Por Marcelo Kisilevski
Biniamín Netanyahu habló por videoconferencia ante el Foro Sabán, de la comunidad judía norteamericana, el mismo ante el cual habló ayer Barack Obama. Dijo que está comprometido a hacer duras concesiones en el proceso de paz con los palestinos, pero el acuerdo con ellos no será posible si Irán consigue la bomba atómica, pues «conspirará contra la paz» desde esa posición de hegemonía en el Medio Oriente. Agregó que «la opción diplomática es mejor que la militar, pero la (existencia de la) opción militar es esencial para el éxito de la opción diplomática».
Al mismo tiempo, sin embargo, Bibi, como cariñosamente lo llama Obama, está necesitado de una escalera para bajarse del árbol después de la brillante presentación de su par norteamericano, en la que logró tranquilizar a los judíos de EEUU y a muchos israelíes (apareció deliberadamente en horario prime time israelí) sobre sus motivaciones para firmar con los iraníes. Los analistas en Israel discuten si Bibi ablandó su posición (exigir sólo el desarme de la parte militar del plan nuclear iraní, es decir misiles y ojivas nucleares) o sólo su tono, pero lo cierto es que hoy hubo acuse de recibo por parte del premier israelí.
Los análisis del acuerdo pueden ser leídos en la prensa internacional. Pero una de las cosas que se desprenden de él es que se trata de una muestra de lo que es el arte de lo posible. No es el mejor acuerdo, tampoco está cimentado en la mutua confianza, dijo Obama, pero es la mejor opción que supimos conseguir. En otras palabras, la vía de la confrontación, de poner a Irán contra las cuerdas, no estaba funcionando.
Más aún, dijo Obama, si se hubiera seguido la tesitura de Netanyahu, a saber, que sólo el apriete de las sanciones llevaría a Irán a doblegarse, todo el régimen de sanciones hubiera colapsado. ¿Por qué? Porque los aliados occidentales de Obama accedieron a aplicar dichas sanciones con el argumento de que se trataba de empujar a Irán a negociar. Si luego EEUU no negocia ni se pacta, hubiera quedado demostrado que las sanciones eran pour la gallerie, y que en realidad la potencia del norte se encaminaba desde el vamos hacia la opción bélica. Ergo, las sanciones eran una pantalla, y no tienen ya razón de ser, hubieran entendido los europeos.
Por eso, EEUU se complació en poder usar a Netanyahu como «el loco del barrio» en sus negociaciones ante Irán, como lo indicó Thomas Frydman, del New York Times. Pero, como lo señaló Alex Fischman en Yediot Ajaronot, el escenario que constituía la peor pesadilla de EEUU era la de un «ataque motorizador»: un ataque israelí, no sólo a instalaciones nucleares sino también a algunos puntos políticamente importantes en Teherán, que arrastrara a los norteamericanos a intervenir, desencadenándose una guerra regional que nadie desea. Lo que quedó claro luego de esta saga, es que Israel puede atacar, pero no solo ni por su cuenta, y EEUU no lo podía permitir en esta instancia. La opción militar, por el momento, queda archivada, sentencia Fischman.
Potencia venida a menos
Agregó Obama ayer: el acuerdo debía permitir a los iraníes una salida honrosa. Por eso contiene concesiones. A saber, 7 mil millones de dólares iraníes en bancos extranjeros, cifra simbólica, quedan descongelados. Irán podrá seguir enriqueciendo uranio sobre suelo iraní, aunque sólo al 3,5%, es decir, para usos pacíficos. Deberá, eso sí, haber garantías: no habrá producción de aguas pesadas en Araq, no habrá instalaciones subterráneas, no habrá centrifugadoras de segunda generación, que sirven sólo para usos bélicos. Y no confiaremos en los iraníes, habrá régimen de inspección, y tomando en cuenta los antecedentes norcoreano y pakistaní, si sospechamos que nos engañan, el acuerdo caerá.
De esa manera, Obama usó al Foro Sabán como escenario para dar el puntapié inicial para las negociaciones por el acuerdo final, que debe firmarse al cabo del próximo año. Lo que no podía decir Obama, es que el acuerdo fue expresión del arte de lo posible, porque es todo lo que la potencia venida a menos podía alcanzar. Es cierto que en ello venía trabajando hacía dos años en negociaciones secretas, nos enteramos. Pero lo cierto es que el asunto iraní toma a EEUU en una situación de debilidad internacional, en la que nuevas potencias asoman y donde, después de los fiascos en Irak y Afganistán, no le queda dinero ni colchón político en casa para nuevas guerras.
A Obama en lo personal, las circunstancias lo dejan atrapado en una segunda cadencia sin grandes logros que anotar para la posteridad. La economía interna aprieta, el plan de salud nunca levantó vuelo, y de la paz Israel-palestinos mejor mantener una distancia prudencial hasta nuevo aviso, dejando que John Kerry se ensucie las manos.
Por todo ello, mejor apuntar a un acuerdo con Irán que, quién sabe, abra una puerta a los ayatollas hacia Occidente, en un intento de contrabalancear la influencia rusa en ese país, en la nueva mini guerra fría que se está configurando: en este rincón EEUU, Israel y todos los países árabes; en el otro, Rusia, Irán, la Siria de Bashar Assad, Hezbollah, y China en el apoyo económico. Una vía de diálogo con Irán, cree EEUU, podría ser una vía para apaciguarlo.
Pero todo ello podría ser «wishful thinking«, y la preocupación de Israel y los países árabes, empezando por Arabia Saudita, tiene base. Todos ellos hubieran deseado un acuerdo en el que la capacidad iraní de enriquecer uranio quedara neutralizada por completo, las diversas instalaciones quedaran desmanteladas, y el uranio para usos civiles le fuera suministrado por Occidente. Sostienen que Irán ha logrado engañar nuevamente a Occidente, y recuerdan que Hassan Rohaní, el flamante y sonriente mandatario iraní, en el pasado encargado de las negociaciones nucleares por parte de su país, se jactó de haber perpetrado un engaño similar en el pasado, en un libro de su autoría.
Pero esto es lo que hay, y para saber si el acuerdo es buena noticia o no habrá que esperar seis meses por lo menos. Obama volvió a asegurar ayer a Israel en vivo y en directo, ya no por intermediarios, que un Irán desnuclearizado es interés norteamericano, no sólo israelí y no sólo árabe. Y que el desacuerdo es metodológico. En este campo, hoy los estadounidenses le piden a Biniamín Netayahu, gentilmente, que deje de molestar.