Hoy, Conferencia de París, hoy

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Biniamín Netanyahu y Francois Hollande. El israelí le surigirió al francés, en su último encuentro, que anule el foro internacional de hoy y que, en cambio, dedique una sala donde se puedan sentar a solas él y su par palestino Mahmud Abbas para cerrar trato sin precondiciones.

Por Marcelo Kisilevski 

¿Cuál es la agenda de cada uno de los actores en este nuevo capítulo de la telenovela llamada «proceso de paz», en que los actores secundarios del culebrón intentan lograr algún tiempo de pantalla?

Cuando se realiza cualquier conferencia en pos de la paz, se supone que debemos alegrarnos. Quien esto escribe se alegró mucho con la Conferencia de Paz en Madrid en 1991, pues era la primera vez que israelíes y árabes se sentaban en una misma mesa y en público a hablar del futuro compartido en esta región. No salió nada de allí, salvo un precedente para lo que después sería Oslo. Luego, en 1993, con el apretón de manos entre Rabin y Arafat, muchos nos emocionamos de verdad. Hoy se reúnen nada menos que 72 países en París, bajo los auspicios del presidente Francois Hollande para intentar romper la brecha hacia la paz entre israelíes y palestinos… sin los unos ni los otros. El principal problema de esta conferencia es la experiencia que tenemos tanto protagonistas como testigos: después de tantos años de intentos fallidos, nadie cree -de antemano- una sola palabra de lo que pueda salir de allí.

En breve -porque ni siquiera vale la pena el río de tinta digital, hay otras cosas que hacer- este sería el esquema de las motivaciones de cada actor en este nuevo sketch de la política internacional.

Francia y demás participantes: volver al ruedo como los hacedores de la paz. Algunos de ellos haciendo gala del mismo pacifismo europeo poscolonial multiculturalista de siempre. En el mejor de los casos, buena gente con buenas intenciones. En lo concreto, emitirán una declaración meramente declarativa (valga más que nunca la redundancia) en la que llamarán a las partes a renovar su compromiso con la solución de dos Estados y a renegar de sus respectivos funcionarios de gobierno que se oponen a ella, como lo reveló el matutino Haaretz. También, advertirán a la entrante Administración Trump de no trasladar la embajada norteamericana a Jerusalén. «Sería una decisión unilateral que puede escalar la violencia en el terreno», dijo a Reuters un alto diplomático francés. «Cinco días antes de asumir su mando como Presidente, no es nada despreciable que más de 70 países se reúnan para llamar a la solución de dos estados, cuando su Administración podría implementar medidas controvertidas que podrían provocar una escalada». ¿Llamar a dos estados y advertir a Trump contra el traslado de la embajada? ¿Para eso se reúnen hoy 72 países en París? Parece que sí.

EEUU: También John Kerry, secretario de Estado norteamericano, asistirá. Cinco días antes de terminar su carrera y la de Obama, la idea es reforzar el discurso del primero, hace unos días, en el que predicara su doctrina moral, principalmente contra el premier israelí Netanyahu, sobre las culpas del no avance del proceso de paz. También, intentar comprometer a la próxima administración con algún otro hecho consumado, tal como lo hiciera esa potencia con el no veto a la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad. Como dijimos en una entrega anterior, Obama y Kerry intentan diseñar su paso a la historia como hacedores de la paz, y poner un alto precio a sus futuras conferencias en universidades y foros internacionales, donde podrán enseñar cómo no lo lograron… claro está, por culpa de otros.

Autoridad Palestina: no asiste, en parte por la negativa de Netanyahu a hacerlo, y en parte porque Israel no ha cumplido la precondición palestina de cesar la construcción en los territorios. Cuando, en tanto, Israel continúa construyendo -a paso lento, solo en asentamientos existentes, y solo en los bloques junto a la Línea Verde, pero construye- cabe preguntarse qué esperan los palestinos. Una de las respuestas de los analistas es que se trata de una excusa para no cerrar trato jamás por un Estado palestino que se extienda solo por Cisjordania y Gaza. Por default eso implicaría reconocer a Israel que, en términos del islamismo radical que infesta la sociedad palestina, es «una soberanía no musulmana sobre Dar El-Islam», la morada del islam, que es tierra sagrada. Desde esta perspectiva, Mahmud Abbas, presidente palestino, temería que la solución de dos estados, con todo lo que él pueda apoyarla verbalmente, no solo dictaría su propia muerte -tal como le ocurriera a Anwar El-Sadat- sino el estallido de una guerra civil palestina, lo contrario de lo que se quiere lograr, a saber, la paz. Lo que quedaría, pues, sería el status quo, mantener las cosas más o menos como están, manteniendo bajos los decibeles de la violencia, y con logros diplomáticos simbólicos en la arena internacional que menoscaben la legitimidad de Israel, pero no mucho más. Fuentes periodísticas en Israel indicaron que la intransigencia palestina podría reducirse con la nueva Administración en Washington, ante el temor de un Trump demasiado pro-israelí. Entonces se avendrían a negociar, sin precondiciones y a precios reducidos. Suena a wishful thinking, pero el tiempo dirá.

Israel: No acepta negociar con precondiciones, recuerda a quien quiera escuchar que Arafat no esperó a que este país dejara de construir para negociar con él durante todos los años de Oslo, por lo que la precondición palestina suena a excusa para no cerrar trato por la creación de un estado palestino que se extienda solamente por Cisjordania y Gaza. Recuerdan, como evidencia, que en 2009, ante las presiones de Obama luego del discurso de El Cairo, Israel congeló la construcción en los territorios por 10 meses, sin que la Autoridad Palestina insinuara siquiera una vuelta a la mesa de negociaciones. Por otro lado, el gobierno israelí entiende que, históricamente, los foros multilaterales -empezando por el mencionado Madrid 1991- jamás aportaron a la paz, y que solo negociaciones directas, basadas en el intento de satisfacer necesidades e intereses realistas de las partes, han servido para impulsar los procesos, y no «circos de la paz» que solo ayudan a que sus organizadores y asistentes salgan bien en las fotos.

Pero hablar de la paz siempre es positivo. Feliz día de la paz para todos.

 

 

¿Qué preocupa a Israel del acuerdo EEUU-Irán?

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Zarif sellan el acuerdo.

Nueva era en la geopolítica mundial: ¿hacia dónde? Secretario de Estado John Kerry y Ministro de Exteriores iraní Muhamad Yavad Zarif sellan el acuerdo.

Por Marcelo Kisilevski

El acuerdo firmado entre EEUU e Irán en torno al plan de desarrollo nuclear bélico de los ayatollahs no debería disparar reacciones automáticas a favor ni en contra, ni siquiera en Israel.

Los méritos del acuerdo pueden ser pocos, pero significativos, aunque probablemente se inscriben en un plano de largo plazo, un poco abstracto para aquellos que viven en casas dentro del rango de tiro de los misiles Shihab persas, capaces potencialmente de portar ojivas nucleares.

Pero después de treinta y cinco años de enemistad total entre el “Gran Satán” e Irán se ha abierto un canal de diálogo entre este país y el Occidente al que tanto dice odiar. No es poca cosa para un país de corte islámico chiíta, que se ve como portaestandarte de una minoría milenariamente perseguida, largamente colocada entre la espada y la pared. A partir del acuerdo, Irán se puede sentir menos acorralado, más escuchado, menos necesitado de afilar las zarpas.

Irán, además, tiene ahora lo que perder si no cumple su acuerdo. Especialmente en lo que refiere a su economía: 150 mil millones de dólares fluirán directamente a sus alicaídas arcas, y servirán, no solo para seguir bancando sus guerras extranjeras sino para que la angustiada calle iraní pueda dejar de consumir únicamente productos chinos. En el plano interno, fueron las sanciones y sus efectos en el consenso a favor de la Revolución Islámica lo que trajeron a Irán a la mesa de negociaciones.

En un plano geopolítico, Occidente le acaba de decir a Irán que tiene voz e importancia en los procesos mesorientales y mundiales. Eso también es un activo para un país que busca tanto la hegemonía en Medio Oriente como la relevancia y la atención mundiales. Si lo analizáramos psicológicamente como a una persona, llamémosla Imán Alí Jamenei, verdadero mandatario de Irán, deberíamos decir también, el afecto mundial. El perseguido líder no querrá perder tampoco eso.

¿Conteniendo la nueva Guerra Fría?

En el mismo plano, en un contexto en el que se predibuja una nueva proto guerra fría, el acuerdo le coloca paños fríos, al menos por el momento. En efecto, en los últimos años parece perfilarse un nuevo dibujamiento bipolar de las relaciones internacionales. De un lado EEUU y Europa, Israel, todos los países árabes sunitas. Del otro, Rusia, Irán, la Siria todavía bajo la elite alawita, China oteando desde la lejanía económica, algunos países latinoamericanos.

Este dibujamiento tendría dos atenuantes. Por un lado, a Rusia no le dan todavía los números para volver por sus fueros como super potencia, luego de la debacle económica de la Guerra Fría, de la que todavía no se ha recuperado. No puede aún, pero quiere. Sus intervenciones en Georgia y Ucrania, sus amenazas a quienes osen coquetear con el bloque europeo, su exitosa intervención contra un ataque norteamericano en Siria que era inminente, son solo algunos de los pasos dados en esa dirección.

Como segundo atenuante, no se trataría de bloques impermeables, no hay aquí -siempre hasta nuevo aviso- una “cortina de hierro”. Rusia ha firmado últimamente acuerdos para la venta de armas a países árabes, supuestamente en el bando norteamericano. Y EEUU “se habla” con Irán.

Si no queremos volver a una realidad que en varios think tanks de Occidente comienza a ser vista como la “Segunda Guerra Fría”, el acuerdo EEUU-Irán pareciera neutralizar las hostilidades en ciernes. Esto a su vez tiene su reparo: una de las razones para el acuerdo es poder despejar energías para la hostilidad que ambos países comparten contra lo que ya parece ser un tercer polo, indomable tanto para Occidente como para el bloque “pro ruso”: ISIS y sus símiles.

EEUU detesta a ISIS por islamistas radicales desprendidos de Al Qaeda, que infrigiera a los norteamericanos el peor atentado terrorista de su historia. Irán los odia por sunitas. De modo surrealista, allí, en los desiertos de Siria e Irak, ambos pueden formar un frente común.

Además, tanto para EEUU como para Rusia, el nuevo paradigma que instala ISIS es el de pequeños ejércitos que desmembran o ponen en jaque a países establecidos y reconocidos que son parte de la ONU, y es un desafío al que tendrán que dar respuesta. ISIS controla un territorio con diez millones de personas a las que gobierna efectivamente: servicios, impuestos, leyes y comercio internacional, en especial de petróleo en el mercado negro. El Califato, si bien sus fronteras no están fijadas definitivamente, es una realidad, y tanto el bloque norteamericano como el ruso tendrán que rascarse mucho la cabeza para decidir qué política seguir frente a ella. Si la realidad dicta que Siria e Irak ya no existen como los conocíamos, ¿deberá el mundo reconocer al nuevo país? ¿O deberán salir a una guerra total, regidos por el principio de defender a países miembros de la ONU de su desaparición, como lo hizo EEUU frente a la desaparición de Kuwait en 1991?

En este contexto, el acuerdo entre EEUU e Irán busca neutralizar al menos uno de los frentes, reduciendo los decibeles de la inestabilidad mundial, aunque más no sea en el estado de ánimo de la Casa Blanca.

Los reparos de Israel

Si todo esto es así, ¿qué coloca a todo Israel al borde de un ataque de nervios?

Lo primero que llamó la atención en el plano interno israelí fue que, en lugar de condenar la arrogancia de su primer ministro y su negativa a alinearse con el acuerdo, puesto que es una realidad e Israel debiera confiar un poco más en su principal aliado y reparar la confianza casi destruida entre él y Obama, tanto la oposición encabezada por el centro-izquierdista Itzjak Herzog, como los principales medios de comunicación, que tradicionalmente exhiben posiciones de izquierda, esta vez corrieron a Netanyahu “por derecha”.

Herzog incluso se ofreció para iniciar una gira por EEUU para clarificar sobre los peligros de este acuerdo ya firmado, mientras puertas adentro condena el “colosal fracaso” de Netanyahu a la hora de evitarlo.

Yair Lapid, líder del partido Iesh Atid, que actuara como ministro de Economía en el gobierno anterior, embistió contra el juego solitario de Netanyahu: “Nunca dejó que el gabinete en pleno tratara el tema, quiso llevarse todo el crédito. Ahora que fracasó rotundamente, que se lleve toda la responsabilidad”, ataca furibundo en todos los medios posibles.

Los principales analistas de prensa también condenaron la gestión del premier, que no hizo más que crear antagonismos allí donde el sonriente mandatario iraní, Hassan Rohani, ganaba empatía. Pero sobre todo, cargaron las tintas contra el acuerdo en sí.

Pues bien. La preocupación israelí a raíz de este acuerdo se inscribe en dos planos: la capacidad nuclear iraní en sí, y su renovado apoyo al terrorismo internacional.

En el primer plano, el acuerdo convierte a Irán en un “país umbral”, con capacidad para dar un salto a potencia nuclear, con un año de anticipación como máximo, en el momento que decida, ya sea porque quiera violar el acuerdo, ya porque crea que éste no es más relevante, porque considere que Occidente lo ha violado antes, o porque sencillamente caduque al cabo de los años estipulados.

Además, durante los quince años que dure el acuerdo, Irán se convertirá en la niña mimada de los mercados internacionales y será difícil, por no decir imposible, restituir el régimen de sanciones que, de por sí, amenazaba con colapsar. Ya ahora se están firmando preacuerdos entre Irán y numerosos países necesitados del crudo iraní y de su gran mercado, y será muy difícil echarse atrás del acuerdo, por ejemplo en caso de que el mismo no sea aprobado por el Congreso en Washington.

A Israel le preocupa también el hecho de que, más allá de la inspección prevista en el marco del acuerdo, nada se dice de la vigilancia a posibles desarrollos secretos que pueda realizar el régimen iraní. Es decir, ¿qué pasa si Irán viola el acuerdo? Ya en el pasado, incluso el mismo presidente Hassan Rohani se había jactado de cómo “enroscó la víbora” a Occidente en diversas instancias negociadoras. Ante ello, el Mossad israelí, encabezado por su entonces director, Meir Dagán, había sabido tejer alianzas con la CIA, el MI-6 inglés y el BND alemán para investigar y sabotear el programa nuclear iraní a diversos niveles, para cuanto menos ganar tiempo. La sensación en la comunidad de inteligencia es que, con el acuerdo, Israel ha sido dejado solo en ese campo, como también en el de un eventual ataque militar llegado el caso.

Los «agujeros» del acuerdo:

Según lo resume el periodista Ron Ben Ishai en Ynet:

1) Irán no cesa: Irán podrá continuar desarrollando centrífugas avanzadas, con lo cual el lapso de enriquecimiento de uranio se reduce signficativamente.

2) La inspección en instalaciones desconocidas debiera ser «en todo momento y en todo lugar». En los hechos, las potencias y la Agencia de Energía Atómica deberán avisar a Irán de sus visitas y entregar a Irán pruebas de sus sospechas, es decir: información de inteligencia.

3) Desgaste: el aparato de arbitraje ante cada denuncia de violación es demasiado complejo, y puede llevar meses o años.

4) La central de Fordo continuará funcionando, con sus centrífugas girando en falso hasta que se decida en contrario. Está entre montañas, muy difícil de bombardear.

5) Misiles: Irán podrá seguir desarrollando misiles navegables con un alcance de miles de kilómetros.

6) Después del acuerdo: no queda claro qué impedirá a Irán reiniciar a toda velocidad su carrera hacia la bomba al cabo de los 15 años como máximo que dure el acuerdo.

Irán redoblará su principal exportación: el terrorismo

El segundo plano preocupa todavía más a Israel. El acuerdo comienza por el descongelamiento automático de 150 mil millones de dólares de fondos iraníes que habían sido congelados en bancos del exterior. Ahora, Irán recibirá una inyección colosal de fondos, parte de los cuales serán canalizados hacia la financiación del terrorismo.

Irán ya ha declarado que el acuerdo se refiere solamente al área nuclear, y que, por lo tanto, todo el resto de su política exterior permanece intacto. Y ello incluye la financiación de los grupos terroristas que atenazan a Israel, Hezbollah desde el Líbano y Hamás en Gaza. Ya durante el régimen de sanciones Irán se las había apañado para armar con decenas de miles de cohetes, pertrechos bélicos y entrenamiento profesional a lo que llaman la “resistencia” contra Israel. El Estado hebreo se ha visto en serias dificultades para detener, con todo y bloqueo en Gaza, con todo e incursiones en la frontera sirio-libanesa o en el desierto sudanés, el contrabando de misiles iraníes. Ahora, dicen en Israel, con un Irán vuelto a enriquecer, será una misión imposible.

Irán ya ha puesto sus garras sobre cuatro países del Medio Oriente: Irak, Siria, Líbano y, últimamente, Yemen. No solo Israel manifiesta su nerviosismo frente al acuerdo sino, especialmente aunque sin hacer olas, los países árabes, comenzando por Arabia Saudita, que está interviniendo en Yemen contra las fuerzas chiítas apadrinadas por Irán, y Egipto, que recela de la influencia iraní en Gaza y, por extensión, en la Península del Sinaí.

Lo que viene

El gobierno israelí ve las gestiones de esclarecimiento contra el acuerdo iraní como un intento de “reducir daños”. Entre otros puntos, intentará que la opción militar contra Irán por parte de todo Occidente siga sobre la mesa, como forma de acicate a ese país para que no se le ocurra incumplir el acuerdo.

Estados Unidos por su parte, intenta desesperadamente tranquilizar a Israel, y ya esta semana ha comenzado un verdadero desfile de altos funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la Secretaría de Defensa por Jerusalén. Entre bambalinas se negocia un paquete “consuelo” de ayuda militar, venta de aviones que antes habían sido negados, y la estrella del momento: bombas perfora-bunkers capaces de cavar más de 60 metros antes de estallar. Es decir, EEUU sabe que Israel tiene más de una hipótesis de ataque a Irán.

Pero por el momento, Netanyahu se niega rotundamente a negociar por el paquete de ayuda compensatoria, e incluso prohíbe a su Ministerio de Defensa y a su ejército presentar su “lista de compras” al Pentágono. Dar siquiera una apariencia de negociación podría significar una disposición israelí a resignarse al acuerdo.

En el marco de dos meses, el Congreso podría votar contra el acuerdo, lo cual estaría seguido por el veto de Obama, que sería más difícil, por no decir imposible de anular en el Capitolio. Durante estos dos meses, los esfuerzos israelíes por influir en la política norteamericana estarán a full. También Herzog y Lapid estarán allí.

Cuando el periodista de Yediot Ajaronot Najum Barnea le preguntó a un ministro israelí involucrado en la lucha contra el acuerdo, qué ocurrirá si los esfuerzos tienen éxito y el mismo es anulado, el funcionario hizo una pausa, como quien piensa en ello por primera vez.

“No está claro”, dijo el ministro, “quizás el parlamento iraní decida rechazar el acuerdo y correr hacia la bomba. Podría ocurrir que los iraníes decidan, como represalia, violar el acuerdo, pero solo en sus márgenes. El mundo levantará las sanciones, EEUU continuará con ellas. Será un enorme lío”.

Este lío, ¿será bueno para Israel?, insistió Barnea. El ministro no supo responder. “Una lástima”, concluyó el analista. “porque esta pregunta cumplirá un rol central en la lucha por la aprobación del acuerdo”.

Los congresistas norteamericanos querrán saber qué ocurrirá, qué hará Irán, qué hará la Administración y qué harán Israel, Rusia, China, Europa, cómo influirá el rechazo del acuerdo en la guerra en Siria, y si ello no arrastrará a EEUU a otra guerra en el Medio Oriente.

¿Y si la lucha termina en derrota para Netanyahu? ¿El generoso paquete que ahora Obama está dispuesto a ofrecer a Israel en ayuda militar, que le garantiza la superioridad militar en la región, no se reducirá? ¿Israel no arriesga demasiado en una guerra prácticamente perdida contra un presidente en ejercicio?

Fuentes norteamericanas creen ver que Netanyahu mira más allá de la gestión de Obama, que termina dentro de un año y medio, pues está convencido de que el próximo presidente será republicano y mucho más simpatizante con Israel. “Entonces, Bibi será recibido en la Casa Blanca como un héroe y todos sus pedidos serán satisfechos”.

Mientras tanto, el juego en torno al acuerdo EEUU-Irán consistirá en muchos entrevistados israelíes en los medios norteamericanos, un juego de “palo y zanahoria” de Obama a Bibi y, en la política israelí, el intento de la oposición de capitalizar el fracaso de Netanyahu en frustrar el acuerdo. Herzog ya ha desmentido enérgicamente los rumores de que ingresaría en la coalición bajo un gobierno de unidad nacional, y ha llamado a “reemplazar a este gobierno”.

Israel y el acuerdo Occidente-Irán

Los protagonistas del acuerdo en Lausana. ¿Se podrá frenar a Irán?

Los protagonistas del acuerdo en Lausana. ¿Se podrá frenar a Irán?

Por Marcelo Kisilevski

En Israel, las noticias sobre el acuerdo de este jueves en Lausana entre las potencias Occidentales e Irán fueron recibidas con escepticismo, cuando no con disgusto explícito.

Los tres diarios más importantes estuvieron divididos este viernes en su edición especial de Pesaj. Maariv se mostró a favor. Israel Hayom -alineado con todas las posiciones de Biniamín Netanyahu- se mostró claramente en contra: «El acuerdo con Irán: error histórico», editorializó en su titular. Y Yediot Ajaronot, en general opositor férreo, dividió su portada entre ambas posiciones: «Acuerdo nuclear. Obama: ‘Buen acuerdo’; Israel: ‘Error histórico'».

El presidente norteamericano Barack Obama emprendió una campaña personal para persuadir a todo el mundo, tanto en el exterior como en su frente interno, de que se trata del mejor acuerdo posible. Entre otros métodos de tranquilización, en EEUU se difundieron noticias según las cuales sus fuerzas armadas se siguen entrenando, y las bombas perfora-bunquers se siguen desarrollando.

El premier israelí Netanyahu, en tanto, se presentó ante las cámaras para denostar el entendimiento alcanzado: «Todos los ministros en mi gabinete y yo somos unánimes en nuestro repudio a este mal acuerdo», sentenció.

El analista de asuntos árabes del Canal 2, Ehud Yaari, estuvo de acuerdo con él cuando citó palabras de Bill Clinton luego del acuerdo con Corea del Norte para neutralizar su plan nuclear, que terminaría, como es público, con la posesión de la bomba por ese país: «Las palabras de Obama de hoy suenan exactamente igual que las de Clinton de entonces», comparó Yaari.

En su análisis, el periodista rebeló nada menos que cinco desacuerdos entre la versión occidental del acuerdo y la iraní. Para los voceros iraníes, los occidentales sencillamente «mienten».

Los cinco desacuerdos acerca del acuerdo son:

1) Fin de las sanciones a Irán. Según Occidente, se acordó que las sanciones serían retiradas gradualmente. Para Irán, en el lapso de un día a partir del acuerdo definitivo a firmarse hasta el 30 de junio próximo.

2) Lapso de la suspensión del enriquecimiento de uranio. Occidente: será por 15 años. Irán: por 10.

3) Desarrollo de centrífugas de nueva generación en Fordó. Occidente: se interrumpirá totalmente. Irán: continuará.

4) Revisaciones sopresa por los inspectores internacionales en instalaciones iraníes. Occidente: Irán consintió. Irán: de ninguna manera.

5) Destino del uranio ya enriquecido, el «uranio de las siete bombas». Occidente: la mayoría será trasladada a otro país, probablemente Rusia. Irán: permanecerá en Irán.

En este estado de cosas, es difícil vislumbrar un camino fácil hacia el acuerdo definitivo, y en Israel hay muchos convencidos de que todo lo que hace Irán -acordar, disentir en lo acordado, acceder a otro alargue, etc.- es parte de sus maniobras para ganar tiempo y seguir en tanto con el desarrollo su poderío nuclear. A la luz del caso norcoreano, y de los datos que se acumulan sobre las fintas iraníes, es posible comprender el nerviosismo israelí.

 

La hora de la paz

A la derecha de Netanyahu, Liberman y Bennet. A la izquierda, Livni y Lapid. Los desafios de la hora.

A la derecha de Netanyahu, Liberman y Bennet. A la izquierda, Livni y Lapid. Los desafios de la hora.

Por Marcelo Kisilevski

El Operativo Margen Protector ha terminado. Ha sido más bien una guerra. Fue iniciada por Hamás, que no dudó en llevar una vez más a su gente a la destrucción y la muerte. La debilidad o la cantidad de muertos de una parte, no le otorga necesariamente la razón. Pero la razón de Israel se puede terminar de construir ahora, dando los pasos necesarios, y en diálogo con los interlocutores correctos. La única pregunta es si el actual gobierno está en condiciones de lograrlo.

El gobierno israelí sale maltrecho del Operativo Margen Protector. El mayor damnificado es Biniamín Netanyahu, el primer ministro, al que no le ha quedado prácticamente ningún margen, ni de protección ante sus adversarios internos, ni de maniobra ante los palestinos y el mundo, para seguir gobernando hasta 2017. El resultado es la parálisis, y la vuelta a la posición anterior al operativo.

El problema es que en el camino han muerto más de 2.000 palestinos y 70 soldados, que millones de israelíes fueron convertidos en refugiados en su propio país, que el prestigio de Israel en el mundo no es precisamente rutilante, y que el antisemitismo en el mundo, que estaba latente, ha salido –ya sin la máscara de «antisionista»- de su madriguera. Todo esto podría ser un precio trágico, terrible, de un proceso de paz a comenzar ya. Podría ser la vía hacia la concreción de una agenda a la que Netanyahu ya dio su acuerdo, la de dos estados para dos pueblos.

Pero si en cambio gana la parálisis, las vidas, junto con la salud mental de los israelíes habitantes del sur, por no hablar del ánimo de los palestinos de Gaza hacia un futuro compartido, se habrán perdido en vano. A lo único que se podrá aspirar será un escenario de mínima, por el que Hamás no sea el que hegemonice la política de Gaza, en el que gobierne la Autoridad Palestina, con el gobierno de unidad Fatah-Hamás reconocido de facto con Israel, y se dé, no una paz, sino una pacificación de facto basada en la mutua disuasión.

Por el momento, sin embargo, ni siquiera eso parece estar en la agenda del gobierno que se conforma con una especie de «status quo mejorado»: gobierno de Hamás en Gaza, pero débil y ahogado; gobierno de Al-Fatah en Cisjordania, pero también débil, y que coopere con Israel. Se trata de una receta literalmente explosiva, que nos llevará hacia la próxima vuelta de violencia en el sur. En esta situación, sólo podemos esperar que lleve más de dos años llegar a ella.

¿Qué hacer?

En su último discurso, Netanyahu habló de que «se abre un horizonte político, no necesariamente malo para Israel». No podemos saber por el momento si se trató de un guiño para liberarse de la presión por izquierda –EEUU, los países árabes moderados, Lapid y Livni- o una intención real. Por las dudas, su anuncio de la nacionalización de 400 hectáreas en Gush Etzion, donde fueron asesinados los tres adolescentes antes del operativo, sería un guiño compensatorio para su ala derecha.

Lo que muchos alrededor del premier dicen que hay que hacer no es nada sencillo, pero el intento sería un comienzo tan valioso como el logro. Los portavoces son variados y a veces insólitos. En la oposición, por ejemplo, el líder laborista Itzjak (Buyi) Herzog dijo: «Si yo hubiera estado al mando, habría dado ese duro golpe a Hamás, que en todo momento hemos apoyado, y luego iría corriendo a golpear la puerta de Mahmud Abbas (presidente de la Autoridad Palestina) para dialogar con él».

En la propia coalición, Tzipi Livni, la ministra de Justicia y líder del partido Hatnuá, puso en evidencia por televisión el absurdo en el que está atenazado su jefe: «Se opone a dialogar con un gobierno de unidad nacional palestino, que apoya los pactos firmados previamente con Israel, pero negocia con Hamás en El Cairo. Con Hamás no se negocia, sino con la Autoridad Palestina, de la mano de Egipto, Jordania, Arabia Saudita. Con un paraguas político y financiero internacional reconstruir Gaza y llegar a la solución de dos estados. Es la única manera en que podremos garantizar la paz, junto con la continuidad de Israel como estado judío y democrático».

La nota insólita la dio el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Liberman. Haciendo caso omiso de las amenazas de Netanyahu y de su ministro de Defensa, Moshé Yaalón, que le dijeron a él y a Naftali Bennet: «Hablen menos», Liberman expuso su teoría, también por televisión: Hamás debe ser eliminado, y tengo una manera muy «sencilla» de hacerlo, dijo. Y el elemento sorpresivo: «debemos sentarnos a hablar con la Liga Árabe sobre el Plan Saudita de paz».

Arabia Saudita había propuesto en 2000 un plan según el cual todos los países de la Liga Árabe normalizarían sus relaciones con Israel, a cambio de una retirada israelí total de los territorios de 1967; la creación de un estado palestino con Jerusalén oriental como su capital; y una «solución justa» para el tema de los refugiados. El plan en sí no es tan fácil de aceptar así como está, pero podría ser una base para comenzar a negociar. En años más recientes, incluso, la Liga Árabe flexibilizó el punto sobre la «retirada total» y aceptó el principio de intercambio de territorios.

El Plan Saudita fue refrendado luego por la Liga Árabe (sí, la misma de los nefastos «Tres no de Khartoum») en 2002 en Beirut. Tan solo el primer punto del plan es revolucionario en el Medio Oriente: la potencial disposición de todos los países árabes, los más acérrimos enemigos de Israel, a poner fin a décadas de estado de guerra y a aceptar al estado judío en el concierto de la región. Es, ni más ni menos, el fin declarado del conflicto árabe-israelí.

Sin embargo, en toda la década y media transcurrida desde entonces ningún gobierno israelí, ni de izquierda, ni de centro, ni de derecha, ha levantado ese guante, por ser un «plan inaceptable». Cada tanto, por suerte, los árabes insisten. Esta semana, el rey Abdallah de Arabia Saudita dijo: «Los países árabes debemos reconocer a Israel».

Hete aquí que es nada menos que Avigdor Liberman la primera voz oficial que se anima a abrir una puerta al Plan Saudita de paz con Israel. Era hora.

Las cadenas de Netanyahu

En resumen, el «nuevo horizonte político, no necesariamente malo para Israel» está compuesto por una coyuntura quizás irrepetible, que coloca de un mismo lado a Israel con las fuerzas moderadas del Medio Oriente, junto con el mundo occidental, frente a amenazas como Irán nuclear y Hezbollah del lado chiíta, el Estado Islámico (ISIS) en Irak, Jabat el Nusra en Siria, Boko Haram en Nigeria… y también el Hamás palestino, todos ellos del lado sunita, y sus países mecenas: Qatar y Turquía. Más arriba, Estados Unidos de un lado, Rusia del otro.

No se trata de nuevos bloques compactos y duros como en la Guerra Fría. A Rusia no le dan los números para volver por sus fueros, pero no cabe duda que existe la voluntad política de volver por sus fueros imperiales, aunque la amenace el desmembramiento interno. Estados Unidos también llega a esta constelación bastante debilitado, y se alegra de poder ceder ante Rusia en casos como el casi ataque a Siria por el uso de armas químicas. Además, no son bloques herméticos: EEUU se habla con Irán sobre cómo enfrentar al fenómeno ISIS.

En ese sentido, la oportunidad para Israel consistiría en terminar de hacer la paz con la Autoridad Palestina moderada del sobreviviente Mahmud Abbas (que cumple en estos días 80, y para el que no hay sucesor potable a la vista) y abrir las compuertas de la paz con todos los países de la Liga Árabe, para poder enfrentar todos juntos los próximos desafíos.

La pregunta es si el gobierno de Netanyahu, como están las cosas, estará a la altura de la oportunidad. Los problemas que tiene el premier, más allá de la estrecha visión ligada a si es posible voltear o no a Hamás o si es mejor dejarlo en el poder, o si hablar o no con Mahmud Abbas, tienen que ver con la supervivencia de su coalición y, más estrechamente aún, con su propio futuro político.

Con un Hamás golpeado y disuadido, convertido en la pata débil de una coalición palestina de unidad, sería posible acercarse a Mahmud Abbas y cerrar trato. Por lo menos, más posible que antes de Margen Protector. Pero si lo hace, Netanyahu perderá a los partidos a su derecha: Habait Hayehudí de Naftali Bennet, a Avigdor Liberman y, lo que es más grave, será linchado políticamente por el propio Likud, que ya lo espera en el próximo congreso del Comité Central, presidido nada menos que por el ex vice ministro de Defensa, Dany Danón, que le prepara una verdadera vendetta por despedirlo en medio de la guerra. Si, en cambio, el premier continúa con el status quo, lo podría abandonar su ala izquierda: Tzipi Livni y Yair Lapid.

Mientras tanto, la acción de gobierno de Bibi se reduce a «control de daños»: cómo hacer callar a sus ministros, frente a los que ha perdido toda autoridad, cómo responder a la comisión investigadora de la ONU sobre supuestos crímenes de guerra en Gaza, cómo recuperar votantes del Likud, muchos de los cuales lo han dejado a favor de Bennet en las encuestas de intención de voto, y cómo recuperar lugar en la interna de su propio partido: según una fuente del Likud, para esta semana y la que viene organizó dos convenciones partidarias, varios brindis por Rosh Hashaná, un congreso de mujeres del Likud, otro congreso de fundadores del partido, y actos varios con punteros zonales que todavía lo apoyan. Extraño modo de invertir el tiempo luego de una guerra.

Obama e Israel: consejos para un presidente novato

 

Queda demostrada una vez más la eficacia del Kotel. Obama coloca el papelito con su deseo en el Muro de los Lamentos.
Queda demostrada una vez más la eficacia del Kotel. Obama coloca el papelito con su deseo en el Muro de los Lamentos.

El analista de Haaretz, Aluf Ben, le da algunos consejos prácticos al flamante presidente norteamericano, Barack Obama.

Primero, dice Ben, olvídese de los slogans de su campaña electoral, según los cuales George Bush abandonó a los actores del Medio Oriente a su suerte, y todo lo que hizo fue pour la gallerie. Según esta concepción, si sólo se hubiera involucrado e impuesto a Israel salir de los territorios, estaríamos ya en un nuevo Medio Oriente. Pero Bush nos ignoró, y el resultado fue el ascenso de los extremistas, su alejamiento del sueño de dos estados, y la desestabilización de la legitimidad de la existencia de Israel como estado judío.

Todos estos argumentos eran buenos para la campaña, sigue Aluf Ben, enfocada en criticar al mandatario saliente. Ahora la realidad, que es más optimista de lo que parece. En los ocho años de gobierno de Bush continuó el lento proceso de retirada de Israel de los territorios, y la resignación de los árabes a la existencia de Israel. Ello ocurrió a pesar de dos guerras con miles de muertos, la Segunda Intifada y la Segunda Guerra del Líbano, y a pesar de que la Autoridad Palestina se desmembró y que Israel se hundió en una crisis de liderazgo.

¿Suena descolgado? Éstos son los hechos: Israel salió de Gaza y evacuó 25 asentamientos judíos. En la Franja fue creado un paisito conducido por Hamás, que demuestra que los palestinos pueden autogobernarse, aun en la situación de un duro bloqueo. La Liga Árabe confimó dos veces la iniciativa de paz, que propone a Israel normalización de relaciones e integración en la zona si sale de los teritorios y participa en la solución para el problema de los refugiados. Israel reanudó las negociaciones con Siria y con los palestinos desde el punto en que se habían interrumpido ocho años antes. Las propuestas de Barak y Clinton para la división del país, que habían sido como archivadas a su retiro, resucitaron.

La influencia de Bush en estos procesos fue secundaria, a excepción de su apoyo a la Desconexión y su aporte (no intencional) a la victoria del Hamás en las elecciones palestinas. En cambio, durante su mandato, Irán se acercó al umbral del poderío nuclear, Hezbollah se convirtió en una amenaza estratégica y Gaza aterrorizó la zona con su violencia, hasta que aceptó el cese del fuego. La conclusión es que el Medio Oriente no se ve muy bien que digamos, pero hay también oportunidades.

2. Sea «rompebolas»: el problema de Bush en el Medio Oriente no fue la falta de ideas. Se había convencido de que un estado palestino es del interés norteamericano. Su retórica fue más lejos que la de todos sus antecesores, en su compromiso por la solución divisoria. Pero no pudo respaldar sus ideas con actos, y la mayoría de sus iniciativas se evaporaron al poco tiempo, ante la firme insistencia de Israel y los palestinos de seguir combatiendo. Condoleezza Rice logró reunir la Convención de Annapolis, mantener de algún modo a la Autoridad Palestina como interlocutor para las negociaciones y obtener de Olmert una propuesta de retirarse de todos los territorios, sólo porque les «rompió las guindas» a israelíes y palestinos. Por eso, no deje que las partes lo agoten con sus excusas. Agótelos usted a su vez con educada firmeza.

3. Empiece por Siria: los árabes y los europeos lo bombardearán con ruegos de resolver el problema de Palestina, y le explicarán que ésta es la madre de todos los problemas en el Medio Oriente. Pero la posibilidad de un acuerdo es pequeña. Las buenas intenciones y el «ciento por ciento de esfuerzo» no alcanzarán para resolver el conflicto entre Israel y los palestinos. Las brechas son demasiado profundas, la parte palestina está desgarrada entre un Hamás hostil y un Fatah agonizante, e Israel teme de una Intifada de los colonos judíos. Usted requiere de un logró, y rápido. Por eso, deje usted ahora a los palestinos y vaya fuertemente por la vía siria.

El canal sirio es menos complejo que el rompecabezas palestino. Nadie discute que Assad puede firmar un trato y cumplirlo, aliviarle a usted la retirada de Irak y el diálogo con Irán, así como suavizar las amenazas de Hezbollah y de Hamás. Incluso el líder israelí tendrá mayor libertad de acción frente a los sirios que en las conversaciones con los palestinos por la división de Jerusalem y el regreso de los refugiados. Ningún gobierno israelí ha caído aún debido al Golán.

El problema en el canal sirio es que el status quo es cómodo para ambas partes: para Israel, que quiere quedarse en el Golán, y para Siria, que teme de un cambio interno. Sólo un líderazgo norteamericano activo, que encabece el proceso y lo apoyo por medio de arreglos de seguridad y ayuda económica, podría romper el congelamiento. Aun así, no es seguro que tenga éxtio, pero en este momento su mejor posibilidad de obtener el Premio Nobel está entre Jerusalem y Damasco.

4. Cuídese de sorpresas: «Todas las guerras», dijo una vez Moshé Dayán, «comenzaron cuando luego requerimos de profundas investigaciones para explicar y entender por qué fueron iniciadas». Este dicho es siempre cierto en el Medio Oriente, donde en cualquier momento puede estallar una guerra, y es cierto especialmente hoy, sobre telón de fondo de la bomba iraní, el cambio de gobierno previsto en Egipto y los pronunciados altibajos en el precio del petróleo.

Sus antecesores, culmina Ben, fueron examinados según cómo manejaron las crisis, y dos de ellos -Nixon y Bush padre- lograron potenciar las guerras del Día del Perdón y la del Golfo para impulsar la paz entre Israel y los árabes. Conviene que aprenda usted de esas experiencias, cuando sea el turno de la próxima crisis, y le caiga a usted encima.