
DRAMA EN ISRAEL: DE NUEVO A ELECCIONES

Por Marcelo Kisilevski
Quiero a Israel por muchas cosas. Principalmente, porque es la expresión del éxito de un valor consagrado por la comunidad internacional, incluido el progresismo mundial: el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Es quizás el país más inclusivo del mundo. Sin llenarse la boca, sino practicándolo en el terreno. Que da cabida a las más diversas expresiones, tanto religiosas y culturales como de género. Es un Estado solidario, con una sociedad que se preocupa por los más necesitados, presentando el número más grande del mundo per capita en cantidad de voluntarios en ONGs de acción social. Es el país cuyos inventos más ayudan a toda la humanidad, ya sea a los que menos problemas tienen, tipo Waze, que a mí me cambió la vida, como a los que menos, como las diversas tecnologías de producción de agua potable y agricultura en zonas inhóspitas, y los comparte con todo el planeta, pasando por la mejora a las personas con discapacidades, como Orcam, que ayuda a los ciegos a leer y reconocer caras.
Ya sé, me van a decir: «Marcelo me estás cargando? Tenés un gobierno de ultraderecha religiosa, no te podés casar por civil, las parejas jóvenes no se pueden comprar casa, el costo de vida está por las nubes, los árabes y los etíopes no están del todo integrados, el conflicto no terminó, los habitantes del sur crecen con post-trauma por los misiles de Hamás, y los palestinos siguen viendo soldados hasta en la sopa».
Les contesto: es cierto. Por eso yo no hablo del gobierno sino del país y su gente. Al gobierno no lo voté, es más, voté a un frente táctico que tenía como fin poner fin a la hegemonía de este gobernante corrupto, atropellador y divisor. A Bibi y el paradigma que está instalando lo critico y lo combato con la palabra y con el voto porque quiero un Israel todavía mejor. No como otros, que utilizan el derecho a la crítica para llamar a su destrucción.
Porque Israel es un país maravilloso a pesar del gobierno, no gracias a él. Es el país que elegí para criar a mis hijos, que están creciendo con un horizonte de futuro, tanto en lo individual como en lo colectivo, donde podemos inculcar buenos valores porque somos libres de hacerlo, valores que tienen expresión en el terreno y no se quedan en palabras, y donde cada uno puede elegir su forma de crecer y progresar. Ya sé que esto es difícil en Israel, como en cualquier parte. Pero acá, a diferencia de otros lugares, vas logrando cosas. Aquí es donde yo soy mi mejor yo.
¿Mucho para mejorar? Claro que sí. Invito a todos los de adentro a ver la copa llena y seguir trabajando por llenar el resto. Invito a todos los de afuera a sumarse desde la positiva y venir a trabajar con nosotros por el perfil de país que seguimos soñando. Porque queremos; no porque debamos algo a los agoreros, ni a los quejosos, ni a los antisemitas camuflados.
Y esa copa, media llena o media vacía, levantémosla a la salud del logro más magnífico, seguro, del pueblo judío en toda su historia y, quizás, aunque no siempre se logre ver, de toda la historia humana. ¡Felices 71, Israel!
Ben Dror Yemini, mi casi siempre columnista de cabecera, apoya este año que se haya evitado la entrada de los miembros palestinos del movimiento de coexistencia «Combatientes por la Paz» para una ceremonia conjunta israelí-palestina del Día de Recordación. ¿Por qué?
Años anteriores estaba bien dejarlos entrar, porque «CxP» son ex soldados israelíes y ex terroristas palestinos que entendieron que la vía de la violencia no lleva a nada, y que podemos reconciliarnos con el diálogo en la mutua comprensión. También la Corte Suprema lo entendió así.
Pero este año algo cambió. Hace 6 meses «CxP» publicó un video de propaganda en favor del llamado «Derecho al retorno de los refugiados palestinos». No existe tal derecho. Decenas de millones de personas perdieron sus hogares durante el siglo 20.
Fue como resultado de un proceso de derrumbe de los imperios, intercambios de poblaciones y creación de los estados nación. Luego de pocos años, todos dejaron de ser refugiados. Ninguno de todos esos millones, todos echados con lo puesto, tuvo «derecho al retorno».
Eso incluyó a 800.000 judíos expulsados de los países árabes (el mismo número que los refugiados palestinos originales) en venganza por la creación de Israel. Por no hablar de los millones de masacrados en la Shoá y las centenas de miles de judíos sobrevivientes, desplazados que no pudieron «retornar» luego a sus casas en toda Europa.
Dos millones de alemanes fueron expulsados de Polonia. 7 millones de musulmanes fueron expulsados de la India, otros 7 millones de hindúes lo fueron de Pakistán. 2 millones fueron masacrados en el camino. Nadie habla hoy de refugiados hindúes, o pakistaníes, o judíos o alemanes.
Desde que se creó el problema de los refugiados, éste no tuvo como objeto alcanzar la paz sino destruir a Israel como país con mayoría judía. Lo dijo, en 1949, el canciller egipcio, Muhamad Salah-A-Din: «La demanda de retorno de los refugiados es la demanda de destruir Israel».
Nasser, pte. egipcio, 1960: «Si los refugiados vuelven a Israel, será el fin de Israel». Yasser Arafat, 1998 (5 años después de los Acuerdos de Oslo!): «El tema de los refugiados palestinos es nuestra carta ganadora en pos de la destrucción de Israel».
Durante las décadas que pasaron desde Oslo, los palestinos rechazaron todass las propuestas israelíes de un Estado en 95% de Cisjordania, 100% de Gaza y compensación territorial. El problema no eran los asentamientos sino el tema de los refugiados.
Como lo dijo Farouk Kadumi (alto funcionario y negociador palestino) en 2002: «El retorno de los refugiados a Haifa y Acco (dentro de Israel) es más importante que obtener un Estado».
Así, el rechazo palestino a la fórmula de «2 Estados para 2 pueblos» se origina en que ello implicaría el fin -explícito o tácito- de la demanda de retorno masivo de los refugiados a territorio israelí.
La izquierda sionista israelí, dice Yemini, debería no solamente presionar al gobierno de la derecha israelí con el fin de los asentamientos, sino poner en claro a la parte palestina que su reclamo de «derecho al retorno» es una demanda de suicidio nacional para Israel.
Ello no ocurrirá. Pero cuando una organización como «Combatientes por la Paz» adopta la postura del «Frente del Rechazo» árabe y palestino, impulsando el derecho al retorno, no está impulsando ninguna paz, sino la continuación del rechazo.
«CxP», al adoptar la lucha por el «derecho al retorno», está adoptando la postura de aquellos que se levantaron para asesinar, que no luchan contra el «fin de la ocupación en Cisjordania y Gaza», sino contra la mismísima existencia del Estado de Israel.
El progresismo israelí apoya la solución de 2 Estados étnicos, uno palestino y uno judío, que vivan en paz, seguridad y buena vecindad uno al lado del otro, pero no por medio del «derecho al retorno». Incluso Meretz se opone a tal derecho.
Desde el momento en que «CxP», responsable por la organización de la ceremonia conjunta del Día de Recordación, adopta el «derecho al retorno» como bandera, destinado a poner fin a la existencia de Israel, ha cruzado las líneas.
Por eso, la Corte Suprema y los izquierdistas israelíes de buena fe, no debieran apoyar esta ceremonia conjunta, que se ha convertido en una estafa intelectual y política.