lo llamaron a Bennet (Hogar Judío) izquierdista, luego a (Avigdor) Liberman, a (Moshé) Buggy Yaalón, e incluso al Jefe de Estado Mayor Aizenkot izquierdistas. ¿Ahora también a Lapid izquierdista? Es un truco estúpido y patético».

Más temprano había explicado Lapid: «Si las sospechas contra Ghattas se confirman, hay que suspenderlo de la Knesset. Para acelerarlo he acudido al Asesor Letrado para que actúe de inmediato para retirar la inmunidad parlamentaria de Ghattas».

Para él, la iniciativa que se cocina en el gabinete es «estúpida». «He escuchado también que hay una iniciativa para activar la ley de destitución. Discúlpenme, pero es una iniciativa idiota. Así no se lucha contra alguien que colabora con el terrorismo. Llevará tres años de procedimientos judiciales y trabará cualquier otro proceso. Si Ghattas hizo lo que se sospecha que hizo, es un traidor miserable que debe estar en la cárcel, y no pasear por el mundo por los próximos tres años contando el cuento de que lo persiguen políticamente».

Explicación contundente si las hay. Tiene un pequeño problema: el titular que él ha creado para los medios con sus propias manos lo es más aún: Lapid no apoya la «destitución». «Izquierdista», remata Netanyahu. Jaque mate.

 

Lo que le hace Hamás a Gaza

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Parte de la ciudad subterránea de Hamás, que se extiende también hacia suelo israelí. Los habitantes gazatíes, cuya emergencia habitacional crece, pueden esperar.

¿Qué hace la Autoridad Palestina con el dinero de los países donantes? ¿Qué hace Hamás para proteger a su población en Gaza? ¿Qué hacen ambos para evitar el próximo estallido social en Gaza y el subsecuente enfrentamiento cíclico con Israel?

Como todos los años, también en 2016 se prepara Tzahal para otra vuelta de violencia en Gaza el próximo verano (del hemisferio norte). Así comienza el análisis de Alex Fischman en Yediot Ajaronot del 22.2.16. Nadie sabe el momento exacto o cuál será el disparador, pero todos tienen claro que el ritual casi anual es una realidad obvia. Y no es solo una forma de pensar israelí.

Los habitantes de Gaza que salen de la Franja y se encuentran con israelíes dejan la impresión de que el fatalismo gobierna también al otro lado. Desde su punto de vista, el enfrentamiento militar es casi seguro. También ellos creen que será mucho más violento, que Israel está harto de los jueguitos del Hamás y que hará todo lo posible por aniquilarlo, mientras que Hamás, por su parte, sorprenderá a Israel con poder de juego y ataques a la población civil israelí para intentar romper el status quo y el bloqueo. Y cuando ambas poblaciones están convencidas de que eso es lo que ocurrirá, sus dirigencias no son quiénes para decepcionarlas, asegura Fischman.

Pero parece ser, continúa, que en esta vuelta que se está cocinando, los liderazgos podrían ser sorprendidos, pues no controlan los acontecimientos. Es probable que este nuevo enfrentamiento no estalle por un error, o provocación, o por un movimiento militar planificado en base a una lógica de estado. Hay más probabilidades que la intensidad del enfrentamiento y su timing sean fijados por la población de Gaza, que le estallará a Hamás en la cara, en una explosión social que salpicará también a Israel, a Cisjordania y a Egipto.

Gaza se ha convertido en el laboratorio humano en el que se mide cada día el punto de quiebre de la población. En Israel señalan la crisis de infraestructuras en la Franja: electricidad, agua, cloacado. Es apenas la escenografía: la población en Gaza emite gritos de derrumbe personal. La cantidad de suicidios no tiene precedente. El número de asesinatos dentro de la familia va en aumento (hay, por ejemplo, un fenómeno de mujeres que acuchillan a sus maridos desempleados). Uno de cada tres habitantes de Gaza consume medicamentos psiquiátricos. Aumenta el abuso de drogas y el delito, en especial la prostitución, así como un fenómeno que rebela, el de adolescentes que se casan con mayores que las puedan mantener, como segunda o tercera esposa. Por otro lado, no hay dinero, los jóvenes se casan menos, y la edad de matrimonio promedio aumenta.

La Autoridad Palestina, encargada de transferir el dinero de las donaciones, no transfiere fondos para la salud y la educación de modo regular. No hay en Gaza un servicio psiquiátrico digbno. Hay un aumento del nacimiento de bebés con deformaciones, adjudicado al aumento de los matrimonios entre parientes cercanos. Debido a la crisis mundial de los refugiados, la UNWRA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos) recibe menos dinero, de modo que menos familias logran flotar sobre el agua. Y por sobre todo, sobrevuela el miedo aterrador de un ataque israelí. Los gazatíes no tienen escape: no tienen adónde huir, no pueden influir en los acontecimientos. Están enojados con Hamás, que se han cavado una ciudad subterránea donde ocultarse, mientras que ellos, los habitantes, no tienen refugios.

Jóvenes que fueron capturados cuando intentaban cruzar la cerca hacia Israel, relataron que lo hacían porque no tenían lo que comer en casa. Parte de ellos huían por violencia familiar. El 50% de los jóvenes en Gaza declararon en encuestas diversas que querían emigrar de la Franja para siempre. Los soldados de Tzahal son testigos del fenómeno: universitarios que lograron obtener un permiso de paso por el paso de Erez, salen de la Franja y besan el suelo. En su vivencia, han salido de la prisión. El ethos del Retorno ha sido quebrado: déjenlos huir, no volver.

Hasta mediados de 2015 las familias que se podían dar el lujo se fueron por los túneles hacia Egipto y Libia, y buscaban un barco hacia Europa. Cientos de palestinos se ahogaron en ese viaje. Los egipcios lograron sobreponerse a la mayoría de los túneles, y esa vía se cerró. Ahora crece el número de personas que falsifican certificados de enfermedad para salir a tratamientos en Cisjordania y no volver más.

Varias personas en Gaza ya se prendieron fuego a lo bonzo en son de protesta. En Túnez, un evento similar desató la llamada «Primavera árabe». También Gaza arderá. Es cierto, una población religiosa, tradicional, tiende más a resignarse a su destino, pero también aquí el vaso de veneno se va llenando. Y cuando esta carga humana estalle, no habrá ningún aviso previo. Las esquirlas aterrizarán sobre todos nosotros.

 

 

 

 

 

RABINO REUVÉN BIRMAJER Z»L, ARGENTINO ISRAELÍ, ASESINADO EN JERUSALEM: LA OLA TERRORISTA PALESTINA NO CESA

MuertosCuchillos

Las 28 víctimas de la actual ola de terrorismo palestino. Rabino Reuvén Birmajer Z»L, fila inferior, segundo desde la derecha.

Por Marcelo Kisilevski
No hay una «ola de violencia» en Israel y la ANP. Es terrorismo palestino, y la respuesta israelí correspondiente. Los conflictos deben ser juzgados por quién es el agresor, no por quién es el débil. Es como si llamáramos «ola de violencia» a los últimos atentados de ISIS en Francia y los operativos para dar con los terroristas y matarlos. Nadie habló allí de «ola de violencia». La debilidad no otorga automáticamente la razón, y el malestar socio-económico-político no engendra automáticamente terrorismo. La pobreza no engendra automáticamente terrorismo, como lo dijo el Papa. Pregúntenles a los haitianos, a los zimbabweanos, o a los congoleños, o a los pobres de cada país latinoamericano. La no independencia política tampoco. Pregunten a tibetanos o a catalanes, entre tantos otros. Si así no fuera, el planeta entero se dividiría en terroristas y sus víctimas. Occidente debería cuestionar la responsabilidad del débil en este conflicto, que aunque no la vean, también está.
No es que no haya problemas ni conflicto. Pero, ¿qué les pasó a las manifestaciones con carteles y cánticos con rimas ingeniosas? Matar y llamar a eso «manifestación de un pueblo», es no solo contrapruducente para ese pueblo, sino intelectualmente torcido. Algo no está bien con ese pueblo, algo no está bien con quienes lo apoyan desde Occidente, por acción u omisión.
A las 13.10 de ayer, hora israelí, dos terroristas palestinos perpetraron (no «protagonizaron») un ataque con cuchillos en pleno Shaar Yaffo, en el centro de Jerusalén. Mataron al rabino Reuvén Birmajer z»l, hermano del escritor argentino Marcelo Birmajer. Vivía en Kiriat Yearim, cerca de la capital israelí, 45 de edad, 7 hijos. Soldadas de la Guardia de Frontera abatieron a los dos terroristas, pero con los disparos mataron por error a Ofer Ben Ari, 46 años. Birmajer era docente en la ieshivá (casa de estudios rabínicos) Esh Hatorá en el barrio judío de la Ciudad Vieja, cerca del Kotel. Enseñaba a los hispano parlantes allí. Su director dijo que «Reuvén era un tzadik (justo), recto, inocente y lleno de fe. Todos sus alumnos lo amaban». El atentado lo perpetraron dos terroristas con nombre y apellido: Annan Hamed (19) e Isa Assaf (20), del campo de refugiados Kalandia.

ISIS financiado por Hamás

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Por Marcelo Kisilevski

Si había alguna duda de que el Hamás era ISIS e ISIS es Hamás, la nota de ayer de Alex Fischman en Yediot nos cuenta algunas novedades al respecto, no exentas de paradojas.

Efectivamente, quienes diferencian uno de otro basados en la cantidad de muertos que provocan, se basan en inconscientes criterios ligados a lo politically correct, al multiculturalismo, y a la defensa de la causa palestina. Pero flaco favor le hacen al pueblo palestino al defender al Hamás en su nombre. Lo cierto es que, si se diferencian, es en el enemigo que tienen enfrente. ISIS mató y mata decenas de miles porque puede. Hamás lo intenta también, con decenas de miles de cohetes de diverso alcance lanzados contra objetivos también civiles, por no hablar del resto de sus formas de atentados terroristas, coyunturalmente en baja. Sencillamente fracasa, pero quiere. Su fracaso, el hecho de que «no mata tanto», no debería retratarlo como el underdog a los ojos del mundo, mucho menos del progresista. Lo repetiremos hasta el cansancio: la debilidad en un conflicto no otorga automáticamente la razón.

Según detalla Fischman, el brazo armado del Hamás en la Franja de Gaza transfirió en el último año decenas de miles de dólares por mes a la filial de ISIS en el Sinaí egipcio, como parte de la cooperación militar y estratégica que se va estrechando entre ambas organizaciones terroristas.

Fischman explica que el brazo armado de Hamás maneja un aparato financiero separado del resto de la organización en la Franja. El trato con ISIS es: Hamás paga a miembros de ISIS en Egipto para hacer guardia y resguardar los depósitos y arsenales de armas y pertrechos contrabandeado vía Sinai hacia dentro de Gaza. Se trata de grandes cantidades de explosivos para la fabricación de cohetes  y la construcción de instalaciones militares de Hamás.

A cambio, Hamás paga salarios de miembros de ISIS y, también, le proporciona equipamiento militar y entrenamiento. Gracias a ello, ISIS-Sinai se convirtió, de una banda de terroristas salafistas montañeses sin demasiada capacidad, en un mini ejército uniformado y entrenado, con armamento sofisticado, como misiles antitanques y otros. ISIS es hoy, gracias a Hamás, la pesadilla más grande del presidente egipcio A-Sisi, que por ahora solo se atreve a bombardearlos desde el aire. Hamás también proporciona infraestructura logística a ISIS, por ejemplo, facilitando el traslado de heridos a Gaza para su tratamiento médico.

En las fuerzas armadas israelíes, que siguen de cerca este desarrollo, señalaron una paradoja clara detrás de esta cooperación macabra: el principal apoyo financiero para el brazo armado del Hamás en Gaza proviene de Irán, que combate ferozmente a ISIS en Siria y en Irak. No pocos soldados iraníes murieron en estos combates. Pero justamente en el frente de Gaza-Sinai, los iraníes son los que financian –por medio de Hamás- la actividad de ISIS.

Fischman agrega que otra parte nada pequeña de los fondos del brazo armado hamásico provienen de los impuestos que paga el palestino de la calle en Gaza. Agrego yo: mucha ayuda internacional llega a las calles de Gaza por parte de organizaciones bien intencionadas de derechos humanos, quienes, más allá de leyes de vigilancia a las ONGs que se proponen a cada rato desde la derecha israelí, deberían preguntarse seriamente qué se está haciendo con su dinero.

Las 6 capas de la ira palestina

Cuchillo Facebook

Por Marcelo Kisilevski
La ira palestina está compuesta por varias capas, e Israel no es necesariamente el primero ni el único destinatario. 

El Shin Bet pisó por fin el acelerador esta semana en su persecución del terrorismo judío. Si algo faltaba en toda esta saga de terrorismo palestino avalado por el establishment de Abu Mazen, tanto por acción como por omisión, y de terrorismo judío condenado por gobierno y sociedad israelíes, era el arresto de los responsables del atentado terrorista de este verano. En efecto, autorización mediante, los medios pudieron publicar la noticia del arresto de tres sospechosos del asesinato de la familia palestina Dawabshe, incluido el bebé Ali, de un año y medio, incinerados vivos en su casa en Duma el último 31 de julio.

Pertenecen a Tag Mejir (Etiqueta de Precio), un movimiento bastante oscuro cuyo grado de organicidad está en discusión, compuesto por jóvenes judíos de ultraderecha religiosa, tercera generación de la empresa de asentamientos en los territorios. Para el que todavía suponía que sus actos se limitaban a pintadas, o como mucho al incendio de alguna iglesia vacía, el asesinato también entra en su lista de compras con etiquetas.  Los israelíes en su monumental mayoría esperamos que se haga justicia, que los responsables pasen el resto de sus días en la cárcel, y que estos hechos no vuelvan a ocurrir jamás. Por supuesto, no en nuestro nombre.

Pero la ira palestina no empezó allí. Tampoco en el asesinato, el año pasado, del adolescente Mujamad Abu Khder, perpetrado por un hombre de 30 años y dos adolescentes, en venganza por el asesinato de los tres jóvenes israelíes, Naftali, Eial y Guil-Ad, en la víspera del operativo Margen Protector. Tampoco se origina en la leyenda de «la mezquita de Al Aqsa está en peligro».

Según el periodista Najum Barnea, de Yediot Ajaronot, la ira palestina está compuesta por varias capas, e Israel no es necesariamente el primero ni el único destinatario.

La primera capa es la leyenda fraudulenta de: «La mezquita de Al Aqsa está en peligro». Cada tantos años echa a andar una acusación explosiva como falsa acerca de que los judíos o Israel intentan minar los cimientos de la mezquita, y el mito, como suele ocurrir con los mitos  populares,  produce resultados. El primero en lanzarlo y recoger los frutos de la manipulación fue el nefasto Hadj Amín El Husseini, el famoso Mufti de Jerusalem, ya en los años ’30 del siglo pasado. Y sigue con nosotros, de modo que no cabe esperar que desaparezca pronto. Pero el mito fue el detonante. Ya pasó hace tiempo, y dejó tras él una estela de acuchillamientos diarios cuyo fin no se ve a la vista. Porque la ira palestina tiene otras capas.

La segunda capa es, dice Barnea, la conciencia de que la situación en el terreno no va a cambiar. Se refiere al congelamiento en el proceso de paz, la falta de desarrollo en la Autoridad Palestina y la continuada presencia militar israelí en los territorios . Ni la paz está a la vista, ni la mejora en sus condiciones de vida.

La tercera, el anuncio de Mahmud Abbas (Abu Mazen) de que ha decidido retirarse. Ello ha desatado una guerra de sucesión, que obliga a sus candidatos a extremar sus posturas, sus declaraciones y su incitación a la violencia martirológica.

La cuarta capa de la ira palestina es la decepción y frustración por el desempeño de la Autoridad Palestina. «Ustedes no manifiestan logro alguno», dice la calle. «Corrupción, en cambio, sí manifiestan».

Palestinos globalizados y palestinos islamizados

La quinta capa es el surgimiento de una nueva generación de palestinos, cientos de miles de jóvenes con formación pero desocupados, o que trabajan en empleos de ocasión, movidos por la ira. No temen al «Capitán Roni» del Shin Bet, no respetan a Abu Mazen, hacen pito catalán al liderazgo, a las organizaciones y al liderazgo tradicional, se rebelan contra la autoridad familiar, y están persuadidos de que ha llegado su hora.

Agreguemos a lo expuesto por Barnea: la revista Foreign Affairs ha publicado una encuesta realizada en la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que avala la cuarta y quinta capa de de la ira palestina. Según el sondeo, el 58% de jóvenes palestinos entre 18 y 28 años de edad, que son los hijos de la generación de Oslo, han abandonado la visión de un Estado palestino y abrazan hoy en día la de los derechos civiles. «Ustedes, la generación de Oslo, han fracasado en traernos un Estado. Déjenlo, no tiene caso. Busquemos ahora la ciudadanía, en un país normal donde podamos trabajar en lo que nos hemos formado, donde tengamos paz, libertad de movimiento, crecimiento económico individual, calidad de vida, incluyendo viajes al exterior, tecnología, buena educación para nuestros hijos», dicen.

Y esa ciudadanía en un país normal y desarrollado no puede ser otra que la israelí, porque la del Estado palestino es solo garantía de corrupción, pobreza, violencia intestina y con Israel. Personalmente he escuchado a numerosos palestinos que dicen: «Un árabe de Nazareth o un beduino del Néguev tiene ciudadanía, trabaja y cobra altos salarios, y hasta va al ejército. ¿Por qué yo no puedo? Un Estado palestino es inviable. Todos acá añoramos los tiempos anteriores a 1987 (la primera Intifada), ahora muchos se dan cuenta lo bien que estábamos y quieren volver la rueda atrás. El que gobierne tiene que ser Israel, porque si esta Autoridad Palestina es corrupta e inepta así como está, imagínate lo que será un Estado en el que tengan más poder y dinero: será una catástrofe para el pueblo». Lo dicen en voz baja, en cuartos cerrados, en encuentros interculturales sin cámaras. Muchas veces no asisten a los encuentros, por miedo a ser vistos como traidores por hablar con judíos.

Que se entienda bien: no se trata de la vieja «guerra de los vientres» planteada por Arafat en su momento, según la cual no hacía falta combatir con las armas sino con la demografía en la que Israel desaparecerá por número de partos. Aquí se trata, en cambio, del abandono de la causa nacional por la de la normalización, el consumismo y la globalización: ser de una vez por todas ciudadanos normales en el mundo de Facebook y iPhone. Pero para el Estado de Israel, que depende de su mayoría judía para seguir llamándose «judío y democrático», el resultado es el mismo.

Por eso concluye la revista Foreign Affaires: la visión palestina de un solo Estado que se llame Israel, donde todos sean ciudadanos que disfruten de las bondades del primer mundo, podría empujar a la derecha israelí, precisamente, a abrazar la solución de la izquierda y pisar el acelerador hacia un Estado palestino en las fronteras de 1967 con intercambio de terrirtorios, y que ellos, los palestinos, se cocinen en su salsa. Es la solución de dos Estados, pero por derecha.

En mi opinión se trata de wishful thinking (pensamiento político iluso) del Foreign Affaires. Entre otras cosas, porque el desarrollo se completaría con otro, que es la otra cara de la misma moneda: el crecimiento del islam radical en esa misma calle palestina, al compás de lo que ocurre en todo el Medio Oriente. Pero eso no quita interés al proceso complejo que se percibe en los territorios, descrito aquí desde varios ángulos.

Volviendo a Najum Barnea, la sexta capa de la ira palestina es el roce cotidiano con los colonos judíos. El odio, enfatiza el veterano cronista, es recíproco. Unos tiran piedras, otros queman árboles.

La oficialidad israelí se consuela con el número relativamente pequeño de participantes en las manifestaciones y con el hecho de que, mientras la gente no salga a las plazas y el Tanzim (brazo armado del Fatah) no desenfunde sus armas, no hay Intifada. Pero para Barnea se trata de una visión anacrónica. La plaza del pueblo se ha trasladado hace tiempo a Internet. La gran mayoría de la población apoya los atentados y sacraliza a sus perpetradores, los shahíd, mártires de la jihad, la guerra santa. Una caricatura publicada en un diario palestino describe muy bien a su nuevo mesías: un cuchillo ensangrentado descansa sobre una mesa. Su funda es el símbolo de Facebook.

Termina Najum Barnea: la Autoridad Palestina define la ola de atentados como Hábe, erupción. El Hamás lo llama Intifada, rebelión. La diferencia no es casual: la ANP ha elegido un término que le quita responsabilidad, como una catástrofe natural. Quiere que el goteo de violencia continúe, pero que no escale hasta írsele de las manos. El Hamás, en cambio, llora de gozo.

 

 

 

 

Ola de terror: el «lobo solitario», de Assassin’s Creed a las calles israelíes

LoboSolitario

Por Marcelo Kisilevski

¿Cuáles son las claves que nos permitan comprender, aunque sea en parte, la actual ola de terrorismo en Israel y los territorios palestinos?

En las últimas dos semanas el número de ataques individuales, que ya había comenzado, se ha multiplicado hasta adquirir ribetes masivos que, sin embargo, no admiten aún, por sus características ni por su envergadura, la calificación de «tercera Intifada».

Se trata de ataques individuales, lo que en Israel ya han calificado de «lobos solitarios», que emplean en especial la táctica del acuchillamiento. Se le suma el atropellamiento con automóviles, algún atentado con disparos, como el de la línea 78 de autobús en Jerusalem, un atentado con bomba suicida por una mujer, y el creciente desafío a la cerca separadora entre Gaza e Israel. Los perpetradores son, en su absoluta mayoría, de Jerusalem Oriental, salvo atentados aislados en Cisjordania (matrimonio Hankin), un árabe israelí que atropelló y acuchilló, y la nombrada ruptura de la cerca en Gaza.

El disparador fue una leyenda, aún no desmentida por los líderes responsables de la Autoridad Palestina: que Israel pretende modificar el status quo en el Monte del Templo (o Explanada de las Mezquitas) en Jerusalem. Tanto el discurso del presidente Mahmud Abbas en la ONU, en el que declaraba «incumplibles» los Acuerdos de Oslo, como sus declaraciones de que «no permitiremos que los israelíes contaminen con sus pies apestosos la Mezquita de Al Aqsa», fueron considerados como luz verde para la salida de los palestinos a la calle.

En el plano táctico, el atentado tipo «lobo solitario» reemplaza al atentado organizado por agrupaciones terroristas, debido a que es imposible rastrearlo y prevenirlo por los organismos de inteligencia israelíes, con o sin cooperación de sus pares palestinos. En efecto, los terroristas individuales que fueron capturados a posteriori, como en el caso del matrimonio Hankin o de los dos rabinos acuchillados en la Ciudad Vieja, pudieron a posteriori, probablemente gracias a dicha cooperación, pero no se los pudo frenar a priori.

El islam radical como motor

La motivación de los lobos solitarios combina la frustración personal a nivel socio-económico con la ideología islámica radical. Cuando los perpetradores salen a la calle con un cuchillo en sus bolsos o bolsillos no gritan revolución, liberación nacional o socialismo, sino «Jihad», «Allah es grande» y motivos religiosos afines. También gritan «Justicia», pero no como la entendemos en Occidente: la injusticia que comete el enemigo judío es la profanación de dos lugares santos: por un lado el lema «Al Aqsa peligra», una mentira que hoy mata a israelíes y palestinos, y de la que Abbas y los líderes religiosos deberán dar cuenta algún día. Por otro, «justicia» por la ocupación israelí, pero no solo en los territorios, sino la de todo Israel, un territorio (Palestina) perteneciente, en la mitología del islam vuelto radical, a «Dar el Islam«, la «Morada del Islam» o «Morada de la paz».

En la visión del islam, adoptada como ideología intolerante por el radicalismo islámico, en la que no existe división entre política y religión, pues Mahoma fue enviado para «gobernar» sobre las demás religiones, la paz universal llegará cuando todas las demás religiones reconozcan la soberanía política y la superioridad moral del islam. Dividen, pues, los territorios del mundo en dos: Dar el Islam son todos aquellos territorios que están bajo soberanía musulmana o que alguna vez lo estuvieron. Israel, España y Portugal, son Dar el Islam. El resto se llama Dar el Harb, la Morada de la Guerra, por los que habrá que luchar en Jihad, Guerra Santa, solo después. Ojalá estuviéramos hablando de letra muerta: Anwar el Sadat fue asesinado por la Hermandad Musulmana dos años después del acuerdo de Camp David en el que reconoció a Israel.

En este contexto, el cuchillo resulta ser también un motivo cultural-religioso. Remite a las acciones de los Hashashins, una secta musulmana ismailita en el siglo 14 que actuó en Persia y en Siria, de la que provienen dos palabras: asesino y hashish, pues, según el relato, utilizaban esta droga a la hora de ejecutar a sus oponentes con cuchillas redondeadas. En la bandera de Arabia Saudita, junto al auto de fe islámico –»No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta»- una espada engalana el paño verde, símbolo de la unificación del reino bajo Ibn Saúd en el siglo 12, bajo la espada, por supuesto.

Así, el asesinato reviste carácter épico y heroico. Cuando el lobo solitario gana la calle está solo y se siente el «bueno» de la historia, como en el extendido juego de computadora Assassin’s Creed. Está solo pero «se sabe», al mismo tiempo, parte de algo bueno, justo, heroico y grande, que llegará a los corazones de la «Uma», aquella nación musulmana fundada inicialmente por el mismo Mahoma.

Un claro antecedente de para esta campaña de ribetes épicos es la Primavera Árabe, gestada en un movimiento tipo cardumen desde las redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram, y el gran espaldarazo es el tsunami de islam radical que inunda el Medio Oriente y que ya ha salpicado a Europa y Occidente. Solo que ese mismo tsunami amenazaba con dejar a los palestinos fuera de la escena internacional, acaparada por asuntos miles de veces más grandes: la crisis de refugiados sirios, el fenómeno ISIS, la intervención rusa en Siria. Los palestinos necesitaban volver con urgencia a los titulares.

De agendas y pérdidas del control

Por lo tanto, el actual fenómeno difiere de las anteriores Intifadas por lo menos en dos niveles: no se trata de una Intifada popular, la «Intifada de las piedras» entre 1987 y 1992, porque aquélla fue masiva, con escenas de cientos o miles de palestinos en las calles lanzando centenares de piedras mortales contra fuerzas de seguridad o civiles israelíes, ni la segunda, la «Intifada de Al Aqsa», decretada y digitada desde arriba y con cinismo por la Autoridad Palestina de Yasser Arafat en octubre de 2000, donde el modus operandi clásico era el atentado suicida organizado por movimientos terroristas ramificados, jerarquizados e identificables. Tampoco se parece en la cantidad de muertos, tanto israelíes como palestinos, que en las últimas dos semanas ascienden a unos 20 palestinos y 7 israelíes. Pero lo impredecible de los ataques lo vuelve aún más temible, y Jerusalem es hoy casi una ciudad fantasma.

El problema de los lobos solitarios opone un desafío de nuevo cuño, tanto para las fuerzas de seguridad de Israel como, según analistas israelíes, para los respectivos establishments palestinos en Cisjordania y en Gaza. Tanto en uno como en otro existe el estímulo de la violencia y el terror. Tanto uno como el otro, sin embargo, temen ahora perder el control, pues el lobo solitario no responde a esos mandos.

Desde Gaza, en efecto, Hamás viene llamando desde hace años y abiertamente a una tercera Intifada. Pero el lobo solitario no es necesariamente hamásico. Está frustrado por la ineptitud del Hamás, tanto en destruir a Israel como en reconstruir la Franja de Gaza. En lugar de viviendas, refugios, cloacado, redes de agua y electricidad, Hamás ha reconstruido solo túneles terroristas para seguir intentando inútilmente la destrucción de Israel, ha instaurado una dictadura islámica radical que gobierna con mano de hierro y niega los derechos más básicos a su población y a sus minorías, empezando por las mujeres y los cristianos. La oposición interna a Hamás también crece, y los últimos misiles han sido lanzados no por Hamás, sino por la Jihad Islámica, financiada por Irán, cuando no ISIS palestino. Si algo crece en Gaza no es la ocupación israelí –no hay un solo judío dentro de Gaza- sino el islam radical, que logra, en muchos círculos en especial juveniles, echar la culpa de todos los males al enemigo externo, el infiel temible, Israel. Definitivamente no es fácil ser palestino en Gaza hoy.

En Cisjordania, en tanto, el raís Mahmud Abbas mantiene una actitud ambivalente. Por un lado proclama y practica la confrontación no violenta con Israel, obteniendo logros en la arena diplomática. Ha logrado por ejemplo, el nuevo status palestino en la ONU, el reconocimiento de numerosos países al futuro Estado palestino, o la apertura de la nueva «Embajada de Palestina» en Buenos Aires, entre otros ejemplos. Busca, en el plano de las negociaciones con Israel, la creación del Estado palestino sin pasar por una mesa de negociaciones que implique el reconocimiento del Estado judío, lo que lo convertiría en apóstata, pasible de muerte, ante los ojos del islam radical.

Pero por otro lado, y quizás por lo mismo, Abbas practica y estimula la cultura de la glorificación a los «mártires santos de la Jihad», la guerra santa islámica radical. No ha modificado los textos educativos que promueven el odio a Israel y a los judíos, financia con pensiones a las familias de los terroristas y bautiza calles en su nombre. Al tiempo que condenaba los últimos ataques, la cúpula de la Autoridad Palestina visitaba a las familias dolientes de los terroristas abatidos.

Abbas es el líder que más batalla por su legitimidad casi perdida. No solo la causa palestina en general había bajado de los titulares, sino también la legitimidad del viejo líder. No ha logrado ninguna meta concreta y, aunque ha mejorado más que en Gaza la calidad de vida de los palestinos, no ha creado el Estado, y la Autoridad Palestina que dirige es un antro de corrupción y represión de la sociedad civil palestina.

¿Qué hacer?

La población israelí ha activado el modo «aguantar la tormenta». Muchos continúan con sus vidas normales, haciendo incluso ideología de ello. Pero algunos en Jerusalem y otros lugares de Israel están gestionando permiso de portación de armas, otros aprenden krav magá. Otros han dejado de salir a la calle. Los comercios en la capital israelí han bajado sus operaciones en un 50%. Solo los que no tienen opción utilizan el transporte público. Todos miran hacia los costados y hacia atrás cuando están en la vía pública. No son desarrollos positivos.

El gobierno ha anunciado ayer, al cabo de largas deliberaciones, una serie de medidas: autorización a la policía para decretar toque de queda en zonas de fricción en Jerusalem Oriental según criterios operativos, trescientos guardias de seguridad serán reclutados para cuidar en el transporte público, y fuerzas del ejército israelí reforzarán la seguridad en las ciudades, las arterias y las líneas de transporte urbano.

Al mismo tiempo, se podrá expropiar bienes de los terroristas, y se les anulará su status de residentes permanentes de la capital. Recordemos que el status de los palestinos en Jerusalem no es el de ciudadanos israelíes. Han rechazado esta opción para perseguir su aspiración de una ciudadanía palestina el día que llegue. Votan en las elecciones de la Autoridad Palestina, y en la municipalidad de Jerusalem, pero no en la Kneset israelí. Ser residentes permanentes les otorga derechos municipales ligados a salud, educación y demás. Tienen que probar domicilio activo dos años hacia atrás para obtenerla. Pero también pueden perderla si la tenían y no moran en las residencias declaradas por más de dos años. Ahora, el gobierno ha decidido un criterio más: ser un lobo solitario.

Israel sobrevivirá a esta ola de terrorismo como ha sobrevivido a otras. El país en sí no está en peligro. En principio solo la gente. Aun si se logra parar la actual ola de terrorismo muy pronto –tal vez, quién sabe, ya con las actuales medidas- el problema de fondo no estará resuelto. Quedará actuar en el plano político y diplomático, abriendo un nuevo horizonte, lo que debió empezar a ocurrir luego de Margen Protector: un movimiento de Estados moderados que incluya a EEUU y Europa junto con países como Egipto, Jordania, Arabia Saudita, los emiratos del golfo e incluso la Autoridad Palestina legítimamente constituida, para que, opuestos al islam radical de corte violento allí donde se encuentre, comenzar a dar pasos hacia la victoria sobre la violencia islámica radical, el verdadero mal del Medio Oriente. El cambio pasará por alianzas de nuevo cuño, que ya se han puesto en marcha solo en parte. Pasará por la concreción de la solución de dos Estados para dos pueblos. Luego, por el bien de las generaciones venideras, tanto israelíes como palestinas, pasará por la educación, y por dar a los jóvenes palestinos metas positivas, expectativas de futuro diferentes. Para que el lobo solitario sea el bueno de la historia, pero solo en Assassin’s Creed.

Ex ministro del Hamás, hazmerreír de la red

UNWatch

Bassam Naím, ex ministro de Hamás, entendió mal esta caricatura cuando, para denostar a Israel dijo que ésta demostraba que Israel es el máximo violador de derechos humanos del mundo. Así lo posteó en su cuenta de Twitter, quedando en extremo ridículo. La caricatura busca ironizar con la situación inversa: mostrar la incompetencia de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU al ocuparse casi exclusivamente de Israel, en comparación con lo que sucede con países como Rusia, Siria, Norcorea, China, Sudán, etc., verdaderos paladines de la violación a los derechos humanos. Por no hablar de que el yerro es de un alto jerarca del Hamás. En fin.

La caricatura fue publicada en el marco del proyecto «The Israeli Cartoon Project», https://www.facebook.com/TTICP, destinado a elevar a la conciencia sobre estas contradicciones del mundo a través de caricaturas piolas, chéveres, etc. La info sobre Bassam Naím la levantó Ynet.

Ali Saad Dawabsha z»l. No al terrorismo judío

AliSaadDawabsha

Por Marcelo Kisilevski

Así como desde este lugar nos esforzamos por denunciar el terrorismo islámico como el gran obstáculo para la paz y el gran desafío que enfrenta el mundo en este siglo, hoy tenemos que denunciar el terrorismo judío.

Es cierto que los casos se cuentan con las manos y, que cuando ocurre, el gobierno y las fuerzas armadas israelíes atrapan a los culpables y la sociedad israelí los repudia con toda la fuerza posible, a diferencia de lo que ocurre con sociedades o gobiernos vecinos. El presidente palestino Mahmud Abbas otorga subsidios a familias de terroristas y bautiza calles en su nombre como si fueran grandes héroes. Eso no podría ocurrir del lado israelí.

Pero todo eso no me importa hoy. No puedo aceptar el terrorismo judío. Tampoco puedo aceptar que se intente desviar el punto de lo «judío» como si no fuera políticamente correcto, porque entonces no podríamos decir tampoco «terrorismo islámico».

Entendámonos: los terroristas incendiaron la casa del bebé Ali Saad Dawabsha, de la aldea Duma, desde «lo judío», y desde su forma deforme y pervertida de entender su religión y su identidad de pueblo. Mataron a un bebé palestino e intentaron liquidar a toda su familia, que lucha ahora por su vida, por el solo hecho de ser palestinos. ¿Cuál fue el crimen de Ali?

Como judíos y como israelíes estamos contra el terrorismo judío, que existe. Hace un año fue el adolescente Muhamad Abu Jdir, quemado vivo en los bosques de Jerusalem. Hoy es Ali Saad Dawabsha. Puede que no refleje una realidad masiva, pero hoy, para la familia Dawabsha, es terrorismo total. Para nosotros también.

Es terrorismo fundamentalista judío, y pretende arrogarse la representación de lo judío. Pues no: no me representa. No nos representa. Y no va a desaparecer solo. Si la repetición cíclica de actos terroristas ocurren en el supuesto nombre de Israel, Israel tiene un problema y lo debe enfrentar.

Mientras esperamos que la policía y el ejército atrapen a los terroristas (por suerte y por lo menos, en general es lo que ocurre), y el premier Netanyahu condena y promete hacer justicia como corresponde, hagamos votos por que este execrable crimen nacionalista no dispare una nueva escalada de violencia en una situacion contenida a duras penas.

Me quedo con las lúcidas palabras del presidente del Estado, Reuvén Rivlin, a los medios de comunicación árabes y palestinos: «Nos hemos levantado esta mañana a un día triste. El asesinato de Ali Dawabsha, un bebé que dormía en su cuna, y la herida grave a su familia, su hermano, su papá y su mamá, que lucha por su vida, hirieron el corazón de todos nosotros. Más que vergüenza, siento dolor. Dolor por el asesinato de un pequeño bebé. Dolor porque miembros de mi pueblo eligieron el camino del terrorismo y perdieron forma humana. Su camino no es mi camino. Su camino no es nuestro camino. Su camino no es el camino del Estado de Israel y no es el camino del pueblo judío.

«Lamentablemente, hasta ahora,  creo que hemos enfrentado el fenómeno del terrorismo judío con debilidad. No hemos internalizado todavía que estamos ante un grupo ideológico, decidido y peligroso, que se ha puesto como objetivo destruir los delicados puentes que construimos con tanto trabajo. Creo que, en la medida que entendamos que enfrentamos un peligro esencial para el Estado de Israel, seremos más firmes para enfrentarlo y arrancarlo de raíz».

¿Qué preocupa a Israel del acuerdo EEUU-Irán?

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Zarif sellan el acuerdo.

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Yavad Zarif sellan el acuerdo.

Por Marcelo Kisilevski

El acuerdo firmado entre EEUU e Irán en torno al plan de desarrollo nuclear bélico de los ayatollahs no debería disparar reacciones automáticas a favor ni en contra, ni siquiera en Israel.

Los méritos del acuerdo pueden ser pocos, pero significativos, aunque probablemente se inscriben en un plano de largo plazo, un poco abstracto para aquellos que viven en casas dentro del rango de tiro de los misiles Shihab persas, capaces potencialmente de portar ojivas nucleares.

Pero después de treinta y cinco años de enemistad total entre el “Gran Satán” e Irán se ha abierto un canal de diálogo entre este país y el Occidente al que tanto dice odiar. No es poca cosa para un país de corte islámico chiíta, que se ve como portaestandarte de una minoría milenariamente perseguida, largamente colocada entre la espada y la pared. A partir del acuerdo, Irán se puede sentir menos acorralado, más escuchado, menos necesitado de afilar las zarpas.

Irán, además, tiene ahora lo que perder si no cumple su acuerdo. Especialmente en lo que refiere a su economía: 150 mil millones de dólares fluirán directamente a sus alicaídas arcas, y servirán, no solo para seguir bancando sus guerras extranjeras sino para que la angustiada calle iraní pueda dejar de consumir únicamente productos chinos. En el plano interno, fueron las sanciones y sus efectos en el consenso a favor de la Revolución Islámica lo que trajeron a Irán a la mesa de negociaciones.

En un plano geopolítico, Occidente le acaba de decir a Irán que tiene voz e importancia en los procesos mesorientales y mundiales. Eso también es un activo para un país que busca tanto la hegemonía en Medio Oriente como la relevancia y la atención mundiales. Si lo analizáramos psicológicamente como a una persona, llamémosla Imán Alí Jamenei, verdadero mandatario de Irán, deberíamos decir también, el afecto mundial. El perseguido líder no querrá perder tampoco eso.

¿Conteniendo la nueva Guerra Fría?

En el mismo plano, en un contexto en el que se predibuja una nueva proto guerra fría, el acuerdo le coloca paños fríos, al menos por el momento. En efecto, en los últimos años parece perfilarse un nuevo dibujamiento bipolar de las relaciones internacionales. De un lado EEUU y Europa, Israel, todos los países árabes sunitas. Del otro, Rusia, Irán, la Siria todavía bajo la elite alawita, China oteando desde la lejanía económica, algunos países latinoamericanos.

Este dibujamiento tendría dos atenuantes. Por un lado, a Rusia no le dan todavía los números para volver por sus fueros como super potencia, luego de la debacle económica de la Guerra Fría, de la que todavía no se ha recuperado. No puede aún, pero quiere. Sus intervenciones en Georgia y Ucrania, sus amenazas a quienes osen coquetear con el bloque europeo, su exitosa intervención contra un ataque norteamericano en Siria que era inminente, son solo algunos de los pasos dados en esa dirección.

Como segundo atenuante, no se trataría de bloques impermeables, no hay aquí -siempre hasta nuevo aviso- una “cortina de hierro”. Rusia ha firmado últimamente acuerdos para la venta de armas a países árabes, supuestamente en el bando norteamericano. Y EEUU “se habla” con Irán.

Si no queremos volver a una realidad que en varios think tanks de Occidente comienza a ser vista como la “Segunda Guerra Fría”, el acuerdo EEUU-Irán pareciera neutralizar las hostilidades en ciernes. Esto a su vez tiene su reparo: una de las razones para el acuerdo es poder despejar energías para la hostilidad que ambos países comparten contra lo que ya parece ser un tercer polo, indomable tanto para Occidente como para el bloque “pro ruso”: ISIS y sus símiles.

EEUU detesta a ISIS por islamistas radicales desprendidos de Al Qaeda, que infrigiera a los norteamericanos el peor atentado terrorista de su historia. Irán los odia por sunitas. De modo surrealista, allí, en los desiertos de Siria e Irak, ambos pueden formar un frente común.

Además, tanto para EEUU como para Rusia, el nuevo paradigma que instala ISIS es el de pequeños ejércitos que desmembran o ponen en jaque a países establecidos y reconocidos que son parte de la ONU, y es un desafío al que tendrán que dar respuesta. ISIS controla un territorio con diez millones de personas a las que gobierna efectivamente: servicios, impuestos, leyes y comercio internacional, en especial de petróleo en el mercado negro. El Califato, si bien sus fronteras no están fijadas definitivamente, es una realidad, y tanto el bloque norteamericano como el ruso tendrán que rascarse mucho la cabeza para decidir qué política seguir frente a ella. Si la realidad dicta que Siria e Irak ya no existen como los conocíamos, ¿deberá el mundo reconocer al nuevo país? ¿O deberán salir a una guerra total, regidos por el principio de defender a países miembros de la ONU de su desaparición, como lo hizo EEUU frente a la desaparición de Kuwait en 1991?

En este contexto, el acuerdo entre EEUU e Irán busca neutralizar al menos uno de los frentes, reduciendo los decibeles de la inestabilidad mundial, aunque más no sea en el estado de ánimo de la Casa Blanca.

Los reparos de Israel

Si todo esto es así, ¿qué coloca a todo Israel al borde de un ataque de nervios?

Lo primero que llamó la atención en el plano interno israelí fue que, en lugar de condenar la arrogancia de su primer ministro y su negativa a alinearse con el acuerdo, puesto que es una realidad e Israel debiera confiar un poco más en su principal aliado y reparar la confianza casi destruida entre él y Obama, tanto la oposición encabezada por el centro-izquierdista Itzjak Herzog, como los principales medios de comunicación, que tradicionalmente exhiben posiciones de izquierda, esta vez corrieron a Netanyahu “por derecha”.

Herzog incluso se ofreció para iniciar una gira por EEUU para clarificar sobre los peligros de este acuerdo ya firmado, mientras puertas adentro condena el “colosal fracaso” de Netanyahu a la hora de evitarlo.

Yair Lapid, líder del partido Iesh Atid, que actuara como ministro de Economía en el gobierno anterior, embistió contra el juego solitario de Netanyahu: “Nunca dejó que el gabinete en pleno tratara el tema, quiso llevarse todo el crédito. Ahora que fracasó rotundamente, que se lleve toda la responsabilidad”, ataca furibundo en todos los medios posibles.

Los principales analistas de prensa también condenaron la gestión del premier, que no hizo más que crear antagonismos allí donde el sonriente mandatario iraní, Hassan Rohani, ganaba empatía. Pero sobre todo, cargaron las tintas contra el acuerdo en sí.

Pues bien. La preocupación israelí a raíz de este acuerdo se inscribe en dos planos: la capacidad nuclear iraní en sí, y su renovado apoyo al terrorismo internacional.

En el primer plano, el acuerdo convierte a Irán en un “país umbral”, con capacidad para dar un salto a potencia nuclear, con un año de anticipación como máximo, en el momento que decida, ya sea porque quiera violar el acuerdo, ya porque crea que éste no es más relevante, porque considere que Occidente lo ha violado antes, o porque sencillamente caduque al cabo de los años estipulados.

Además, durante los quince años que dure el acuerdo, Irán se convertirá en la niña mimada de los mercados internacionales y será difícil, por no decir imposible, restituir el régimen de sanciones que, de por sí, amenazaba con colapsar. Ya ahora se están firmando preacuerdos entre Irán y numerosos países necesitados del crudo iraní y de su gran mercado, y será muy difícil echarse atrás del acuerdo, por ejemplo en caso de que el mismo no sea aprobado por el Congreso en Washington.

A Israel le preocupa también el hecho de que, más allá de la inspección prevista en el marco del acuerdo, nada se dice de la vigilancia a posibles desarrollos secretos que pueda realizar el régimen iraní. Es decir, ¿qué pasa si Irán viola el acuerdo? Ya en el pasado, incluso el mismo presidente Hassan Rohani se había jactado de cómo “enroscó la víbora” a Occidente en diversas instancias negociadoras. Ante ello, el Mossad israelí, encabezado por su entonces director, Meir Dagán, había sabido tejer alianzas con la CIA, el MI-6 inglés y el BND alemán para investigar y sabotear el programa nuclear iraní a diversos niveles, para cuanto menos ganar tiempo. La sensación en la comunidad de inteligencia es que, con el acuerdo, Israel ha sido dejado solo en ese campo, como también en el de un eventual ataque militar llegado el caso.

Los «agujeros» del acuerdo:

Según lo resume el periodista Ron Ben Ishai en Ynet:

1) Irán no cesa: Irán podrá continuar desarrollando centrífugas avanzadas, con lo cual el lapso de enriquecimiento de uranio se reduce signficativamente.

2) La inspección en instalaciones desconocidas debiera ser «en todo momento y en todo lugar». En los hechos, las potencias y la Agencia de Energía Atómica deberán avisar a Irán de sus visitas y entregar a Irán pruebas de sus sospechas, es decir: información de inteligencia.

3) Desgaste: el aparato de arbitraje ante cada denuncia de violación es demasiado complejo, y puede llevar meses o años.

4) La central de Fordo continuará funcionando, con sus centrífugas girando en falso hasta que se decida en contrario. Está entre montañas, muy difícil de bombardear.

5) Misiles: Irán podrá seguir desarrollando misiles navegables con un alcance de miles de kilómetros.

6) Después del acuerdo: no queda claro qué impedirá a Irán reiniciar a toda velocidad su carrera hacia la bomba al cabo de los 15 años como máximo que dure el acuerdo.

Irán redoblará su principal exportación: el terrorismo

El segundo plano preocupa todavía más a Israel. El acuerdo comienza por el descongelamiento automático de 150 mil millones de dólares de fondos iraníes que habían sido congelados en bancos del exterior. Ahora, Irán recibirá una inyección colosal de fondos, parte de los cuales serán canalizados hacia la financiación del terrorismo.

Irán ya ha declarado que el acuerdo se refiere solamente al área nuclear, y que, por lo tanto, todo el resto de su política exterior permanece intacto. Y ello incluye la financiación de los grupos terroristas que atenazan a Israel, Hezbollah desde el Líbano y Hamás en Gaza. Ya durante el régimen de sanciones Irán se las había apañado para armar con decenas de miles de cohetes, pertrechos bélicos y entrenamiento profesional a lo que llaman la “resistencia” contra Israel. El Estado hebreo se ha visto en serias dificultades para detener, con todo y bloqueo en Gaza, con todo e incursiones en la frontera sirio-libanesa o en el desierto sudanés, el contrabando de misiles iraníes. Ahora, dicen en Israel, con un Irán vuelto a enriquecer, será una misión imposible.

Irán ya ha puesto sus garras sobre cuatro países del Medio Oriente: Irak, Siria, Líbano y, últimamente, Yemen. No solo Israel manifiesta su nerviosismo frente al acuerdo sino, especialmente aunque sin hacer olas, los países árabes, comenzando por Arabia Saudita, que está interviniendo en Yemen contra las fuerzas chiítas apadrinadas por Irán, y Egipto, que recela de la influencia iraní en Gaza y, por extensión, en la Península del Sinaí.

Lo que viene

El gobierno israelí ve las gestiones de esclarecimiento contra el acuerdo iraní como un intento de “reducir daños”. Entre otros puntos, intentará que la opción militar contra Irán por parte de todo Occidente siga sobre la mesa, como forma de acicate a ese país para que no se le ocurra incumplir el acuerdo.

Estados Unidos por su parte, intenta desesperadamente tranquilizar a Israel, y ya esta semana ha comenzado un verdadero desfile de altos funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la Secretaría de Defensa por Jerusalén. Entre bambalinas se negocia un paquete “consuelo” de ayuda militar, venta de aviones que antes habían sido negados, y la estrella del momento: bombas perfora-bunkers capaces de cavar más de 60 metros antes de estallar. Es decir, EEUU sabe que Israel tiene más de una hipótesis de ataque a Irán.

Pero por el momento, Netanyahu se niega rotundamente a negociar por el paquete de ayuda compensatoria, e incluso prohíbe a su Ministerio de Defensa y a su ejército presentar su “lista de compras” al Pentágono. Dar siquiera una apariencia de negociación podría significar una disposición israelí a resignarse al acuerdo.

En el marco de dos meses, el Congreso podría votar contra el acuerdo, lo cual estaría seguido por el veto de Obama, que sería más difícil, por no decir imposible de anular en el Capitolio. Durante estos dos meses, los esfuerzos israelíes por influir en la política norteamericana estarán a full. También Herzog y Lapid estarán allí.

Cuando el periodista de Yediot Ajaronot Najum Barnea le preguntó a un ministro israelí involucrado en la lucha contra el acuerdo, qué ocurrirá si los esfuerzos tienen éxito y el mismo es anulado, el funcionario hizo una pausa, como quien piensa en ello por primera vez.

“No está claro”, dijo el ministro, “quizás el parlamento iraní decida rechazar el acuerdo y correr hacia la bomba. Podría ocurrir que los iraníes decidan, como represalia, violar el acuerdo, pero solo en sus márgenes. El mundo levantará las sanciones, EEUU continuará con ellas. Será un enorme lío”.

Este lío, ¿será bueno para Israel?, insistió Barnea. El ministro no supo responder. “Una lástima”, concluyó el analista. “porque esta pregunta cumplirá un rol central en la lucha por la aprobación del acuerdo”.

Los congresistas norteamericanos querrán saber qué ocurrirá, qué hará Irán, qué hará la Administración y qué harán Israel, Rusia, China, Europa, cómo influirá el rechazo del acuerdo en la guerra en Siria, y si ello no arrastrará a EEUU a otra guerra en el Medio Oriente.

¿Y si la lucha termina en derrota para Netanyahu? ¿El generoso paquete que ahora Obama está dispuesto a ofrecer a Israel en ayuda militar, que le garantiza la superioridad militar en la región, no se reducirá? ¿Israel no arriesga demasiado en una guerra prácticamente perdida contra un presidente en ejercicio?

Fuentes norteamericanas creen ver que Netanyahu mira más allá de la gestión de Obama, que termina dentro de un año y medio, pues está convencido de que el próximo presidente será republicano y mucho más simpatizante con Israel. “Entonces, Bibi será recibido en la Casa Blanca como un héroe y todos sus pedidos serán satisfechos”.

Mientras tanto, el juego en torno al acuerdo EEUU-Irán consistirá en muchos entrevistados israelíes en los medios norteamericanos, un juego de “palo y zanahoria” de Obama a Bibi y, en la política israelí, el intento de la oposición de capitalizar el fracaso de Netanyahu en frustrar el acuerdo. Herzog ya ha desmentido enérgicamente los rumores de que ingresaría en la coalición bajo un gobierno de unidad nacional, y ha llamado a “reemplazar a este gobierno”.

¿Ganando la guerra, perdiendo la paz?

Hamás ha "logrado" una nueva invasión israelí, con destrucción masiva y más de 1.800 muertos, ha quedado de pie, y es posible que obtenga ahora concesiones: eso es ganar. Equipo negociador de Hamás, con Azam Al-Ahmad (3o. de la izq.) a la cabeza.

Hamás ha «logrado» una nueva invasión israelí, con destrucción masiva y más de 1.800 muertos, ha quedado de pie, y es posible que obtenga ahora concesiones: eso es ganar. Equipo negociador de Hamás, con Azam Al-Ahmad (3o. de la izq.) a la cabeza.

Por Marcelo Kisilevski

Mañana martes termina el nuevo cese del fuego entre Israel y Hamás, que están negociando en El Cairo sobre la propuesta de Egipto, que también es el país mediador. Ambas partes, Israel y Hamás sienten que están en una trampa. La propuesta egipcia contiene la mutua no agresión, el levantamiento del bloqueo israelí y la posibilidad de reconstruir Gaza. Pero no incluye el puerto y el aeropuerto ni, por sobre todo, la reapertura del paso de Rafah, por donde pasa el dinero de Qatar para pagar sueldos y cemento.

De todos los apartados del plan egipcio para un cese del fuego duradero, el más difícil de aceptar es el que los obliga a cesar de plano su desarrollo balístico y la excavación de túneles de ofensiva en el subsuelo israelí. Aquí se divide la interna hamásica: Hamás-Gaza está dispuesto a aceptar la propuesta egipcia así como está, pero Khaled Mashal, desde su hotel de 5 estrellas en Qatar, ya la ha rechazado: para él, ese apartado implica reconocer a Israel en las fronteras del ’67.

Israel está dispuesto a otorgar algunas medidas de alivio a la situación humanitaria, y de hecho, los cientos de camiones con insumos de primera necesidad nunca han dejado de fluir hacia la Franja. Ahora, a pesar del silencio de radio al que se ha llamado el equipo negociador israelí, la prensa sabe que Israel permitiría la ampliación de la zona pesquera gazeña a 3 millas. Hamás quiere 6.

Hamás está en una trampa porque llevó a la Franja de Gaza a la peor destrucción de su historia y a más de 1.800 muertos, bajo una confesa política de «escudos humanos», en las que se le pedía a la gente sacrificarse por la causa, literalmente hablando. Si no lleva a su opinión pública logros que impliquen que el sacrificio valió la pena, en la forma de alivio al bloqueo y dinero contante y sonante, puede ver en peligro su permanencia en el poder y su relevancia en las conciencias.

Pero Israel está en una trampa no menor, que ni siquiera pasa por la construcción de un puerto y un aeropuerto, sino por el hecho de estar negociando con Hamás, lo cual se quería evitar. Cualquier logro que se lo otorgue a Hamás implicará que Israel está dando un premio al terrorismo y a la política desquiciada de esa organización islamista radical. Por no hablar del sentido común: Hamás es el bando que perdió una guerra que él comenzó. ¿Por qué habría de salir de la negociación con logro alguno? Por todo ello, Israel prefiere que sea Hamás el que diga que no a la propuesta de El Cairo.

Un síntoma del malestar que recorre la cúpula israelí es el hecho de que, durante el operativo, el premier Netanyahu efectuaba reuniones de consulta de varias horas por día con su gabinete, intentando evitar errores del pasado, pasando el examen del Contralor del Estado, que luego revisa los procesos de toma de decisiones. Ahora, en la etapa diplomática, se quejan sus ministros, nadie se entera de nada. Sus ministros, dicen en los pasillos de la Knesset y también en los del partido Likud, esperan a Netanyahu en la esquina para liquidarlo políticamente.

Nadie está conforme

Es que el operativo no ha dejado conforme a nadie. La derecha israelí truena ahora con que el operativo no fue «ni chicha ni limonada»: no terminó de liquidar al Hamás, ni ha logrado calma por años para los pobladores del sur -ni del centro- de Israel, y estamos negociando con los terroristas para darles «premios» por esta guerra que ellos lanzaron. Una vez terminado el operativo, se sienten libres para dar sus opiniones independientes -y prepararse quizás para inminentes internas y elecciones generales-, y la inconsultabilidad con la que se conduce ahora el premier, los hace sentir aún más libres para criticar e incluso atacar a la dupla Netanyahu-Yaalón, el ministro de Defensa.

Tampoco están conformes los pobladores del sur, que temen volver a sus hogares en torno a Gaza, y hasta el momento sólo un 25% lo hicieron. Es que por lo menos un tercio de los cohetes hamásicos salieron ilesos del ataque, la cúpula hamásica entera no fue tocada, la capacidad de fabricación de nuevos cohetes continúa viva, aunque no sepamos sus dimensiones. Ante la red de Qatar, Al-Jezeera, Hamás lució orgulloso uno de sus talleres, presentando incluso en sociedad al nuevo cohete J-80, capaz de llegar a Tel Aviv. Tampoco hay garantías de que se hallan encontrado y destruido todos los túneles excavados debajo de pueblos y kibutzim. Cuando a fines de mes terminen las vacaciones de verano, y los chicos israelíes deban volver a clases, el problema de opinión pública se agravará.

La izquierda israelí, por supuesto, tampoco está conforme, pero a diferencia de ocasiones anteriores, ha logrado articular una línea de acción que le permite salir de su letargo. Esta vez, a la par de expresar su preocupación por la población palestina en Gaza, denunciaron con fuerza la locura de Hamás y, salvo algunas manifestaciones con tinte anarquista, la clase política se mantuvo alineada con el gobierno, y en especial con el ejército.

Pero la izquierda apoya la línea de, una vez golpeado con fuerza el islam radical y quitada de en medio su relevancia, pasar rápidamente a un arreglo global que de verdad garantice paz, no sólo por años sino por generaciones.

El que mejor expresa esta línea hoy en día es el líder de la oposición, Itzjak (Buyi) Herzog, jefe del Partido Laborista. Luego de apoyar republicanamente al gobierno durante el operativo, elogiando la autocontención, y el no dejarse llevar por las propuestas de destrucción total escuchadas desde la propia coalición, Herzog otorgó este fin de semana una extensa entrevista a Yediot Ajaronot, donde rompió el silencio. Fue crítico, pero dejó implícito que todavía el premier está a tiempo.

«Bibi no es fuerte frente a Hamás, sino que fortalece a Hamás», dijo con dureza. «Hamás, que estaba debilitado antes de la contienda, entendió que por medios militares puede obtener logros, y el pueblo (palestino) se aglutinó en torno suyo. No hemos logrado crédito internacional a nivel político, no hemos aislado a Hamás, y al final Netanyahu entró en una trampa… Se ha desarrollado en nuestra región una coalición apasionante, de la que somos parte: Egipto, Jordania, la Autoridad Palestina, Arabia Saudita, los estados del Golfo. Una coalición que refleja una visión», la visión de un Medio Oriente laico, que se opone en bloque al islam radical que viene avanzando, donde se incluye a ISIS, pero también a Hamás. «¿Y qué hizo Bibi con eso?», pregunta Herzog. «Sólo fanfarronear y dedicarse a su supervivencia política, mientras sus ministros se dedican a mutuas chicanas preelectorales… Yo espero por lo menos que el primer ministro diga cuál es su visión… El problema es que fortalecer al Hamás impide toda capacidad de llegar a una paz por la vía política… Yo en su lugar habría dado un golpe doloroso a Hamás, y luego habría viajado a Ramallah, a lo de Mahmud Abbas,  habría llamado a su puerta y comenzado a hablar con él».

Se puede discutir con el líder laborista: el crédito internacional se debilitó hacia el fin del operativo pero sigue vivo y coleando. Hamás estuvo más aislado que nunca en el frente internacional e incluso en el mesoriental. Pero un dato es incuestionable: Israel está en El Cairo negociando con Hamás. Cuando, en realidad, la idea era bien otra: apalancar el aislamiento de Hamás, negociar con Egipto, la Autoridad Palestina, Jordania, Arabia Saudita (todos ansiosos por cerrar un bloque contra el islam radical en la región), para una desmilitarizar la Franja, con o sin autorización de Hamás. Y, a partir de allí, generar una coalición humanitaria internacional para reconstruir y desarrollar la Franja de Gaza (el gobierno ya dijo que no tendría problema en ayudar), y crear un estado palestino moderado al que Israel, de todos modos, ya se ha comprometido.

La ventana de oportunidades no se ha cerrado aún. Los próximos días y meses dirán si el gobierno israelí aprovecha, a pesar de todas las dificultades, una oportunidad que puede ser histórica para alcanzar la paz regional.