EL «PLAN DEL SIGLO» SE PONE EN MARCHA

Si anteayer parecía que la presentación del «Plan del Siglo» de Donald Trump era una farsa para correr el foco de atención del impeachment de Trump y del debate por la inmunidad o no para Netanyahu en su procesamiento por corrupción, hoy vemos que el acelerador es pisado hasta el final: no se trataría de un «Plan» sino de una decisión, a ser implementada de modo expeditivo y unilateral, con respaldo del mundo árabe, a expensas de una Autoridad Palestina a la que se le dice: tu intransigencia ya no es gratis.
Por Marcelo Kisilevski
 
200128 Mapa de Trump
 
Hoy se anunció en la Casa Blanca el «Plan del Siglo» de Trump para la paz entre Israel y los palestinos, llamado pomposamente «Paz para la Prosperidad». Ya explicamos en un post anterior cómo sería. Ahora se supieron algunos detalles más, como la «no división» de Jerusalem, pero que el Estado palestino también tendría su capital en Jerusalem, donde «orgullosamente» Trump, dijo,  pondría su embajada.
 
¿Cómo sería eso? Es que el muro, la Cerca Separadora en Jerusalem, no pasa por el límite municipal de la ciudad, sino por el medio de la parte oriental. Tres barrios: Kafr Aked, la parte oriental de Shoafat, y especialmente Abu Dis, que están dentro del límite municipal de Jerusalem, están, sin embargo, del otro lado de la Cerca Separadora. De ese modo, los palestinos recibirían esa parte de «Jerusalem», mientras que Israel y los judíos en el mundo no sentirían que está dividiendo nuevamente la ciudad, especialmente porque la Ciudad Vieja quedará entera bajo soberanía israelí.
Resumen actualizado de los puntos del plan:
 
1) Soberanía israelí sobre todos los asentamientos israelíes en Judea y Samaria, incluidos los aislados.
2) Anexión a Israel de hasta el 30% de Cisjordania.
3) Soberanía israelí total sobre el Valle del Jordán.
4) Jerusalén permanecerá bajo soberanía israelí, incluida la Ciudad Vieja.
5) Compensación territorial a los palestinos en Jalutza, en el límite con Egipto.
6) No «derecho al retorno“ de refugiados palestinos, salvo un número simbólico de ellos.
7) Creación de un Estado palestino con capital en Abu Dis (barrio árabe de Jerusalem Oriental, pero del otro lado del muro), en el 70% restante de Cisjordania y en los territorios en compensación (punto 5). Ello sería 4 años después de iniciado el proceso, pero sólo si cumplen a rajatablas con el punto 8.
8) Reconocimiento palestino de:
* Israel como Estado del pueblo judío.
* Jerusalén, capital exclusiva de Israel.
* Desmilitarización de Franja de Gaza.
* Desarme del Hamás.
9) El Estado palestino estaría desmilitarizado, Israel continuaría siendo responsable de la seguridad, del espacio aéreo y de las fronteras.
 
Hasta acá todo bien y suena excelente, incluso por primera vez desde el Plan Olmert de 2008, se presenta el mapa de lo que serían, por fin desde la creación de Israel, las fronteras definitivas, y que presentamos en la imagen más arriba.
 
Entonces, ¿cuál es el problema? Los planes de paz tienen dos niveles: lo que proponen, y el principio de su implementación. En los Acuerdos de Oslo, el principio era el gradualismo; en la Hoja de Ruta, la reciprocidad. En el Plan del Siglo de Trump es la implementación expeditiva y unilateral.  
En efecto, este anuncio no se está presentando ni percibiendo como un «Plan del Siglo», una propuesta, sino como una «Decisión del Siglo», un anuncio de lo que se hará, en lugar de ser una pregunta a los palestinos a ver si les gusta el plan o si seguimos negociando. Si les gusta bien, tendrán su Estado en cuatro años. Y si no, también, y que les vaya bien.
 
Netanyahu, incluso, ha anunciado que ya este domingo, en la reunión de gabinete, elevará a votación la anexión expeditiva del Valle del Jordán, y que era sólo el comienzo. Y en pasillos gubernamentales han comenzado a fantasear con creativos planes de ingeniería de Estado: ¿por qué no entregarles en compensación por la anexión de los asentamientos, en lugar de los arenales de Jalutza en el límite con Egipto, el Triángulo del Valle de Ara, lindante con Cisjordania por el norte, poblado por alrededor de 150.000 árabes israelíes?
 
Los países árabes, salvo Jordania, están aceptando el Plan, como un mensaje a los palestinos de que tienen que aceptar lo que se les da, porque el mundo árabe tiene problemas más graves que seguir preocupándose por ellos, y los están abandonando. Sus problemas tienen un nombre: Irán.
Los palestinos, por su parte, se están organizando para protestar, y todavía no sabemos qué energía tienen para hacerlo, pero ya han habido manifestaciones y muchos posters de Trump y Bibi quemados en medio de gritos y amenazas ultranacionalistas y ultrarreligiosas islámicas radicales. ¿En cuatro años no habrá un Hamás armado hasta los dientes, reconocerán a Israel como Estado cuna nacional del pueblo judío y se creará entonces un Estado palestino sin Jerusalén, sin derecho al retorno de los refugiados, y acantonado dentro de Israel? Cuánto lo dudo. 
 
Pero qué sabe uno, quizás funcione. En el Medio Oriente, tan proclive a eternizar conflictos, a veces una fuerza que viene de afuera a patear el avispero ayuda a las partes en pugna trabadas en sí mismas, a salir del pantano, o conformarse con lo que impone el más fuerte. Quizás, después de haber rechazado todos los planes de paz sin proponer nada a cambio, los palestinos tengan que atenerse a esto que están recibiendo hoy por decisión imperial, y por traición de un mundo árabe que los mandó a una intransigencia suicida en primer lugar, allá por 1947.
 
Lo que sí digo es que, en el camino, quizás tengamos que pasar por una etapa de levantamiento, terrorismo y muertes, de un lado y del otro, que es lo que el «Plan de Paz» de Trump, queremos creer, quería evitar. 

EL SHOW (perdón, el Plan) DE LA PAZ

TrumpBibiGantz

¿Cuáles son los puntos principales que componen el famoso «Trato del siglo»? ¿Por qué tienden a cero sus posibilidades de éxito? Los jugadores, tanto en Washington como en Jerusalén, saben que no prosperará. ¿Por qué, entonces, se anuncia su presentación ahora y en esta forma?

Por Marcelo Kisilevski

El Foro Internacional por la Shoá en Jerusalén, el jueves, terminó con una sorpresa: el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, entregó una invitación al premier Biniamín Netanyahu y al líder de la oposición, Benny Gantz, de parte de Donald Trump, para visitarlo pasado mañana, y escuchar de él los detalles del «Trato del siglo», como llama su Administración al nuevo plan de paz con los palestinos.

En realidad, fue la nueva maniobra genial de Bibi «Houdini» Netanyahu: este martes se tenía que discutir en la Knesset el otorgamiento o no de inmunidad parlamentaria a Netanyahu para que pueda (o no) ser juzgado por corrupción ya desde antes de los comicios del 2 de marzo. Entonces sugirió/pidió/propuso a su amigo Trump que presentara ya ahora la fase política de su Trato del Siglo.

La maniobra es genial porque con ello logra tres cosas: 1) Pone a la oposición en una situación embarazosa: no queda bien tratar su situación in absentia en la Knesset, cuando el premier está en una misión de tan vital importancia para el Estado. 2) Corre el eje del debate público, para que las elecciones no parezcan ser ya sobre su situación judicial, «Bibi sí o Bibi no», que hacían quedar a Netanyahu como que trababa al país por sus necesidades personales, sino por algo de contenido ideológico profundo, la paz con los palestinos y cómo lograrla. 3) Tiende una trampa mortal a Gantz, su adversario: si acepta la invitación, ¿en calidad de qué lo hará? Será un novato, «una estadística», se dijo en los pasillos políticos, un testigo mudo de los conciliábulos de los dos zorros veteranos, Trump y Netanyahu. Si no viaja, estará desairando al líder norteamericano para conspirar en la Knesset contra Netanyahu, en su ausencia y a sus espaldas.

Al final le encontró la salida a la trampa: viajará, pero se reunirá privadamente con Trump: «He aceptado la invitación personal del presidente norteamericano, y me reuniré con él el lunes (mañana) de modo personal, como líder del partido más grande de Israel», dijo. Los medios, sin embargo, dijeron que también participaría en la reunión del martes, así que se verá cuál es la dinámica grupal.

Pero de este modo, Netanyahu busca ser una vez más el mago «Houdini», el maestro de la huida de situaciones difíciles, porque en cada uno de los anteriores comicios, fue perdiendo altura de vuelo. Si ahora gana las elecciones, incluida la formación de gobierno, habrá que ovacionarlo de pie por tan excelente show.

En sí, el famoso «Trato del siglo» no tiene ninguna oportunidad de tener éxito, ni por su contenido, ni por la dinámica de su presentación. Desde el vamos, Washington no tenía intención de presentarlo antes de formado un gobierno estable en Israel, para no convertirlo en materia de campaña electoral. Lo hacen «a pedido». «Hemos aceptado el pedido del Premier israelí», formulaba explícitamente Pence. Por otro lado, la Casa Blanca invita a Netanyahu, a Gantz, y a nadie más. ¿Y los palestinos? Bien, gracias. Ellos ya han anunciado que no mirarán el plan siquiera de reojo, así que, ¿para qué perder tiempo invitándolos a que todos pasemos un mal rato y salga mal la foto?

Los puntos del «Trato del siglo»

A decir verdad, si uno ve el plan, según lo que ha trascendido, no se entiende en qué están pensando los norteamericanos. Parece una negociación entre Washington y Jerusalem, más que entre Israel y los palestinos.

Según lo que trascendió, por ejemplo lo difundido en el Canal 12 (Mako) del viernes, el plan incluiría:

1) Soberanía israelí sobre todos los asentamientos israelíes en Judea y Samaria (Cisjordania). Todos, menos 15 asentamientos aislados, serán conectados en continuidad territorial con Israel. Pero también los 15 estarán bajo control israelí, tipo cantones pequeños.

2) Israel podrá anexar hasta un 40% de los territorios C, hoy bajo control militar israelí, tanto civil como de seguridad, según el Acuerdo de Oslo 2.

3) Soberanía israelí total sobre el Valle del Jordán.

4) Jerusalén permanecerá bajo soberanía israelí, incluida la Ciudad Vieja. Acceso palestino a los lugares santos, pero con una representación administrativa apenas simbólica.

5) Compensación territorial a los palestinos en la zona de Jalutza en el Neguev, en el límite con Egipto.

6) No concreción del «derecho al retorno» de los refugiados palestinos, fuera de la absorción simbólica de algunos de ellos, sin mecanismo de indemnizaciones.

7) El «caramelo» para los palestinos: al final del proceso, la creación de un Estado palestino independiente, a unos cuatro años de presentado el Plan. El Estado será desmilitarizado, sin posibilidad de trabar tratados internacionales, y sin control de sus fronteras.

8) Reconocimiento palestino de Israel como Estado judío, de Jerusalén como capital de Israel, desmilitarización de la Franja de Gaza, y desarme de Hamás.

Análisis final

La Autoridad Palestina ya ha dado muestras de no tender a una solución práctica y racional que lleve a la creación de un Estado palestino posible. La prueba es que, ante los planes presentados desde los tiempos de Oslo, no sólo han rechazado todo, sino que jamás han contrapropuesto absolutamente nada. Nada que no sea la retirada total a las líneas de 1967, capital en Jerusalén Oriental, y el derecho al retorno de los refugiados a suelo israelí.

Todo eso es cierto, pero este «Trato del siglo» parece diseñado de antemano para el rechazo palestino. Entonces, ¿para qué se presenta? Respuesta posible: los palestinos son el componente menos importante en esta jugada, y el plan está dirigido, en realidad, a oídos de los países árabes, en un intento de consolidar una gran coalición contra el bloque ruso-chino-iraní-turco.

En efecto, todos ellos fueron invitados a Washington para ponerlos en tema, aunque separados de los líderes israelíes. A los países árabes, la causa palestina hace tiempo les ha dejado de importar, pero el plan, que sería aceptado por Israel (aprovechando una vez más el rechazo palestino) puede darles la excusa para aceptar un acercamiento más abierto con Israel. Recordemos también, que el Plan Saudita de Paz de 2002, que llama al reconocimiento de Israel por todos los países árabes y normalización de las relaciones con este país bajo ciertas condiciones, plan que no ha sido siquiera respondido por Israel, no ha sido retirado, sin embargo, por la Liga Árabe. Podría tratarse, al final de cuentas, de una oportunidad.

 

 

 

5 AÑOS SIN NISMAN: REFLEXIONES DESPUÉS DEL DOCUMENTAL

Nisman

Por Marcelo Kisilevski

Algunas reflexiones después de ver el documental sobre la muerte de Alberto Nisman en Netflix, a cinco años del crimen. La primera es que, después de haberlo visto, sigue siendo obvio que lo asesinaron, que fue la víctima 86 del atentado a la AMIA, que se politizó el homicidio en lugar de investigarlo, y que la discusión del suicidio es una «discusión argentina», que no resistiría el menor análisis en ninguna otra parte del mundo. Sin embargo, el documental, para alegría de Cristina, que lo ha elogiado emocionada, legitima la discusión: suicidio u homicidio. Esa (y no quién lo mató ni por qué) es la cuestión.

Como mucho, se habló de «suicidio inducido», pero eso es también homicidio: no constituye la resolución del caso, sino una hipótesis inicial. Si fue inducido, la pregunta sigue siendo quién lo indujo, y se debe investigar. En lugar de eso, se concluye en el documental que hay «tres teorías»: suicidio, suicidio inducido, homicidio. La primera tranquiliza; las otras dos interpelan, desafían, dan miedo. En ningún programa de TV reflejado allí se hace la pregunta obvia: si fue asesinado, ¿quién fue?

Si no fueron los K, si «les tiraron un muerto», ¿quién se los tiró? Parrilli es el único que va más allá en el análisis (bueno, no tanto más allá): el mayor perjudicado, dijo, es el gobierno de Cristina. Ponele, pero ¿entonces? Conclusión: no sabemos si fueron los K o los anti-K, y tampoco sabremos nunca si Lagomarsino fue asesino, cómplice o fusible, porque nadie parece tener fuerza (ni, parece, voluntad política) contra aquellos a los que les conviene que no se resuelva.

Segunda reflexión: no se investiga, como no se investiga el atentado a la AMIA, porque cualquiera que se meta, sabe que alguien (los K, los Stiuso, «el poder» o el que sea) lo tendrá agarrado de los huevos. Y los que agarren huevos, estarán a su vez agarrados por otros. Es la ley de la selva, literal. O, mejor dicho, la ley de los carpetazos. El próximo crimen sin resolver está a la vuelta de la esquina. Las organizaciones terroristas que han penetrado en América Latina, comenzando por Hezbollah y sus amos iraníes, lo saben bien. La «mano de obra desocupada» en la Argentina, también. Es debido a este festival de impunidad, precisamente, que la Argentina sigue siendo blanco potencial y fácil del terrorismo internacional.

Tercera reflexión: ¿De verdad pusieron a una funcionaria judicial como Viviana Fein al frente del caso? ¿En qué estaban pensando? ¿Esos son los detectives que hay en la Argentina? ¿Cómo puede funcionar una justicia penal donde los jueces son los detectives, y donde su investigación consiste en citar testigos o expertos a declarar? ¿Cómo puede ser que sea una fiscal la que entra a la escena del crimen y la dirige (y la contamina) como si fuera el detective Starsky o una científica forense de CSI? ¿Cómo puede ser que diga: «el que dice que fue asesinato que traiga pruebas»? ¿Para qué la mandaron a usted, entonces, señora? ¿Cómo puede decir que «los que dicen que contaminé la escena no vieron que primero se filmó y fotografió todo»? ¿Ese es el nivel? Descubrió decenas de llamadas extrañas entre agentes de inteligencia durante toda la jornada previa al asesinato. ¡Muy bien! ¿Y? Dele, siga. Pero no: «no hay suficientes pruebas de homicidio» y punto. Ahí se quedó lo más tranquila la buena funcionaria. O alguien la «tranquilizó».

Sobre todo, funcionarios o jueces, ¿no deberían actuar en el tribunal, en base a las evidencias recogidas por detectives y forenses? Si jueces o fiscales son los que investigan, ¿a qué se dedica la policía? Un juez o un fiscal que investiga, ¿no se transforma en parte, en lugar de estar por encima, en lugar de ser neutral a la hora de juzgar? Y ser parte, en la Argentina, además de viciar el juicio, ¿no lo hace sujeto a presiones y sobornos? Galeano fue posible porque era «juez investigador», un invento absurdo. ¿Quién diseñó el aparato de justicia penal en la Argentina? Me dirán, como siempre: no entendés. Es cierto, es tan absurdo que es incomprensible.

Además, como lo dijo un entrevistado de la CIA: «Nos encontramos con un aproach según el cual primero hay una hipótesis y después se buscan evidencias que las sostengan, en lugar de ver qué evidencias hay, y luego trazar hipótesis». Ah, pero lo dice alguien de la CIA, entonces no sirve. Sepan disculpar.

Y la última: la Argentina se ha convertido, a fuerza de grieta, en el país donde la justicia no existe, donde las evidencias nunca son tales, porque depende de quién las encargue, de quién las presente y de quién las reciba, las escuche y las vea. Es un país donde después de que investigan jueces, fiscales, la SIDE, hay que traer también a la Gendarmería, porque la Argentina es un Estado enfermo.

Es un país donde Maldonado fue «desaparecido y asesinado» porque lo dicen algunos, aunque se pruebe en quince peritajes que murió ahogado, en lugar de llorar su muerte cuando protestaba por una causa justa (flaco favor se le hace así a la causa justa); y donde un fiscal que estaba por presentar la acusación de su vida y aparece muerto unas horas antes, en realidad «se suicidó». Muy parejo ese sentido común. Todo eso, en lugar de reclamar la verdad y hacerse cargo de ella, como gente adulta. Incluso los K, que dicen «nos tiraron un muerto» (sin siquiera advertir que eso contradice la infantilidad del «suicidio»), debían haber sido los primeros, precisamente por eso, en impulsar, ordenar, ¡imponer! la resolución del caso a la semana de ocurrido.

En fin, suerte con eso. El documental de Netflix es la ilustración de un país en el que no hay justicia, en el que la verdad siempre es relativa, en el que nadie confía ya en nadie, un país irreconciliable, un país desquiciado. Un país que da miedo.