Uno de los más grandes problemas de la sociedad israelí es la pertenencia al pueblo judío, la identidad, la autodefinición. El problema ya es conocido de las comunidades en la Diáspora, pero cuando los judíos son mayoría, y cuando son gobierno y, por ende, manejan presupuestos estatales millonarios, la cosa se complica. Se vuelve menos simbólica y más terrestre, con asuntos de dinero, política y poder.
La culpa, o el pecado original, si se quiere, está en las propias raíces del sionismo, aquel movimiento de liberación nacional que fue el primero en ver al judaísmo como una nación, basada en una tierra y una cultura. ¿Y cuál fue el pecado original? En resolver toda la identidad judía… menos su puerta de entrada.
En efecto, si hay judíos laicos, incluso ateos -puesto que los judíos son un pueblo y no una religión, igual como lo es el pueblo francés, o más o menos- y si un «goi» (no judío) quiere entrar a formar parte, ¿por qué tiene que pasar por el rabinato para hacerlo? El sionismo dio respuestas a toda la vida judía, pero si un goi se acercaba, lo mandaban a la sinagoga. Y lo hacen -lo hace el Estado de Israel- hasta el día de hoy.
De ahí el resto de los problemas. Si el rabinato -y encima el ortodoxo- decide quién es judío, miles de jóvenes cuyos padres -y no sus madres- son judíos, pueden hacer aliá (inmigrar a Israel), ser considerados ciudadanos israelíes bajo la Ley del Retorno, ir al ejército y morir en las guerras, pero no judíos según la Halajá, y cuando caigan en batalla serán enterrados en las parcelas de los soldados no judíos, junto con los no menos heroicos soldados drusos y beduinos.
Y para casarse, deberán hacerlo en Chipre, porque el rabinato israelí (que es el «registro civil» local, es decir el casamiento legal), no aceptará casarlos. Y los que se casen, si se quieren divorciar, deberán hacerlo según la Halajá, en general de común acuerdo. Y muchos maridos se niegan a dar el «Guet», divorcio ritual, dejando a cientos de mujeres en Israel «ancladas», según la jerga. No pueden casarse ni rehacer su vida, y los hijos que tengan con su nueva pareja serán considerados «mamzerim», bastardos, sin derechos de herencia. Otra vez el dinero.
Ya me quejé bastante. Pero se está queriendo organizar una especie de rebelión civil. Mañana les cuento.
Que » melange » espantosa es hoy la realidad cuando se mezclan ideologias, nacionalidades, la fe y la pertenencia. Todo no va junto y para cada cosa hay un sentido, o , por lo menos, algunas lo tienen. El tema es cuando nadie se corre para dar lugar a lo que es de uno y de nadie mas. Tanto laburo es aceptar que tenemos lo nuestro?. Tanto conflicto es tomar lo que es de uno sin tener que hacer una racionalizacion de cada cosa?. No conozco personas mas conflictuadas con la realidad que los que no creen en lo que lo puedan trascender. Y como hay de todo en nuestra viña , hoy, el vacio existencial llego a un punto en que el mismo Estado de Israel muestra la consecuencia de la division por el poder (y no por ideas). Cariños Kisi y exitos.
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Querida Mabel! El problema no son las creencias, sino los diversos intentos de imponerlas a otros. Y sobre esto nos hemos puesto de acuerdo vos y yo más de una vez. Yo ni siquiera puedo asegurar que soy ateo. Pero de considerar a los ateos como conflictuados con la realidad, a obligarlos a casarlos de una manera que no coincide con su ateísmo, equivocado o no, o con sus ganas o incluso sus sueños, hay una distancia enorme y diría incluso que es violento. De nuevo: Israel es el único país occidental y libre en el que los judíos no tienen libertad de culto. Ridículo, no? Y también doloroso para mucha gente. Y los llamados a la unión por parte de los religiosos en Israel es en realidad un llamado a que los otros abandonen sus posturas, no ellos. No un encuentro en el medio. El tema filosófico que planteás es apasionante, y repito: puede que hasta nos pongamos de acuerdo. Pero creo que es otro tema. Esto habría que hablarlo mate en mano, te acordás? Gmar Jatimá Tová!!
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El tema es; QUE ES SER JUDIO? Y yo, que tuve todas las crisis de identidad que se pueden pedir,(mis familias originarias abandonaron su judaísmo al venir a América, «por razones prácticas» conocidas) tras una amable pero amarga discusión con mi querido Maestro, Riví Grimberg, del Mov.de Promoción Judáica, de la calle Azcuénaga, donde había armado su Beit HaMigdash,decidí que entablaría una relación directa con Ha Shem,quien no pondría en duda mi identidad, como no la ponían en duda mis amigos judíos,ni los antijudíos que proliferan en Bs As. Cuando tenía ganas iba al Shil de Paso, otras veces a Libertad a recibir a La Reina los viernes al atardecer. Pasaron 35 años: digo Shmá al levantarme, tras lavarme las manos.Y al acostarme, también. Cuando me llevo un alimento a la boca, digo Todá. Pero como no voy al Shil, acá en Caracas, donde vivo, se me segrega. Se creen Tzadikkim porque participan en las subastas de los puestos en la sinagoga y cosas por el estilo en que no abundaré.
Luego veo que en la desesperación por meter gente en Israel convierten a Chinos, a Japoneses (que, a su vez, en su desesperación de inmigrar a algún lado,gustosamente se convertirían en cualquier cosa) Y después me cuestionan a mí, que tengo más sangre yid que….
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